Oriente Medio al borde del abismo. Estados Unidos bombardea las instalaciones nucleares iraníes – por Francesc Sánchez

 

El anunciado ataque a Irán por parte de Estados Unidos, después de una semana de intercambio de misiles entre Israel y la República Islámica, se ha producido bajo el nombre de la Operación Martillo de Medianoche. Siete bombarderos B-2, escoltados por varios cazabombarderos F-35, completando un dispositivo en el que han participado 125 aeronaves, han entrado, esta pasada madrugada de 22 de junio, en el espacio aéreo iraní y han dejado caer sus bombas sobre las instalaciones nucleares de Natanz, Isfahán, y Fordow, esta última enterrada en una montaña y en la que los norteamericanos han usado bombas anti-búnker GBU-57 de más de 13 toneladas. Paralelamente desde diferentes submarinos ubicados en el Mar Arábigo se han lanzado 30 misiles Tomahawk contra Isfahán, emplazamiento donde se encontraban los misiles iranies de mayor alcance. Lejos de conocerse la efectividad de estos ataques, expresa un punto de inflexión, en el que algunos consideran que las partes acudiran a la diplomacía para encontrar una solución negociada al conflicto, pero otros entre los que yo me encuentro, vemos una escalada del conflicto que podría terminar en una guerra total. Prueba de lo que digo es que la República de Islámica de Irán no parece doblegarse, que el Parlamento iraní ha pedido el cierre del Estrecho de Ormuz, y que las muestras de fuerza de miles de iraníes apoyando al régimen en las calles de Teherán, son difíciles de encajar para muchos.

Por el Estrecho de Ormuz pasan cada día doce grandes petroleros con 13 millones de barriles provenientes de los Estados del Golfo Pérsico con destino a los mercados hambrientos de energía, liderados en su momento por los Estados Unidos, antes de que se convirtiera en un país con una producción autosuficiente y exportadora, el viejo mundo de los Estados de Europa, que mantiene su dependencia, y la joven y dinámica China, que se ha convertido en la fabrica del mundo. Entre un 20 por ciento de petróleo y un 30 por ciento de gas natural pasa por el Estrecho de Ormuz. Algunos analistas sostienen que Irán no va a dar el paso del cierre del Estrecho porque sería como darse un tiro en el pie, perjudicando además a su socio comercial más importante, pero el hecho es que este cierre afectaría también al resto de productores del Golfo Pérsico, e inevitablemente el precio de los combustibles se incrementaría. Y en consecuencia también aumentaría el precio de la energía eléctrica producida por petróleo y gas, y todos aquellos productos, como los alimenticios, que necesitan del transporte por carretera. Por si faltaba algo en los países del Golfo Pérsico se encuentran también algunas de las bases militares estadunidenses más importantes, de ahí que si Irán decide tomar esta acción, la guerra seguiría por estos derroteros. Durante la guerra entre Iraq e Irán, entre 1980 y 1988, ambos Estados se atacaron mutuamente sus petroleros con el objetivo de debilitar su economía. Durante la Guerra del Golfo, entre 1990 y 1991, los iraquíes en su retirada quemaron los pozos de petróleo de Kuwait. No está claro que Irán vaya a dar este paso, pero si sus instalaciones petrolíferas son atacadas o se pone en riesgo al régimen y el contexto pasa a una guerra total, no me cabe la duda de que lo intentaran.

La primera mentira que ha expresado Donald Trump es la de que este ataque no es en contra Irán sino contra sus instalaciones nucleares, cómo si estas tuvieran una existencia propia y ajena al Estado de Irán. Un plan de desarrollo nuclear que los iranies siempre han declarado que es para usos pacíficos, y por el que la comunidad internacional occidental siempre ha sospechado y le ha enviado, dependiendo del buen sino de las negociaciones, inspectores del Organismo Internacional de la Energía Atómica, o en el peor, la aplicación de sanciones económicas leoninas que han afectado a todos los iranies. De ahí que es absurdo desligar el programa nuclear iraní de su propio Estado y su propio pueblo, tanto la insistencia en el mismo por parte de su Estado, como las consecuencias que se le han impuesto son la expresión más notoria de lo que es y ha sido este país durante mucho tiempo. Vale la pena detenernos en las dos máximas que hacen propias los líderes occidentales, incluido Pedro Sánchez, que recientemente se ha plantado de forma valiente ante la OTAN sobre el aumento de los presupuestos de defensa: me refiero al derecho de Israel a defenderse, cuando es quién ha iniciado esta guerra, y el deber de no permitir a Irán obtener armas nucleares, cuando Israel las dispone. No entramos aquí en las consecuencias para la región, con una probable proliferación nuclear en otros Estados, y en lo deseable para esta maltratada región del mundo, sino en una realidad geopolítica, envenenada desde el final de la Segunda Guerra Mundial y la fundación del Estado de Israel, que en Irán tuvo su cambio más significativo con la revolución islámica: de ahí que cualquier paso hacia la garantía de la seguridad deba implicar a todas las partes y todos sus puntos de vista.

En el mundo paralelo en el que vive Donald Trump a través de su forma negociación a través de la extorsión, ahora ordenando el lanzamiento de bombas de 13 toneladas sobre sus enemigos, el sueño del cambio de régimen vuelve a ponerse encima de la mesa. El problema es que las opciones para lograr esto son complicadas: en todos los cambios de régimen que ha habido en Oriente Medio, sea Iraq, Libia, o Siria, han concurrido tanto la intervención militar occidental, lidera por los Estados Unidos o sus compinches regionales, como el apoyo a través de sus vasos comunicantes de opositores al régimen en cuestión, siempre formado por entidades más radicales que el régimen que querían sustituir. En el caso de Irán los radicales son los que están al mando del país, los jóvenes que quieren cambios democráticos o una apertura social no son precisamente integrantes de milicias armadas, sino las personas, normalmente mejor formadas, que buscan mejorar sus vidas no iniciar una guerra civil. El descendiente del Sha Pahleví que está sacando a pasear Estados Unidos por la televisión y las redes sociales, no tiene un apoyo real por parte de los iraníes, los que pueden rechazar su régimen, pero recuerdan también amargamente su dinastía, y esa es una de las explicaciones precisamente del triunfo de la revolución de 1979, que finalmente lideró Jomeini con su revolución islámica, desplazando y liquidando a los revolucionarios de izquierdas. La única posibilidad real de cambio de régimen solo puede proceder de su propio régimen llevando a cabo una transición hacia otro sistema, democrático o no, o a través una facción de las Fuerzas Armadas que lleve a cabo un golpe de Estado. Posibilidades que de triunfar en ningún momento son ninguna garantía por necesidad de la creación de un régimen amigable, o en la sintonía, de los Estados Unidos e Israel.

Un cambio de régimen, si hemos de juzgar por los antecedentes en la región, en este contexto de guerra, es un riesgo que los iraníes harían bien en sopesar muy bien, todavía más si se pretende encender a los diferentes pueblos que componen Irán a través de enfatizar sus diferencias y fomentar su rebelión, porque los Estados que hoy se oponen al Estado de Irán, no parece que tengan como propósito el bienestar de los iranies, sino neutralizar este mismo Estado a través de la fuerza, por oponerse a sus planes geoestratégicos y por querer sus fuentes energéticas. El escenario para doblegar a la República de Irán a través de la fuerza por parte de Estados Unidos, Israel, y sus aliados, nos debe remitir automáticamente a la Guerra de Iraq de 2003, de la cual ya sabemos todos tanto cómo se llevó a cabo, su resultado y consecuencias. Esta guerra, en términos globales, aunque tenga su propia entidad desestabilizadora, está conectada a la que se desarrolla en Europa, tiene suficiente entidad para que miremos hacia el abismo, pero como decía Nietzsche: cuando miras al abismo, el abismo también te devuelve la mirada. Cada cual que lo interprete a su manera.

Francesc Sánchez – Marlowe. Barcelona.
Redactor, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 23 Junio 2025.