Asalto a los cuarteles - por Francesc Sánchez
Hace un par de meses todos los medios de comunicación se hicieron eco de uno de los lugares ocupados más extenso y por más gente en la ciudad de Barcelona, “los cuarteles de San Andrés”, una denuncia interpuesta por el Ministerio de Defensa a todos los ocupantes llevo a más de 300 inmigrantes a los banquillos. Este mes según la sentencia deberán abandonar las instalaciones.
La extensión de los cuarteles de San Andrés es considerable, existen dos recintos separados entre si por el Paseo de Torras i Bages. El que se ha convertido en el foco de atención por albergar a cientos de inmigrantes, tomando como referencia el paseo mencionado, es el de la parte de arriba. Al salir del metro que lleva el nombre del mismo paseo son claramente visibles las instalaciones donde hasta hace poco rezaba el famoso “todo por la patria”, lo que quizás no es visible, ni ha sido visible para la mayoría de gente durante mucho tiempo es la realidad que esconden esos muros.
Son cosas del barrio, y aunque las personas del barrio quién más quién menos algo había oído, siempre de aquella manera en forma de rumores, pues estamos hablando, aunque residan ahora muchas personas, de espacios incomunicados socialmente. Fuera del barrio quizás mucha gente quedó sorprendida al enterarse de repente que esos cuarteles albergaban, como se llego a decir más de una vez, a más de seiscientas personas.
Los primeros habitantes llegaron dos años después de que el Ministerio de Defensa abandonara las instalaciones, cuando quedaron atrás esas noches de verano en las que los vecinos cercanos a la autovía Meridiana, oían el estruendo de los tanques, al moverse por encima del asfalto al volver a los cuarteles después de las maniobras. Desde entonces hasta el día de hoy, durante estos tres años que distan desde los primeros asentamientos ha pasado mucha gente por allí. Al ser pocos al principio, hasta causaban simpatía a la gente del barrio, pero conforme fue pasando el tiempo, los cuarteles se fueron masificando y empezaron a surgir problemas. Se ha producido por así decirlo un efecto llamada que ha llegado a todos los inmigrantes sin papeles que han venido a la ciudad. No podemos establecer una relación directa entre esos hechos, solo podemos atenernos a las declaraciones de vecinos que viven cerca de los cuarteles que dicen que les han robado y que son un peligro publico. Fuera de impresiones personales es evidente que cientos de personas malviviendo en unos edificios abandonados, sin agua, gas, luz, comida y esperanza, pueden llegar a generar “problemas” a los vecinos.
Estos problemas muchas veces análogos a los de la delincuencia ejercida por personas muy españolas, produjeron un efecto de rechazo entre gran numero de vecinos del barrio de San Andrés. Son las mismas personas que se manifestaron en diversas ocasiones para pedir el desalojo y el derribo de los cuarteles para la edificación de equipamientos sociales. Más de una organización social bienpensante, es de suponer que se pillaría los dedos al apoyar tales movilizaciones. Al comprobar con el paso del tiempo el carácter xenófobo y hasta violento de algunos manifestantes más combativos al finalizar las movilizaciones.
Es un problema de violencia y odio hacia la diferencia étnica y cultural que amplifica los hechos de delincuencia que hayan podido suceder, sucediéndose una generalización por extensión a todo el colectivo de inmigrantes que se alberga en los cuarteles. El problema aunque complejo, no se ha sabido o no se ha querido ver completamente por parte del Ayuntamiento de Barcelona y el Ministerio de Defensa, los dos organismos implicados con mas competencias en el asunto que estamos tratando. Los cinco años de abandono de las instalaciones y los tres años del colectivo de inmigrantes, creo que son suficiente prueba de ello. Los movimientos sociales, no han sabido comprender tampoco el problema en su conjunto, llegando algunos tarde, y otros a ser parciales al no tener en cuenta las posiciones o existencia de los vecinos. Este último grupo, el de las personas del barrio, lamentablemente han omitido muchos la realidad existente en los cuarteles, y otros han caído en las garras de la confusión de ciertos colectivos de dudosa procedencia.
En otoño del pasado año 2002 presencie una movilización promovida por la plataforma del barrio muy concurrida, sus lemas y sus pancartas solo repetían una y otra vez “fuera los cuarteles”. Al finalizar dicha movilización a escasos metros de las puertas principales de los cuarteles, en el mismo Paseo de Torras y Bages, exploto el conflicto. Un numero indeterminado de personas, en su mayoría jóvenes –aunque también las había de cierta edad- avanzó hacia la puerta principal de los cuarteles y empezó a sumar nuevas consignas a la consabida “fuera los cuarteles”. “Fuera moros” y “fuera negros” se sumaron al griterío, también el lanzamiento de objetos contra los edificios, y hasta “una carga” que llevo a una docena de jóvenes al interior de los cuarteles saliendo al cabo de poco tiempo orgullosos de su hazaña. Recuerdo como desde la pequeña terraza que hay encima de la puerta principal, un extranjero de avanzada edad miembro de un movimiento social, tuvo que retirarse precipitadamente cuando le empezaron a lanzar objetos. Fue muy singular la presencia policial municipal uniformada y de paisano que parecía no ver problema alguno, permaneciendo impasible ante estos hechos, sin hacer mas que intercambiar algunas palabras requiriendo la disolución de la concentración –pero hasta cordiales por el tono- a los protagonistas de estas acciones, son hechos que contrastan bastante con otros escenarios de expresión social –quizás menos violentos- donde los porrazos han golpeado de lo lindo.
El tiempo pasó, y las protestas continuaron, “yo no soy racista pero que se vayan estos moros y negros”, sentenciaba una mujer del barrio. “Son mala gente, nos roban” decía otra mujer por televisión. Mientras tanto yo empezaba a ver, quizás irremediablemente, el otro lado mas soterrado, personas que de repente se acercaban a contenedores de basuras enfrente de supermercados buscando comida. Después de algún tiempo, preguntando y presenciando estas cosas me entere que esas personas eran inmigrantes y vivían en los cuarteles. Personas que para comer no robaban si no que buscaban entre nuestras basuras.
Decidí acercarme un día por los cuarteles y ver sobre el terreno que iba a pisar que es lo que estaba pasando.
Recuerdo que fui el mismo día en que tenían un intento de asamblea en medio del descampado, cerca de la pared sur que derribaron las excavadoras de la empresa que trabaja para el ayuntamiento. Es por ahí por donde entre, ví un furgón de la policía municipal que desde la acera hacia guardia, luego me entere que eso era algo muy frecuente, y que muchas veces habían pedido la identificación a las personas que se acercaban por allí.
Un tumulto de personas estaba desparramada por el descampado, hablando, jugando a la pelota, o merodeando por el lugar como esperando alguna cosa. Me encontraba en otro mundo aparte, apartado. Una persona empezó a llamar al orden, pues tenía algo importante que decirles. Se acerco la gente a esta persona, que supongo seria uno de ellos. Nos acercamos y empezó a explicar el resultado de la sentencia que pesaba sobre ellos dictada por el juzgado. Mire a mi alrededor y vi a todo tipo de personas, de lugares remotos, diferentes entre si, distintos colores de piel, distintas lenguas al hablar entre ellos, distintos modos de pensar, pero iguales en su situación de inmigrantes y parias de la tierra abocados al desastre. La sentencia decía que se podían quedar hasta el mes de septiembre y que tenían que seguir con las labores de limpieza. Días antes, cuando de repente el mundo civilizado descubrió lo que eran los cuarteles, fueron las cámaras de televisión, los movimientos sociales organizados y subvencionados, se pusieron a hablar de derechos humanos y del grave problema que estaban presenciando, mostrando los edificios en condiciones lamentables y también los restos de los reducidos a la nada por las excavadoras. El día de la asamblea no había ni movimientos sociales ni cámaras de televisión, salvo alguna pequeña excepción a modo particular que filmaba todo lo que pasaba. Ese día nadie fue para hacerse la foto, sencillamente estaban allí los hechos y los inmigrantes que intentaban vislumbrar el futuro mas cercano. Después de una traducción al inglés y al árabe que uno de los inmigrantes hizo posible, más de uno se puso tenso, pues muchos de ellos no quieren abandonar su techo. Entre la calle y los cuarteles, prefieren los cuarteles y es bien normal. Uno manifestaba ante una cámara que llevaba una rubia “no es vida la que llevamos” y seguía “no es casa lo que tenemos, mirar que casas” nos decía señalando los edificios en ruinas a los que no vivíamos allí, “esperamos que nos den papeles para poder trabajar y facilidades para vivir en una casa digna”. Otro, un hombre mayor, no inmigrante si no español, el cual llaman Paco y pinta cuadros, gritaba una y otra vez “¡nos tenemos que quedar!, ¡y vivir aquí en los cuarteles!”. Las opiniones se iban oyendo, algunas incomprensibles para mi por desconocer sus lenguas. No fue una asamblea muy organizada, y había disconformes que en su lengua propia mostraban claramente su contrariedad. Al empezar a dispersarse la gente, se iban haciendo grupos según su procedencia, formando una especie de organización no visible en primera instancia. Y es así como se reparten los edificios, por lugar de procedencia. Los liberianos, ghaneses, ivorianos, marroquíes, argelinos, argentinos, chilenos, ecuatorianos, rusos, polacos, chechenos, ucranios, ecuatorianos, viven en un mismo lugar pero no siempre tienen fácil la comunicación entre ellos mismos, por eso se agrupan mayormente según su origen. De ahí que el problema que representa la dificultad de comunicación no solo sea del exterior con el interior de este microcosmos, si no también dentro del propio microcosmos que representan estos utópicos cuarteles. Personas como nosotros que por circunstancias de la vida han tenido que abandonar su tierra, bien por guerras, falta de trabajo, hambre... que habían acabado creando una torre de Babel en unos cuarteles en medio de un barrio obrero de Barcelona. Mientras pensaba estas cosas me despedía de los cuarteles pensando en volver pronto para verlo mejor todo. Algo me decía que han abandonado a esta gente, pensaba en épocas anteriores, cuando nuestros padres eran inmigrantes y veía esas personas que acababa de dejar atrás, pensaba en nuestros abuelos y veía lo mismo, pero también veía sueños hechos realidad por obreros utópicos y libertarios, conviviendo en un mismo lugar, entendiéndose entre ellos, ayudados por los que ya vivían aquí. Algo faltaba y algo fallaba.
San Andrés siempre fue un barrio obrero. Antes de la anexión a la gran ciudad -que no era tan grande por aquel entonces- se extendían los campos de hortalizas y frutos por aquí y por allá, ya formando parte de Barcelona, las fabricas crecían al lado de las vías del tren y competían con las del –verdadero- barrio de la Nueva Icaria enfrente del mar, en Pueblo Nuevo. La gente del barrio, como la del vecino “Nou Barris”, en gran parte es de procedencia exterior a Cataluña. Esta gente vino a buscar trabajo en los tiempos de la revolución industrial, cuando el textil y las manufacturas; pasaron de tener sueldos de hambre en las fincas de los terratenientes de la piel de toro a pasar a tener sueldos de hambre en las fabricas de la burguesía catalana. Es la gente que se organizó y luchó por su dignidad, hasta que en la guerra civil todo se puso en su sitio, desterrando los sueños por mucho tiempo. No hace tanto recuerdo las chabolas al lado de la vía del tren, en la Verneda que está al lado de San Andrés. Hoy todo es el mismo distrito aunque los nombres se conservan. Recuerdo los gitanos que muchos de ellos acabarían en el barrio de la Mina del Besos, o en las casas de ladrillos enfrente del Paseo de Valldaura de los Nueve Barrios, son los que vivían en esas chabolas. Tiempo atrás habitaban las chabolas muchos inmigrantes procedentes de otras comunidades de este país, eran los tiempos del Campo de la Bota y las casas construidas asaltando las montañas y hoy llenas de aluminosis del barrio de Horta. Hoy el barrio de San Andrés sigue siendo habitado por esas personas pero la gente aunque obrera mayormente, se ha acomodado. Se ven y se notan las diferencias dentro, no es lo mismo la zona del “carrer Gran” –cargada de comercios- que el barrio del Buen Pastor o la Verneda de casas mas humildes, donde se nota una mayor concentración de personas producto de la inmigración, hasta con sus casas bajas tipo andaluz en el barrio del Buen Pastor como si de islas en medio de las leyes del mercado inmobiliario se tratara.
El barrio está en venta, esa es la gran verdad. Por todas partes se construyen edificios que ostentarán lujosos pisos, inalcanzables por su precio a la inmensa mayoría de hijos de vecinos, traerán inmigrantes también, pero estos con altos ingresos. Grandes centros comerciales como La Maquinista impactan al lado de la vía del ferrocarril, donde se extendían los grandes depósitos de la RENFE hoy prácticamente en desuso. Hablamos del nuevo San Andrés que será el lugar donde se ubicara la estación del AVE, donde el precio del suelo se multiplica; como la espuma de una botella de cava al abrirla después de sacudirla. Hablan del Forum de las Culturas y la solución del problema de los cuarteles para ocultar tan real paradoja, pero yo lo encuentro algo secundario. Imperan las leyes del mercado y eso es lo que nos está sacudiendo.
Las mismas leyes de mercado manipuladas que hacen que la construcción sea el motor de la economía española para algunos a costa de la mayoría.
Volví con un compañero a los cuarteles unos días después de mi primera visita al interior del recinto y nos quedamos impresionados por varias cosas. Sabíamos que era grande, pero por dentro lo era más, hay calles dentro, es otro mundo. Se extienden edificios en ruinas por un gran cuadrilátero, un edificio central había desaparecido, y en su lugar quedaban restos de ladrillos y yeso, como si hubieran bombardeado hacia poco. Hablamos de lo que se quería construir en ese lugar. No es cierto que se quiera construir la estación del AVE aquí, pues su ubicación estará cerca del barrio de la Sagrera, una estación de autobuses si que se hablo de construirla, pero los vecinos quieren equipamientos sociales. ¿Para quién? Es un misterio porque a los inmigrantes pobres no los quieren. Mientras avanzábamos por las calles de los cuarteles veíamos a las diversas comunidades, la africana es fácilmente visible, porque al igual que en sus países de origen están sentados fuera de sus casas, y eso como en África tiene una explicación: las malas condiciones de estos edificios y el fuerte calor del verano hacen insufrible el permanecer dentro de las habitaciones cuando calienta el sol. También en una de las casas hay un colectivo de ocupas, gente procedente de diferentes países europeos y también españoles, pero su condición es diferente, ya que al ser ciudadanos europeos –pese a las malas condiciones laborales que existen y lo degradante que resulta el trabajar la mayoría de las veces- disponen de papeles y algunos de casa. Nos cruzamos con mas gente, esta vez una pareja de suramericanos, me ven fumando y me piden un pitillo, nos saludamos y seguimos andando hasta lo que parece ser una piscina abandonada. Nos quedamos asombrados. Esta vacía, derruida por el paso del tiempo y la dejadez, nos subimos a sus gradas y vemos a través del muro el Paseo de Torras y Bages. Vemos el otro cuartel enfrente, más conservado y con una oficina de la Legión en una de sus esquinas, también la policía, como siempre. Bajamos, y nos ponemos a hablar del movimiento okupa. No entendemos porque no se ha okupado este lugar por mas gente de ese colectivo. ¿Demasiado grande? ¿Demasiados problemas? No lo sabemos. Ni tampoco logramos acertar el porque de la falta de organización y ayuda efectiva para los inmigrantes. “Habrá ayuda” me dice el compañero, y yo le digo, puede ser, pero la gente busca en los cubos de la basura para encontrar comida, algo falla. Salimos por la puerta principal cruzándonos momentos antes con un grupo de negros que nos mira fijamente, aparento normalidad pero marco el paso. ¿Reservas, precauciones o etnocentrismo? No lo sé a fin de cuentas estábamos en su casa y no nos habían invitado. Nos vamos un tanto decepcionados por algunas cosas. ¿Podemos ayudar nosotros? Difícilmente.
El Ministerio de Defensa según nuestro gobierno usara la especulación del suelo en sus propiedades para subsanar el gasto militar. Las nuevas adquisiciones por valor de más de 3.000 millones de euros en compra o fabricación de armamento vendrán en parte de la venta de cuarteles en subastas públicas a mano alzada. Por ello en donde hoy están los cuarteles de San Andrés, podrían construirse una vez más, pisos de millones de euros inalcanzables a la gente de la calle. Un soldado español cobra menos que el policía peor pagado, pero es algo común en las empresas privadas. Hay que optimizar gastos y buscar el beneficio, nuestro ejército aunque se nutre de nuestros impuestos se ha privatizado y no sabemos quien es su amo. El ejercito español como el de los Estados Unidos, tiene una función que va mas allá de la defensa de la territorialidad, como dice José María Aznar “deben combatir el terrorismo internacional en el mundo entero”, “deben conseguir la seguridad de todos en el mundo entero”, y deben en causa o consecuencia hacer seguras las inversiones y extorsiones de las multinacionales en el Tercer Mundo, impidiendo con sus acciones un desarrollo propio y no dependiente. Muchas de estas multinacionales están dedicadas a la fabricación y venta de armamento tanto a Occidente como al Tercer Mundo, países en donde estallan guerras de forma rutinaria y obligan a sus poblaciones a coger la maleta y emigrar a Occidente, el mundo bonito que ven a través de los televisores que les vendemos, y después de una larga travesía si consiguen sobrevivir y no morir en el intento terminan en lugares como los cuarteles de San Andrés.
Ya estamos en la segunda semana de Septiembre. Esta mañana he ido de nuevo a los cuarteles, y he encontrado derribado el muro del norte, a lo largo de la carretera de San Andrés. Se extiende un muro medio derruido en su parte central, viéndose a los lados edificios que siguen en pie. Uno grande central es pasto de las ruinas, las que una excavadora troceadora divide en trozos más pequeños. Aún así queda mucho en pie. Bajo por ahí y lo primero que me encuentro es el edificio ocupado por el movimiento okupa, sigo por esa calle teniendo a mi izquierda un ala constituida por otro edificio espeluznante, luego tomo la calle colindante. Los edificios están derruidos, faltan los cristales en muchas ventanas, en otros quedan simples restos. Algunas personas andan por esas calles, pero pocas, da todo impresión de abandono, pero siguen ahí. Se oyen de lejos voces de personas que están en el interior, decido no entrar. Lo cierto es que este lugar no es aconsejable para visitar, al menos en solitario. La impresión de esta calle me recuerda imágenes de escenarios bélicos, Sarajevo, Gaza, Bagdad... lugares así. Cada socavón en el suelo, que parece haber sido producido por la explosión de una bomba caída desde los cielos, está repleto de escombros formados por yeso, ladrillos y basura. Decido salir al Paseo de Torras y Bages. Veo en frente el otro cuartel, y en su puerta principal a la policía nacional y una ambulancia, algo ha pasado. Este otro recinto de cuarteles, aun en estos días, esta habitado en su parte sur por familias de militares. En mi acera, algunos sudamericanos y rusos están sentados en los bancos del paseo, parece que yo soy el único que se inmuta de la presencia de esos vehículos de enfrente. Bordeo el muro abierto hasta que dejo atrás los escombros centrales, entonces decido entrar de nuevo y subir por el otro extremo del recinto. Es la parte africana, de nuevo es fácil verlo porque están sentados en los porches, hablando y pasando el rato en frente de sus casas. Suben algunos y yo también, van hablando y parecen estar contentos, salimos por la parte superior. Un par de guardias municipales les ven y les observan de cerca, desaparecen a lo largo del carrer Gran.
Yo ya he hecho lo que tenia que hacer, pero me pregunto... dentro de poco, ¿qué pasará con toda esta gente?
Francesc Sánchez - Marlowe. Barcelona.10 Septiembre 2003
Equipo de Redactores, El Inconformista Digital.
Complemento necesario: Asalto a los cuarteles, un reportaje en imágenes
La extensión de los cuarteles de San Andrés es considerable, existen dos recintos separados entre si por el Paseo de Torras i Bages. El que se ha convertido en el foco de atención por albergar a cientos de inmigrantes, tomando como referencia el paseo mencionado, es el de la parte de arriba. Al salir del metro que lleva el nombre del mismo paseo son claramente visibles las instalaciones donde hasta hace poco rezaba el famoso “todo por la patria”, lo que quizás no es visible, ni ha sido visible para la mayoría de gente durante mucho tiempo es la realidad que esconden esos muros.
Son cosas del barrio, y aunque las personas del barrio quién más quién menos algo había oído, siempre de aquella manera en forma de rumores, pues estamos hablando, aunque residan ahora muchas personas, de espacios incomunicados socialmente. Fuera del barrio quizás mucha gente quedó sorprendida al enterarse de repente que esos cuarteles albergaban, como se llego a decir más de una vez, a más de seiscientas personas.
Los primeros habitantes llegaron dos años después de que el Ministerio de Defensa abandonara las instalaciones, cuando quedaron atrás esas noches de verano en las que los vecinos cercanos a la autovía Meridiana, oían el estruendo de los tanques, al moverse por encima del asfalto al volver a los cuarteles después de las maniobras. Desde entonces hasta el día de hoy, durante estos tres años que distan desde los primeros asentamientos ha pasado mucha gente por allí. Al ser pocos al principio, hasta causaban simpatía a la gente del barrio, pero conforme fue pasando el tiempo, los cuarteles se fueron masificando y empezaron a surgir problemas. Se ha producido por así decirlo un efecto llamada que ha llegado a todos los inmigrantes sin papeles que han venido a la ciudad. No podemos establecer una relación directa entre esos hechos, solo podemos atenernos a las declaraciones de vecinos que viven cerca de los cuarteles que dicen que les han robado y que son un peligro publico. Fuera de impresiones personales es evidente que cientos de personas malviviendo en unos edificios abandonados, sin agua, gas, luz, comida y esperanza, pueden llegar a generar “problemas” a los vecinos.
Estos problemas muchas veces análogos a los de la delincuencia ejercida por personas muy españolas, produjeron un efecto de rechazo entre gran numero de vecinos del barrio de San Andrés. Son las mismas personas que se manifestaron en diversas ocasiones para pedir el desalojo y el derribo de los cuarteles para la edificación de equipamientos sociales. Más de una organización social bienpensante, es de suponer que se pillaría los dedos al apoyar tales movilizaciones. Al comprobar con el paso del tiempo el carácter xenófobo y hasta violento de algunos manifestantes más combativos al finalizar las movilizaciones.
Es un problema de violencia y odio hacia la diferencia étnica y cultural que amplifica los hechos de delincuencia que hayan podido suceder, sucediéndose una generalización por extensión a todo el colectivo de inmigrantes que se alberga en los cuarteles. El problema aunque complejo, no se ha sabido o no se ha querido ver completamente por parte del Ayuntamiento de Barcelona y el Ministerio de Defensa, los dos organismos implicados con mas competencias en el asunto que estamos tratando. Los cinco años de abandono de las instalaciones y los tres años del colectivo de inmigrantes, creo que son suficiente prueba de ello. Los movimientos sociales, no han sabido comprender tampoco el problema en su conjunto, llegando algunos tarde, y otros a ser parciales al no tener en cuenta las posiciones o existencia de los vecinos. Este último grupo, el de las personas del barrio, lamentablemente han omitido muchos la realidad existente en los cuarteles, y otros han caído en las garras de la confusión de ciertos colectivos de dudosa procedencia.
En otoño del pasado año 2002 presencie una movilización promovida por la plataforma del barrio muy concurrida, sus lemas y sus pancartas solo repetían una y otra vez “fuera los cuarteles”. Al finalizar dicha movilización a escasos metros de las puertas principales de los cuarteles, en el mismo Paseo de Torras y Bages, exploto el conflicto. Un numero indeterminado de personas, en su mayoría jóvenes –aunque también las había de cierta edad- avanzó hacia la puerta principal de los cuarteles y empezó a sumar nuevas consignas a la consabida “fuera los cuarteles”. “Fuera moros” y “fuera negros” se sumaron al griterío, también el lanzamiento de objetos contra los edificios, y hasta “una carga” que llevo a una docena de jóvenes al interior de los cuarteles saliendo al cabo de poco tiempo orgullosos de su hazaña. Recuerdo como desde la pequeña terraza que hay encima de la puerta principal, un extranjero de avanzada edad miembro de un movimiento social, tuvo que retirarse precipitadamente cuando le empezaron a lanzar objetos. Fue muy singular la presencia policial municipal uniformada y de paisano que parecía no ver problema alguno, permaneciendo impasible ante estos hechos, sin hacer mas que intercambiar algunas palabras requiriendo la disolución de la concentración –pero hasta cordiales por el tono- a los protagonistas de estas acciones, son hechos que contrastan bastante con otros escenarios de expresión social –quizás menos violentos- donde los porrazos han golpeado de lo lindo.
El tiempo pasó, y las protestas continuaron, “yo no soy racista pero que se vayan estos moros y negros”, sentenciaba una mujer del barrio. “Son mala gente, nos roban” decía otra mujer por televisión. Mientras tanto yo empezaba a ver, quizás irremediablemente, el otro lado mas soterrado, personas que de repente se acercaban a contenedores de basuras enfrente de supermercados buscando comida. Después de algún tiempo, preguntando y presenciando estas cosas me entere que esas personas eran inmigrantes y vivían en los cuarteles. Personas que para comer no robaban si no que buscaban entre nuestras basuras.
Decidí acercarme un día por los cuarteles y ver sobre el terreno que iba a pisar que es lo que estaba pasando.
Recuerdo que fui el mismo día en que tenían un intento de asamblea en medio del descampado, cerca de la pared sur que derribaron las excavadoras de la empresa que trabaja para el ayuntamiento. Es por ahí por donde entre, ví un furgón de la policía municipal que desde la acera hacia guardia, luego me entere que eso era algo muy frecuente, y que muchas veces habían pedido la identificación a las personas que se acercaban por allí.
Un tumulto de personas estaba desparramada por el descampado, hablando, jugando a la pelota, o merodeando por el lugar como esperando alguna cosa. Me encontraba en otro mundo aparte, apartado. Una persona empezó a llamar al orden, pues tenía algo importante que decirles. Se acerco la gente a esta persona, que supongo seria uno de ellos. Nos acercamos y empezó a explicar el resultado de la sentencia que pesaba sobre ellos dictada por el juzgado. Mire a mi alrededor y vi a todo tipo de personas, de lugares remotos, diferentes entre si, distintos colores de piel, distintas lenguas al hablar entre ellos, distintos modos de pensar, pero iguales en su situación de inmigrantes y parias de la tierra abocados al desastre. La sentencia decía que se podían quedar hasta el mes de septiembre y que tenían que seguir con las labores de limpieza. Días antes, cuando de repente el mundo civilizado descubrió lo que eran los cuarteles, fueron las cámaras de televisión, los movimientos sociales organizados y subvencionados, se pusieron a hablar de derechos humanos y del grave problema que estaban presenciando, mostrando los edificios en condiciones lamentables y también los restos de los reducidos a la nada por las excavadoras. El día de la asamblea no había ni movimientos sociales ni cámaras de televisión, salvo alguna pequeña excepción a modo particular que filmaba todo lo que pasaba. Ese día nadie fue para hacerse la foto, sencillamente estaban allí los hechos y los inmigrantes que intentaban vislumbrar el futuro mas cercano. Después de una traducción al inglés y al árabe que uno de los inmigrantes hizo posible, más de uno se puso tenso, pues muchos de ellos no quieren abandonar su techo. Entre la calle y los cuarteles, prefieren los cuarteles y es bien normal. Uno manifestaba ante una cámara que llevaba una rubia “no es vida la que llevamos” y seguía “no es casa lo que tenemos, mirar que casas” nos decía señalando los edificios en ruinas a los que no vivíamos allí, “esperamos que nos den papeles para poder trabajar y facilidades para vivir en una casa digna”. Otro, un hombre mayor, no inmigrante si no español, el cual llaman Paco y pinta cuadros, gritaba una y otra vez “¡nos tenemos que quedar!, ¡y vivir aquí en los cuarteles!”. Las opiniones se iban oyendo, algunas incomprensibles para mi por desconocer sus lenguas. No fue una asamblea muy organizada, y había disconformes que en su lengua propia mostraban claramente su contrariedad. Al empezar a dispersarse la gente, se iban haciendo grupos según su procedencia, formando una especie de organización no visible en primera instancia. Y es así como se reparten los edificios, por lugar de procedencia. Los liberianos, ghaneses, ivorianos, marroquíes, argelinos, argentinos, chilenos, ecuatorianos, rusos, polacos, chechenos, ucranios, ecuatorianos, viven en un mismo lugar pero no siempre tienen fácil la comunicación entre ellos mismos, por eso se agrupan mayormente según su origen. De ahí que el problema que representa la dificultad de comunicación no solo sea del exterior con el interior de este microcosmos, si no también dentro del propio microcosmos que representan estos utópicos cuarteles. Personas como nosotros que por circunstancias de la vida han tenido que abandonar su tierra, bien por guerras, falta de trabajo, hambre... que habían acabado creando una torre de Babel en unos cuarteles en medio de un barrio obrero de Barcelona. Mientras pensaba estas cosas me despedía de los cuarteles pensando en volver pronto para verlo mejor todo. Algo me decía que han abandonado a esta gente, pensaba en épocas anteriores, cuando nuestros padres eran inmigrantes y veía esas personas que acababa de dejar atrás, pensaba en nuestros abuelos y veía lo mismo, pero también veía sueños hechos realidad por obreros utópicos y libertarios, conviviendo en un mismo lugar, entendiéndose entre ellos, ayudados por los que ya vivían aquí. Algo faltaba y algo fallaba.
San Andrés siempre fue un barrio obrero. Antes de la anexión a la gran ciudad -que no era tan grande por aquel entonces- se extendían los campos de hortalizas y frutos por aquí y por allá, ya formando parte de Barcelona, las fabricas crecían al lado de las vías del tren y competían con las del –verdadero- barrio de la Nueva Icaria enfrente del mar, en Pueblo Nuevo. La gente del barrio, como la del vecino “Nou Barris”, en gran parte es de procedencia exterior a Cataluña. Esta gente vino a buscar trabajo en los tiempos de la revolución industrial, cuando el textil y las manufacturas; pasaron de tener sueldos de hambre en las fincas de los terratenientes de la piel de toro a pasar a tener sueldos de hambre en las fabricas de la burguesía catalana. Es la gente que se organizó y luchó por su dignidad, hasta que en la guerra civil todo se puso en su sitio, desterrando los sueños por mucho tiempo. No hace tanto recuerdo las chabolas al lado de la vía del tren, en la Verneda que está al lado de San Andrés. Hoy todo es el mismo distrito aunque los nombres se conservan. Recuerdo los gitanos que muchos de ellos acabarían en el barrio de la Mina del Besos, o en las casas de ladrillos enfrente del Paseo de Valldaura de los Nueve Barrios, son los que vivían en esas chabolas. Tiempo atrás habitaban las chabolas muchos inmigrantes procedentes de otras comunidades de este país, eran los tiempos del Campo de la Bota y las casas construidas asaltando las montañas y hoy llenas de aluminosis del barrio de Horta. Hoy el barrio de San Andrés sigue siendo habitado por esas personas pero la gente aunque obrera mayormente, se ha acomodado. Se ven y se notan las diferencias dentro, no es lo mismo la zona del “carrer Gran” –cargada de comercios- que el barrio del Buen Pastor o la Verneda de casas mas humildes, donde se nota una mayor concentración de personas producto de la inmigración, hasta con sus casas bajas tipo andaluz en el barrio del Buen Pastor como si de islas en medio de las leyes del mercado inmobiliario se tratara.
El barrio está en venta, esa es la gran verdad. Por todas partes se construyen edificios que ostentarán lujosos pisos, inalcanzables por su precio a la inmensa mayoría de hijos de vecinos, traerán inmigrantes también, pero estos con altos ingresos. Grandes centros comerciales como La Maquinista impactan al lado de la vía del ferrocarril, donde se extendían los grandes depósitos de la RENFE hoy prácticamente en desuso. Hablamos del nuevo San Andrés que será el lugar donde se ubicara la estación del AVE, donde el precio del suelo se multiplica; como la espuma de una botella de cava al abrirla después de sacudirla. Hablan del Forum de las Culturas y la solución del problema de los cuarteles para ocultar tan real paradoja, pero yo lo encuentro algo secundario. Imperan las leyes del mercado y eso es lo que nos está sacudiendo.
Las mismas leyes de mercado manipuladas que hacen que la construcción sea el motor de la economía española para algunos a costa de la mayoría.
Volví con un compañero a los cuarteles unos días después de mi primera visita al interior del recinto y nos quedamos impresionados por varias cosas. Sabíamos que era grande, pero por dentro lo era más, hay calles dentro, es otro mundo. Se extienden edificios en ruinas por un gran cuadrilátero, un edificio central había desaparecido, y en su lugar quedaban restos de ladrillos y yeso, como si hubieran bombardeado hacia poco. Hablamos de lo que se quería construir en ese lugar. No es cierto que se quiera construir la estación del AVE aquí, pues su ubicación estará cerca del barrio de la Sagrera, una estación de autobuses si que se hablo de construirla, pero los vecinos quieren equipamientos sociales. ¿Para quién? Es un misterio porque a los inmigrantes pobres no los quieren. Mientras avanzábamos por las calles de los cuarteles veíamos a las diversas comunidades, la africana es fácilmente visible, porque al igual que en sus países de origen están sentados fuera de sus casas, y eso como en África tiene una explicación: las malas condiciones de estos edificios y el fuerte calor del verano hacen insufrible el permanecer dentro de las habitaciones cuando calienta el sol. También en una de las casas hay un colectivo de ocupas, gente procedente de diferentes países europeos y también españoles, pero su condición es diferente, ya que al ser ciudadanos europeos –pese a las malas condiciones laborales que existen y lo degradante que resulta el trabajar la mayoría de las veces- disponen de papeles y algunos de casa. Nos cruzamos con mas gente, esta vez una pareja de suramericanos, me ven fumando y me piden un pitillo, nos saludamos y seguimos andando hasta lo que parece ser una piscina abandonada. Nos quedamos asombrados. Esta vacía, derruida por el paso del tiempo y la dejadez, nos subimos a sus gradas y vemos a través del muro el Paseo de Torras y Bages. Vemos el otro cuartel enfrente, más conservado y con una oficina de la Legión en una de sus esquinas, también la policía, como siempre. Bajamos, y nos ponemos a hablar del movimiento okupa. No entendemos porque no se ha okupado este lugar por mas gente de ese colectivo. ¿Demasiado grande? ¿Demasiados problemas? No lo sabemos. Ni tampoco logramos acertar el porque de la falta de organización y ayuda efectiva para los inmigrantes. “Habrá ayuda” me dice el compañero, y yo le digo, puede ser, pero la gente busca en los cubos de la basura para encontrar comida, algo falla. Salimos por la puerta principal cruzándonos momentos antes con un grupo de negros que nos mira fijamente, aparento normalidad pero marco el paso. ¿Reservas, precauciones o etnocentrismo? No lo sé a fin de cuentas estábamos en su casa y no nos habían invitado. Nos vamos un tanto decepcionados por algunas cosas. ¿Podemos ayudar nosotros? Difícilmente.
El Ministerio de Defensa según nuestro gobierno usara la especulación del suelo en sus propiedades para subsanar el gasto militar. Las nuevas adquisiciones por valor de más de 3.000 millones de euros en compra o fabricación de armamento vendrán en parte de la venta de cuarteles en subastas públicas a mano alzada. Por ello en donde hoy están los cuarteles de San Andrés, podrían construirse una vez más, pisos de millones de euros inalcanzables a la gente de la calle. Un soldado español cobra menos que el policía peor pagado, pero es algo común en las empresas privadas. Hay que optimizar gastos y buscar el beneficio, nuestro ejército aunque se nutre de nuestros impuestos se ha privatizado y no sabemos quien es su amo. El ejercito español como el de los Estados Unidos, tiene una función que va mas allá de la defensa de la territorialidad, como dice José María Aznar “deben combatir el terrorismo internacional en el mundo entero”, “deben conseguir la seguridad de todos en el mundo entero”, y deben en causa o consecuencia hacer seguras las inversiones y extorsiones de las multinacionales en el Tercer Mundo, impidiendo con sus acciones un desarrollo propio y no dependiente. Muchas de estas multinacionales están dedicadas a la fabricación y venta de armamento tanto a Occidente como al Tercer Mundo, países en donde estallan guerras de forma rutinaria y obligan a sus poblaciones a coger la maleta y emigrar a Occidente, el mundo bonito que ven a través de los televisores que les vendemos, y después de una larga travesía si consiguen sobrevivir y no morir en el intento terminan en lugares como los cuarteles de San Andrés.
Ya estamos en la segunda semana de Septiembre. Esta mañana he ido de nuevo a los cuarteles, y he encontrado derribado el muro del norte, a lo largo de la carretera de San Andrés. Se extiende un muro medio derruido en su parte central, viéndose a los lados edificios que siguen en pie. Uno grande central es pasto de las ruinas, las que una excavadora troceadora divide en trozos más pequeños. Aún así queda mucho en pie. Bajo por ahí y lo primero que me encuentro es el edificio ocupado por el movimiento okupa, sigo por esa calle teniendo a mi izquierda un ala constituida por otro edificio espeluznante, luego tomo la calle colindante. Los edificios están derruidos, faltan los cristales en muchas ventanas, en otros quedan simples restos. Algunas personas andan por esas calles, pero pocas, da todo impresión de abandono, pero siguen ahí. Se oyen de lejos voces de personas que están en el interior, decido no entrar. Lo cierto es que este lugar no es aconsejable para visitar, al menos en solitario. La impresión de esta calle me recuerda imágenes de escenarios bélicos, Sarajevo, Gaza, Bagdad... lugares así. Cada socavón en el suelo, que parece haber sido producido por la explosión de una bomba caída desde los cielos, está repleto de escombros formados por yeso, ladrillos y basura. Decido salir al Paseo de Torras y Bages. Veo en frente el otro cuartel, y en su puerta principal a la policía nacional y una ambulancia, algo ha pasado. Este otro recinto de cuarteles, aun en estos días, esta habitado en su parte sur por familias de militares. En mi acera, algunos sudamericanos y rusos están sentados en los bancos del paseo, parece que yo soy el único que se inmuta de la presencia de esos vehículos de enfrente. Bordeo el muro abierto hasta que dejo atrás los escombros centrales, entonces decido entrar de nuevo y subir por el otro extremo del recinto. Es la parte africana, de nuevo es fácil verlo porque están sentados en los porches, hablando y pasando el rato en frente de sus casas. Suben algunos y yo también, van hablando y parecen estar contentos, salimos por la parte superior. Un par de guardias municipales les ven y les observan de cerca, desaparecen a lo largo del carrer Gran.
Yo ya he hecho lo que tenia que hacer, pero me pregunto... dentro de poco, ¿qué pasará con toda esta gente?
Francesc Sánchez - Marlowe. Barcelona.10 Septiembre 2003
Equipo de Redactores, El Inconformista Digital.
Complemento necesario: Asalto a los cuarteles, un reportaje en imágenes