Arde París - por Francesc Sánchez
"Lo que está pasando no responde a ningún movimiento político, ni a ningún líder carismático conocido. Ni siquiera existen proclamas o exigencias que sean visibles o se hayan dado a conocer."
Francia en llamas
Arde París - por Francesc Sánchez
Lo que está pasando en los suburbios de París y otras ciudades francesas, por la información que podemos disponer, no parece ser una revolución. Lo que está pasando no responde a ningún movimiento político, ni a ningún líder carismático conocido. Ni siquiera existen proclamas o exigencias que sean visibles o se hayan dado a conocer.
Lo que está pasando, tampoco parece ser que sea una invasión de hordas barbaras y extranjeras, porque quien está quemando las ciudades todo indica que son los franceses. Y antes de que alguien se lo pregunte, debemos de decir que efectivamente, Alqaeda no parece que esté detrás de estos hechos. Máximo podríamos intuir que como siempre que suceden hechos parecidos, pudiera haber individuos que estuvieran aprovechando la situación, encabronando al personal para sus objetivos criminales.
Si no fuera porque ya han muerto algunas personas, y hay que tener en cuenta algunas cosas que más abajo voy a tratar de explicar, me atrevería a decir que muchos chavales están jugando a la guerra urbana, coordinándose a través de las nuevas tecnologías, imitando a las resistencias en los países invadidos, tal como ven por televisión. Al tiempo que están compitiendo entre ellos para ver quién quema más coches, están haciendo un pulso al Ministro de Interior, Nicolas Sarkozy, por haberles llamado gentuza y ser un fascista. Mi intención no es frivolizar lo que está sucediendo, pero a menos que tengamos respuestas más certeras, ésta hipótesis, por sencilla y absurda que parezca, parece la más plausible para ver como funciona el mecanismo.
Asunto distinto es la situación en que viven grandes capas sociales en los suburbios de París y otras ciudades. Millones de personas ―entre ellos millones de jóvenes― que se encuentran sin trabajo, sin expectativas, y con un vacío social que es producto de un racismo ―principalmente― económico.
Para entender bien de donde procede esta situación, nos tenemos que remontar varias décadas atrás, cuando millones de personas llegaron a Francia desde el extranjero para trabajar en los sectores de la industria pesada y la construcción. Éste es el momento en el cual se construyen las Cités que hoy están ardiendo, barrios ubicados en las periferias de las grandes ciudades, que fueron habitadas por los pobres nacionales y, sobre todo por una mano de obra barata que llegaba desde el exterior. Con el devenir de los años, se produjeron dos hechos importantes: la reducción del mercado laboral en esos sectores, y el nacimiento de nuevas generaciones en las Cités. Jubilada la primera generación, y posiblemente también la segunda, la tercera se encontró viviendo en un verdadero gueto, con una buena educación pero con una falta de trabajo y expectativas generalizada. Su condición de pobres ―y su procedencia, estos guetos de ciudadanos de segunda, más que su ascendencia o su color de piel― les ha marcado.
El quemar coches és atacar a uno de los bienes de consumo por excelencia de nuestro sistema de vida capitalista, el quemar escuelas y parvularios és renunciar a una educación que les ha limitado, clasificado y enseñado que son ciudadanos de segunda. Y el quemar ambulancias y camiones de bomberos, representa un duro mensaje que amenaza diciendo que no hay salvación posible si se lo proponen. Pero el matar ―el matar a inocentes― es rebasar el límite del juego, es renunciar a toda regla sobre el bien y el mal, es apostar por el nihilismo destructivo que de forma inconsciente tanto desprecian.
Éste trasfondo puede dejarnos entrever porque parte de la juventud francesa está asqueada y en que forma lo está expresando. El porqué la muerte de dos chavales tras una persecución policial ―que los alzados dicen que murieron por nada―, ha prendido la mecha de una carga explosiva con un potencial descomunal, que puede si se lo propone poner en jaque a la República. No obstante, lo que está pasando en los suburbios franceses, pudiendo verse ―si nos esforzamos― ciertos visos de revuelta social sin horizonte, hoy por hoy no és una revolución. Mañana ya lo veremos.
Francesc Sánchez - Marlowe. Barcelona.
Redactor, El Inconformista Digital.
Incorporación - Redacción. Barcelona, 9 Noviembre 2005.
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Francia en llamas
Arde París - por Francesc Sánchez
Lo que está pasando en los suburbios de París y otras ciudades francesas, por la información que podemos disponer, no parece ser una revolución. Lo que está pasando no responde a ningún movimiento político, ni a ningún líder carismático conocido. Ni siquiera existen proclamas o exigencias que sean visibles o se hayan dado a conocer.
Lo que está pasando, tampoco parece ser que sea una invasión de hordas barbaras y extranjeras, porque quien está quemando las ciudades todo indica que son los franceses. Y antes de que alguien se lo pregunte, debemos de decir que efectivamente, Alqaeda no parece que esté detrás de estos hechos. Máximo podríamos intuir que como siempre que suceden hechos parecidos, pudiera haber individuos que estuvieran aprovechando la situación, encabronando al personal para sus objetivos criminales.
Si no fuera porque ya han muerto algunas personas, y hay que tener en cuenta algunas cosas que más abajo voy a tratar de explicar, me atrevería a decir que muchos chavales están jugando a la guerra urbana, coordinándose a través de las nuevas tecnologías, imitando a las resistencias en los países invadidos, tal como ven por televisión. Al tiempo que están compitiendo entre ellos para ver quién quema más coches, están haciendo un pulso al Ministro de Interior, Nicolas Sarkozy, por haberles llamado gentuza y ser un fascista. Mi intención no es frivolizar lo que está sucediendo, pero a menos que tengamos respuestas más certeras, ésta hipótesis, por sencilla y absurda que parezca, parece la más plausible para ver como funciona el mecanismo.
Asunto distinto es la situación en que viven grandes capas sociales en los suburbios de París y otras ciudades. Millones de personas ―entre ellos millones de jóvenes― que se encuentran sin trabajo, sin expectativas, y con un vacío social que es producto de un racismo ―principalmente― económico.
Para entender bien de donde procede esta situación, nos tenemos que remontar varias décadas atrás, cuando millones de personas llegaron a Francia desde el extranjero para trabajar en los sectores de la industria pesada y la construcción. Éste es el momento en el cual se construyen las Cités que hoy están ardiendo, barrios ubicados en las periferias de las grandes ciudades, que fueron habitadas por los pobres nacionales y, sobre todo por una mano de obra barata que llegaba desde el exterior. Con el devenir de los años, se produjeron dos hechos importantes: la reducción del mercado laboral en esos sectores, y el nacimiento de nuevas generaciones en las Cités. Jubilada la primera generación, y posiblemente también la segunda, la tercera se encontró viviendo en un verdadero gueto, con una buena educación pero con una falta de trabajo y expectativas generalizada. Su condición de pobres ―y su procedencia, estos guetos de ciudadanos de segunda, más que su ascendencia o su color de piel― les ha marcado.
El quemar coches és atacar a uno de los bienes de consumo por excelencia de nuestro sistema de vida capitalista, el quemar escuelas y parvularios és renunciar a una educación que les ha limitado, clasificado y enseñado que son ciudadanos de segunda. Y el quemar ambulancias y camiones de bomberos, representa un duro mensaje que amenaza diciendo que no hay salvación posible si se lo proponen. Pero el matar ―el matar a inocentes― es rebasar el límite del juego, es renunciar a toda regla sobre el bien y el mal, es apostar por el nihilismo destructivo que de forma inconsciente tanto desprecian.
Éste trasfondo puede dejarnos entrever porque parte de la juventud francesa está asqueada y en que forma lo está expresando. El porqué la muerte de dos chavales tras una persecución policial ―que los alzados dicen que murieron por nada―, ha prendido la mecha de una carga explosiva con un potencial descomunal, que puede si se lo propone poner en jaque a la República. No obstante, lo que está pasando en los suburbios franceses, pudiendo verse ―si nos esforzamos― ciertos visos de revuelta social sin horizonte, hoy por hoy no és una revolución. Mañana ya lo veremos.
Francesc Sánchez - Marlowe. Barcelona.
Redactor, El Inconformista Digital.
Incorporación - Redacción. Barcelona, 9 Noviembre 2005.
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