El proceso mesopotámico - por Francesc Sánchez
"Y de repente apareció Saddam Hussein metido en una jaula. Aseado, y con un ejemplar del Corán entre sus manos, preparado para comparecer ante un tribunal que dice querer juzgarle por la matanza de chiíes, perpetrada en 1982 en la localidad de Al Dujail."
Saddam Hussein de nuevo ante las cámaras
El proceso mesopotámico - por Francesc Sánchez
Y de repente apareció Saddam Hussein metido en una jaula. Aseado, y con un ejemplar del Corán entre sus manos, preparado para comparecer ante un tribunal que dice querer juzgarle por la matanza de chiíes, perpetrada en 1982 en la localidad de Al Dujail. Una pequeña aldea a unos 60 km al norte de Bagdad, que visitó el rais para darse un homenaje de masas en plena guerra abierta con Irán. Sufrió un intento de atentado, y a la manera iraquí las fuerzas de seguridad del estado detuvieron a sospechosos por doquier. Poco después 143 personas fueron fusiladas.
En la sala llega el turno para Saddam. Las cámaras recogen la escena del momento adecuado, mostrando al tirano de pie dentro de la jaula, y a uno de los jueces ―los otros cuatro prefieren permanecer en la sombra― que le interpela para que se identifique, y el tirano, después de interrogar al juez preguntándole ¿quién és? y ¿a quién representa?, lo hace: Soy el presidente de Iraq.
Saddam Hussein no reconoce el tribunal y ―según sus palabras― se niega a responder a las preguntas por respeto a los iraquíes, exigiendo sus derechos constitucionales como presidente.
El fiscal responsabiliza a Saddam Hussein de crímenes, arbitrariedad, matanzas, violaciones del honor de los iraquíes, la muerte de dos millones de personas, y despilfarro de recursos económicos del estado en compra de armas. Por su parte, Saddam Hussein en relación a los sucesos de Al Dujail, dice que no es culpable y de declara inocente. Todo es retransmitido por televisión con un intervalo de espera de veinte minutos para poder suprimir lo que convenga.
Gran expectación en el extranjero y en parte de Iraq, el tirano está siendo juzgado por sus maldades. Un claro ejemplo ―dirán muchos― de que la democracia y la justicia se abren paso en Iraq haciendo frente a la dictadura y a la barbarie. Este juicio ―dirán otros más prudentes― no tiene las suficientes garantías legales, no se realiza ni en el lugar ni en el momento oportuno, y representa una condena a muerte diseñada con antelación, que puede llegar a desencadenar más males que bienes.
Expectación a un lado. Los que pretenden mandar en Iraq ―que no gobernar― intentaran con ello convencer a los extranjeros, y a la parte de iraquíes más agraviados con el anterior régimen, de que hacen lo correcto. Aunque sea a costa de mandar durante años en una guerra civil permanente.
Mientras el proceso ocupe en la prensa el tiempo y el espacio dedicado a Iraq, ésta realidad virtual se superpondrá a la percepción por parte del público de la falta de la más mínima estructura ―no ya democrática si no― de Estado en Iraq, a la guerra contra el ocupante, la guerra sin cuartel del todos contra todos, y a la muerte diaria por los gajes del oficio y del emplazamiento inadecuado de las víctimas.
El proceso contra Saddam Hussein, y en contra de lo que antaño fue una interesante alternativa en el mundo árabe a las tiranías feudales y a los bloques capitalista y comunista, el panarabismo, ira para largo. Después de Al Dujail, vendrá lo que haga falta, y a menos que suceda algo, el proceso promete muchas horas de programación. Capaces de convertirse en un canal temático de juicios como los que existen desde hace años en EEUU. Pero por de pronto no parece que se haya previsto programar en otros lugares más juicios en los que vayamos a ver a otros tiranos enjaulados.
Francesc Sánchez - Marlowe. Barcelona.
Redactor, El Inconformista Digital.
Incorporación - Redacción. Barcelona, 21 Octubre 2005.
Artículos relacionados en los Suplementos: - La Guerra contra Iraq [y la ocupación] - Irak: En el punto de mira de los EE.UU
Saddam Hussein de nuevo ante las cámaras
El proceso mesopotámico - por Francesc Sánchez
Y de repente apareció Saddam Hussein metido en una jaula. Aseado, y con un ejemplar del Corán entre sus manos, preparado para comparecer ante un tribunal que dice querer juzgarle por la matanza de chiíes, perpetrada en 1982 en la localidad de Al Dujail. Una pequeña aldea a unos 60 km al norte de Bagdad, que visitó el rais para darse un homenaje de masas en plena guerra abierta con Irán. Sufrió un intento de atentado, y a la manera iraquí las fuerzas de seguridad del estado detuvieron a sospechosos por doquier. Poco después 143 personas fueron fusiladas.
En la sala llega el turno para Saddam. Las cámaras recogen la escena del momento adecuado, mostrando al tirano de pie dentro de la jaula, y a uno de los jueces ―los otros cuatro prefieren permanecer en la sombra― que le interpela para que se identifique, y el tirano, después de interrogar al juez preguntándole ¿quién és? y ¿a quién representa?, lo hace: Soy el presidente de Iraq.
Saddam Hussein no reconoce el tribunal y ―según sus palabras― se niega a responder a las preguntas por respeto a los iraquíes, exigiendo sus derechos constitucionales como presidente.
El fiscal responsabiliza a Saddam Hussein de crímenes, arbitrariedad, matanzas, violaciones del honor de los iraquíes, la muerte de dos millones de personas, y despilfarro de recursos económicos del estado en compra de armas. Por su parte, Saddam Hussein en relación a los sucesos de Al Dujail, dice que no es culpable y de declara inocente. Todo es retransmitido por televisión con un intervalo de espera de veinte minutos para poder suprimir lo que convenga.
Gran expectación en el extranjero y en parte de Iraq, el tirano está siendo juzgado por sus maldades. Un claro ejemplo ―dirán muchos― de que la democracia y la justicia se abren paso en Iraq haciendo frente a la dictadura y a la barbarie. Este juicio ―dirán otros más prudentes― no tiene las suficientes garantías legales, no se realiza ni en el lugar ni en el momento oportuno, y representa una condena a muerte diseñada con antelación, que puede llegar a desencadenar más males que bienes.
Expectación a un lado. Los que pretenden mandar en Iraq ―que no gobernar― intentaran con ello convencer a los extranjeros, y a la parte de iraquíes más agraviados con el anterior régimen, de que hacen lo correcto. Aunque sea a costa de mandar durante años en una guerra civil permanente.
Mientras el proceso ocupe en la prensa el tiempo y el espacio dedicado a Iraq, ésta realidad virtual se superpondrá a la percepción por parte del público de la falta de la más mínima estructura ―no ya democrática si no― de Estado en Iraq, a la guerra contra el ocupante, la guerra sin cuartel del todos contra todos, y a la muerte diaria por los gajes del oficio y del emplazamiento inadecuado de las víctimas.
El proceso contra Saddam Hussein, y en contra de lo que antaño fue una interesante alternativa en el mundo árabe a las tiranías feudales y a los bloques capitalista y comunista, el panarabismo, ira para largo. Después de Al Dujail, vendrá lo que haga falta, y a menos que suceda algo, el proceso promete muchas horas de programación. Capaces de convertirse en un canal temático de juicios como los que existen desde hace años en EEUU. Pero por de pronto no parece que se haya previsto programar en otros lugares más juicios en los que vayamos a ver a otros tiranos enjaulados.
Francesc Sánchez - Marlowe. Barcelona.
Redactor, El Inconformista Digital.
Incorporación - Redacción. Barcelona, 21 Octubre 2005.
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