El envío de más tropas españolas a Afganistán es un error - por Francesc Sánchez

"Hay que tener en cuenta que es significativo que parte importante de la administración Bush ya estuviera en el pasado a las ordenes de Ronald Reagan, como es significativo también lo que hay bajo el subsuelo de Afganistán y de las regiones limítrofes."

Internacional – La encrucijada de Afganistán
El envío de más tropas españolas a Afganistán es un error
por Francesc Sánchez


Vigilancia y seguridad para los primeros comicios desde la caída del Talibán es la baza que juega el ejecutivo socialista para hacer efectivo en los próximos meses el envío de un millar de soldados a la caja de Pandora.

Posiblemente sea una compensación a EE.UU por la retirada del contingente español de Iraq, y también una reafirmación de la política exterior española, hasta el nuevo talante que pretende mediar en los conflictos y contener la guerras pueden ser explicaciones adecuadas. Pero el hecho es que toda argumentación escapa a la realidad que muestra Afganistán como un territorio diezmado y desestabilizado –más si cabe- por el ejercito norteamericano, mostrando las tropas españolas, como las de Alemania –país que ya tiene un importante contingente desplegado en esas tierras-, como cooperantes y ayudantes de los males que otros han hecho antes, por mucha ONU y OTAN que haya de por medio.

Es banal y peligrosa la afirmación de algunos mandos socialistas cuando afirman que la misión de Afganistán es para combatir el terrorismo internacional, concretamente “para defendernos del terrorismo”, y de paso yo añado: exportar nuestro sistema democrático. ¿Se diferencia tanto esto de la doctrina Bush? Por mucha pedagogía que el ejecutivo socialista quiera hacer con los españoles, difícilmente podrá escurrir el bulto ante esta cuestión.

Los orígenes de lo que hoy es Al-Qaeda los tenemos que buscar primero en la guerra contra la Unión Soviética en Afganistán y luego en el sistema bancario internacional. Estas son, y no el Islam, las dos premisas indispensables para comprender que es este nuevo terrorismo internacional de cuño presuntamente islámico. Si bien es cierto que en las tierras de nadie que se extienden entre Pakistán y Afganistán siguen habiendo muyaidines en la órbita de Al-Qaeda -de hecho es su santuario- la inmensa mayoría ya emigró hace años hacia otras partes del planeta para extender su yihad particular, la ultima oleada de esta arma de doble filo, casualidades de la vida, está establecida en el nuevo Iraq en grupos como Ansar Al-Islam. En cuanto a la financiación del terrorismo internacional no hace falta ir tan lejos para atajar el asunto, mejores leyes e intervenciones en los paraísos fiscales y en la banca opaca de la misma Europa o EE.UU resultarían más efectivas que el envío de tropas.

Los crepúsculos del poder Talibán que pueden encontrarse los soldados españoles en Afganistán no son algo a subestimar, de hecho son un verdadero bastión a tener en cuenta para bien o para mal.

Los talibanes *(1) que en su mayor parte eran jóvenes afganos de procedencia urbana se formaron en escuelas coránicas repartidas por todo Pakistán, teniendo su punto neurálgico en la ciudad de Pehsawar. Es en esta ciudad donde también se formaron ideológicamente los muyadines procedentes de muchos lugares distintos del mundo árabe para luchar contra los soviéticos, Osama Bin Laden por aquel entonces era un mercenario a sueldo de la CIA y del ISI pakistaní, encargado de organizar y coordinar a los combatientes.

Es a este respecto que nos encontramos con más de 30.000 muyaidines que acudieron a Afganistán para hacer la yihad *(2). Quizá las reveladoras palabras de Oliver Roy *(3) sumen algo importante:

“Se trata de fomentar un radicalismo propiamente suní, que anteponga la aplicación integral de la sharia y evite cualquier evocación a una revolución islámica. Esto beneficiaria a Arabia Saudí, deseosa de reforzar su legitimidad frente a Irán. Por lo que respecta a los servicios pakistaníes, han tenido siempre, y tienen todavía un proyecto más amplio: jugar la carta islámica suní para controlar Afganistán y abrirse camino hacía Asia Central”.

Manteniendo lo dicho, la resistencia de los afganos unidos contra los soviéticos duró diez años (1979-1989), y pese a que obedecía a una guerra de carácter regional, los resistentes contra el imperio –en este caso el soviético- fueron enmarcados por Washington en la guerra fría.

De hecho podemos interpretar que EE.UU con su alianza con Pakistán y Arabia Saudí aprovecho ese conflicto para sacudir los cimientos del bloque comunista, y así fue. Arabia Saudita extendió su ideología wahabista por Pakistán, Afganistán y las ex repúblicas soviéticas, y Pakistán pretendió ampliar su área de influencia económica. Todos juntos frenaron el auge chiíta, que a pocos kilómetros de allí con la Revolución Islámica hacia mella con mucha fuerza en el vecino Irán.

Finalmente, acuñando de nuevo palabras de Oliver Roy:

“En la actualidad las redes fundamentalistas suníes se encuentran desconectadas de las verdaderas encrucijadas estratégicas del mundo musulmán (salvo en Pakistán y en Afganistán). Presentan una característica nueva: son internacionales y “desterritorializadas”, es decir, que sus militantes nomadean de yihad en yihad, en general en los márgenes del Próximo Oriente (Afganistán, Cachemira, Bosnia). Se definen como internacionalistas musulmanes y no unen su militancia a ninguna causa nacional particular. Sus “centros” son en la tierra de nadie de las zonas tribales afgano-pakistaníes”.

Este es el tipo de gente que pueden encontrarse los soldados españoles, a los que por si fuera poco se han de sumar forzosamente los señores de la guerra que representan los jefes tribales de la multitud de etnias que hay en Afganistán. Precisamente al caer el Talibán son las tribus las que de nuevo han tomado el control del país, retomando el ancestral comercio del opio y el virtuoso como brutal trabajo del saqueo de caminos.


Hay que tener en cuenta que es significativo que parte importante de la administración Bush ya estuviera en el pasado a las ordenes de Ronald Reagan, como es significativo también lo que hay bajo el subsuelo de Afganistán y de las regiones limítrofes. Pues a saber que en Uzbekistán se encuentra la mina de oro más grande del mundo, que en Tayikistán se encuentra el yacimiento de plata más extenso, y en el Kirguistán esta la mina de uranio más importante del planeta. Todo esto sin hablar de que hay grandes bolsas de petróleo y gas natural en Turkmenistán y Kazajstán. En medio de todas estas tierras encontramos curiosamente Afganistán.

Es por estas cuestiones que España, por mucho que hiciese o deshiciese el anterior ejecutivo conservador, por mucho que nos añadiese en la lista negra del yihadismo suní internacional, no debería seguir en una guerra que no le ha pertocado nunca ni le pertoca actualmente.

La mayoría de fuerzas políticas, a excepción de Izquierda Unida y otros partidos con menor fuerza política si cabe, han votado a favor de este envío de más tropas a la caja de Pandora. En el caso del envió de tropas a Haití todos los grupos políticos han votado a favor. No es intención el entrar en esa otra importante cuestión, pero a grandes rasgos y sobre el terreno, tanto los antecedentes, como los problemas, y las labores a realizar por cualquier ejercito tanto en Afganistán como en Haití son muy parecidas. Simplemente introducir que antes de la intervención americana tanto en Afganistán como en Haití había una estructura organizativa de estado o cuanto menos social -ideada en un principio por los propios norteamericanos- que hoy ya no existe, añadamos a eso el trafico de estupefacientes y el crimen organizado que existen por un igual en los dos territorios, y veremos que España es un mero peón sin independencia que dice ir ha arreglar lo que otros han estropeado.

España debería aunar esfuerzos allí donde por implicación histórica –o cuanto menos en la historia más reciente- ha tenido nuestro país una importancia relevante ante conflictos latentes, la cuestión del Sahara Occidental, la resolución del mosaico en la ex Yugoslavia y la fratricida guerra en Tierra Santa, deberían ser los principales objetivos en una política exterior comprometida por la solución de conflictos. Tanto Iraq como Afganistán han intentado ser nuevas aventuras coloniales al servicio de EE.UU y de las multinacionales de cuño español. Pero no hay que olvidar que fue en el marco de la operación de Afganistán donde perdieron la vida sesenta y dos soldados españoles al estrellarse un avión precario fletado por el anterior ejecutivo, y que sin duda el 11M de Madrid no fue algo aleatorio. Estabamos y seguimos estando en la lista negra por oscuros motivos, que deberían ser explicados algún día por el anterior ejecutivo.

España, como el resto de países de la Unión Europea, debería ir acotando a marchas forzadas una política exterior común, y dilucidar que papel se quiere jugar en el mundo. Mientras esa cuestión no se resuelva, el envío de tropas españolas al extranjero no solo será banal si no peligroso por las terribles consecuencias que de esas intervenciones se puedan derivar. Tienen una Comisión de Investigación sobre el 11M en Madrid, por lo menos pongan las cartas sobre la mesa sobre esta importante y seria cuestión.

*(1) talibán: estudioso o estudiante de teología de etnia pashtún. Etnia pashtún, es la mayoritaria tanto en Afganistán como en Pakistán, profesa el islamismo en su interpretación suní.

*(2) yihad. En el Islám hay cinco preceptos aceptados, cinco obligaciones a nivel religioso y social: 1. La profesión de la fe, 2. La oración, 3. El ayuno del Ramadán, 4. La obligación de peregrinar a la Meca al menos una vez en la vida, y 5. La obligación de contribuir con donativos a los pobres de la comunidad. El sexto precepto que algunas interpretaciones islámicas más politizadas hacen referencia es él de la “yihad”, traducida periodísticamente por “guerra santa”. La yihad hace referencia a una actitud enfrente a la vida, basada en “el esfuerzo” por todo buen musulmán para vencer las pasiones interiores y las tentaciones del mundo. Este esfuerzo diario para cumplir con las obligaciones religiosas se denomina “gran yihad”. En cambio, existe una “pequeña yihad”, que hace referencia a la lucha de los musulmanes por mantener sus valores religiosos y defenderlos ante otros pueblos que los agredan. Es esta ultima interpretación de la yihad la que algunas organizaciones armadas islámicas usan para justificar su lucha en sus tierras, pero que en ningún caso justificaría -según el Islam- atentados terroristas en sus tierras o en Occidente. Es importante resaltar que a raiz de la fatwa –dictamen religioso- que algunos ulemas conservadores lanzaron en forma de yihad en contra del Ejercito Rojo en la guerra de Afganistán, algunos grupos islamicos han continuado y coninuan esa yihad contra otros ejercitos y poderes hasta nuestros días.

*(3) Oliver Roy. Investigador del Centro Nacional de Investigaciones Científicas de París, especializado en entre otras cuestiones en el Islam.

Francesc Sánchez - Marlowe. Barcelona.
Redactor, El Inconformista Digital.

Incorporación - Redacción. Barcelona, 15 Julio 2004.

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