Algunas tierras en guerra - por Francesc Sánchez
"Se diría que Iraq es un territorio invadido por una potencia extranjera, pero resulta que aún no ha devenido en colonia, y por lo tanto la independencia está lejos."
Tierras en guerra
Algunas tierras en guerra - por Francesc Sánchez
Vivimos en unos tiempos en que ya nos parece normal, por lo frecuente y lo lejano, la ración diaria de bombas en Oriente Próximo. Es una normalidad, que nos hace ver con pesimismo y hasta como una perdida de tiempo, cualquier amago de las potencias para buscar soluciones.
En esta tenue y difusa normalidad es en la que cabe ver por ejemplo la última cumbre -auspiciada por los EEUU- entre palestinos e israelíes. Es difícil pues esperar gran cosa de un encuentro en el que se obvia que los palestinos tienen dos gobiernos, cuyos territorios son tratados por los israelíes los días pares como una autonomía o un protectorado, y los impares como una serie de cárceles, envueltas con muros de hormigón, franqueables solo fácilmente por el zahal en los momentos más críticos. En estos momentos la peor parte se la lleva la franja de Gaza (más de un millón de habitantes), sin remisión en manos de Hamás, quedando bloqueada en sus fronteras, y por lo tanto no recibiendo armamento, pero tampoco alimento alguno, y en momentos incluso, fluido eléctrico. Aquí rápidamente vendrá a la memoria de los lectores, que fueron esos hombretones islámicos, fusil en mano, los que dieron un golpe de estado, echando a los funcionarios de lo que quedaba de Al Fatath tras la muerte de Yaser Arafat. Pero una lectura más amplia y detenida, debería también incluir el bloqueo de los fondos europeos para la ayuda a los palestinos, por la negativa de Hamás de ceñirse al guión, tras ganar legítimamente las últimas elecciones en todos los territorios palestinos. Este corte de divisas dejó sin sueldo a los funcionarios palestinos, la mayoría de ellos inscritos en Al Fatah, sumiendo a esos territorios al borde una guerra civil. Hechos por los que se podrá decir que tanto unos como otros no han sabido comportarse, pero por los que cuanto menos deberían de llevarnos a pensar que no toda maldad que se mueve por esos territorios, se llama Hamás. Es un problema el que tienen los palestinos e israelíes que viene de viejo, y que resiguiendo la historia quizá se inicia en los siglos XI-VII a.C. cuando habiendo llegado los hebreos a esos territorios, conforman los reinos de Judá e Israel. La existencia de esos dos reinos legitiman a los israelíes como propietarios de todos los territorios de lo que antaño fue Canaán y más tarde Palestina. Sin embargo, en esos tiempos los hebreos compartían fronteras con los fenicios y los asirios, y más tarde con los filisteos, que ironías de la historia, ocupaban la costa de lo que es hoy Israel, quedando en el interior los reinos antes citados, más o menos en lo que es hoy Cisjordania.
Para el lector más razonable probablemente ninguno de estos hechos acaecidos hace tanto tiempo legitima en nada a los israelíes, como tampoco para muchos otros, ese pasado sirva para explicar el presente. En cualquier caso si la historia sirve de algo es para que los pueblos no repitan los mismos errores, y esto el pueblo de Israel que tanto celo tiene por lo suyo, parece haberlo olvidado.
No es justo claro achacar toda la responsabilidad de lo que sucede en la región a unos nuevos llegados (no me hagan decir que los israelíes de ahora tienen 3.000 años), porque los estados árabes, sobre todo tras las independencias, que prosiguieron a todo un seguido de colonizaciones europeas (y de otras naciones como la turca), no han sabido gobernarse con moderación. Pero es que la exigencia que se hace desde Occidente a veces es muy cómoda. A veces parecería que esas jóvenes naciones árabes –que ahora de unos años aquí se han vuelto islámicas- tuvieran que comportarse de un modo tan formidable, que no hay parangón para compararse. No ha habido nunca nación pacifica.
Pero todo eso de las naciones árabes ya lo echaron a perder. Ahora lo que se presenta en la región es todo un seguido de naciones radicales y territorios en guerra permanente en donde no se atisba la menor solución. Al norte de la frontera de Israel tenemos un Líbano que vive una desestabilización permanente, que no tiene otra manera de hacer ver que las cosas funcionan, otorgando cuotas prefijadas en su parlamento y en el gobierno a los diferentes grupos políticos. Y a esto lo llamamos democracia. Sin embargo, un poco más arriba se nos presenta una Turquía, bastante estabilizada y modernizada, en donde por un lado gobiernan los islámicos moderados, y por el otro hay un ejército que emana de valores laicos y nacionalistas, que no nos gusta de ninguna de las maneras. Por esa razón, mientras avanza el fanatismo islámico y los kurdos cometen atentados terroristas escondiéndose luego en Iraq, le cerramos a Turquía las puertas al ingreso en la Liga de los europeos; básicamente por que no son como nos gustaría. Puede ser que la única nación árabe, que queda y se parece a aquello que se vino a llamar panarabismo, sea Siria. Pero de esta nación poco podemos decir porque mal que bien las cosas parece que funcionan, y aquí lo que toca es hablar de lo que no funciona. Toca hablar de territorios como Iraq que antaño fueron países y hoy, si hacemos caso a algunos reportajes –como uno que presento hace poco el periodista John Sistiaga- no se sabe bien bien que son.
Se diría que Iraq es un territorio invadido por una potencia extranjera, pero resulta que aún no ha devenido en colonia, y por lo tanto la independencia está lejos. Lo que está claro es que en Iraq desde que los norteamericanos –y algunas otras potencias de cuyo nombre no quiero acordarme- derribaron el régimen bazzista de Saddam Hussein no hay estado alguno. Y esto se dice rápido pero en el día a día representa atentados terroristas –autentico campo de batalla virtual de sectas fanáticas-, pillajes y robos de todo tipo, secuestros de mujeres para venderlas luego en las monarquías del Golfo Pérsico, malfuncionamiento de la economía, ingente número de personas desocupadas, hambre por doquier, y colapso de lo que queda de la estructura pública que ofrecía antes el estado, y que ahora un grupo de jefes tribales es incapaz de hacer funcionar. A todo esto se esperaría que el ocupante cumpliera con sus funciones, pero lejos de ello, lo que se dedica a hacer es a subcontratar estas mismas funciones a empresas privadas. Es lo que se ha venido a llamar la privatización de la guerra. Si mantenemos que la preocupación principal de cualquier empresa es el beneficio, entonces quizá desconfiemos de este tipo de empresas privadas que dicen querer reconstruir rápidamente Iraq. Pues a más tiempo de trabajo mayor beneficio. El problema, como en otros artículos ya dije, es que la inestabilidad en Iraq se ha convertido ya en inestabilidad regional. Es decir los males de Iraq se están propagando a los países con los que éste tiene frontera. De ahí que ante una retirada norteamericana mal planteada, sin haber hecho antes los deberes de todo buen colonizador, es muy fácil que esa guerra civil tácita de la que tanto se habla sea una realidad, y los países de alrededor entren a trapo: Turquía al norte, Irán al Sur y Siria al centro. Precisamente que suceda lo contrario a lo que muchos han mantenido hasta ahora –la partición de Iraq en tres territorios-, es decir la desaparición del propio país, integrándose sus regiones en los tres países mencionados.
Podríamos hablar ahora de Afganistán, Pakistán, la India e Irán, pero lo vamos a dejar para otra ocasión. No hemos hablado tampoco de las materias primas ni de muchas otras cosas.
Francesc Sánchez – Marlowe. Barcelona.
Redactor, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 13 Diciembre 2007.
Tierras en guerra
Algunas tierras en guerra - por Francesc Sánchez
Vivimos en unos tiempos en que ya nos parece normal, por lo frecuente y lo lejano, la ración diaria de bombas en Oriente Próximo. Es una normalidad, que nos hace ver con pesimismo y hasta como una perdida de tiempo, cualquier amago de las potencias para buscar soluciones.
En esta tenue y difusa normalidad es en la que cabe ver por ejemplo la última cumbre -auspiciada por los EEUU- entre palestinos e israelíes. Es difícil pues esperar gran cosa de un encuentro en el que se obvia que los palestinos tienen dos gobiernos, cuyos territorios son tratados por los israelíes los días pares como una autonomía o un protectorado, y los impares como una serie de cárceles, envueltas con muros de hormigón, franqueables solo fácilmente por el zahal en los momentos más críticos. En estos momentos la peor parte se la lleva la franja de Gaza (más de un millón de habitantes), sin remisión en manos de Hamás, quedando bloqueada en sus fronteras, y por lo tanto no recibiendo armamento, pero tampoco alimento alguno, y en momentos incluso, fluido eléctrico. Aquí rápidamente vendrá a la memoria de los lectores, que fueron esos hombretones islámicos, fusil en mano, los que dieron un golpe de estado, echando a los funcionarios de lo que quedaba de Al Fatath tras la muerte de Yaser Arafat. Pero una lectura más amplia y detenida, debería también incluir el bloqueo de los fondos europeos para la ayuda a los palestinos, por la negativa de Hamás de ceñirse al guión, tras ganar legítimamente las últimas elecciones en todos los territorios palestinos. Este corte de divisas dejó sin sueldo a los funcionarios palestinos, la mayoría de ellos inscritos en Al Fatah, sumiendo a esos territorios al borde una guerra civil. Hechos por los que se podrá decir que tanto unos como otros no han sabido comportarse, pero por los que cuanto menos deberían de llevarnos a pensar que no toda maldad que se mueve por esos territorios, se llama Hamás. Es un problema el que tienen los palestinos e israelíes que viene de viejo, y que resiguiendo la historia quizá se inicia en los siglos XI-VII a.C. cuando habiendo llegado los hebreos a esos territorios, conforman los reinos de Judá e Israel. La existencia de esos dos reinos legitiman a los israelíes como propietarios de todos los territorios de lo que antaño fue Canaán y más tarde Palestina. Sin embargo, en esos tiempos los hebreos compartían fronteras con los fenicios y los asirios, y más tarde con los filisteos, que ironías de la historia, ocupaban la costa de lo que es hoy Israel, quedando en el interior los reinos antes citados, más o menos en lo que es hoy Cisjordania.
Para el lector más razonable probablemente ninguno de estos hechos acaecidos hace tanto tiempo legitima en nada a los israelíes, como tampoco para muchos otros, ese pasado sirva para explicar el presente. En cualquier caso si la historia sirve de algo es para que los pueblos no repitan los mismos errores, y esto el pueblo de Israel que tanto celo tiene por lo suyo, parece haberlo olvidado.
No es justo claro achacar toda la responsabilidad de lo que sucede en la región a unos nuevos llegados (no me hagan decir que los israelíes de ahora tienen 3.000 años), porque los estados árabes, sobre todo tras las independencias, que prosiguieron a todo un seguido de colonizaciones europeas (y de otras naciones como la turca), no han sabido gobernarse con moderación. Pero es que la exigencia que se hace desde Occidente a veces es muy cómoda. A veces parecería que esas jóvenes naciones árabes –que ahora de unos años aquí se han vuelto islámicas- tuvieran que comportarse de un modo tan formidable, que no hay parangón para compararse. No ha habido nunca nación pacifica.
Pero todo eso de las naciones árabes ya lo echaron a perder. Ahora lo que se presenta en la región es todo un seguido de naciones radicales y territorios en guerra permanente en donde no se atisba la menor solución. Al norte de la frontera de Israel tenemos un Líbano que vive una desestabilización permanente, que no tiene otra manera de hacer ver que las cosas funcionan, otorgando cuotas prefijadas en su parlamento y en el gobierno a los diferentes grupos políticos. Y a esto lo llamamos democracia. Sin embargo, un poco más arriba se nos presenta una Turquía, bastante estabilizada y modernizada, en donde por un lado gobiernan los islámicos moderados, y por el otro hay un ejército que emana de valores laicos y nacionalistas, que no nos gusta de ninguna de las maneras. Por esa razón, mientras avanza el fanatismo islámico y los kurdos cometen atentados terroristas escondiéndose luego en Iraq, le cerramos a Turquía las puertas al ingreso en la Liga de los europeos; básicamente por que no son como nos gustaría. Puede ser que la única nación árabe, que queda y se parece a aquello que se vino a llamar panarabismo, sea Siria. Pero de esta nación poco podemos decir porque mal que bien las cosas parece que funcionan, y aquí lo que toca es hablar de lo que no funciona. Toca hablar de territorios como Iraq que antaño fueron países y hoy, si hacemos caso a algunos reportajes –como uno que presento hace poco el periodista John Sistiaga- no se sabe bien bien que son.
Se diría que Iraq es un territorio invadido por una potencia extranjera, pero resulta que aún no ha devenido en colonia, y por lo tanto la independencia está lejos. Lo que está claro es que en Iraq desde que los norteamericanos –y algunas otras potencias de cuyo nombre no quiero acordarme- derribaron el régimen bazzista de Saddam Hussein no hay estado alguno. Y esto se dice rápido pero en el día a día representa atentados terroristas –autentico campo de batalla virtual de sectas fanáticas-, pillajes y robos de todo tipo, secuestros de mujeres para venderlas luego en las monarquías del Golfo Pérsico, malfuncionamiento de la economía, ingente número de personas desocupadas, hambre por doquier, y colapso de lo que queda de la estructura pública que ofrecía antes el estado, y que ahora un grupo de jefes tribales es incapaz de hacer funcionar. A todo esto se esperaría que el ocupante cumpliera con sus funciones, pero lejos de ello, lo que se dedica a hacer es a subcontratar estas mismas funciones a empresas privadas. Es lo que se ha venido a llamar la privatización de la guerra. Si mantenemos que la preocupación principal de cualquier empresa es el beneficio, entonces quizá desconfiemos de este tipo de empresas privadas que dicen querer reconstruir rápidamente Iraq. Pues a más tiempo de trabajo mayor beneficio. El problema, como en otros artículos ya dije, es que la inestabilidad en Iraq se ha convertido ya en inestabilidad regional. Es decir los males de Iraq se están propagando a los países con los que éste tiene frontera. De ahí que ante una retirada norteamericana mal planteada, sin haber hecho antes los deberes de todo buen colonizador, es muy fácil que esa guerra civil tácita de la que tanto se habla sea una realidad, y los países de alrededor entren a trapo: Turquía al norte, Irán al Sur y Siria al centro. Precisamente que suceda lo contrario a lo que muchos han mantenido hasta ahora –la partición de Iraq en tres territorios-, es decir la desaparición del propio país, integrándose sus regiones en los tres países mencionados.
Podríamos hablar ahora de Afganistán, Pakistán, la India e Irán, pero lo vamos a dejar para otra ocasión. No hemos hablado tampoco de las materias primas ni de muchas otras cosas.
Francesc Sánchez – Marlowe. Barcelona.
Redactor, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 13 Diciembre 2007.