Las calles de Paris – por Francesc Sánchez

Teatro Bataclan al fondo en Boulevart Richard Lenoir - Google Earth  
El terrorismo busca inflingir el máximo daño posible, marcándose unos objetivos o siendo indiscriminado, aterrorizando a la sociedad atacada para sociabilizar el dolor. Pero en este macabro escenario los medios de comunicación cumplen una función involuntaria al informar sobre los atentados. Es lo que en el siglo XIX, en un contexto diferente, se llamaba la propaganda por el hecho. Por esta razón la amplia cobertura que están haciendo los medios de comunicación sobre los atentados en Paris, aunque necesaria para cualquier sociedad que quiera estar informada y no pudiendo ser de otra manera, es un triunfo para los terroristas.

Este terrorismo que ha atentado en las calles de Paris tiene además otros objetivos. El más inmediato es el de captar más adeptos entre los jóvenes musulmanes desarraigados para su causa, para que partan hacía Oriente Medio, y para que éstos a su vuelta organicen más atentados en Europa. La respuesta francesa ha sido doble: primero el presidente de la República, François Hollande, ha definido los atentados como un acto de guerra al que ha respondido con bombardeos sobre Raqqa (la capital del Califato), y después las fuerzas policiales han logrado neutralizar los restos del comando evitando nuevos atentados. Sin embargo nuevamente aquí aparece otro objetivo de los terroristas: primero venden al público los bombardeos como una nueva agresión y probablemente esperan, en una visión apocalíptica del mundo, que los ejércitos occidentales lleven a cabo una incursión militar terrestre para hacerle frente en su propio territorio, en una larga guerra que para Loretta Napoleoni podría durar treinta años.

Esto último es importante tenerlo en cuenta porque nuestros gobiernos en estos momentos están debatiendo precisamente no solo si sumarse a la campaña de bombardeos, como ha hecho Rusia, coordinando sus esfuerzos con los franceses, si no también si llevar a cabo una intervención terrestre, necesaria si realmente quiere erradicarse al Califato. Esto no es tan sencillo como podría parecer porque el Estado Islámico tiene un importante apoyo social, funciona efectivamente como un estado (porque mantiene el orden, recapta sus impuestos, y ofrece un estado asistencial), instrumentaliza el islam en su beneficio (aplicando la sharia y haciendo una llamada a todos los musulmanes del mundo), y en última instancia antes de nada se ha de pensar que estructura estatal lo va a suplantar (no se pueden repetir los errores de Afganistán, Iraq y Libia). François Hollande, podía haber invocado el artículo V de la OTAN (con en su momento hizo George W. Bush tras los atentados del 11 de Septiembre de 2001), pero en su lugar ha invocado ante la Unión Europea el artículo 42.7 del Tratado de Lisboa, que hace referencia a la solidaridad de los Estados miembros en materia de defensa cuando alguno haya sufrido un ataque. La diferencia es que un tratado obliga y el otro es voluntario.

Este terrorismo de cuño islámico que ha matado a más de un centenar de personas en Paris pretende ser un acto de represalia por la campaña de bombardeos francesa sobre las posiciones del Estado Islámico en Siria. La misma argumentación ha sido utilizada para justificar la bomba que estalló en el avión ruso sobre la península del Sinaí. Por lo tanto no habrá quién explique estos atentados como una respuesta a los bombardeos, pensando que las naciones que se abstengan de involucrarse en la guerra de Oriente Medio quedaran exentas. Esto sería correcto si el Estado Islámico, como parecía al principio de la instauración del Califato, se conformase con el territorio que ha conquistado hasta el momento (así podríamos pensar que el mensaje de los atentados es el de señalarnos que les dejemos estar). Pero el avance de los milicianos islamistas sobre lo que queda de Siria e Iraq, la aparición de franquicias en Libia y Egipto, los acuerdos con Boko Haram en Nigeria, y la cadena de atentados en diferentes países (en su aniversario mataron en dos hoteles en Túnez, y en una mezquita chiíta en Kuwait), parecen indicar lo contrario.

El último objetivo de los terroristas es sembrar la discordia en nuestras sociedades. François Hollande como en su momento hizo George W. Bush con la Patriot Act ha adelantado que quiere modificar la Constitución para poder luchar mejor contra esta amenaza. Se quiere controlar a los terroristas y a todos aquellos que puedan llegar a convertirse. Es el debate de implementar más seguridad para garantizar nuestras libertades (recordemos que la primera de ellas es nuestra propia vida) pero esta seguridad podría traducirse en un recorte de libertades para todos. El segundo frente de la discordia social que persigue el Estado Islámico es la confrontación de los musulmanes con el resto de ciudadanos para convertirlos en una quinta columna. El miedo lleva a la xenofobia, y de ésta al racismo en muchas ocasiones hay un paso. Los más perjudicados van a ser los refugiados sirios, iraquíes y afganos, que desde el verano intentan llegar al corazón de Europa, empujados por la guerra, en la que el Estado Islámico tiene un papel de primer orden.

Por lo tanto, como hemos visto en otras ocasiones, el terrorismo es un fenómeno poliédrico, en el que no existe una única solución. Debe ser abordado policialmente en nuestro continente (evitando convertirnos en un estado policial), militarmente en Oriente Medio si se decide erradicar al Califato (de mutuo acuerdo con las potencias regionales y en mi opinión al lado de los ejércitos regulares sirio e iraquí: porque no se puede repetir de nuevo un vacío de poder) pero también socialmente (teniendo a la mayoría musulmana de nuestro lado), económicamente (bloqueando las fuentes financieras del terrorismo pero también haciendo viable tanto nuestras economías como las de Oriente Medio) y políticamente (resolviendo aquellos conflictos en Oriente Medio que en última instancia, en su forma de ver el mundo, legitiman a los islamistas, y en los que occidente ha cometido los errores que nos han traído hasta esta situación). La alternativa a todo esto es reconocer internacionalmente a todos los efectos al Estado Islámico como un estado más, encajonándolo en su territorio, y cuando la sangre brote de nuevo en nuestras calles o en las de Oriente Medio, mirar para otro lado.

Francesc Sánchez – Marlowe. Barcelona.
Redactor, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 20 Noviembre 2015.