Industrialización – por Francesc Sánchez

Una de las lecciones que deberíamos aprender de la pandemia es que ningún país que se precie puede prescindir de su sector industrial. No podemos decir que esta realidad nos era desconocida porque durante mucho tiempo en este país se ha desarrollado una aniquilación del sector industrial sin contemplaciones. Pero el hecho que nadie haya podido producir unas simples mascarillas y que el gobierno haya tenido que comprar en China este material médico nos ha golpeado duramente. Si retrocedemos en el tiempo podemos encontrar algunas claves: una reconversión industrial que en realidad no fue tal, la privatización de importantes empresas públicas, la deslocalización de sectores completos como el textil, y la falta de inversión tanto pública como privada. En definitiva, una falta de visión a medio y largo plazo gubernamental pero también del sector privado que ha efectuado la aniquilación del sector industrial. En el momento en que los efectos más nocivos de la globalización han llegado nos hemos dado de bruces con el desastre.

En cuanto a Nissan. Se van porque la producción de su planta en la Zona Franca es del 30 % y por lo tanto no cumple con sus expectativas. Pero esta baja producción nada tiene que ver con la productividad de los trabajadores si no tanto con la política comercial como con la propia organización interna de la empresa: si tú fabricas un producto que no se vende bien se debe a que no eres capaz de comercializarlo adecuadamente, o bien, si este sigue sin tener salida, quizá debas cambiarlo por otro de mejor. Pero en toda esta historia hay otra razón de peso que no se tiene en cuenta. Resulta que Nissan tiene una alianza con Renault y con Mitsubishi para repartirse el liderazgo el mundo, por este orden, la primera se queda con el mercado de Estados Unidos y China, la segunda con Europa, Rusia, y África, y la tercera con Extremo Oriente y Oceanía.

El abandono de Nissan de España cuando acabamos de sufrir todas las consecuencias de la pandemia del Covid-19 es un golpe muy bajo. Porque intenta justificar que la bajada de la producción de la planta se debe a la paralización del sistema productivo durante dos semanas decretado por el Estado de Alarma, y por la falta de suministros. Hecho falso como hemos visto pero que en cualquier caso este tipo de argumentos parece anteponer los beneficios económicos de la empresa a la salud pública de sus propios trabajadores. Como introducía en el artículo la política industrial, la falta de inversiones, y las deslocalizaciones han sido nefastas, pero el sector de la fabricación de automóviles sigue siendo muy importante: PSA Peugeot Citroën tiene plantas en Vigo y Madrid, Mercedes Benz en Madrid y Santander, Iveco en Valladolid y Madrid, Volkswagen en Navarra, Renault en Valladolid, Palencia, y Sevilla, Opel en Figueruelas, Seat en Martorell, y Ford en Almussafes. De ahí que lo que suceda con Nissan es un indicativo para el resto.

La inestabilidad política en Cataluña no ha ayudado en nada, pero el traslado de la producción a Sunderland en el Reino Unido, país que acaba de abandonar la Unión Europea, señala que los motivos son otros. Sin ahondar más en este aspecto, en todo caso lo que si demuestra, es que el tanto Gobierno de la Generalitat como el Gobierno de España no se han preocupado suficientemente de entablar un diálogo constructivo con la empresa. Pero hay que entender que en Cataluña la clase política desde unos cuantos años estaban a otras cosas más importantes. Deberían aprender más de nuestros vecinos franceses: El Estado francés mantiene, en función de la Ley Florange de 2014, una importante participación accionarial en Renault (el 19,73 %), y además Renault mantiene la participación accionarial más importante en Nissan (el 43,4 %). De ahí que con quién deberían de hablar sendos gobiernos para encontrar una solución para los 3.000 trabajadores directos de Nissan, y los 13.000 indirectos, es con Enmanuel Macron.

Finalmente nos queda una reflexión sobre que tipo de Europa queremos. En la estampa que introduce este texto se puede ver a los lejos el Manchester industrial del siglo XIX. En su momento el Reino Unido fue el país que mejor y más aplicó las novedosas técnicas a través de la máquina de vapor en una industrial textil incipiente. Ciudades como Manchester se convirtieron en la fábrica de manufacturas para el resto del mundo. No todo fue positivo en estos tiempos, Dickens en sus obras nos hablaba de las duras condiciones laborales de unos obreros, que mal vivían en ciudades insalubres y asfixiantes. Pero fue durante la Revolución Industrial cuando los obreros se organizaron y lucharon por sus derechos, desde las ocho horas de trabajo y una mínima seguridad laboral, canalizado todo desde los sindicatos, a los derechos políticos con la posibilidad tanto de elegir a sus representantes como de participar más activamente en la vida política. Europa, cada país a su ritmo, siguió esta misma senda, dando como resultado una sociedad en la que se asienta el sistema democrático, con libertades, derechos, pero también obligaciones, y un desarrollo del sistema de bienestar inédito en el resto del mundo. Hoy mantenemos en gran medida aquello que nuestros antepasados obtuvieron, pero paradójicamente la base de todo el sistema, el trabajo, se tambalea. Y la industria es esencial. China se ha convertido en la fábrica del mundo, pero adolece de los derechos más fundamentales, y el modelo neoliberal norteamericano solo funciona cuando es un claro vencedor, siendo omitido cuando hay que proteger su economía. De ahí que mi propuesta sea, simple y llanamente, la re-industrialización de Europa, mantener aquellos sectores críticos en manos del Estado, lograr un gran pacto con el sector privado, y desarrollar aquellos sectores como el tecnológico en que la investigación y el desarrollo pueda absorber a nuestros estudiantes. ¿Alguien recogerá el guante?

Francesc Sánchez – Marlowe. Barcelona.
Redactor, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 23 Junio 2020.