Algunos apuntes sobre el cambio geológico - por Francesc Sánchez
Lo que viene a continuación son unos pequeños escritos, pensados inicialmente para presentar por separado. En primer lugar hablo del crudo choque de nuestros esquemas con las fuerzas de la naturaleza en la Catástrofe del Sudeste Asiático, en segundo lugar hago una aproximación al cambio geológico.
Catástrofe en el Sudeste Asiático
Algunos apuntes sobre el cambio geológico
por Francesc Sánchez
No es suficiente esgrimir que cabe la posibilidad de que la Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA), no hiciera todo lo posible para avisar de lo que se les venia encima a los estados afectados por la Catástrofe en el Sudeste Asiático. No es suficiente esperar que un organismo norteamericano, diseñado para prevenir estos fenómenos en el Océano Pacifico, salvara a las cientos de miles de víctimas de los tsunamis. Para colgarle esta vez el muerto a Estados Unidos, como algunos quieren y pretenden, se deberá demostrar la autoría directa en la Catástrofe. Y mientras tanto no salga a la luz que los EEUU han lanzado algún misil nuclear contra el lecho marino del Océano Indico, difícilmente se podrá decir eso de “EEUU ahora genera terremotos”. Máximo podemos decir que en éste tipo de catástrofes, pese a ser inabarcables, por acción u omisión siempre hay quién pretende sacar algún partido. No nos quepa la menor duda que después de la catástrofe hay quien espera hacer el negocio del siglo, quién pretende aprovechar esta coyuntura para dominar –más si cabe- la región. Pero sigamos adelante.
Para mí tampoco es suficiente decir que con boyas detectoras de tsunamis se habría evitado la catástrofe. Nada más lejos de ello, habrían hecho falta las susodichas boyas, y personal preparado para este tipo de Catástrofes, tanto científicos, como cuerpos de protección civil, una población preparada y concienciada ante este tipo de fenómenos, unos medios de comunicación veraces y rápidos, una edificación de casas y edificios adecuada, una urbanización acorde con la geografía. Quizá, y tan sólo quizá, de cumplirse todas estas cosas se habrían salvado la mitad de las vidas. Después de la venida de las olas habrían hecho falta unos buenos servicios de rescate y salvamento. Finalmente, para evitar lo que ahora se les va a venir encima, las plagas del hambre y de las enfermedades, habrían sido necesarios unos buenos servicios sanitarios, gran cantidad de alimentos y agua, excavadoras, grúas, una buena organización en general, etc. Quizá y solo quizá, de cumplirse todas estas cosas habrían resistido medianamente la fuerza del océano los países afectados. Pero aún así habrían habido muchas víctimas mortales. Sirva de ejemplo las 40.000 muertes tras un terremoto en Kobe en 1995, una ciudad japonesa.
Sirva también para concienciarnos del problema en nuestro reino, el pequeño tsunami que barrio algunos puertos de las Islas Baleares después del ultimo terremoto en Argelia hace dos años. Pues toca saber que España tampoco tiene boyas detectoras de tsunamis en sus aguas, mejor no aventuremos a adivinar ante una eventualidad similar a la del Sudeste Asiático, si la NOAA desde el Pacifico habría enviado correos electrónicos.
A todo esto recuerdo un estudio norteamericano –muy tendencioso todo sea dicho de paso- en el cual se alarmaba a los estadounidenses de la posibilidad de la destrucción de la costa Este norteamericana por la llegada de grandes tsunamis después de una fortuita gran erupción del volcán apagado del Teide en las Islas Canarias.
Ese ultimo estudio podría estar fuera de lugar, pero no la posibilidad de que los tsunamis se puedan producir tan sólo en el Pacifico. Lo sucedido en el Sudeste Asiático, en el Océano Indico, es una prueba de ello.
Podemos esgrimir que estas catástrofes naturales causan más víctimas mortales en los países mal desarrollados económicamente, en donde existe un déficit de infraestructuras importante, en donde las edificaciones se hacen a mansalva. También podemos decir que este mismo desarrollo, pese a ser incompleto, es el causante de la multiplicación de la población de los países hoy afectados. Pero no es suficiente nada de esto para omitir el hecho geológico.
Además cometeríamos una imprudencia muy importante al resumirlo todo a las diferencias sociales y económicas. Los diferentes desarrollos económicos pueden hacer que estas catástrofes tengan más o menos intensidad en muerte, pero en ningún caso un buen desarrollo económico global haría que estas catástrofes desaparecieran. En todo caso, manteniendo los actuales factores de lo que los economistas capitalistas entienden por buen desarrollo económico, estas catástrofes se acrecentaran cada vez más.
Lo que no nos damos cuenta quizá hablando tanto de cuidados paliativos, es que nos dejamos lo esencial: las causas geológicas de éste tipo de catástrofes, y en que medida la acción humana sobre la tierra puede hacer que se estén incrementando tanto directa como indirectamente.
La acción industrial sobre la tierra esta generando un valor añadido nada rentable para nuestro planeta, esta plusvalía en forma de gases pesados y contaminantes está calentando la atmósfera, la temperatura de los océanos se incrementa, los hielos permanentes dejan de serlo, los climas están cambiando bruscamente... La humanidad habla de cambio climático y teme por el deshielo de los polos, la subida de los mares, la desaparición bajo las aguas de las costas y ciudades... se hacen conferencias, se firman protocolos, pero nada impide que el proceso siga adelante. Son incapaces de comprender lo que está en juego.
Añadamos al proceso la propia actividad industrial sobre la tierra, la explotación minera, las prospecciones petroleras, la perforación a kilómetros de profundidad de vías de escape para la extracción de petróleo y gas.
Para comprender porque puede afectar todo esto, tengamos presente lo que pasa en una mina cuando se clava el pico donde no se debe clavar, enseguida pueden producirse desprendimientos. Apliquemos entonces lo mismo a las perforaciones petrolíferas, aventuremos –y mantengamos- dos datos significativos: en Indonesia, el subsuelo en tierra firme y en el océano, está sometido a dos presiones importantes, la primera es natural, las fricciones de las placas tectónicas y la enorme actividad volcánica, la segunda es artificial, la perforación y prospección petrolera que se da en toda la región. La actividad minera y la perforación del subsuelo pueden provocar desprendimientos, y también pequeños movimientos sísmicos.
Por lo que parece tenemos un serio cúmulo de datos probados científicamente que avalan cuanto menos la posibilidad de la interacción humana industrial con la actividad violenta de las entrañas de la naturaleza. Si cuando contemplamos excesivas precipitaciones metereologicas, o la ausencia absoluta de ellas en multitud de regiones geográficas, donde antes el clima era bien diferente, por inducción podemos llegar a lo más grande: el cambio climático, podremos también deducir lo más pequeño, la extinción de especies biológicas en los océanos y también en tierra firme. De la misma manera, por el mismo racionamiento, por inducción podemos llegar a realizar la hipótesis del cambio geológico, y deducir sus consecuencias. Podremos plantear por inducción que el incremento de temperatura no afecta sólo a la atmósfera si no también a los océanos y a la propia corteza terrestre. Ese incremento de temperatura podría desencadenar presiones inaceptables para las rocas sedimentarias, las que llegarían a partirse, produciendo los conocidos movimientos sísmicos, abriendo brechas y quizá válvulas de escape en forma de volcanes. En cierta forma devolviendo el calor retenido.
Y a partir de aquí dejarme decir que lo que está en juego no es ningún tipo de extrapolación de lo que se conoce como Civilización Occidental, amparada en unos presupuestos económicos de crecimiento hacia el infinito, o si lo queremos en las ideas de izquierdas más añejas o rompedoras. Vale la pena recordar que las secuelas de destrucción de la tierra del desarrollo soviético aún están haciendo estragos, y las “ideas rompedoras” que yo conozca ningún estado las ha puesto en practica. Lo que hay en juego es algo bastante más extenso que la ración diaria de política, me atrevería a decir que es todo aquello que el ser humano aprendió y puso en practica desde que creo sus primeros asentamientos sedentarios. Esto es lo que es la Civilización, nada más ni nada menos que cualquier expresión tecnológica en toda y cada una de las culturas y procesos de civilización que han existido y existen, y que han permitido al ser humano instrumentalizar la naturaleza en su beneficio. En los inicios, nuestra especie era consciente de su fragilidad, de su dependencia del medio natural en el que vivía, tenia respeto por las fuerzas de Gea y creaba dioses y diosas para explicar porque estabamos aquí y como se había creado todo. Nuestros antepasados del valle del Nilo, del Indo, de Mesopotania y posteriormente del Peloponeso, comprendieron bien esta cuestión, por ello del mito a la religión natural, empezaron a realizar hipótesis científicas ellas, en las que la filosofía y las ciencias naturales eran la misma cosa. Tuvimos que pasar por diferentes procesos de obcecación e ignorancia en los que matamos ese lazo con nuestra naturaleza. Tiempo después mataríamos al falso dios pero seguimos sin comprender que vivimos en colectividad con otras especies biológicas en el mismo pedazo de tierra, siempre –como decía Heraclito- en movimiento por las leyes físicas y químicas. La tierra –Gaia la llamó James Lovelock en su hipótesis- no tiene culpa alguna de su proceder, en nuestra mano está el comprender, lejos de la teología, lo que se nos viene encima. En que medida podemos paliar los efectos nocivos hacia nosotros de esta cuenta atrás. En que medida podemos recuperar el equilibrio con la naturaleza.
Francesc Sánchez – Marlowe.
Redactor, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 16 Enero 2005.
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Catástrofe en el Sudeste Asiático
Algunos apuntes sobre el cambio geológico
por Francesc Sánchez
No es suficiente esgrimir que cabe la posibilidad de que la Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA), no hiciera todo lo posible para avisar de lo que se les venia encima a los estados afectados por la Catástrofe en el Sudeste Asiático. No es suficiente esperar que un organismo norteamericano, diseñado para prevenir estos fenómenos en el Océano Pacifico, salvara a las cientos de miles de víctimas de los tsunamis. Para colgarle esta vez el muerto a Estados Unidos, como algunos quieren y pretenden, se deberá demostrar la autoría directa en la Catástrofe. Y mientras tanto no salga a la luz que los EEUU han lanzado algún misil nuclear contra el lecho marino del Océano Indico, difícilmente se podrá decir eso de “EEUU ahora genera terremotos”. Máximo podemos decir que en éste tipo de catástrofes, pese a ser inabarcables, por acción u omisión siempre hay quién pretende sacar algún partido. No nos quepa la menor duda que después de la catástrofe hay quien espera hacer el negocio del siglo, quién pretende aprovechar esta coyuntura para dominar –más si cabe- la región. Pero sigamos adelante.
Para mí tampoco es suficiente decir que con boyas detectoras de tsunamis se habría evitado la catástrofe. Nada más lejos de ello, habrían hecho falta las susodichas boyas, y personal preparado para este tipo de Catástrofes, tanto científicos, como cuerpos de protección civil, una población preparada y concienciada ante este tipo de fenómenos, unos medios de comunicación veraces y rápidos, una edificación de casas y edificios adecuada, una urbanización acorde con la geografía. Quizá, y tan sólo quizá, de cumplirse todas estas cosas se habrían salvado la mitad de las vidas. Después de la venida de las olas habrían hecho falta unos buenos servicios de rescate y salvamento. Finalmente, para evitar lo que ahora se les va a venir encima, las plagas del hambre y de las enfermedades, habrían sido necesarios unos buenos servicios sanitarios, gran cantidad de alimentos y agua, excavadoras, grúas, una buena organización en general, etc. Quizá y solo quizá, de cumplirse todas estas cosas habrían resistido medianamente la fuerza del océano los países afectados. Pero aún así habrían habido muchas víctimas mortales. Sirva de ejemplo las 40.000 muertes tras un terremoto en Kobe en 1995, una ciudad japonesa.
Sirva también para concienciarnos del problema en nuestro reino, el pequeño tsunami que barrio algunos puertos de las Islas Baleares después del ultimo terremoto en Argelia hace dos años. Pues toca saber que España tampoco tiene boyas detectoras de tsunamis en sus aguas, mejor no aventuremos a adivinar ante una eventualidad similar a la del Sudeste Asiático, si la NOAA desde el Pacifico habría enviado correos electrónicos.
A todo esto recuerdo un estudio norteamericano –muy tendencioso todo sea dicho de paso- en el cual se alarmaba a los estadounidenses de la posibilidad de la destrucción de la costa Este norteamericana por la llegada de grandes tsunamis después de una fortuita gran erupción del volcán apagado del Teide en las Islas Canarias.
Ese ultimo estudio podría estar fuera de lugar, pero no la posibilidad de que los tsunamis se puedan producir tan sólo en el Pacifico. Lo sucedido en el Sudeste Asiático, en el Océano Indico, es una prueba de ello.
Podemos esgrimir que estas catástrofes naturales causan más víctimas mortales en los países mal desarrollados económicamente, en donde existe un déficit de infraestructuras importante, en donde las edificaciones se hacen a mansalva. También podemos decir que este mismo desarrollo, pese a ser incompleto, es el causante de la multiplicación de la población de los países hoy afectados. Pero no es suficiente nada de esto para omitir el hecho geológico.
Además cometeríamos una imprudencia muy importante al resumirlo todo a las diferencias sociales y económicas. Los diferentes desarrollos económicos pueden hacer que estas catástrofes tengan más o menos intensidad en muerte, pero en ningún caso un buen desarrollo económico global haría que estas catástrofes desaparecieran. En todo caso, manteniendo los actuales factores de lo que los economistas capitalistas entienden por buen desarrollo económico, estas catástrofes se acrecentaran cada vez más.
Lo que no nos damos cuenta quizá hablando tanto de cuidados paliativos, es que nos dejamos lo esencial: las causas geológicas de éste tipo de catástrofes, y en que medida la acción humana sobre la tierra puede hacer que se estén incrementando tanto directa como indirectamente.
La acción industrial sobre la tierra esta generando un valor añadido nada rentable para nuestro planeta, esta plusvalía en forma de gases pesados y contaminantes está calentando la atmósfera, la temperatura de los océanos se incrementa, los hielos permanentes dejan de serlo, los climas están cambiando bruscamente... La humanidad habla de cambio climático y teme por el deshielo de los polos, la subida de los mares, la desaparición bajo las aguas de las costas y ciudades... se hacen conferencias, se firman protocolos, pero nada impide que el proceso siga adelante. Son incapaces de comprender lo que está en juego.
Añadamos al proceso la propia actividad industrial sobre la tierra, la explotación minera, las prospecciones petroleras, la perforación a kilómetros de profundidad de vías de escape para la extracción de petróleo y gas.
Para comprender porque puede afectar todo esto, tengamos presente lo que pasa en una mina cuando se clava el pico donde no se debe clavar, enseguida pueden producirse desprendimientos. Apliquemos entonces lo mismo a las perforaciones petrolíferas, aventuremos –y mantengamos- dos datos significativos: en Indonesia, el subsuelo en tierra firme y en el océano, está sometido a dos presiones importantes, la primera es natural, las fricciones de las placas tectónicas y la enorme actividad volcánica, la segunda es artificial, la perforación y prospección petrolera que se da en toda la región. La actividad minera y la perforación del subsuelo pueden provocar desprendimientos, y también pequeños movimientos sísmicos.
Por lo que parece tenemos un serio cúmulo de datos probados científicamente que avalan cuanto menos la posibilidad de la interacción humana industrial con la actividad violenta de las entrañas de la naturaleza. Si cuando contemplamos excesivas precipitaciones metereologicas, o la ausencia absoluta de ellas en multitud de regiones geográficas, donde antes el clima era bien diferente, por inducción podemos llegar a lo más grande: el cambio climático, podremos también deducir lo más pequeño, la extinción de especies biológicas en los océanos y también en tierra firme. De la misma manera, por el mismo racionamiento, por inducción podemos llegar a realizar la hipótesis del cambio geológico, y deducir sus consecuencias. Podremos plantear por inducción que el incremento de temperatura no afecta sólo a la atmósfera si no también a los océanos y a la propia corteza terrestre. Ese incremento de temperatura podría desencadenar presiones inaceptables para las rocas sedimentarias, las que llegarían a partirse, produciendo los conocidos movimientos sísmicos, abriendo brechas y quizá válvulas de escape en forma de volcanes. En cierta forma devolviendo el calor retenido.
Y a partir de aquí dejarme decir que lo que está en juego no es ningún tipo de extrapolación de lo que se conoce como Civilización Occidental, amparada en unos presupuestos económicos de crecimiento hacia el infinito, o si lo queremos en las ideas de izquierdas más añejas o rompedoras. Vale la pena recordar que las secuelas de destrucción de la tierra del desarrollo soviético aún están haciendo estragos, y las “ideas rompedoras” que yo conozca ningún estado las ha puesto en practica. Lo que hay en juego es algo bastante más extenso que la ración diaria de política, me atrevería a decir que es todo aquello que el ser humano aprendió y puso en practica desde que creo sus primeros asentamientos sedentarios. Esto es lo que es la Civilización, nada más ni nada menos que cualquier expresión tecnológica en toda y cada una de las culturas y procesos de civilización que han existido y existen, y que han permitido al ser humano instrumentalizar la naturaleza en su beneficio. En los inicios, nuestra especie era consciente de su fragilidad, de su dependencia del medio natural en el que vivía, tenia respeto por las fuerzas de Gea y creaba dioses y diosas para explicar porque estabamos aquí y como se había creado todo. Nuestros antepasados del valle del Nilo, del Indo, de Mesopotania y posteriormente del Peloponeso, comprendieron bien esta cuestión, por ello del mito a la religión natural, empezaron a realizar hipótesis científicas ellas, en las que la filosofía y las ciencias naturales eran la misma cosa. Tuvimos que pasar por diferentes procesos de obcecación e ignorancia en los que matamos ese lazo con nuestra naturaleza. Tiempo después mataríamos al falso dios pero seguimos sin comprender que vivimos en colectividad con otras especies biológicas en el mismo pedazo de tierra, siempre –como decía Heraclito- en movimiento por las leyes físicas y químicas. La tierra –Gaia la llamó James Lovelock en su hipótesis- no tiene culpa alguna de su proceder, en nuestra mano está el comprender, lejos de la teología, lo que se nos viene encima. En que medida podemos paliar los efectos nocivos hacia nosotros de esta cuenta atrás. En que medida podemos recuperar el equilibrio con la naturaleza.
Francesc Sánchez – Marlowe.
Redactor, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 16 Enero 2005.
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