El silencioso genocidio en el Cono Sur - por Francesc Sánchez

"El 24 de Marzo de 1976 una Junta de Comandantes dio un golpe de estado en Argentina, se hizo con el poder, cambió bruscamente el sistema económico, e instauró un siniestro y silencioso plan de genocidio ideológico."

Memoria Histórica, Argentina
El silencioso genocidio en el Cono Sur - por Francesc Sánchez

El 24 de Marzo de 1976 una Junta de Comandantes dio un golpe de estado en Argentina, se hizo con el poder, cambió bruscamente el sistema económico, e instauró un siniestro y silencioso plan de genocidio ideológico.

El plan de las Juntas Militares empezó con la disolución del Congreso, y la suspensión de toda actividad política. Se suspendieron los partidos políticos, y se intervinieron los sindicatos, se prohibieron las huelgas, se instauró la censura y hasta se procedió a la quema de "libros nocivos".

Toda la disidencia política fue considerada «subversiva», cualquier protesta o crítica procedente de políticos, estudiantes, sindicalistas, o simples amas de casa de izquierdas, fue homologada al «terrorismo» ―refereciandolas a las acciones que habían ejercido organizaciones guerrilleras antes de 1976―, y atacada con «una guerra sucia» ―terrorismo de estado―. El ejército creó comandos especiales ―"grupo de tareas" o "patota"― que hicieron «desaparecer a miles de personas». Muchos de ellos fueron asesinados, y se ocultaron los cadáveres, otros fueron torturados, sedados y lanzados posteriormente desde aviones o helicópteros al río de la Plata.

Las Juntas Militares para desarrollar este plan crearon campos de tortura y concentración. A diferencia de otros campos de concentración que han habido en la historia ―los campos de exterminio de judíos, gitanos, homosexuales, anarquistas y rojos, durante la Segunda Guerra Mundial―, los del ejército argentino se establecían en los lugares más insospechados, y estaban en número no inferior a 340, repartidos por todo el país. En lugares como la ESMA, el Vesubio, El Garaje Olimpo, El Pozo de Banfield o La Perla, se asesinaron, torturaron, y atemorizaron a decenas de miles de personas.

El terror tenía como finalidad la aniquilación de unas ideologías, de unas amplias y plurales formas de pensar, de cualquier expresión de sociedad civil, llegando incluso «al robo de bebes recién nacidos» a sus madres, para educarles ―en manos de los militares― bajo valores e ideologías afines al régimen.

Este siniestro plan de exterminio físico e ideológico de toda la disidencia se desarrolló al mismo tiempo que el nuevo plan económico, o quizá se podría decir «que formaba parte necesaria del mismo».

En 1977, José Martínez de Hoz, el nuevo ministro de Economía impuesto por las Juntas Militares, puso en marcha un agresivo proceso de transformación económica que aún está haciendo estragos en Argentina.

Las primeras medidas económicas pasaron por reducir las pequeñas y medianas empresas, y terminaron por la desindustrialización del país. Los argumentos que se dieron fueron "la imposibilidad de competir con los productos extranjeros" y la búsqueda de "una mayor eficiencia". El capital internacional, bajo la forma de productos extranjeros consumidos por la población, y a través de las multinacionales que empezaron a instalarse y operar en el país, irrumpió dominando la mayor parte de la economía argentina.

Después se procedió a devaluar la moneda progresivamente, anunciada siempre previamente ―la tablita―, y a la creación de una nueva "ley de entidades financieras", que liberalizó el mercado monetario. Estas medidas, aunque el Estado dio garantía estatal a los depósitos a plazo fijo, favorecieron a la especulación financiera y, sumieron en la pobreza a la mayoría de la población por el efecto de la inflación. Paralelamente el Estado ponía fin al intervencionismo, a la protección del mercado interior, a los subsidios por desempleo, y congelaba los salarios.

Todas estas medidas, aunque fueron apoyadas tanto por la banca internacional como por los organismos económicos internacionales, al caer la dictadura en el año 1983 sumieron al país en una crisis económica que se arrastrara hasta nuestros días.

El genocidio silencioso que se ejecutó en Argentina, para llevarse a cabo tuvo que tener un apoyo activo por la mayoría del ejército, un apoyo tácito o silencioso de una importante porción de la población ―difícilmente puede entenderse que ignoraran casi todos porque desaparecía la gente―. Si se analiza fríamente, con los datos en la mano, pudo formar parte de la transformación económica que las elites militares y empresariales argentinas quisieron llevar a cabo: vieron necesario eliminar toda persona que fuera un obstáculo por su forma de pensar, más allá de que no representaran ―estas personas― un peligro inmediato.

El apoyo internacional ―de forma militar― como en Chile, y otros lugares bajo la denominación de la Operación Cóndor (*1) ―en la que se coordinaron las fuerzas represivas de las dictaduras del Cono Sur― bajo los auspicios de la Central de Inteligencia Norteamericana, y la formación de los militares latinoamericanos en la Escuela de las Américas de Panamá, parece constatada. Se puede interpretar que EEUU durante la década de los setenta y también en los ochenta, quiso acabar con cualquier conato revolucionario en Latinoamérica por medio de la guerra sucia directa, o el apoyo a los militares de extrema derecha de los respectivos países. Sin embargo, considero que pudieron existir razones practicas más importantes.

El apoyo de la banca internacional y de los organismos internacionales a las políticas económicas que aplicaron las Juntas Militares, difícilmente puede entenderse como meramente funcional e ignorante de lo que sucedía en Argentina. La cuestión que trasluce es que más allá del éxito o fracaso ―manteniendo que considerasen el éxito como posibilidad― del experimento económico de las Juntas Militares, sirvió para verificar y efectuar el paso brusco y sin resistencia de una economía socialdemócrata y fuertemente proteccionista, a una economía de libre mercado bajo unos presupuestos liberales de corte radical. Algo en lo que ―observando la actual dependencia económica argentina, y en cierta medida de toda Latinoamérica― alguien ha obtenido un éxito rotundo.

(*1) Sobre la Operación Cóndor: - Operación Cóndor: Crímenes de Estado - por Teresa Galeote - Operación Cóndor: La transnacional de la muerte y el terror - por Andrea Benites Dumont

Francesc Sánchez - Marlowe. Barcelona.
Redactor, El Inconformista Digital.

Incorporación - Redacción. Barcelona, 15 Junio 2005.

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