La guerra de las viñetas - por Francesc Sánchez
"Nos sorprendemos del fanatismo religioso de los musulmanes, cuando olvidamos que en cierta forma nuestros gobiernos son también responsables de su propia propagación."
Musulmanes ofendidos
La guerra de las viñetas
por Francesc Sánchez
Las embajadas y los consulados del pequeño estado europeo de Dinamarca, tras la publicación de unas polémicas viñetas del profeta Mahoma meses atrás en un rotativo danés llamado Jyllands Postem, están siendo protagonistas en un sin fin de países árabes y musulmanes.
Uno de los últimos episodios de violencia se produjo este fin de semana en Beirut durante una manifestación de miles de personas con dirección al consulado danés; los disturbios con la policía se saldaron con decenas de heridos, y el pequeño territorio de Dinamarca terminó consumiéndose en las llamas. El día antes sucedía lo mismo en Damasco, las embajadas de Dinamarca y Noruega prendieron en llamas, mientras los Estados Unidos y el pequeño país de Hamlet responsabilizaban a las autoridades sirias de lo sucedido por su pasividad.
En esos momentos, partidarios de Yihad Islámica, los Mártires de Alaqsa y otros grupos políticos palestinos se manifestaban conjuntamente en Palestina en contra del gobierno danés. La mecha en la Tierra Tres Veces Santa se inició un día antes cuando grupos armados tomaban por la fuerza la sede de la Unión Europea, y Yihad Islámica amenazaba con practicar el tiro al blanco con ciudadanos europeos. Fue el mismo día en que a miles de kilómetros de allí, otro grupo violento asaltaba por la fuerza la sede de la embajada de danesa en Yakarta.
Irán ha pedido la reunión de la Organización de la Conferencia Islámica para formar un frente de protesta de los países musulmanes hacia lo que ellos consideran un "ataque psicológico a la moral de los musulmanes".
Encuentro acertado señalar que Irán apropiándose de la ofensa al profeta y del hecho religioso, puede tratar de establecer alianzas entre los países árabes y musulmanes, con los que tener una posición de fuerza ante su llamada al Consejo de Seguridad de las Naciones por su asunto nuclear en el mes de Marzo.
También es bastante probable que muchas de estas protestas violentas estén siendo permitidas, cuando no impulsadas directamente por los servicios secretos iraníes y sirios. Pero el argumento contrario, avalado por los iraníes también tiene validez: es probable que una mano occidental haya querido dar una pésima imagen de los musulmanes ante los ciudadanos europeos. Ésta sospecha estaría íntimamente ligada al pulso nuclear que mantiene Irán con la comunidad internacional, y a la reciente victoria de Hamas en las elecciones palestinas; no pocos grupos y sectores políticos de la extrema derecha estadounidenses, europeos e israelíes, podrían querer llevar a la practica el famoso Choque de Civilizaciones expuesto por Samuel P. Hutington.
Los últimos acontecimientos en Afganistán, donde las protestas se han trasladado a los acuartelamientos de la OTAN y el ejército español ha tenido que tomar partido en la contención de los disturbios, se han saldado con varios heridos y quizá varias bajas. Y es aquí en donde la ofensa interpretada por los talibanes y sectores cercanos a Alqaeda, muestran quizá de forma más clara como ese juego funesto de la confrontación entre civilizaciones, es llevado a la practica también por algunos en el mundo musulmán.
Este tipo de protestas violentas inaceptables muestran que el fanatismo religioso impregna intensamente las sociedades musulmanas en Oriente Medio y otras zonas geográficas en donde el islam es la confesión mayoritaria. Por este motivo, la ofensa puede estar muy fácilmente instrumentalizada por gobiernos y grupos políticos que persiguen unos objetivos que difieren por un entero al respeto religioso que aseguran perseguir.
Realidades que no nos deberían de impedir comprender lo que ésta guerra de las viñetas nos está demostrando: hasta que punto existe una incomprensión mutua de las sociedades europeas y las sociedades en Oriente Medio, y en que medida los esfuerzos de algunos pueden provocar una rotura irreparable.
El choque de ignorancias
La recreación del rostro del profeta de Mahoma a los musulmanes no les está permitida porqué puede constituir una inclinación hacia la idolatría. Pero el hecho que las polémicas viñetas muestren al profeta con un turbante en forma de bomba, o con los ojos sellados portando un puñal, és un insulto y una provocación, porqué se está vinculando la violencia y el terrorismo con el profeta y sus enseñanzas. No hace falta ser musulmán para llegar a comprender que esta generalización, en unos momentos en que existen grupos de terroristas de corte islámico, no solo puede molestar a quienes profesan esa fe, si no que puede incluso propiciar brotes de xenofobia y racismo contra los musulmanes. La reacción entre los musulmanes que viven en países lejanos de Europa, en un Oriente Medio que está al rojo vivo y en donde todo es diferente, era muy previsible.
No percibimos que las viñetas en sí tan solo han sido un detonante, muy fácil de instrumentalizar, en una extensa región del mundo con una potencialidad explosiva que a duras penas llegamos a intuir. En los países árabes y musulmanes ―más allá de lo ofensivo que puedan resultar estas viñetas―, desde hace décadas la ausencia de unas condiciones de vida dignas, la existencia de regímenes dictatoriales, y las guerras permanentes, han llevado a que la población se repliegue en sus creencias más primigenias e integristas.
Este repliegue integrista, que en unos territorios es propiciado por los propios estados, y en otros aparece como un elemento de crítica ―en algunos casos ejerciendo una verdadera desestabilización― hacia el poder establecido, focaliza en muchas ocasiones a los países occidentales como el origen de los problemas.
Así pues tenemos que Irán siendo una república islámica monopoliza la fe en el islam aplacando cualquier disidencia interna haciendo uso del enemigo exterior en los momentos críticos. Mientras que Egipto siendo más acofensional debe de hacer frente con muchas cautelas a las disidencias religiosas de carácter integrista, que achacan la ausencia de libertades y las malas condiciones económicas a la cercanía del régimen a los países occidentales.
Pero la visión que tienen la mayoría de los árabes y musulmanes del mundo occidental está distorsionada. Contemplan unas democracias y un nivel de vida que no se corresponde con la realidad. De ahí que mientras unos ansían llegar a los países europeos para buscarse un porvenir, sintiéndose la mayoría de veces cuando llegan defraudados, otros desconociendo el funcionamiento de nuestras democracias, hacen responsables directos a los ciudadanos de las acciones de sus gobiernos en sus países.
Para ser justos, hay que decir que no hemos ayudado demasiado a corregir esta mala imagen que tienen de los estados occidentales. La doble bara de medir que tienen europeos y norteamericanos en el conflicto entre israelíes y palestinos, la eterna intervención militar en Afganistán, y la guerra sin fin en Iraq, son cuestiones que preocupan y enfurecen a los árabes y a los musulmanes.
Ésta ignorancia, como estamos viendo ahora con el islam y su simbología, es también compartida por nosotros los europeos. Nos sorprendemos del fanatismo religioso de los musulmanes, cuando olvidamos que en cierta forma nuestros gobiernos son también responsables de su propia propagación. Quizá con un ejemplo servirá.
Iraq: Un ejemplo relevante
La república de Iraq, hoy un reino de taifas repartido entre diferentes confesiones y cuadros militares diferentes, en el pasado fue un estado laico, avanzado socialmente, económicamente mejorable, pero viable. Hasta que todo se torció. Primero los países occidentales usaron a Saddam Hussein para combatir a un Irán que había acogido la revolución chiita, el resultado fue una guerra que duró casi una década y que dejó los dos países destruidos. Para agravar la situación, las dos economías teniendo el petróleo como principal fuente de ingresos, ante la bajada de los precios quedaron estranguladas. Mientras tanto, el pequeño país de Kuwait había estado bombeando y vendiendo ingentes cantidades de petróleo, que procedían de campos compartidos con su vecino Iraq. Saddam Hussein exigió parte de los beneficios, y ante la negativa de la monarquía kuwatí cometió el error de invadirles. EEUU y el Reino Unido encabezando una alianza multinacional destrozaron el ejército iraquí, y a través de las Naciones Unidas impusieron un duro embargo económico que duró más de 12 años. Durante todo ese tiempo, que tuvo como único resquicio la venta de petróleo por alimentos, el régimen baazista se atrinchero en su propia subsistencia. La población chiita del sur del país, alentada por EEUU, trató de rebelarse contra el régimen pero jamás recibió ayuda militar efectiva. Una vez barrida la disidencia, las Naciones Unidas establecieron dos zonas de exclusión aérea para el ejercito iraquí dentro de su propio país. Durante esos largos años el régimen, sin mover ni un ápice el carácter laico del estado, se acercó cautelarmente a la fe del islam para aplacar las disidencias. El resultado fue que los sectores más religiosos de la población iraquí pudieron desarrollar más su fe, pero las difíciles condiciones de vida llevaron a las poblaciones chiitas del sur del país al integrismo y el fanatismo. El resto de la historia ya es suficientemente conocida.
Esquizofrenia cultural
Éste desconocimiento que tenemos tanto de los musulmanes como de los árabes, se convierte en abierta hipocresía cuando hacemos referencia a los ciudadanos europeos que por procedencia o por espiritualidad profesan esta fe.
Siendo incapaces de plantear una seria integración de los inmigrantes en nuestra sociedad, en cuestiones tan importantes como son la lengua, los derechos y los deberes, y el funcionamiento democrático de nuestro sistema político, nos encontramos frente a una arbitrariedad muy peligrosa. Por un lado en ocasiones exigimos a los inmigrantes una ejemplaridad que no encontramos siempre en los ciudadanos nativos o indígenas, y por el otro nos mostramos tolerantes con faltas o practicas que emanan del hecho religioso que son del todo inaceptables en una democracia.
El doble rasero con que son tratadas las confesiones religiosas en muchos países europeos que se consideran laicos, se traduce en un mantenimiento de privilegios y hasta consentimiento de muestras de fanatismo e intromisión en las decisiones de estos estados, por parte de religiones, que por una implicación histórica innegable, se consideran baluartes de nuestra civilización frente a los invasores islámicos; desconociendo adrede que nuestra civilización existe en gran medida también por las aportaciones de los musulmanes en el pasado.
Ésta esquizofrenia debe de terminarse si no queremos construir sociedades que permanezcan aisladas entre sí, y que en cualquier momento pueden entrar en conflicto ante una mala coyuntura económica. Los disturbios que asolaron las cités francesas este pasado otoño no tenían una connotación claramente religiosa, pero son una prueba de lo que puede suceder cuando se aísla del resto de la sociedad a sectores importantes de la inmigración. Es momento pues para reconocer las diferentes sensibilidades religiosas, para acto seguido colocarlas en el lugar que les corresponde en una Europa democrática que se pretende laica.
Cuestión de sentido común
Se ha abierto en toda Europa un debate acerca de la libertad de prensa, sus limites, y la posible necesidad de autocensura en los periodistas. Unos defienden la libertad de prensa como un axioma irrenunciable, mostrándolo como uno de nuestros valores frente a un fanatismo exterior que nos amenaza. Otros hacen una llamada a la contención y a la autocensura en virtud de una concordia y un multicultarismo mal entendidos. En mi opinión, como creo que he dejado entrever en mi artículo, estamos asistiendo a un falso debate. La publicación de las polémicas viñetas por primera vez en el Jyllands Postem en el mes de Septiembre del año pasado, fue un acto de irresponsabilidad. Su reproducción en el periódico noruego y cristiano Magazinet ―ya en el mes de Enero del presente año y con las aguas demasiado revueltas en Oriente Medio―, fue una provocación nada inocente. Los gestos de solidaridad que se han producido en muchos periódicos europeos en defensa de la libertad de prensa, reproduciendo nuevamente las polémicas viñetas, lo siento mucho, pero yo no puedo compartirlos. La reproducción de las viñetas no aporta nada y tan solo ha servido para tirar más leña a un fuego ya abrasador.
La libertad de prensa no debe cuestionarse, pero tampoco podemos convertirla en un axioma vacío, que a la mínima de cambio usemos ciegamente como arma arrojadiza contra pueblos que usan códigos distintos a los nuestros. Bien al contrario debemos preservarla de la mejor forma que podemos, usándola para ejercer esta profesión en beneficio de la sociedad a la que nos debemos. En función del uso que hagamos de éste derecho, que nosotros tenemos después de habernos emancipado de poderes totalitarios —que en muchas ocasiones han ido de la mano del poder clerical cuando no han emanado directamente de éste—, podremos quizá parecer atractivos a pueblos que usan códigos distintos a los nuestros.
Los musulmanes que hay en Europa no nos están amenazado con tomar las Asambleas a punta de kalashnikov para imponernos ningún tipo de sharia, y en cuanto a los demás, los que viven a muchos kilómetros de nuestros países, me parece que más allá de la ofensa, bien poco les importa lo que escribamos en nuestros periódicos. Me temo que podemos estar frente a los preludios de una nueva guerra infame en Oriente Medio, y la mayoría de ustedes aún no se han enterado.
Francesc Sánchez - Marlowe. Barcelona.
Redactor, El Inconformista Digital.
Incorporación - Redacción. Barcelona, 8 Febrero 2006.
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Musulmanes ofendidos
La guerra de las viñetas
por Francesc Sánchez
Las embajadas y los consulados del pequeño estado europeo de Dinamarca, tras la publicación de unas polémicas viñetas del profeta Mahoma meses atrás en un rotativo danés llamado Jyllands Postem, están siendo protagonistas en un sin fin de países árabes y musulmanes.
Uno de los últimos episodios de violencia se produjo este fin de semana en Beirut durante una manifestación de miles de personas con dirección al consulado danés; los disturbios con la policía se saldaron con decenas de heridos, y el pequeño territorio de Dinamarca terminó consumiéndose en las llamas. El día antes sucedía lo mismo en Damasco, las embajadas de Dinamarca y Noruega prendieron en llamas, mientras los Estados Unidos y el pequeño país de Hamlet responsabilizaban a las autoridades sirias de lo sucedido por su pasividad.
En esos momentos, partidarios de Yihad Islámica, los Mártires de Alaqsa y otros grupos políticos palestinos se manifestaban conjuntamente en Palestina en contra del gobierno danés. La mecha en la Tierra Tres Veces Santa se inició un día antes cuando grupos armados tomaban por la fuerza la sede de la Unión Europea, y Yihad Islámica amenazaba con practicar el tiro al blanco con ciudadanos europeos. Fue el mismo día en que a miles de kilómetros de allí, otro grupo violento asaltaba por la fuerza la sede de la embajada de danesa en Yakarta.
Irán ha pedido la reunión de la Organización de la Conferencia Islámica para formar un frente de protesta de los países musulmanes hacia lo que ellos consideran un "ataque psicológico a la moral de los musulmanes".
Encuentro acertado señalar que Irán apropiándose de la ofensa al profeta y del hecho religioso, puede tratar de establecer alianzas entre los países árabes y musulmanes, con los que tener una posición de fuerza ante su llamada al Consejo de Seguridad de las Naciones por su asunto nuclear en el mes de Marzo.
También es bastante probable que muchas de estas protestas violentas estén siendo permitidas, cuando no impulsadas directamente por los servicios secretos iraníes y sirios. Pero el argumento contrario, avalado por los iraníes también tiene validez: es probable que una mano occidental haya querido dar una pésima imagen de los musulmanes ante los ciudadanos europeos. Ésta sospecha estaría íntimamente ligada al pulso nuclear que mantiene Irán con la comunidad internacional, y a la reciente victoria de Hamas en las elecciones palestinas; no pocos grupos y sectores políticos de la extrema derecha estadounidenses, europeos e israelíes, podrían querer llevar a la practica el famoso Choque de Civilizaciones expuesto por Samuel P. Hutington.
Los últimos acontecimientos en Afganistán, donde las protestas se han trasladado a los acuartelamientos de la OTAN y el ejército español ha tenido que tomar partido en la contención de los disturbios, se han saldado con varios heridos y quizá varias bajas. Y es aquí en donde la ofensa interpretada por los talibanes y sectores cercanos a Alqaeda, muestran quizá de forma más clara como ese juego funesto de la confrontación entre civilizaciones, es llevado a la practica también por algunos en el mundo musulmán.
Este tipo de protestas violentas inaceptables muestran que el fanatismo religioso impregna intensamente las sociedades musulmanas en Oriente Medio y otras zonas geográficas en donde el islam es la confesión mayoritaria. Por este motivo, la ofensa puede estar muy fácilmente instrumentalizada por gobiernos y grupos políticos que persiguen unos objetivos que difieren por un entero al respeto religioso que aseguran perseguir.
Realidades que no nos deberían de impedir comprender lo que ésta guerra de las viñetas nos está demostrando: hasta que punto existe una incomprensión mutua de las sociedades europeas y las sociedades en Oriente Medio, y en que medida los esfuerzos de algunos pueden provocar una rotura irreparable.
El choque de ignorancias
La recreación del rostro del profeta de Mahoma a los musulmanes no les está permitida porqué puede constituir una inclinación hacia la idolatría. Pero el hecho que las polémicas viñetas muestren al profeta con un turbante en forma de bomba, o con los ojos sellados portando un puñal, és un insulto y una provocación, porqué se está vinculando la violencia y el terrorismo con el profeta y sus enseñanzas. No hace falta ser musulmán para llegar a comprender que esta generalización, en unos momentos en que existen grupos de terroristas de corte islámico, no solo puede molestar a quienes profesan esa fe, si no que puede incluso propiciar brotes de xenofobia y racismo contra los musulmanes. La reacción entre los musulmanes que viven en países lejanos de Europa, en un Oriente Medio que está al rojo vivo y en donde todo es diferente, era muy previsible.
No percibimos que las viñetas en sí tan solo han sido un detonante, muy fácil de instrumentalizar, en una extensa región del mundo con una potencialidad explosiva que a duras penas llegamos a intuir. En los países árabes y musulmanes ―más allá de lo ofensivo que puedan resultar estas viñetas―, desde hace décadas la ausencia de unas condiciones de vida dignas, la existencia de regímenes dictatoriales, y las guerras permanentes, han llevado a que la población se repliegue en sus creencias más primigenias e integristas.
Este repliegue integrista, que en unos territorios es propiciado por los propios estados, y en otros aparece como un elemento de crítica ―en algunos casos ejerciendo una verdadera desestabilización― hacia el poder establecido, focaliza en muchas ocasiones a los países occidentales como el origen de los problemas.
Así pues tenemos que Irán siendo una república islámica monopoliza la fe en el islam aplacando cualquier disidencia interna haciendo uso del enemigo exterior en los momentos críticos. Mientras que Egipto siendo más acofensional debe de hacer frente con muchas cautelas a las disidencias religiosas de carácter integrista, que achacan la ausencia de libertades y las malas condiciones económicas a la cercanía del régimen a los países occidentales.
Pero la visión que tienen la mayoría de los árabes y musulmanes del mundo occidental está distorsionada. Contemplan unas democracias y un nivel de vida que no se corresponde con la realidad. De ahí que mientras unos ansían llegar a los países europeos para buscarse un porvenir, sintiéndose la mayoría de veces cuando llegan defraudados, otros desconociendo el funcionamiento de nuestras democracias, hacen responsables directos a los ciudadanos de las acciones de sus gobiernos en sus países.
Para ser justos, hay que decir que no hemos ayudado demasiado a corregir esta mala imagen que tienen de los estados occidentales. La doble bara de medir que tienen europeos y norteamericanos en el conflicto entre israelíes y palestinos, la eterna intervención militar en Afganistán, y la guerra sin fin en Iraq, son cuestiones que preocupan y enfurecen a los árabes y a los musulmanes.
Ésta ignorancia, como estamos viendo ahora con el islam y su simbología, es también compartida por nosotros los europeos. Nos sorprendemos del fanatismo religioso de los musulmanes, cuando olvidamos que en cierta forma nuestros gobiernos son también responsables de su propia propagación. Quizá con un ejemplo servirá.
Iraq: Un ejemplo relevante
La república de Iraq, hoy un reino de taifas repartido entre diferentes confesiones y cuadros militares diferentes, en el pasado fue un estado laico, avanzado socialmente, económicamente mejorable, pero viable. Hasta que todo se torció. Primero los países occidentales usaron a Saddam Hussein para combatir a un Irán que había acogido la revolución chiita, el resultado fue una guerra que duró casi una década y que dejó los dos países destruidos. Para agravar la situación, las dos economías teniendo el petróleo como principal fuente de ingresos, ante la bajada de los precios quedaron estranguladas. Mientras tanto, el pequeño país de Kuwait había estado bombeando y vendiendo ingentes cantidades de petróleo, que procedían de campos compartidos con su vecino Iraq. Saddam Hussein exigió parte de los beneficios, y ante la negativa de la monarquía kuwatí cometió el error de invadirles. EEUU y el Reino Unido encabezando una alianza multinacional destrozaron el ejército iraquí, y a través de las Naciones Unidas impusieron un duro embargo económico que duró más de 12 años. Durante todo ese tiempo, que tuvo como único resquicio la venta de petróleo por alimentos, el régimen baazista se atrinchero en su propia subsistencia. La población chiita del sur del país, alentada por EEUU, trató de rebelarse contra el régimen pero jamás recibió ayuda militar efectiva. Una vez barrida la disidencia, las Naciones Unidas establecieron dos zonas de exclusión aérea para el ejercito iraquí dentro de su propio país. Durante esos largos años el régimen, sin mover ni un ápice el carácter laico del estado, se acercó cautelarmente a la fe del islam para aplacar las disidencias. El resultado fue que los sectores más religiosos de la población iraquí pudieron desarrollar más su fe, pero las difíciles condiciones de vida llevaron a las poblaciones chiitas del sur del país al integrismo y el fanatismo. El resto de la historia ya es suficientemente conocida.
Esquizofrenia cultural
Éste desconocimiento que tenemos tanto de los musulmanes como de los árabes, se convierte en abierta hipocresía cuando hacemos referencia a los ciudadanos europeos que por procedencia o por espiritualidad profesan esta fe.
Siendo incapaces de plantear una seria integración de los inmigrantes en nuestra sociedad, en cuestiones tan importantes como son la lengua, los derechos y los deberes, y el funcionamiento democrático de nuestro sistema político, nos encontramos frente a una arbitrariedad muy peligrosa. Por un lado en ocasiones exigimos a los inmigrantes una ejemplaridad que no encontramos siempre en los ciudadanos nativos o indígenas, y por el otro nos mostramos tolerantes con faltas o practicas que emanan del hecho religioso que son del todo inaceptables en una democracia.
El doble rasero con que son tratadas las confesiones religiosas en muchos países europeos que se consideran laicos, se traduce en un mantenimiento de privilegios y hasta consentimiento de muestras de fanatismo e intromisión en las decisiones de estos estados, por parte de religiones, que por una implicación histórica innegable, se consideran baluartes de nuestra civilización frente a los invasores islámicos; desconociendo adrede que nuestra civilización existe en gran medida también por las aportaciones de los musulmanes en el pasado.
Ésta esquizofrenia debe de terminarse si no queremos construir sociedades que permanezcan aisladas entre sí, y que en cualquier momento pueden entrar en conflicto ante una mala coyuntura económica. Los disturbios que asolaron las cités francesas este pasado otoño no tenían una connotación claramente religiosa, pero son una prueba de lo que puede suceder cuando se aísla del resto de la sociedad a sectores importantes de la inmigración. Es momento pues para reconocer las diferentes sensibilidades religiosas, para acto seguido colocarlas en el lugar que les corresponde en una Europa democrática que se pretende laica.
Cuestión de sentido común
Se ha abierto en toda Europa un debate acerca de la libertad de prensa, sus limites, y la posible necesidad de autocensura en los periodistas. Unos defienden la libertad de prensa como un axioma irrenunciable, mostrándolo como uno de nuestros valores frente a un fanatismo exterior que nos amenaza. Otros hacen una llamada a la contención y a la autocensura en virtud de una concordia y un multicultarismo mal entendidos. En mi opinión, como creo que he dejado entrever en mi artículo, estamos asistiendo a un falso debate. La publicación de las polémicas viñetas por primera vez en el Jyllands Postem en el mes de Septiembre del año pasado, fue un acto de irresponsabilidad. Su reproducción en el periódico noruego y cristiano Magazinet ―ya en el mes de Enero del presente año y con las aguas demasiado revueltas en Oriente Medio―, fue una provocación nada inocente. Los gestos de solidaridad que se han producido en muchos periódicos europeos en defensa de la libertad de prensa, reproduciendo nuevamente las polémicas viñetas, lo siento mucho, pero yo no puedo compartirlos. La reproducción de las viñetas no aporta nada y tan solo ha servido para tirar más leña a un fuego ya abrasador.
La libertad de prensa no debe cuestionarse, pero tampoco podemos convertirla en un axioma vacío, que a la mínima de cambio usemos ciegamente como arma arrojadiza contra pueblos que usan códigos distintos a los nuestros. Bien al contrario debemos preservarla de la mejor forma que podemos, usándola para ejercer esta profesión en beneficio de la sociedad a la que nos debemos. En función del uso que hagamos de éste derecho, que nosotros tenemos después de habernos emancipado de poderes totalitarios —que en muchas ocasiones han ido de la mano del poder clerical cuando no han emanado directamente de éste—, podremos quizá parecer atractivos a pueblos que usan códigos distintos a los nuestros.
Los musulmanes que hay en Europa no nos están amenazado con tomar las Asambleas a punta de kalashnikov para imponernos ningún tipo de sharia, y en cuanto a los demás, los que viven a muchos kilómetros de nuestros países, me parece que más allá de la ofensa, bien poco les importa lo que escribamos en nuestros periódicos. Me temo que podemos estar frente a los preludios de una nueva guerra infame en Oriente Medio, y la mayoría de ustedes aún no se han enterado.
Francesc Sánchez - Marlowe. Barcelona.
Redactor, El Inconformista Digital.
Incorporación - Redacción. Barcelona, 8 Febrero 2006.
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