Los iraquíes han ganado el pulso de Najaf - por Francesc Sánchez

"En Iraq no manda Alaui ni los norteamericanos, tampoco Al Sdar tiene aún una fuerza comparable a Jomeimi, mandan las leyes islamicas, el poder religioso representado por Sistani."

Opinión - El factor chiíta en la guerra de Iraq
Los iraquíes han ganado el pulso de Najaf - por Francesc Sánchez

Finalmente ha terminado el pulso que mantenían Muqtada Al Sdar y Alaui sobre la ciudad de Najaf. La llegada de Ali al Sistani con miles de iraquíes al templo del imán Alí ha puesto punto y final al asedio de la ciudad, y a unas vagas esperanzas de EE.UU por terminar con la resistencia chiíta.

Parece ser que finalmente, y después de muchas ambigüedades, la máxima autoridad religiosa chiíta que encarna el ayatola Sistani se ha decidido a tomar parte del destino de su pueblo. Después de más de una semana de duros combates entre el ejercito de Al Madhi y el ejercito norteamericano, Sistani entra en acción muy oportunamente.

Fruto de las disertaciones entre el anciano Sistani y el joven Sdar: el ejercito norteamericano abandonara la ciudad santa de Najaf, y la plaza quedara bajo la custodia del pseudo ejercito iraquí de Alui. El ejercito de Al Madhi no se disolverá, y el joven clérigo dispondrá de libertad absoluta. En otras palabras: EE.UU ha perdido una batalla.

Este es el análisis que trasluce y no otro de esta secuencia de resoluciones. En cuanto a la lucha entre el anciano y el joven por el poder religioso del país, se salda positivamente hacia el lado de Sistani, pero con una nueva e interesante perspectiva.

Hasta ahora el ayatola Sistani, por su prudencia y moderación, se había mostrado un tanto ambiguo con respecto a la circunstancia de la invasión extranjera de Iraq, quedando bajo el modo de ver de los iraquíes como un blandengue. Hoy esta situación ha dado un giro de 180 grados.

La entrada triunfal de Sistani al particular vaticano del chiísmo, arropado por miles de fieles, ha representado un posicionamiento frente al gobierno norteamericano de Bagdad, una llamada de atención al joven clérigo, y un golpe de efecto hacia la comunidad internacional. Hoy queda claro quién manda en Iraq. En Iraq no manda Alaui ni los norteamericanos, tampoco Al Sdar tiene aún una fuerza comparable a Jomeimi, mandan las leyes islámicas, el poder religioso representado por Sistani.

Hay fragilidad, lógico. Pero hasta hoy ninguna fuerza en Iraq había sido capaz de vencer en una batalla a los norteamericanos. No han sido las armas las que han decidido el resultado del envite, ni tampoco las amenazas, ha sido el respeto a leyes islámicas y el miedo angustioso de Washington a enfrentarse al alzamiento chiíta.

El agudo Muqtada Al Sadr formó su ejercito de Al Madhi de entre los iraquíes que profesan el chiísmo más descontentos, entablando relaciones con el resto de resistencias iraquíes, y parapetándose rápidamente en la ciudad santa de Najaf, lugar donde se ubica el complejo del fundador de esta vertiente del Islam: la mezquita mausoleo del imán Alí. Donde esta el origen y las reliquias del que creo la fe de los humildes, la que siglos después llegaría a la vecina Persia, y a otros lugares. El cerco y los duros combates sobre Najaf, después de muchos días, ya estaban ocasionando serios desperfectos en el mausoleo del imán Alí, a la angustia de los chiítas iraquíes, se han sumado las reprimendas del vecino Irán sobre lo que estaba ocurriendo, y estas han sido tenidas muy en cuenta.

Es por estas cuestiones y no otras que los norteamericanos no han hecho volar en pedazos el complejo del imán Alí con Al Sdar y los suyos dentro. Los norteamericanos han perdido esta batalla, conscientes que quizá han evitado un mal mayor, pero como dice el dicho: no se le pueden poner puertas al campo. Por una razón, una vez más como ya pasó en el vecino Irán años antes de la Revolución, las mezquitas –sobre todo esta- vuelven a ser sagradas. Y es en las mezquitas donde salió la agrupación y la confabulación, donde se firmó la sentencia de muerte de la monarquía del sha Pahlevi.

Se ha sentado un precedente, el peldaño islámico chiíta –avalado por las leyes y la máxima autoridad religiosa en Iraq- para la escalera de la independencia. Al Sistani ha comprendido que le pertoca hacer lo que es menester para su pueblo, de lo contrario tanto su posición como sus leyes y sus reliquias dejarían de tener vigencia y significado. Al Sdar sigue libre y volverá a tener su momento, aprendiendo quizá la lección: en el Iraq chiíta el poder y la religión van íntimamente unidos pero dentro de las normas del juego. Ahora solo le hace falta sobrevivir, reagruparse, coordinarse con el resto de resistencias, resistir, y esperar. Lo demás vendra solo.

Francesc Sánchez – Marlowe.
Redactor, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 28 Agosto 2004.

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