Horizontes perdidos de Frank Capra – por Francesc Sánchez


En algún lugar de la China estalla la revuelta, los extranjeros huyen en desbandada, y los más afortunados son evacuados. Un pequeño grupo liderado por el diplomático Robert Conway sale en el último avión con rumbo a Hong Kong, pero el vuelo es desviado a las montañas del Himalaya donde terminará estrellándose, dando los supervienes, por el frio y lo inhóspito del lugar, todo por perdido, hasta que una oportuna comitiva de porteadores tibetanos los conduce a un misterioso valle llamado Shangri-La, y su vida se transforma para siempre.

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Antes de empezar dos notas aclaratorias. La primera es que el filme que hoy podemos encontrar es una reconstrucción de la película original de la que se perdió parte del metraje y que conservándose el sonido fue restaurada en algunas escenas con fotografías. La segunda hace referencia a la ciudad de Baskul que en la película Frank Capra sitúa en China pero que en el libro de James Hilton es ubicada en Afganistán, que en 1935 formaba parte del Raj Británico de la India.

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Shangri-La es un valle fantástico protegido y escondido por las montañas del Himalaya, en el que el clima es benigno, y no falta ni agua ni alimento. Pero la dimensión más importante de Shangri-La es la de la comunidad que lo habita: una sociedad en la que todos se pueden realizar viviendo en paz y harmonía, viviendo una larga y prospera vida.  El recurso a la utopía fue confeccionado probablemente por primera vez por Platón con la dictadura de los sabios en su obra La República, pero fueron Tomás Moro con Utopía, Tomás Campanella con La ciudad del Sol, y Francis Bacon con la Nueva Atlántida, los que fueron dándole forma. Juzgue cada cual si estos modelos de sociedad son mejores o peores que la democracia que hoy disponemos. James Hilton nos recoge todo este legado y lo enlaza con el mito hindú y budista de Shambhala del que empezaron a hablar por primera vez en occidente los misioneros portugueses, creyendo que se hacía referencia a Catay. Los hindús la mencionan por primera vez en la tradición védica en el texto de Kalachakra Tantra. Los budistas indios y tibetanos nos cuentan que se trataría de un reino en el que solo creen unos cuantos, y que se ubicaría en el Punjab, en Siberia, o en Altái. El húngaro Sándor Kőrösi Csoma, aportó unas coordenadas geográficas (entre 45 y 50 grados de latitud norte). Madame Blavatsky recibe informaciones telepáticas de sus amigos tibetanos y la menciona en La doctrina secreta. Umberto Eco nos cuenta que el mito de Shambhala fue utilizado políticamente: un monje llamado Agvan Dorjiev, para oponerse «a las pretensiones británicas y chinas sobre el Tíbet, convenció al Dalai Lama de que buscara ayuda en Rusia, y a este efecto le demostró que la verdadera Shambhala era Rusia y el zar era descendiente de sus antiguos reyes.» Los japoneses cuando invadieron Mongolia trataron de convencer a los mongoles de que Shambhala era el Japón.  Y los nazis llegaron a enviar una expedición al Tíbet en la búsqueda del origen de la raza pura. El Dalai Lama Tenzin Gyatso en 1980, en Baistrocchi, afirmaba que Shambhala «es un reino, aunque suprasensible, entre el mundo de los dioses y de los demonios, de muy difícil acceso, que solo puede alcanzar el asceta a través de complejos ejercicios».


La película de Frank Capra es premonitoria. Habiéndose acomodado nuestro grupo en Shangri-La, en un momento dado, el Gran Lama para ganarse a Robert Conway le vaticina que la humanidad irá hacía una gran confrontación y Shangri-La será el único santuario en el que quedará depositado todo el conocimiento acumulado durante miles de años, para luego sus miembros tener la posibilidad de rehacer de una mejor forma la civilización. Cuando se estrenó Horizontes perdidos en 1937 los españoles se estaban matando en la guerra civil, un enfrentamiento en el que de un lado miles de voluntarios extranjeros integrados en las Brigadas Internacionales defendían a la República, y del otro, divisiones completas de alemanes e italianos apoyaban a los golpistas nacionales. La política de no intervención y apaciguamiento de las democracias europeas con el Tercer Reich continuara con la anexión de Austria y los territorios de habla alemana checoslovacos, pero finalmente con la invasión de Polonia y la mayor parte de Europa, el mundo entra en guerra. Premonición o casualidad de James Hilton que, si tenemos en cuenta que publica su obra el mismo año en que los nazis ascienden al poder, concuerda muy bien con la tradición tibetana que considera Shambhala como un símbolo espiritual, una tierra pura, que derrotará definitivamente a las fuerzas del mal.


Hay un legado cinematográfico en Horizontes perdidos. La escena de la huida en avión desde el aeródromo de Baskul y el vuelo con cambio de dirección incluido que lleva a nuestro grupo a las montañas del Himalaya se parece mucho a la huida de Shanghái de Indiana Jones y sus compañeros en El Templo Maldito de Steven Spielberg. La escena en la que los hermanos Conway discuten sobre la idoneidad de quedarse en Shangri-La o marcharse con el grupo de porteadores recuerda vivamente a la escena entre Michael Caine y Sean Connery en El hombre que pudo reinar de John Huston. Vale la pena decir también que hubo otra versión de Horizontes perdidos en forma de musical realizada en 1973 por Charles Jarrot. El legado que nos deja a todos James Hilton y Frank Capra, premoniciones o casualidades aparte, es el que la humanidad si se lo propone puede seguir adelante y hacerlo de una mejor forma. Visto de este modo es un alegato pacifista y positivo que convierte a la película en atemporal y por lo tanto inmortal. Una interpretación más individual de Horizontes perdidos es saber si Robert Conway, y por lo tanto todos nosotros, encontraremos algún día nuestro Shangri-La.
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T.O.: Lost Horizon. Producción: Columbia Pictures Corporation. Productores: Frank Capra, Harry Cohn. Director: Frank Capra. Guión: Robert Riskin, James Hilton (novela), Sidney Buchman (colaborador). Fotografía: Joseph Walker. Montaje: Gene Havlick, Gene Milford.  Música: Dimitri Tiomkin.

Intérpretes: Ronald Colman (Robert Conway), Jane Wyatt (Sondra), Edward Everett Horton (Lovett), John Howard (George Conway), Thomas Mitchell (Barnard), Margo (Maria), Isabel Jewel (Gloria), H.B. Warner (Chang), Sam Jaffe (High Lama).

Color – 132 min. Estreno en España: 4-XII-1939 (Barcelona)

Francesc Sánchez – Marlowe. Barcelona.
Redactor, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 1 Febrero 2018.