El frío y los campamentos - por Francesc Sánchez

"La amenaza de las montañas tras el terremoto meses atrás dejó entrever que lo peor estaba por llegar, e iba afectar inexorablemente a los millones de seres humanos que habitaban las zonas afectadas del Pakistán y la India."

Cachemira el reino perdido
El frío y los campamentos - por Francesc Sánchez

Como recordaran los lectores, meses atrás hubo un terremoto en la región indio-pakistaní de Cachemira que se llevo decenas de miles de vida. Bien, pues ha llegado el invierno a la región y con él vuelve la amenaza.

UNICEF empezó a reportar a finales del mes de Noviembre las primeras muertes por neumonía entre los niños supervivientes del terremoto. Según ésta misma organización, los campamentos creados en la ciudad de Muzaffarabad, para acoger a los supervivientes ―probablemente centenares de miles en esa sola región―, conforme avanza el invierno, se llenan cada vez más de personas que lo han perdido todo. La ausencia de agua potable, la falta de alimentos, y el amontonamiento de personas, convierte estos campamentos en un foco epidemiológico potencialmente grave. En los niños, los casos de desnutrición por falta de alimentos, se superponen a los de infecciones vírales ―síndrome respiratorio agudo, sarampión, y diarreas―.

La amenaza de las montañas tras el terremoto meses atrás dejó entrever que lo peor estaba por llegar, e iba afectar inexorablemente a los millones de seres humanos que habitaban las zonas afectadas del Pakistán y la India. La perdida de sus casas, el hundimiento de sus pueblos bajo el lodo y las piedras, les dejó en la intemperie frente a la llegada del invierno. Ahora estos supervivientes bajan de las cotas altas a las más bajas, dónde las temperaturas son más moderadas, y en donde a su llegada son amontonados en campos de refugiados. Espacios insalubres en donde las enfermedades y el hambre se han convertido en el nuevo enemigo a batir. Triste devenir el que tiene el superviviente, lejos del hecho noticioso y cerca de la nueva rutina, igual o peor en calamidad que el terremoto.

Mientras esto sucede, como decía lejos ya de las cámaras y de la expectación inicial, tampoco se sabe nada de esas extrañas personas que suben y bajan montañas, con finalidad incierta pero con horribles métodos. Lo último que se supo, y sin saberse del cierto su vinculación, es que pocos días después del terremoto ―en plenas conversaciones de paz entre la India y el Pakistán entorno al contencioso de Cachemira y otras cuestiones― el terror llegó a Delhi en forma muerte violenta azarosa. Tampoco nada se sabe del contingente español que se fue al Pakistán ―bajo el estandarte de fuerza de intervención rápida de la OTAN― para realizar labores humanitarias. Se desconoce pues cuantas casas han reconstruido, cuantas carreteras y caminos han despejado, cuantos campamentos han creado. Ya es extraño pues, y no quiero equipararlos en nada, que ni de unos ni otros nada sepamos. Veremos pues, si por Navidad, los ministros Bono y Moratinos van a visitarles, y nos enseñan por televisión sus buenas obras.

Como decía antes de dar el anterior rodeo, el frío mata en Cachemira, pero también mata el choque entre dos mundos en un mismo territorio. Tras una catástrofe, el hacinamiento de centenares de miles de personas en campamentos trae hambre, enfermedades, y en muchos casos ―como sucede en Cachemira― una asimilación y degradación cultural forzosa. Muchos supervivientes han pasado de vivir de entre los pequeños poblados en las altas montañas ―en dónde existe una relación entre el ser humano y la naturaleza― a los campamentos insalubres que les ofrece la caridad internacional, y unas sociedades urbanizadas superpobladas y en vías de desarrollo. Ciertamente puede que muchos niños vayan a la escuela por primera vez, o que reciban de mano de los soldados algunos regalos por Navidad, pero su primer contacto con el mundo desarrollado no puede ser más devastador. Ahora a ciencia cierta ya podemos decir que forman parte del Tercer Mundo.

De estas cuestiones que piense que las labores humanitarias, las hagan unos u otros ―no quiero hacer distingos en esta cuestión―, se han de repensar. De nada sirve enviar millones de euros, o militares, tras una catástrofe si luego estos esfuerzos no se destinan a la recuperación de lo perdido. Los supervivientes han perdido sus casas y la Civilización les ofrece campamentos de refugiados, que como los de Darfur en el Sudán, pueden convertirse en grandes cementerios.

Nuestra visión occidental, sencillamente no sirve para toda la diversidad humana, es tan solo un convencimiento que emana de una forma de pensar muy concreta, que se hace añicos más allá de nuestras fronteras en un mundo que es bien diferente, por eso si de verdad se quiere ayudar en algo en otras latitudes se requiere de una amplitud de miras más grande.

Francesc Sánchez - Marlowe. Barcelona.
Redactor, El Inconformista Digital.

Incorporación - Redacción. Barcelona 16 Diciembre 2005.

Artículos nexo relacionado: - Terremoto en Pakistán - Atentados en Nueva Delhi