La toma de Kirguizistán - por Francesc Sánchez

"Hace unas tres semanas los medios de comunicación se fijaron en una remota ex república soviética llamada Kirguizistán, miles de personas ante unos malos resultados electorales habían salido a protestar por las calles de Bishkek y algunos vaticinaron un final sangriento."

El reparto y «la contención» en Asia Central
La toma de Kirguizistán - por Francesc Sánchez

Hace unas tres semanas los medios de comunicación se fijaron en una remota ex república soviética llamada Kirguizistán, miles de personas ante unos malos resultados electorales habían salido a protestar por las calles de Bishkek y algunos vaticinaron un final sangriento.

Fue después de las elecciones parlamentarias del 13 de marzo cuando aparentemente empezó todo. Los diferentes partidos que conforman la oposición al ver una representación que no se correspondía con sus expectativas de voto, lanzaron la voz de alarma denunciando un "fraude electoral". Las protestas se dirigieron al parlamento y la presión social —ya convertida en verdaderos disturbios y saqueos— hizo dimitir al presidente Askar Akayev.

Substituido el gobierno, Washington señaló que "es gratificante ver cómo los eventos en Kirguizistán transcurren hacia un proceso democrático y un gobierno estable".

Esta nueva revolución de terciopelo (*1), inevitablemente recuerda a la producida en Ucrania el pasado mes de diciembre, y también a la de Georgia en el mes de Noviembre de 2003. Las tres se han caracterizado por una respuesta —aparentemente ejemplar— por parte del pueblo ante un fraude electoral, protagonizado por un gobierno corrupto instalado en el poder desde hacia años. Podríamos decir que la ciudadanía de la vieja ex Unión Soviética está en plena forma democrática, pero estaríamos exagerando, y quizá equivocándonos.

Askar Akayev, ya acogido por Vladimir Putin en Moscú, ostentaba la presidencia de Kirguizistán desde el año 1992, prácticamente desde el momento en que esta pequeña república soviética del Asia Central obtuvo la independencia —año 1991, durante la desmembración de la URSS—. La política de éste ex comunista se basó por un lado en la reconversión de la economía estatalista en economía de libre mercado, y por otro lado en la practica de una política de primacía étnica en beneficio de la comunidad de los kirguices.

El resultado de estas dos medidas sumadas a la desmantelación del sistema soviético —con la consecuente desconexión regional que éste proceso implicaba— fue la caída del sector industrial público, y la emigración forzada de un alto porcentaje de rusos altamente cualificados. Esta política desarrollada durante al menos dos décadas llevó al país al desastre que hoy vive.

El fin del sistema soviético en lo que antes era la URSS trajo la perdida del férreo control del Estado sobre las creencias autóctonas, y esta circunstancia, al no haber nada que uniese a las diferentes sensibilidades, hizo rebrotar las diferentes raíces de los pueblos étnicos. Esta incipiente división entre kirguizes, rusos, uzbecos, tayikos, chinos musulmanes y coreanos fue potenciada imprudentemente desde el poder de Akayev. Pero la caída de la Unión Soviética en Kirguizistán representó —como en la mayoría de ex repúblicas socialistas soviéticas— también la perdida del abastecimiento, el cierre de importantes sectores productivos, y la aparición de una brecha en la seguridad muy importante.

El Kirguizistán de hoy en día es una de las repúblicas del Asia Central más densamente pobladas, más pobres y más inseguras. Sus 5,2 millones de habitantes viven en una extensión de 198.500 km2-, y están divididos en al menos seis grandes comunidades.


La economía en Kirguizistán se basa principalmente en el sector agrícola, la exportación de productos minerales y pequeñas manufacturas, importa combustibles fósiles, maquinaria y productos químicos.

Sus exportaciones agrícolas (algodón, lana, carne y tabaco), de materias primas y energía (oro, mercurio, uranio, gas natural y energía hidroeléctrica) , y más débilmente manufactureras (maquinaria y zapatos), van destinadas —por orden de importancia— a Emigratos Árabes Unidos, Suiza, Rusia, Kazajstán, Canadá y China.

Sus importaciones de petróleo, gas, productos químicos y maquinaria, proceden de Rusia, Kazajstán, China, Estados Unidos, Uzbekistán y Alemania.

Hasta aquí podríamos decir que Kirguizistán es un país que no ha podido o no ha sabido diversificar bien su economía, centrándose principalmente en el sector agrícola y la exportación de minerales poco comunes. Resalta bastante la exportación de sus materias primas hacia algunos países económicamente muy importantes.

Kirguizistán como la mayoría de ex repúblicas soviéticas con la caída del sistema pasó al libre mercado sin ningún tipo de control estatal; esta circunstancia sumada al poco desarrollo democrático y a la inexistencia de un estado de derecho hizo caer a los nuevos territorios en manos de las mafias y de las multinacionales. No obstante, en Kirguizistán y Asia Central, a diferencia de lo que sucede en —lo que entendemos por— el Tercer Mundo existen un par de elementos un poco camuflados, su situación geográfica y lo que éxiste bajo su subsuelo.

La especia debe fluir

Kuirguizistán se encuentra en el corazón del Asia Central, al norte limita con Kazajstán, al oeste con Uzbekistán, al sudoeste con Tayikistán y del sudeste y al este con China. Afganistán al sur y Rusia al norte no se encuentran demasiado lejos.

El Afganistán de nuestros días permanece nominalmente bajo el control de las potencias occidentales. El cultivo de opio ha rebrotado, y con él su industria que desafía las circunstancias a través de las rutas que van desde Irán a Rusia atravesando toda Asia Central. Pero lo más importante que tiene que ofrecer Afganistán es su propia existencia como puente natural para el transporte de hidrocarburos. Su ubicación se encuentra muy cerca del petróleo y el gas de la región del mar Caspio, y no está lejos tampoco de la región petrolera del Golfo Pérsico.


En negro los yacimientos de carbón y en rallado las bolsas de petróleo y gas. (situación en 1996)

Entre Afganistán y Kirguizistán nos encontramos con una de las regiones más ricas en combustibles fósiles. Grandes bolsas de petróleo y gas que comparten Kazajstán, Uzbekistán, Tayikistán, y la propia Kirguizistán. La mayoría de estas reservas están aún por explotar, muchas de ellas quizá por descubrir.

Esta región de Asia Central, después de las regiones del Golfo Pérsico y la del Caspio, puede tratarse de la tercera más rica de Asia en combustibles fósiles.

Desde Turkmenistán fluye el petróleo a través de oleoductos hacia el Kazajstán, y después hacia Rusia. El entramado conecta con las tuberías de la región del mar Caspio, y de allí a través del Cáucaso la especia puede llegar a Europa.


El gas también fluye en las dos direcciones antes mencionadas. Un gasoducto importante es precisamente el que pasa por las refinerias de Uzbekistán, teniendo su terminal en la capital de Kirguizistán, Bishkek, antes conocida como Frizen. Un ramal se adentra más hacia el este llegando a Almaty, antes Alma Atta.

A medio plazo, la gran baza estadounidense en Afganistán siempre ha sido la intención de construir gasoductos y oleoductos, para extraer el petróleo y el gas de Asia Central por el mar de Omán desde la ciudad de Karachi, en el Pakistán.

El gas y el petróleo de Asia Central se lo están disputando los norteamericanos, los rusos, y también posiblemente los europeos. Las multinacionales de estas potencias —en una cohabitación en teoría pacifica entre ellas y las ex repúblicas soviéticas— son las encargadas las más de las veces de extraer y transportar los hidrocarburos.

Pero en Kirguizistán nos podemos encontrar con un conflicto inesperado. Algo que chocaría con los planes de los norteamericanos, los rusos y los europeos, seria la intención del gobierno local de construir —o permitir la construcción— de otras tuberías con otro destino insospechado: China.

La situación geográfica privilegiada de Kirguizistán en el corazón de Asia Central puede ser motivo suficiente para la pugna —o algo más grave— de las potencias en un futuro no demasiado lejano. Si no lo está siendo ya.

El vacío de seguridad y la vuelta a la «contención»

Kirguizistán con la desintegración soviética se quitó de encima el yugo político de Moscú, pero también perdió la protección que le brindaba el ejército rojo. Esta circunstancia hizo que el nuevo país independiente tuviera que formar un nuevo ejercito, el problema es que éste nunca fue capaz de controlar ni el territorio ni las fronteras.

Éste vacío de seguridad que afectó a todas las ex repúblicas soviéticas del Cáucaso y del Asia Central habría permitido una facilidad de movimientos a los grupos de combatientes provenientes de Afganistán y Chechenia.

Después de los atentados del 11 de Septiembre contra el World Trade Center de Nueva York y el Pentágono en Washington, Estados Unidos recobró de sus archivos la expresión "Alqaeda", ubicando el núcleo duro de sus integrantes en Afganistán. Fue durante la campaña de invasión de éste país cuando Estados Unidos situó bases militares de apoyo aéreo y logístico en las regiones del Cáucaso y Asia Central. Una de ellas la situó —con el beneplácito del gobierno de Akayev— en la república de Kirguizistán.

La república vecina de Uzbekistán, y la de Georgia en el Caúcaso fueron también elegidas por el Pentágono para ubicar sus asentamientos militares. La toma de control de Afganistán —y años después— de Iraq, cierran éste broche de seguridad que concuerda con tres de las mayores reservas de hidrocarburos del planeta.

Sin embargo, un viejo actor conocido iba a entrar en acción.

En octubre de 2002 un grupo de terroristas —presuntamente— chechenos secuestraba el teatro moscovita de Dubrovka. Las fuerzas especiales rusas terminaron con el espectáculo de forma mortífera usando armas químicas. Vladimir Putin emulando el discurso de George W. Bush anunció la persecución de los terroristas allá donde hiciera falta.

Una de las primeras acciones militares de Rusia fue la construcción de una base aérea, eligió para ello el territorio de la República de Kirguizistán.

En el mes de septiembre de 2004 una nueva incursión de guerrilleros, una vez más presuntamente chechenos, se materializaba en el secuestro de centenares de niños en una escuela pública de la ciudad de Belsán, en la república caucásica de Osetia. El desenlace fue igual de sangriento.

Semanas después un general ruso hacia una declaración inquietante a la par que rara en los medios de comunicación "No utilizaremos armamento nuclear para combatir a los terroristas". Poco después Moscú comunicó la creación de un nuevo misil incapaz de ser neutralizado por el escudo anti misiles que está construyendo Estados Unidos sobre su territorio.

Rusia dieciséis años después de la caída del sistema soviético, tras los atentados terroristas y las incursiones guerrilleras, y con el ejercito norteamericano a las puertas de sus fronteras, vuelve a entrar en acción.

Un tercer protagonista a tener en cuenta es el de las potencias emergentes. El control tanto del Cáucaso como Asia Central es fundamental para contener a Irán, Pakistán, la India y China.

Los ejércitos occidentales estarían pues ubicándose alrededor de naciones emergentes —Irán, India, Pakistán y China, principalmente— en dónde existe una importante proliferación armamentística —incluida la nuclear— y un crecimiento demográfico muy importante, que consecuentemente gastará cada vez más recursos energéticos con el desarrollo de sus sociedades. Esta ubicación militar occidental —incluida la del ejercito ruso— estaría ejerciendo una contención y una disuasión a las ansias expansionistas y de desarrollo de estos países. En el caso de Irán habría que sumar a los factores mencionados sus grandes reservas petroleras, y su soporte a los grupos chiítas en Iraq y Palestina.

Paises entre mundos, llaves del mundo

Kirguizistán es una pieza clave del rompecabezas que compone Asia Central, y por ello se la están disputando, ésta vez la baza parece que la ha ganado Estados Unidos. Y ya van tres, si tenemos presente los episodios de Georgia y Ucrania. Aunque con sus diferencias los tres casos siguen claramente el mismo patrón, presentan una inestabilidad democrática y una situación geográfica privilegiada para el abastecimiento y transporte de combustibles fósiles.

La pugna entre Estados Unidos y Rusia por el control de las ex repúblicas soviéticas parece evidente. En un mundo dependiente de combustibles fósiles, hace que estos territorios sean un bocado muy apetitoso. Quién controle el grifo controlara el mundo.

En un mundo dónde también existe una amenaza sin rostro, que medra la seguridad de los púgiles enfrentados por el poder del mundo, el control de los territorios fuera de control es fundamental.

El crecimiento de las potencias emergentes, en un mundo dónde hay una carencia de recursos energéticos, para el actual sistema económico es una amenaza. Tampoco es desdeñable el potencial armamentístico disuasorio de estas nuevas potencias.

La pugna por lo que queda, la vuelta a la contención, y el peligro inminente del conflicto armado son más que hipótesis.

O en otras palabras. Entre alianzas, medias verdades y puñaladas traperas parece que se anda el juego.

(*1) Revolución de terciopelo fue el termino que usó Vaclav Havel para acuñar la disidencia y la protesta hacia el régimen comunista en Checoslovaquia, éste tipo de movimiento —en principio inspirado en la primavera de Praga de 1968— impulsado por las elites, resultó ser multitudinario y pacifico, se desarrolló desde 1977 hasta 1989, fecha de la caída del muro de Berlín. Por toda Europa del Este hasta la caída del sistema soviético se desarrollaron revoluciones de terciopelo. Hoy dieciséis años después en algunas ex repúblicas soviéticas parece estarse dando un fenómeno parecido. - Dos artículos relacionados son: - Crisis en Georgia: La larga mano de EE.UU. - por Juan Ramón Crespo, y Ucrania: más de 28.602 kilómetros de tuberías en juego - por Francesc Sánchez

Francesc Sánchez - Marlowe. Barcelona.
Redactor, El Inconformista Digital.

Incorporación - Redacción. Barcelona, 8 Abril 2005
(Revisado y actualizado el 11 de Abril de 2005)

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