La persecución de los cristianos de Diocleciano y Galerio – por Francesc Sánchez

 

Recientemente ha aparecido en el periódico El País una entrevista a Peter Brown con motivo de la reedición de El mundo de la Antigüedad tardía, un clásico sobre este periodo histórico que leí tiempo atrás. El caso es que repasando entre mis archivos he encontrado unas notas que en su momento tome en función del texto Sobre la muerte de los perseguidores del apologeta cristiano Lucio Cecilio Firminiano Lactancio (245-325 d.C.) en el que nos habla de la persecución de los cristianos en el Imperio romano en tiempos de Diocleciano (emperador romano desde 284 y el 305 d.C.), y su sucesor Galerio (emperador entre el 305 y el 311 d.C.) y creo que es un buen momento para una reelaboración repasando el texto de Brown.

Desde el nacimiento del cristianismo este estuvo perseguido por toda una serie de emperadores como Nerón, Domiciano, Decio, Valeriano, y Aureliano. Estas persecuciones fueron intermitentes y de alcance limitado, principalmente motivadas por acusaciones de inmoralidad y de descuido de los cultos cívicos. Las persecuciones coincidieron con momentos de dificultades y de desgracias públicas de las que los cristianos eran considerados culpables. No obstante, la más importante fue la de Diocleciano y su sucesor Galerio entre el 303 y 311 d.C. en la época de la tetrarquía (reparto del poder imperial entre cuatro hombres en diferentes regiones).  

Todo pudo empezar de esta manera:

Su madre adoraba a los dioses de las montañas y, dado que era una mujer sobremanera supersticiosa, ofrecía banquetes sacrifícales casi diariamente y así proporcionaba alimentos a sus paisanos. Los cristianos se abstenían de participar y, mientras ella banqueteaba con los paganos, ellos se entregaban al ayudo y la oración. Concibió por esto odio contra ellos y, con lamentaciones mujeriles, incitaba a su hijo, que no era menos supersticioso que ella, a eliminar a estos hombres. (Lactancio, 11:1).

Lactancio nos está hablando de la madre del César Galerio la que habría instigado a su hijo a ponerse en contra de los cristianos.

El anciano se opuso a su apasionamiento tratando de hacerle ver lo pernicioso que sería turbar la paz de la tierra de muchas personas. Insistía en que los cristianos acostumbraban a morir con gusto y que era suficiente con prohibir la práctica de esta religión a los funcionarios de palacio y a los soldados. (Lactancio, 11: 4).

El anciano es Diocleciano, el que considera que perseguir a los cristianos podría ocasionarles demasiados problemas. Por esa razón creé suficiente prohibirlo a los estamentos militar y administrativo.

Algunos llevados por su odio personal contra los cristianos, opinaron que éstos debían ser eliminados en cuanto enemigos de los dioses y de los cultos públicos; los que pensaban de otro modo coincidieron con este parecer, tras constatar los deseos de esta persona, bien por temor, bien por deseo de alcanzar una recompensa. (Lactancio, 11: 7, 8).

Diocleciano ha convocado a sus generales y encuentra que los que odian a los cristianos quieren que sean eliminados, y los que no, prefieren callarse. No estando plenamente convencido de que hacer decide pedir consejo a través de un arúspice a Apolo Milesio.

Éste respondió como enemigo de la religión divina. Así pues, cambió de idea y, dado que no podía oponerse ni a sus amigos, ni al César, ni a Apolo, se esforzó, al menos, en que se observase la limitación de que todo se hiciese sin derramamiento de sangre, en tanto que el César deseaba que fuesen quemados vivos los que se negasen a ofrecer sacrificios. (Lactancio, 11: 8).

Y es en este momento en el que coinciden sus subordinados y los dioses cuando se decide a actuar en contra de los cristianos.

Se busca el día favorable y propicio y resulta ser elegida la fiesta de las Terminales, que se celebran el 23 de febrero, como si con ello se quisiese poner término a nuestra religión. Aquel día fue la causa primera de la muerte, la causa primera de los males que se abatieron sobre ellos y sobre todo el orbe de la tierra. (Lactancio, 12:  1)

Diocleciano el 23 de febrero hace publicar el Edicto de Persecución:

Al día siguiente se publicó un Edicto en el que se estipulaba que las personas que profesasen esta religión fuesen privadas de todo honor y de toda dignidad y que fuesen sometidas a tormento, cualquiera que fuese su condición y categoría; que fuese lícita cualquier acción judicial contra ellos, al tiempo que ellos no podrían querellarse por injurias, adulterio o robo; en una palabra, se les privaba de libertad y de palabra. (Lactancio, 13:  1)

El 23 de febrero del 303 d.C., se publicó el primer edicto contra los cristianos, y al termino de un año siguieron otros tres. El primero se trataba de un edicto general, que ordenaba el cierre o la destrucción de los lugares de culto, la requisa de los libros y vasos sagrados, y la separación de sus cargos de los funcionarios que fuesen cristianos. El segundo disponía el encarcelamiento del clero. El tercero condecía la libertad a los cristianos encarcelados que sacrificasen a los dioses. El cuarto imponía a todos los habitantes del Imperio la obligación de sacrificar a los dioses, si no querían ser ejecutados o condenados a las minas. Un año después de haber emitido estos decretos, Diocleciano abdicó −Lactancio nos dice que Galerio le obliga a abdicar− y se retiró a Split, su ciudad natal, llevándose consigo la firme esperanza de que la abolición del cristianismo y su futura erradicación de la sociedad romana serían la culminación deseada de su obra restauradora del Imperio.

Diocleciano creía en los valores religiosos y tradicionales romanos. La amarga experiencia de los grandes sacrificios padecidos para conseguir la unidad y la concordia sociales para él eran motivos suficientes para terminar con el cristianismo. La persecución fue de más envergadura en Oriente, donde existían muchos más cristianos, que en Occidente. Sin embargo, en las tierras asignadas a Constancio Cloro y en otros lugares, apenas se dieron casos sangrientos, pues los magistrados compaginaron el cumplimiento de lo ordenado con una indulgente aplicación de la ley. Pese a ellos, fueron muchos los cristianos que dieron testimonio de su fe. Pero también hubo otros que, por temor y debilidad, no pudieron resistir y cumplieron lo ordenado. Estos fueron los que los católicos llamaron traditores (traidores).

Lactancio nos relata como Galerio se hace el hombre fuerte del imperio quitándose de encima a sus adversarios, Diocleciano y Maximiano.

Galerio logró lo que quería con la eliminación de los dos ancianos: se consideraba ya el único dueño del mundo. (Lactancio, 20:  1)

Lactancio nos da fe del mal gobierno de Galerio:

Estos suplicios que había experimentado empleándolos con los cristianos, llevado por la fuerza de la costumbre llegó a aplicarlos a todo el mundo. Ninguna pena le parecía pequeña: ni el destierro en una isla, ni la cárcel, ni los trabajos forzados en las minas; por contra el fuego, la cruz, las fieras eran para él algo sencillo y cotidiano. A los servidores y a los funcionarios se les liquidaba con un golpe de lanza. (Lactancio, 22: 2, 3)

Galerio pues aplicaría contra todos sus enemigos las mismas medidas que estaba aplicando contra los cristianos. Su mal gobierno, para Lactancio, fue catastrófico cuando quiso hacer una nueva política fiscal.

Pero lo que en verdad provocó una auténtica catástrofe pública y un duelo general fue el censo que se impuso a todas las provincias y ciudades. Se enviaron a todas partes inspectores que todo lo removían provocando una especie de estado de guerra y de cautividad insufribles. (Lactancio, 23:  1)

Galerio hombre fuerte del imperio gravemente enfermo finalmente en el 311 d.C. proclama el Edicto de Tolerancia de Nicomedia:

«Entre las restantes disposiciones que hemos tomado mirando siempre por el bien y el interés del Estado, Nos hemos procurado, con el intento de amoldar todo a las leyes tradiciones y a las normas de los romanos, que también los cristianos que habían abandonado la religión de sus padres retornasen a los buenos propósitos. En efecto, por motivos que desconocemos se habían apoderado de ellos una contumacia y una insensatez tales, que ya no seguían las costumbres que quizá sus mismos antepasados habían establecido por vez primera, sino que se dictaban a sí mismos, de acuerdo únicamente con su libre arbitrio y sus propios deseos, las leyes que debían observar y se atraían gentes de todo tipo y de los más diversos lugares. Tras emanar nosotros la disposición de que volviesen a las creencias de los antiguos, muchos accedieron por las amenazas, otros muchos por las torturas. Mas, como muchos han perseverado en su propósito y hemos constado que ni prestan a los dioses el culto y la veneración debidos, ni pueden honrar tampoco al Dios de los cristianos, en virtud de nuestra benevolísima clemencia y de nuestra habitual costumbre de conceder a todos el perdón, hemos creído oportuno extenderles también a ellos nuestra muy manifiesta indulgencia, de modo que puedan nuevamente ser cristianos y puedan reconstruir sus lugares de culto, con la condición de que no hagan nada contrario al orden establecido. Mediante otra circular indicaremos a los gobernantes la conducta a seguir. Así pues, en correspondencia a nuestra indulgencia, deberán orar a su Dios por nuestra salud, por la del Estado y por la suya propia, a fin de que el Estado permanezca incólume en todo su territorio y ellos puedan vivir seguros en sus hogares». (Lactancio, 34)

Este Edicto es hecho público en Nicomedia el 30 de abril, siendo cónsules él por octava vez y Maximino Daya por segunda vez. (Lactancio, 35)

Todos los perseguidores como no podría ser de otra manera finalmente mueren, algo que Lactancio considera como un castigo divino por haber perseguido a los cristianos. Llegados aquí podríamos hacernos la pregunta: ¿Por qué Diocleciano y su sucesor Galerio persiguieron a los cristianos? El cristianismo había tenido una importante propagación por el imperio, sobre todo entre comerciantes y artesanos, que al mismo tiempo que llenaban un vacío espiritual que la religión pagana ya no era capaz de suplir, mantenían entre ellos tanto una comunidad de personas afines como una jerarquía eclesiástica con cada vez más margen de acción, y esto en cierto sentido Diocleciano podía haber intuido que se estaba convirtiendo en un contra poder, tanto político como económico. De hecho, por si faltaba algo negaban la divinidad del imperador y frente al ejército y las guerras se mostraban pacifistas. Todo esto fue aprovechado por Galerio, un hombre de gran ambición, para convencer a Diocleciano de que lo mejor que podía hacer era acabar con ellos. Galerio, una vez ha desplazado a sus adversarios, se muestra cruel y implacable contra los cristianos, pero también contra todo aquel que se le opone. Esta ambición de Galerio por hacerse con el poder ya de por si sola podría explicar la persecución de los cristianos utilizándola como un medio para subir a lo más alto. La persecución de los cristianos habría sido pues un chivo expiatorio para hacerse con el poder y de paso hacerse también con sus propiedades y bienes. Ahí es donde entraría también la nefasta política tributaria que nos cuenta Lactancio y que tantos problemas trajo.

El nuevo emperador, Constantino, proclama en el año 313 d.C. el Edicto de Milán, también conocido el Edicto de la Tolerancia del cristianismo. Esta fue la legalización del cristianismo. El emperador Constantino con la intención de neutralizar el arrianismo (los que no creían en la divinidad de Jesús) facilita la celebración del Concilio de Nicea, que se lleva a cabo entre el 20 de mayo de el 19 de junio del 325 d.C. Este concilio fue el sínodo de todas las autoridades cristianas que establece entre otras cosas cuales serán los textos aceptados en las Sagradas Escrituras. Constantino también ordena la destrucción de las imágenes de los dioses paganos y la confiscación de los bienes de los templos. Se dice que Constantino en su lecho de muerte se convirtió al cristianismo. Durante los dos siglos posteriores miles de paganos serán asesinados. Teodosio mediante el Edicto de Tesalónica convierte el cristianismo en la religión oficial del Imperio romano. A su muerte, en el 395 d.C., el Imperio romano queda dividido definitivamente entre el Imperio de occidente y de Oriente, que más tarde parará a llamarse Bizancio.

De ahí que el cristianismo nacido de una escisión judía con Jesús como mártir en Palestina que paga los pecados de toda la humanidad, se fue propagando progresivamente en un Imperio romano, pese a todo lo que hemos contando en este texto, tolerante con las creencias, perseguido en tiempo en tiempos de Diocleciano y Galerio, pero finalmente indultada y beneficiada por Constantino, e incorporada por Teodosio como religión del Imperio, porque esta creencia universal muy propagada cumplía en su momento un perfecto aglutinante necesario para mantener la unidad de este mismo Imperio romano. Entonces los dioses paganos son abandonados. Hecho que no evito paradójicamente que a la muerte de Teodosio el Imperio quedara definitivamente escindido en dos: esa es parte de la explicación del origen de la división entre la Iglesia católica y la Iglesia ortodoxa.

Bibliografía:

  • Brown, Peter (2012) El mundo de la Antigüedad tardía. Gredos. Biblioteca de la nueva cultura. Serie Mundo Antiguo.
  • Lactancio (2000) Sobre la muerte de los perseguidores. Gredos. Madrid.

Francesc Sánchez – Marlowe. Barcelona.
Redactor, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 12 Mayo 2021.