Tiempos difíciles - por Francesc Sánchez
Charles Dickens en 1854 publica por entregas, en su periódico semanal Household Words, probablemente una de sus obras más incomprendidas: Tiempos difíciles. Alejada de cierto sentimentalismo reconciliador, fácilmente apreciable en obras anteriores, nos sumerge en un mundo crudo, en el que veremos nuevamente las miserias de la Revolución Industrial, pero en el que ―nuevamente― probablemente muchos echen en falta un rechazo más contundente. - seguir leyendo
Y es que no debemos llevarnos a engaños, ni tampoco por ideas preconcebidas. Tiempos difíciles nos va hablar de las miserables condiciones laborales para los obreros en una fábrica de una ciudad imaginaria, pero el tema de fondo ―la crítica si lo queremos― cuestiona la educación racionalista, y las practicas utilitaristas de mediados del siglo XIX, que siendo llevadas hasta su extremo más materialista, en la época de Dickens estaban provocando verdaderos estragos.
Reseña literaria en la Sección de Cultura
Tiempos difíciles - por Francesc Sánchez
Coketown es la localidad imaginaria planificada hasta en el más mínimo detalle en función de su utilidad como centro de producción. En Coketown todos los edificios están construidos con ladrillos rojos y presentan un aspecto espartano, que nos hará difícil diferenciar desde fuera las iglesias, la escuela y el banco de las viviendas, unas más humildes insertadas en calles imposibles, y otras más ostentosas de puertas para adentro, que alzándose en la cima de las colinas parecen dominar el panorama. El corazón de tan sombrío lugar es la fábrica en la que trabajan los brazos, la que incansablemente marcará con exactitud diariamente el buen funcionamiento del sistema.
Este implacable sistema para perpetuarse requiere de una escuela para los pobres y unas logias para los privilegiados que les permitan comprender la nueva realidad. Los primeros, que son la inmensa mayoría, obtendrán la formación más elemental para el uso correcto de las maquinas, y el resto, que son la minoría, podrán adquirir todo tipo de conocimientos empíricos, con la excepción de que todos ellos se alejen de los demonios de la imaginación.
Contrariamente a lo que podría esperar el lector, la rebelión no se producirá en el grupo mayoritario y más desfavorecido, si no que por el contrario estallará en el seno de los habitantes del Palacio de Piedra, con la llegada a Coketown de un circo ambulante.
Este es el verdadero alcance de la obra de Charles Dickens, el dejar en evidencia que esas practicas utilitaristas, que vinieron tan bien al desarrollo de la teoría del trabajo de Adam Smith, estaban oprimiendo salvajemente a la clase trabajadora, pero también estaban hundiendo a los que ocupaban la cúspide de la pirámide social, hasta el extremo de hacerles prisioneros de su propio método. Por eso no es de extrañar que Dickens en Tiempos Difíciles trate de establecer puentes de entendimiento entre la burguesía y la clase obrera, haciendo hincapié en la diferencias, pero también en las preocupaciones y conflictos que transversalmente ―como el divorcio o la falta de expectativas― afectan a los componentes de esos dos mundos, individuos presos de un modelo inhumano y opresor.
La carga de profundidad será muy incomoda, y para él que sepa leer bien comprenderá rápidamente que hace emerger desde las profundidades del subsuelo asuntos que siguen estando de plena actualidad, pero en lo que nos atañe en estos momentos, Tiempos Difíciles, el propio Dickens se preocupara en buscar una salida conciliadora, en la que el realismo, el factor humano y la capacidad creativa serán determinantes. Probablemente no podría ser de otra manera, pues Dickens formaba parte también de esa burguesía que había establecido las reglas del juego, y no nos iba a mostrar una revolución de octubre. Pero esto no debería llevarnos a prejuzgarlo como un blando o como un elemento más del engranaje del sistema, bien al contrario a su manera, siendo coherente con sus principios, azota donde más duele y muestra que las cosas ―dentro de la cordialidad y conciliación que se necesaria― por fuerza han de cambiar.
Y esto es un poco lo que sucederá, ya fuera de la ficción, en la historia de Inglaterra y del resto de Gran Bretaña. Las Leyes de Reforma del derecho al voto que se ampliaron muy tenuemente primero hacia la burguesía más elevada y luego hacia la pequeña burguesía, en los años 1884, 1918 y 1928 se fueron extendiendo hacia los obreros, los campesinos, y finalmente en el 1969 a todo ciudadano mayor de 18 años. Otro tanto sucedió con las condiciones laborales, éstas de huelga en huelga tuvieron que irse mejorando forzosamente. John Stuart Mill, el que fue uno de los padres del utilitarismo, ya en edad avanzada reconoció haber sufrido unas prácticas educativas muy parecidas a las narradas por Dickens en Tiempos Difíciles, circunstancias que terminaron por acercarle a las ideas románticas y socialistas.
Francesc Sánchez – Marlowe. Barcelona.
Redactor, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 19 Febrero 2007.
Y es que no debemos llevarnos a engaños, ni tampoco por ideas preconcebidas. Tiempos difíciles nos va hablar de las miserables condiciones laborales para los obreros en una fábrica de una ciudad imaginaria, pero el tema de fondo ―la crítica si lo queremos― cuestiona la educación racionalista, y las practicas utilitaristas de mediados del siglo XIX, que siendo llevadas hasta su extremo más materialista, en la época de Dickens estaban provocando verdaderos estragos.
Reseña literaria en la Sección de Cultura
Tiempos difíciles - por Francesc Sánchez
Coketown es la localidad imaginaria planificada hasta en el más mínimo detalle en función de su utilidad como centro de producción. En Coketown todos los edificios están construidos con ladrillos rojos y presentan un aspecto espartano, que nos hará difícil diferenciar desde fuera las iglesias, la escuela y el banco de las viviendas, unas más humildes insertadas en calles imposibles, y otras más ostentosas de puertas para adentro, que alzándose en la cima de las colinas parecen dominar el panorama. El corazón de tan sombrío lugar es la fábrica en la que trabajan los brazos, la que incansablemente marcará con exactitud diariamente el buen funcionamiento del sistema.
Este implacable sistema para perpetuarse requiere de una escuela para los pobres y unas logias para los privilegiados que les permitan comprender la nueva realidad. Los primeros, que son la inmensa mayoría, obtendrán la formación más elemental para el uso correcto de las maquinas, y el resto, que son la minoría, podrán adquirir todo tipo de conocimientos empíricos, con la excepción de que todos ellos se alejen de los demonios de la imaginación.
Contrariamente a lo que podría esperar el lector, la rebelión no se producirá en el grupo mayoritario y más desfavorecido, si no que por el contrario estallará en el seno de los habitantes del Palacio de Piedra, con la llegada a Coketown de un circo ambulante.
Este es el verdadero alcance de la obra de Charles Dickens, el dejar en evidencia que esas practicas utilitaristas, que vinieron tan bien al desarrollo de la teoría del trabajo de Adam Smith, estaban oprimiendo salvajemente a la clase trabajadora, pero también estaban hundiendo a los que ocupaban la cúspide de la pirámide social, hasta el extremo de hacerles prisioneros de su propio método. Por eso no es de extrañar que Dickens en Tiempos Difíciles trate de establecer puentes de entendimiento entre la burguesía y la clase obrera, haciendo hincapié en la diferencias, pero también en las preocupaciones y conflictos que transversalmente ―como el divorcio o la falta de expectativas― afectan a los componentes de esos dos mundos, individuos presos de un modelo inhumano y opresor.
La carga de profundidad será muy incomoda, y para él que sepa leer bien comprenderá rápidamente que hace emerger desde las profundidades del subsuelo asuntos que siguen estando de plena actualidad, pero en lo que nos atañe en estos momentos, Tiempos Difíciles, el propio Dickens se preocupara en buscar una salida conciliadora, en la que el realismo, el factor humano y la capacidad creativa serán determinantes. Probablemente no podría ser de otra manera, pues Dickens formaba parte también de esa burguesía que había establecido las reglas del juego, y no nos iba a mostrar una revolución de octubre. Pero esto no debería llevarnos a prejuzgarlo como un blando o como un elemento más del engranaje del sistema, bien al contrario a su manera, siendo coherente con sus principios, azota donde más duele y muestra que las cosas ―dentro de la cordialidad y conciliación que se necesaria― por fuerza han de cambiar.
Y esto es un poco lo que sucederá, ya fuera de la ficción, en la historia de Inglaterra y del resto de Gran Bretaña. Las Leyes de Reforma del derecho al voto que se ampliaron muy tenuemente primero hacia la burguesía más elevada y luego hacia la pequeña burguesía, en los años 1884, 1918 y 1928 se fueron extendiendo hacia los obreros, los campesinos, y finalmente en el 1969 a todo ciudadano mayor de 18 años. Otro tanto sucedió con las condiciones laborales, éstas de huelga en huelga tuvieron que irse mejorando forzosamente. John Stuart Mill, el que fue uno de los padres del utilitarismo, ya en edad avanzada reconoció haber sufrido unas prácticas educativas muy parecidas a las narradas por Dickens en Tiempos Difíciles, circunstancias que terminaron por acercarle a las ideas románticas y socialistas.
Francesc Sánchez – Marlowe. Barcelona.
Redactor, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 19 Febrero 2007.