Estallidos en los Estados Unidos – por Francesc Sánchez

Este artículo elaborado a marchas forzadas esta motivado por la muerte de George Floyd en manos de la policía en la ciudad de Minneapolis. Mi intención no es la de hablar de forma extensa del caso y sus consecuencias, aunque al final del artículo, podéis leer mi punto de vista. Por el contrario, he considerado que puedo aportar algo más, hacer un repaso por la historia de los Estados Unidos en la que se puede localizar el origen del racismo y los estallidos raciales.

La historia de los Estados Unidos es al mismo tiempo fascinante como desgarradora. Probablemente los vikingos fueron los primeros que llegaron al territorio americano en algún momento, pero no se establecieron, por lo tanto, efectivamente, fueron los españoles encabezados por Cristóbal Colón los primeros conquistadores. Ponce de León llega a Florida en el año 1513, pero los españoles también se establecieron en lo que hoy son los estados de Texas, Arizona, Nuevo México, California, y Luisiana, que por entonces era un territorio inmenso. Sin embargo, los que se terminaran apropiando de todo fueron los descendientes de los peregrinos del Mayflower y las sucesivas llegadas de anglosajones que se establecieron en la franja del Este: estos colonizadores fueron una mezcla de aventureros, comerciantes, y minorías religiosas expulsadas, que se propusieron crear una nueva sociedad en comunidades. La falta de representatividad en el Parlamento y la imposición de tasas al comercio llevaron a las 13 colonias inglesas al conflicto con la madre patria. En 1783 el Imperio británico capitula en la batalla de Yorktown y en 1787 los representantes se reúnen en Filadelfia para fundar un nuevo país. Este fue el nacimiento de los Estados Unidos de América [1], formado por inmigrantes, ya no sólo anglosajones si no de otras procedencias, que desde el primer momento elige a sus representantes democráticamente, y éstos elaboran un texto constitucional con derechos y obligaciones, que con enmiendas se mantiene actualmente.

Sin embargo, había gato encerrado. Estos nuevos americanos libres los había que trabajaban sus tierras, pero en el caso de los terratenientes hacían uso de mano de obra esclava en sus plantaciones. Estos esclavos eran negros que procedían del continente africano que fueron capturados por sus hermanos, extraídos y comerciados, como una mercancía más, por los comerciantes europeos. Y esto, por aquel entonces, no nos llevemos a engaño, sucedía tanto en los estados del Norte como en los del Sur. George Washington el líder de la revolución americana y el primer Presidente tenía también una plantación con 300 esclavos. El caso es que con la sucesiva llegada de europeos en los 13 estados las tierras empezaron a escasear y para evitar el conflicto se decidió, primero la compra de Florida y de Luisiana a los españoles, y lo más importante, apoderarse poco a poco de grandes territorios más allá de los Apalaches en dirección hacia el interior, y luego movidos por la fiebre del oro, hacía el Pacifico, integrando California en 1848 tras la derrota de los mexicanos. Por el camino claro está tuvieron sus conflictos con los nativos, pues las tribus indias con su estilo de vida nómada ocupaban mucho territorio y eran una molestia, por lo que después de años de enfrentamientos, en lo que se conoció como las guerras indias, en las que los indios tenían siempre las de perder, se decide agrupar a los supervivientes en reservas.

El fracaso de la política de un territorio indio permanente, y el rechazo de los colonos a reconocer cualquier derecho indio sobre la tierra, llevó al gobierno federal a improvisar una política que reforzara la separación entre razas, abriera las tierras a los colonos blancos y fuera alternativa al exterminio. Así, apareció por primera vez la idea de las reservas indias en Texas (1849) y California (1851-1852), Estados donde se incumplían sistemáticamente los tratados, adoptándose en la década de 1850 como política federal, que pretendía la asimilación de los indios a la cultura norteamericana, convirtiéndolos en propietarios agrícolas cristianos.
La asimilación suponía organizar a los indios en familias nucleares, que cultivaban la tierra en lotes, inculcándoles el concepto de propiedad privada de la tierra, así como otros valores culturales anglo-americanos. De esta forma, las reservas ya no eran -como así lo había sido el territorio indio- un lugar soberano donde los indios controlaban su propio destino, «sino un lugar donde los indios eran individualizados», rompiendo así sus lazos comunales e identidad tribal, y entrando como individuos en «nuestro cuerpo de población ciudadana», en palabras del comisionado Luke Lean en 1851. (Bosh, 2019: 229-230)

Este fue el final de los nativos americanos. Poco a poco estos nuevos americanos ocuparon la mayoría del territorio que hoy forma los Estados Unidos. Sin embargo, entre los diferentes estados había importantes diferencias socioeconómicas. Podemos establecer tres tipologías de estados: 1. los del Norte que son más urbanizados y que empiezan a industrializarse, 2. los del Sur que son más rurales mantienen las grandes plantaciones, y 3. los estados de frontera o salvajes. Mientras los estados del Norte pedían medidas proteccionistas para sus manufacturas, los del Sur pedían el librecambismo para exportar sus materias primas. El Norte y el Sur pretendían expandirse hacia el Oeste, pero tenían concepciones diferentes.

De esta forma, antes de que finalizara la guerra con México, el Norte y el Sur estaban enfrentados en dos ideologías políticas expansionistas pero excluyentes. El Norte basaba su superioridad en la ideología de «tierra libre, trabajo libre y hombres libres», según la cual el trabajo libre asalariado era opuesto y superior al trabajo esclavo, pues permitía la igualdad de oportunidades y la movilidad social.

Frente al trabajo libre, la esclavitud y su extensión seguía siendo la razón de existencia e identidad de la sociedad sudista. Solamente la adquisición de más tierras para el cultivo del algodón y el incremento del negocio de venta de esclavos podía mantener un crecimiento económico extensivo y cuantitativo como el del Sur, así como su posición política en la Unión. Por otro lado, el conservadurismo sudista -ideología hegemónica en el Sur- trataba de conciliar la esclavitud con el imparable progreso económico y la extensión de la democracia que estaban teniendo lugar en los Estados Unidos desde la década de 1820. Estos sudistas se presentaban como genuinos intérpretes de los valores de la cultura occidental; es decir, respetuosos con la tradición cristiana y herederos del legado de la Ilustración, sin las perversiones que la burguesía había perpetrado a los valores de la modernidad, como el trabajo asalariado y la extensión del sufragio a las clases trabajadoras. Ellos pensaban que el progreso genuino sólo se conseguiría en una sociedad estratificada y desigual, en la que para que los descendientes de los blancos europeos gozaran de libertad, los negros debían ser privados de ella. (Bosh, 2019: 155).


En cuanto a los estados esclavistas del Sur que terminaran integrando la Confederación eran Alabama, Arkansas, Florida, Georgia, Luisiana, Mississippi, Carolina del Norte, Carolina del Sur, Tennessee, Texas y Virginia. El número de esclavos totales en el año 1860 según Alan Farner era de 3.521.110 sobre una población total de 9.101.206. En los estados de Delaware, Kentucky, Maryland y Missouri, había otros 429.401 sobre una población de 3.136.980. Cuando Abraham Lincoln llega a la presidencia en 1860 se enfrenta con los estados del sur, tiene el propósito de limitar la expansión de la esclavitud hacia los nuevos estados en el Oeste, y los estados del Sur para salvaguardar su propio sistema deciden agruparse, como decíamos más arriba, bajo la Confederación y se separan de los Estados Unidos: este fue el inicio de la Guerra de Secesión que entre 1861 y 1865 mata a medio millón de soldados y otro tanto por las enfermedades y epidemias. El resultado fue la abolición de la esclavitud, pero también la unión de los Estados Unidos bajo el modelo de estado federal que se ha mantenido hasta nuestros días. Prestemos atención a las concepciones que tenían tanto unos como otros para enfrentarse:


En el Sur la guerra se planteó como una segunda guerra de independencia en defensa de las libertades y autogobierno, frente a la tiranía: «Como nuestros antepasados se rebelaron contra el rey Jorge, para establecer la libertad en el mundo occidental…, así también nosotros disolveremos nuestra alianza contra este enemigo opresivo y nos enrolamos en la sagrada causa de la independencia y la libertad nuevamente». Asimismo, había un sentimiento patriótico de luchar por la independencia nacional de la Confederación, frente a la esclavitud del Norte, pues era mejor luchar y morir por el país, que permanecer subyugado o esclavizado por la Unión. Pero por encima de todas estas abstracciones de nacionalismo sudista, libertad, autogobierno y resistencia a la tiranía, se luchaba por la defensa de la propiedad y la familia frente al invasor, mezclado con el odio y los deseos de venganza.

En el Norte predominaron los objetivos ideológicos y abstractos frente al patriotismo y la defensa de la familia, por la composición social del Ejército y porque la guerra discurrió principalmente en el Sur. Los voluntarios de la Unión luchaban también por el legado de la revolución americana, así como por la defensa de la ley y el orden frente a la amenaza de secesión y por la supervivencia de las libertades republicanas en el mundo occidental. Este objetivo universal permitió que 1/4 de los miembros del Ejército de la Unión, nacidos fuera del país -como los irlandeses-, identificaran la lucha contra la secesión con la lucha por el progreso y la libertad de sus países de origen. (Bosh, 2019: 179-180)

Hacemos un salto en el tiempo. Los Estados Unidos deciden entrar en combate tanto en la Gran Guerra, como en la Segunda Guerra Mundial, donde los negros componen unidades que son destinadas tanto al escenario de Europa como al de Pacifico. Sin embargo, parece que esto no fue suficiente y en los estados del Sur permanecía una clara segregación racial entre los blancos, que tienen una mejor situación económica, y los negros, que permanecen como una comunidad subalterna. El 1 de diciembre de 1955 se produce un incidente en un autobús en la ciudad de Montgomery en Alabama cargado de significado: Rosa Parks decide no ceder su asiento a un blanco que acaba de subir, y por este hecho fue encarcelada por «alteración del orden público». Martin Luther King, un reverendo baptista, decide apoyarla liderando un boicot a la línea de autobuses, y un año después la Corte de Distrito Federal dictamina que las leyes raciales de Alabama que permiten la segregación en los autobuses son inconstitucionales. En los estados del Sur la discriminación racial era aplicada en muchos establecimientos públicos por sus propietarios, y afectaba también a los comicios electorales, pues los estados imponían normas arbitrarias a los negros para impedirles emitir su voto. Fue entonces cuando el Presidente John Fitzgerald Kennedy en 1963 presenta en el Congreso la Ley de los Derechos Civiles para acabar con esta discriminación y segregación, pero este proyecto de ley es bloqueado por el Senado. Para Kennedy la educación era esencial para garantizar la igualdad de oportunidades. Pero él no logra verlo porque seis meses después, el 22 de noviembre de 1963, es asesinado por un francotirador cuando visitaba Dallas. Será su sucesor Lyndon B. Johnson el que consigue, el 2 de julio de 1964, aprobar la mencionada Ley de los Derechos Civiles.

Nada de esto evita que la sociedad americana abandone el racismo. En 1965 se producen los disturbios de Watts, un barrio de Los Ángeles, cuando Marquette Fry es detenido, y en la pelea corre «el rumor de que la policía había apaleado a una embarazada», hecho que lleva a seis días de protestas violentas que provocaron 34 muertos, 1.000 heridos, y 4.000 detenidos. En 1967 se producen 159 disturbios raciales en las ciudades de Atlanta, Boston, Cincinnati, Búfalo, Tampa, Birmingham, Chicago, Nueva York, Milwaukee, Minneapolis, Newark y Detroit. El detonante en Newark fue «la paliza y detención de un taxista negro que no se había detenido ante la policía. Cuando corrió el rumor de que había muerto en la comisaría, empezaron cuatro días de saqueos y destrucción que terminaron con 26 muertos, 725 heridos y 1.500 detenidos». Y en Detroit todo «comenzó cuando la policía entró en un bar ilegal donde celebraban el regreso de un par de soldados negros de Vietnam. Los enfrentamientos dejaron un rastro de 43 muertos, 1.189 heridos, 7.200 detenidos y más de 2.000 edificios destruidos». El 4 de abril de 1968 asesinan a Martin Luther King en Menfis, y se producen los disturbios de Washington, Baltimore, Chicago y Kansas City, con «un balance de 40 muertos, 2.500 heridos y 15.000 detenidos». En 1992 se produce el estallido de Los Ángeles por la sentencia absolutoria a los policías que pegaron una paliza a Rodney King. Durante cinco noches «ardieron 1.100 edificios, murieron 40 personas y se estimaron unos daños cercanos a los 1.000 millones de dólares» [2]. En 2014 se producen los disturbios de Staten Island en Nueva York por la muerte por asfixia de Eric Garner mientras lo inmovilizada la policía; en el mismo año se produce también el estallido de Ferguson en Misuri, después de que un policía mate a balazos a Michael Brown.

La muerte George Floyd en manos de la policía en Minneapolis no fue accidental y puede considerase un asesinato. Yo así la consideró. Nadie que pretenda reducir a «un presunto delincuente» presiona con su rodilla su cuello durante siete minutos impidiéndole respirar sin esperar que esto no tenga fatales consecuencias. Cuando nos enteramos de que la razón de esta reducción era que George Floyd había pagado «presuntamente» con un billete de 20 dólares falso por un paquete de cigarrillos no tenemos ya la menor duda de que estamos desde el principio ante un caso de abuso policial. La grabación y difusión en video de estos hechos ha lanzado a muchos negros y blancos americanos a las calles en multitud de ciudades que en muchas ocasiones han terminado en disturbios. En Europa se han producido también concentraciones en Paris, Ámsterdam, y otras ciudades. Por lo que me llega también habido disturbios y momentos de tensión. La actitud incendiaria de Donald Trump con su política de mano dura no va a resolver el problema, y contrasta con la que mantuvo Barack Obama, cuando también tuvo que afrontar una situación muy parecida, pero al igual que muchos quieren verle caer por estos hechos, no perdamos de vista que en seis meses hay elecciones presidenciales, y él también está pensando en su propio electorado: de ahí que ahora se presente como el hombre que va «a restablecer el orden». Los Estados Unidos no habiendo superado la pandemia del Covid-19 que ha arrojado ya más de 100.000 muertes vuelve a caer una vez más en el racismo institucionalizado y la espiral de violencia, que ahora nos golpea a todos con estas imágenes, pero como hemos visto no es una novedad: Estados Unidos es un país en el que tanto las desigualdades económicas y sociales como el índice de delincuencia y criminalidad son muy elevados: circula por Internet un video en que una mujer negra asegura que «los negros en los barrios también matan otros negros». La diferencia está en que esta vez el crimen lo ha cometido quién precisamente debe luchar contra el mismo.

En este artículo, como habréis comprobado, he querido ir a los orígenes, para mostrar que el racismo y la violencia forman parte de los Estados Unidos desde el principio. Este pasado por fuerza marca a toda una sociedad. Y el racismo sigue existiendo. Pero sería injusto decir que la sociedad americana no ha hecho ningún esfuerzo para corregirse y superar lo peor de su pasado. Hoy en los Estados Unidos no hay esclavos y tampoco es legal segregar o discriminar a la población por su raza, sexo, o creencias religiosas. Sin embargo, queda mucho por hacer en cuanto a las grandes desigualdades sociales y económicas que afectan a importantes capas de la sociedad, que suelen coincidir con aquellas personas que no han tenido una buena educación, que tienen los peores trabajos, o están desempleados, y que normalmente viven en los peores barrios: son negros, hispanos, y también, cada vez más, blancos. Ligado a lo dicho queda la cuestión de las virtudes del modelo de sociedad americana: muchos pueden sentirse atraídos por un país en el que la diferencia es la norma, en donde existen todo tipo de comunidades, pero pocos se plantean que a la práctica esta misma diferenciación en comunidades termina dividiendo la sociedad en segmentos incomunicados que terminan tensionando y colisionando entre sí.

Anotaciones:
  • [1] Denominación que puede resultar un tanto ambigua en nuestros días porque en el continente existen multitud de países, pero que en su momento éste fue el primero que se independizó, pues el resto eran territorios colonizados.
  • [2] Para este repaso he utilizado el artículo Las mayores protestas raciales de Estados Unidos antes de Mineápolis de José Luis Fuentecilla.
Bibliografía:
  • Brown, Dee (1973) Enterrad mi corazón en Wounded Knee. Editorial Bruguera. Sevilla.
  • Bosh, Aurora (2019) Historia de los Estados Unidos (1776-1945). Crítica. Barcelona.
  • Farner, Alan (1999)The Origine of the American Civil War 1846-1861. Hooder & Stougwan. Londres.
  • Mortinelli, Franco (1973) Historia de los Estados Unidos: de la revolución industrial a la sociedad de consumo. Editorial De Vichi. Barcelona.
  • Mortinelli, Franco (1973) Historia de los Estados Unidos: desde los descubridores a la Guerra Civil. Editorial De Vichi. Barcelona.
Francesc Sánchez – Marlowe. Barcelona.
Redactor, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 4 Junio 2020.