¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? – por Francesc Sánchez

Phillip K. Dick en 1968 escribió ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? Una novela que mezcla el género noir y la ciencia ficción que fue la base para que Ridley Scott en el 1982 creara Blade Runner, un desastre comercial y de crítica, que años después se convirtió en una película de culto, y que recientemente Denis Villeneuve en Blade Runner 2049 se atrevió a reinterpretar. En estas líneas que siguen voy a centrarme en la novela, para ver si podemos aportar algunos elementos sobre los extraer algunas reflexiones, y entonces ver de nuevo las películas, con más perspectiva.

Empezamos por definir tres términos recurriendo al diccionario de la Real Academia de la Lengua. Primero, probablemente el más conocido, el de utopía, que queda definido por «el plan, proyecto, doctrina o sistema deseables que parecen de muy difícil realización», y por «la representación imaginativa de una sociedad futura de características favorecedoras del bien humano». Tomás Moro teorizó en su Utopía este tipo de sociedad ideal que, posteriormente, tendrá una teorización política. En cambio, el segundo término, el de distopia, queda definido por «la representación ficticia de una sociedad futura de características negativas causantes de la alienación humana». Y finalmente tenemos el término de ucronía, que queda definido por «la reconstrucción de la historia sobre datos hipotéticos». Es decir, en términos literarios, estaríamos contemplando la posibilidad de la existencia de «hechos alternativos» en el pasado que cambiarían el devenir de la historia.

El mundo en que vive Rick Deckard se reduce a las conversaciones que mantiene con su mujer sobre los estados de ánimo, su obsesión por adquirir un animal de carne y hueso, mientras cuida de su oveja eléctrica, y su trabajo en el Departamento de Policía de San Francisco, que consiste en retirar androides huidos que, en sus últimos modelos Nexus-6, parecen más humanos que los propios humanos. Hace mucho que la Tierra ha dejado de ser un lugar agradable para vivir. En un momento determinado estalló una guerra de la que ya nadie se acuerda que ha degradado el planeta, ya no quedan prados verdes, un polvo extraño lo cubre todo, y la lluvia radiactiva hace mella en los que han tenido que quedarse. La mayoría de los que pudieron irse, después de aprobar un examen médico y un examen de inteligencia, optaron por largarse al mundo exterior, que según se nos dice se ha colonizado más fácilmente a través del trabajo de los androides. La mayoría de los que quedan aquí abajo son todos aquellos que no superaron las pruebas, los ancianos, los enfermos, y los especiales, bautizados como «cabezas huecas». En esta sociedad es significativo que nos hable de dos tipos de creencias enfrentadas: aquella que insistentemente desde la televisión idiotiza a los espectadores durante 23 horas al día a través del programa de humor del Amigable Buster, y aquella que -increíblemente por lo anticipatoria- muestra un mundo de realidad virtual, que se conoce como el mercerismo, en la que participan todos a través de una caja empática, compartiendo sus emociones y estados de ánimo, mientras contemplan el interminable ascenso y descenso de una montaña del anciano Wilbur Mercer.

En este mundo distópico Rick Deckard tiene el encargo de matar a un grupo de androides peligroso que ha huido a la Tierra procedente de Marte, pero a esto no lo llaman ejecución si no «retirada», porque los androides son considerados como maquinas, como una cafetera, en este caso estropeada, que debe ser «retirada». De hecho, estos androides orgánicos, dotados de inteligencia y emociones, imposibles de distinguir a simple vista de los humanos, no tienen ningún tipo de derecho, no son considerados seres vivos, y moralmente tienen menos valor que un mosquito. Estos androides se han adaptado y camuflado perfectamente entre los humanos, y para reconocerlos, los cazadores de recompensas como Rick Deckard los someten una prueba de empatía conocida como Voight-Kampff, que mide la reacción y el movimiento de los ojos ante la formulación de una serie de preguntas que provocan una respuesta emocional. La ausencia de empatía es lo que les delata. Pero esto no evita que algunos seres humanos no puedan sentir empatía hacía los androides, bien para intentar protegerlos, como le sucede a J. R. Isidore que se siente una vez más útil, bien para el propio Rick Deckard cuando su admiración por las facultades de una de los de androides, le lleva a plantearse abandonar su oficio.

Definido el contexto y argumento de la novela se pueden señalar algunos puntos fuertes. Definitivamente la especie humana ha destruido su ecosistema y medio ambiente después de una guerra probablemente nuclear. Pero esta guerra no ha sido total si no limitada, y por lo que parece, si ha enfrentado a las dos superpotencias, ahora éstas han llegado a un acuerdo porque en la novela existe cooperación policial entre los Estados Unidos y la Unión Soviética. Las ciudades están llenas de basura y desperdicios, hay lluvia radiactiva, y un extraño polvo lo cubre todo, obligando a los hombres a llevar protectores genitales de plomo. La sociedad tal como la conocemos ha desaparecido, la mayoría de población ha huido hacía el mundo exterior, y los que se han quedado son los «clasificados y marginados como no aptos», éstos viven completamente alineados, pero controlados y reconfortados a través de «un programa de televisión» y un mundo de realidad virtual a través de «una caja de empatía». El hecho que la humanidad haya podido colonizar otros planetas señala que el desarrollo tecnológico ha continuado, pero este está en manos grandes corporaciones, que se dedican a ofrecer sus androides a los colonos, y sus animales artificiales a los que se han quedado. Es significativo que el vacío emocional que provoca esta sociedad alineada sea llenado tanto por animales de carne y hueso como por animales artificiales. Esto es lo que lleva a Rick Deckard a cuidar de una oveja artificial y luego a comprar impulsivamente una cabra de carne y hueso. Los androides son la culminación de esta sociedad tecnológica que se levanta sobre una montaña de desperdicios, son utilizados como esclavos, y cuando se rebelan, pueden ser neutralizados sin grandes dilemas morales por los cazadores de recompensas.

Estos androides tienen un defecto de base que en las películas es identificado como un mecanismo de seguridad: una duración de cuatro años de vida. Y por esa razón en Blade Runner el grupo de pellejudos llega a la Tierra para buscar respuestas y revertir el proceso. Por lo tanto, mientras en la novela los androides buscan vivir en libertad por su cuenta, en la película de Ridley Scott los androides toman conciencia de su existencia y quieren prolongar su vida, aspecto que en la reinterpretación de Denis Villeneuve no aparece, tomando fuerza, aunque nos despiste la introducción de una supuesta inteligencia artificial en los hologramas, la facultad y razón de ser de todo ser vivo de reproducirse. Es decir, mientras Ridley Scott nos plantea el mito del Prometeo que quiere liberarse de su creador, rompiendo sus cadenas, y transgrediendo el mecanismo de seguridad, en Denis Villeneuve tenemos prácticamente el avenimiento de una nueva especie. En la novela de Phillip K. Dick todo esto puede intuirse, pero concepto clave, el que todo lo explica, es el de «la empatía», o la falta de la misma: en lo androides les es negada pero los seres humanos en algún momento la han perdido. Esta falta de empatía ha resuelto que la sociedad que nos muestra sea como nos describe, pero al mismo tiempo se nos indica que todos con sus anhelos y perdidas, la quieren volver a recuperar.

Francesc Sánchez – Marlowe. Barcelona.
Redactor, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 17 Junio 2020.