Geopolítica en Europa – por Francesc Sánchez
Una definición sencilla de geopolítica podría ser
aquella que establece la relación que existe entre la política y
geografía. Pero por geopolítica podemos entender todo aquello que tiene
que ver con la política que lleva a cabo un país determinado, que afecta
tanto a la seguridad y defensa como a la economía, la demografía, los
recursos energéticos y minerales, la sociedad, y también su historia
reciente, en un contexto global. Con esta definición holista me propongo
hablar de la geopolítica de los países que integran la Unión Europea, y
de ella misma, con el objetivo de encontrar y mostrar algunas claves
que nos permitan comprender mejor el momento y el lugar en el que
vivimos.
Para empezar, hay que ofrecer algunas cifras. La
Unión Europea está constituida por 27 estados y tiene una población de
446 millones de habitantes (el 6.9 % de la población mundial). Los
países más poblados son por este orden Alemania con 83 millones de
habitantes, Francia con 67 millones, Italia con 60 millones, y España
con 47 millones. El Producto Interior Bruto de la Unión Europea en 2017
era de 15,3 billones de euros, sus importaciones y exportaciones son el
15.6 % del total mundial, y su tasa de desempleo varia desde el 2 % de
Chequia al 17,3 % de Grecia. En cuanto al gasto militar en relación al
PIB de cada país va del 2,24 % de Grecia al 0,55 % de Luxemburgo,
nuestro país lo mantiene en el 0,92 %.
La Unión Europea geográficamente tiene frontera por
el Este con las exrepúblicas soviéticas de Ucrania y Bielorrusia, y en
el Sudeste con Turquía. En el Sur más allá del Mar Mediterráneo que hace
de frontera natural hay toda una serie de países árabes con regímenes
autoritarios, como son Egipto, Argelia, y Marruecos, una joven
democracia, Túnez, y un territorio que en su momento fue el Estado de
Libia, y que hoy ha dejado de existir. Al Oeste tenemos las Islas
Británicas, con un Reino Unido que ha abandonado la Unión Europea, y la
isla de Irlanda, dividida en Irlanda del Norte que forma parte del Reino
Unido, y la República de Irlanda. Más allá el vacío del Océano
Atlántico hasta llegar a los Estados Unidos. Hacia el Norte la isla de
Islandia, Groenlandia y el Ártico. Y cerrando el cuadro, hacía el
Nordeste nos encontramos con la inmensidad de Rusia.
Asuntos internos
La historia de Europa como todas es compleja. Este no es el lugar
para hablar profusamente de ella, pero si haremos una breve mención a
las dos últimas guerras mundiales para dejar constancia de que la
realidad territorial de muchos países europeos antes de la Primera
Guerra Mundial y después de la Segunda Guerra Mundial sufrió cambios
significativos. Tras la Gran Guerra desaparecieron los Imperios
centrales y en el centro y Este de Europa surgieron toda una serie de
nuevos países, que desde hacia mucho conformaban pueblos diferenciados,
otros como es el caso de Hungría, perdieron territorios. Tras la Segunda
Guerra Mundial el cambio territorial más significativo, fue primero la
división de Alemania en dos Estados, y después el corrimiento de
fronteras en función de la línea que delimitan los ríos Óder y Neisse,
es decir la perdida de dos tercios de la región de Prusia oriental,
Danzig, Masuria, y Varnia de Alemania en beneficio de Polonia.
Previamente Polonia, en función de línea Curzon perdió territorios en
beneficio de la Unión Soviética, hoy Bielorrusia y Ucrania. Existe un
territorio encorsetado entre Polonia y Lituania llamado Kaliningrado,
que en su tiempo fue la Königsberg prusiana, que desde el fin de la
guerra forma parte de Rusia. Estas fronteras, con las excepciones de la
unificación alemana, y la separación las repúblicas yugoslavas en nuevos
estados, se han mantenido desde la finalización de la guerra hasta hoy.
He querido dejar constancia de estos cambios territoriales para mostrar
que desde el fin de la Segunda Guerra Mundial hasta nuestros días los
europeos por voluntad propia o por obligación, en un contexto de Guerra
Fría y también de integración en la Comunidad Económica Europea, han
renunciado a estas importantes perdidas territoriales. Sin embargo, en
Europa existen inmemorialmente territorios con pueblos más o menos
definidos por su historia, que en un momento u otro fueron soberanos, y
mantienen o han mantenido movimientos independentistas que quieren la
separación de un determinado territorio. Todos están pensando en
Cataluña, pero en España también tenemos un movimiento político en el
País Vasco que quiere no sólo la separación si no la unión con Navarra, y
también en algún momento hubo estas reclamaciones de separación en
Galicia. Pero toda Europa está igual: en Francia gran parte de Occitania
fue territorio catalán, Bretaña tiene también un sentimiento propio, en
Córcega hubo hasta un grupo terrorista, y en cuanto a la Alsacia y la
Lorena han formado parte de Alemania o de Francia en función de quién
vencía en la batalla. En cuanto a Italia, antes de que la Liga de Norte
se transformara en un partido nacional, estuvieron reclamando la
separación de un territorio de las regiones del norte más
industrializadas que bautizaron como Padania. En Bélgica parte de la
comunidad flamenca de habla neerlandesa pedía la separación de sus
regiones de las balonas de habla francesa. Los bávaros alemanes también
son muy suyos. Y en cuanto al Reino Unido, aunque ya no forme parte de
la Unión Europea, no está de más recordar que el Sim Fein y su brazo
militar durante mucho tiempo le declaró una guerra abierta, y más tarde
el IRA pasó a cometer atentados terroristas para conseguir la
unificación de Irlanda.
Áreas de influencia
El Estado europeo que tuvo, en un pasado no tan lejano en el tiempo, la mayor influencia y el mayor control directo sobre vastos territorios y pueblos en el mundo fue el Reino Unido. Después de la Segunda Guerra Mundial el Reino Unido ha mantenido no solo unas excelentes relaciones con los Estados Unidos si no una mancomunidad que llaman Commonwealth con sus excolonias. No hay que perder de vista que la India con más de 1.300 millones de habitantes forma también parte de la Commonwealth. Por otro lado, el león del comercio y las transacciones financieras europeas se efectúan aún en la City londinense.
Francia tiene la Organización Internacional de Francofonía de la que forman parte sus excolonias africanas, pero también Canadá, y una multitud de países más. Esto proporciona una influencia cultural importante. Pero lo que querría señalar es que Francia ejerce una influencia política y económica también muy importante en los estados africanos del Sahel, que comparten una moneda convertible al franco, estudia muy de cerca lo que sucede en sus excolonias de Argelia y El Líbano, y también en Marruecos. Francia también es el único país de la Unión Europea que tiene un asiento fijo en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.
En cuanto a Alemania se ha expandido económicamente por todos aquellos países que formaban parte del Pacto de Varsovia, y que ahora comparten el mercado después de su integración en la Unión Europea. Un grupo de estos países, Polonia, Hungría, Chequía, y Eslovaquia han formado el grupo de Visegrado, del que más adelante hablaremos. Holanda, Irlanda, y Luxemburgo, con su baja fiscalidad prácticamente son un paraíso fiscal para las grandes multinacionales.
Por lo que respecta a España se expandió económicamente por toda América Latina a través de grandes empresas, que en un su momento eran públicas y que pasaron a privatizarse. España tiene en común con la mayoría de los estados americanos una lengua, una religión cristiana católica, y pasado en común. Sin embargo, esta relación por parte de los americanos con respecto a España va del «amor a la madre patria» al «odio por cometer un genocidio» con los pueblos nativos. Por esa razón mientras decenas de miles de latinoamericanos han emigrado hacia España buscando oportunidades laborales, otros en América se dedican a destruir estatuas del almirante Cristóbal Colon. Es importante también la presencia española en Marruecos con 402 empresas, y la dependencia del gas natural procedente de Argelia, que supone la mitad de su consumo.
Lo que ya nos va quedando claro es que cada Estado miembro de la Unión Europea tiene, por su propia historia, sus áreas de influencia y sus propios intereses. Sin embargo, como veremos hay unos asuntos que nos conciernen a todos, y por separado no tenemos ninguna posibilidad de afrontarlos.
Fronteras y asuntos externos
En las fronteras de la Unión Europea existe y se propaga el conflicto. Y el más significativo, ahora soterrado, fue el que tiene que con Ucrania. El escenario y los acontecimientos fueron los siguientes: el gobierno de Kiev fue tentando al mismo tiempo por la Unión Europea y por Rusia con un tratado de asociación económica, y en el momento en que Kiev se decantó por Rusia estalló una revuelta, que a su vez terminó en un golpe de estado, que provocó una guerra civil en la región del Este conocida como el Dombas. El despliegue de las tropas rusas sobre la península de Crimea, y el posterior referéndum llevaron a esta región a anexionarse con Rusia. Los Estados Unidos acusaron a Putin de violentar el derecho internacional y Rusia pasó de repente a convertirse en la primera amenaza de la Unión Europea, pero nadie en Europa se responsabilizó evitar que Ucrania se precipitara hacia el desastre. Tomando cierta perspectiva esta forma de proceder pudo acabar peor de lo que acabó si hacemos un poco de memoria con lo sucedido en las guerras de secesión yugoslavas que arrojaron 140.000 muertos y 4 millones de desplazados. Putin hábilmente recordó y estableció un paralelismo con la separación por la fuerza de Kosovo de Serbia. De hecho, se debe decir que Crimea formó parte de Rusia hasta el año 1954, momento en que Nikita Jrushchov la cedió a la Ucrania soviética en un gesto de buena voluntad.
El otro conflicto de la Unión Europea con Rusia es de un lado el de las minorías rusas en las repúblicas bálticas y del otro de los odios atávicos de los polacos. Mientras en Lituania, Letonia, y Estonia exista una parte substanciosa de población de habla rusa que nació en estas republicas durante la existencia de la Unión Soviética, y no sean considerados ciudadanos y por lo tanto no tengan derechos políticos, Rusia podrá ejercer hábilmente su injerencia. En cuanto a Polonia tiene muy presente la dominación soviética y por parte de los comunistas polacos, pero es evidente que este componente juega en beneficio de un fuerte nacionalismo que luego abordaremos. Las revueltas de colores en Georgia, Kirguizistán, y en Ucrania, son vistas por parte de Rusia como una injerencia en su área de influencia. Sin embargo, Rusia desde los acontecimientos de Kiev ha marcado sus líneas rojas.
La frontera sur también es complicada. Definitivamente es más seria que la que hemos descrito porque la Francia de Nicolas Sarkozy y el Reino Unido de James Cameron decidieron derrocar a Muamar el Gadafi y de paso destruir el Estado de Libia. Esto tuvo consecuencias de primer orden porque desde entonces se vive una guerra civil, se ha diseminado mucho armamento por el Sahel, que ha terminado en manos inapropiadas, y se ha abierto un corredor para las mafias de trata de seres humanos. El hecho de destruir el Estado de Gadafi impidió una resolución en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas para el uso de la fuerza en la guerra civil siria, y con el conflicto de Ucrania en abierto, llevó a Rusia a participar en el conflicto apoyando militarmente al régimen de Bashar al-Asad. Ambas guerras provocaron un éxodo de cientos de miles de refugiados hacia Europa a través del Mediterráneo, al que se sumaron todos aquellos pueblos desheredados de Oriente Medio y del continente africano. La aparición en los territorios de Siria e Iraq, y luego también en Libia, del Estado Islámico nos trajo de rebote el terror en las calles de las ciudades europeas en forma de atentados terroristas.
Frente a esto hay dos estados que han traficado hasta ahora con la desesperación de los refugiados a cambio de cuantiosas compensaciones por parte de la Unión Europea. El principal es Turquía, que en su territorio tiene al menos 4 millones de refugiados, pero que ha estado ejerciendo su poder militarmente tanto en Siria, como represivamente en su propio territorio, en contra del pueblo kurdo, que fue esencial para la derrota del Estado Islámico. El segundo nos toca más de cerca porque es un vecino nuestro: Marruecos, mientras ocupa militarmente el Sahara Occidental, exige la anexión de Ceuta y Melilla en su Reino, y se apodera de los fondos marinos ricos en petróleo. Marruecos en definitiva regula los tráficos migratorios en función de las ayudas económicas que recibe.
El desastre en Siria y Libia llegó con el fracaso de la Primavera Árabe, que a su vez venía en cierta forma heredado de la desastrosa guerra de Iraq de 2003, en la que Europa se dividió entre el Reino Unido, España y Polonia, que la secundaron bajo el liderazgo de Washington, y entre Francia y Alemania que decidieron oponerse.
Los rivales más duros
En la mayoría de los medios de comunicación la mayoría de las opiniones que podemos encontrar sobre Rusia son negativas y ésta es considerara como la gran amenaza para la Unión Europea. Desde la anexión de Crimea se ha acusado a Rusia de injerencia en todos los comicios electorales que se han llevado a cabo, llegándose afirmar que Donald Trump es presidente gracias a una trama que procede del Kremlin, que a través de los medios de comunicación afines ha propagado todo tipo de «noticias falsas», manipulando de esta forma al electorado. Daba igual que Donald Trump saliera cada día en todos los canales de televisión o que su equipo usará hábilmente las redes sociales. Posteriormente salió a la luz que la empresa tecnológica Cambridge Analytica utilizaba toda la información personal de los usuarios de Facebook para venderla al mejor postor, y poder hacer así campañas electorales personalizadas. Sin embargo, esto ya daba igual porque Rusia ha pasado a ocupar, como lo fue efectivamente durante la Guerra Fría, su lugar como amenaza para occidente. El asunto es que, como estamos hablando de la Unión Europea, y queremos ir más allá tenemos por fuerza que hablar de otras potencias, que no son normalmente señalados como rivales.
China en las últimas dos décadas, haciendo valido el modelo de un país dos sistemas, que se aplicaba por la existencia de Hong Kong, y que desde entonces se traduce en un capitalismo de estado, se ha convertido en la fábrica de manufacturas del mundo, siendo líder en la fabricación de tecnología, pero también, como hemos podido comprobar con la pandemia, de algo tan insospechado como el material sanitario. Las grandes empresas chinas están sometidas a un férreo control estatal por parte del partido comunista chino, por lo que puede decirse que todo el país funciona como una empresa. Si esto no fuera suficientemente importante China ha invertido cuantiosas sumas de dinero en la compra de empresas europeas, o parte substancial de su accionariado, ha comprado también multitud de tierras en el continente africano, y es la poseedora de una importante cantidad de deuda de muchos países, incluidos los europeos. China por lo tanto es un competidor económico de primer orden con respecto a la Unión Europea, y es muy probable que en su progresivo ascenso al poder mundial pase también a ejercer una política internacional más agresiva, primero regionalmente, y luego en el resto del mundo. Los liberales, ya desde Adam Smith, siempre han mantenido que es imposible que exista la democracia sin el capitalismo, pero China demuestra que es posible el capitalismo sin democracia, y esto puede que para algunos sea un interesante modelo a seguir.
En cuanto a Estados Unidos, muchos en Europa parece que muchos han despertado, al comprobar que los americanos desde la llegada de Donald Trump miran sólo por sus intereses. Donald Trump ha llegado incluso a cuestionar el papel de sus socios europeos en la Alianza Atlántica. No es algo, en realidad, tan diferente a la actitud que tuvo Ronald Reagan cuando afirmo también que sus socios europeos debían de incrementar sus presupuestos militares. La diferencia está en que hoy la Unión Soviética no existe y las relaciones de Estados Unidos con Rusia, con o sin tramas ocultas, son buenas. Todas estas personas que están consternadas con Donald Trump confían en que éste salga derrotado frente a Joe Biden y que las aguas vuelvan a su cauce. El hecho es que los Estados Unidos y la Unión Europea son competidores económicos, y en el momento en que la construcción de la Unión Europea siga avanzando, tanto internamente, como externamente, ya no solo en el terreno económico si no en el de la política internacional, la disparidad de opiniones, y por lo tanto las fricciones, se incrementaran.
Los Estados Unidos, como la Unión Soviética, fueron fundamentales para vencer al Tercer Reich, no hay que olvidar que muchos americanos y también soviéticos perdieron la vida en los campos de batallas en países extranjeros. Pero tampoco que, tanto a un lado como otro del Muro de Berlín, su política en sentido amplio fue la que se aplicó en los países que liberaron, y que luego éstos pasaron a estar bien bajo su control directo o su influencia. No hay que olvidar tampoco el plan de ayudas económicas del Plan Marshal de los Estados Unidos. Durante mucho tiempo la idea de la unión de los europeos que llevó al Tratado de Roma para los Estados Unidos fue una salvaguarda y un elemento de estabilidad: de hecho, todos los países fundadores de la Comunidad Económica Europea lo fueron también de la Alianza Atlántica. Esta organización militar tiene sus ventajas e inconvenientes, la ventaja es la de permanecer en un Sistema de Seguridad Integrado, que establece que cualquier ataque a un país miembro debe ser contraatacado por todos los demás, la desventaja es estar subordinados a los Estados Unidos. Hoy parece una quimera sumar los esfuerzos militares de forma independiente de Estados Unidos, pero realmente articular una OTAN europea si hay voluntad y cooperación no sería tan complicado. En cuanto a Rusia no debemos perder de vista en ningún momento tanto que es el poder militar hegemónico en Eurasia como que es una fuente inagotable para Europa de recursos minerales, naturales e hidrocarburos.
Ideológicamente los que están más fuertes y se nos oponen son los islamistas. Porque éstos actúan desde dos latitudes diferentes. Hasta ahora en sus territorios proclamando su poder en entidades como el Califato, y en el nuestro ganándose a la inmigración musulmana: tanto ideológicamente imponiendo su interpretación rigurosa del islam como militarmente golpeando nuestras ciudades para hacer valido la formula de la propaganda por el hecho. Nada de esto aplican claro en las monarquías del Golfo Pérsico, porque nadan en petrodólares, e ideológicamente no son solo afines, si no que promocionan estas interpretaciones islámicas al resto de la Umma (comunidad de creyentes).
Finalmente tenemos el papel de los especuladores y lobistas que sólo quieren sacar partido de la debilidad de las economías de los países europeos. Por esa razón siempre se opondrán a cualquier tipo de unión política que genere un auténtico Estado federal, o una profundización de la actual Unión Europea que haga que todos los Estados actúen coordinadamente, por ejemplo, en materia fiscal, para la obtención de un presupuesto europeo, o en un acuerdo para terminar con los paraísos fiscales.
Dificultades y retos
El Reino Unido ha abandonado la Unión Europea porque quería solo los derechos, pero no las obligaciones, quería mantener el mercado, pero no quería contribuir económicamente a la cooperación europea hacia aquellos países más necesitados. El Reino Unido no quería tampoco aceptar más inmigrantes pobres, aunque estos fueran comunitarios. En definitivamente el Reino Unido solo quería las ventajas pero no los inconvenientes de ser miembro de la Unión Europea. De hecho, el Reino Unido no sólo siempre ha puesto trabas en la construcción Europa, manteniendo un pie dentro y otro fuera, sino que también ha estado entorpeciendo el avance de los demás países en esta construcción europea. Esto no significa que como país europeo que es no deba haber relaciones de todo tipo con el Reino Unido, pero la Unión Europea no puede dar la sensación de que a cualquier país que abandone el barco le va a mantener a la práctica todas las ventajas y ninguna de las obligaciones que comporta ser parte de la misma.
Actitudes como las de Polonia, Hungría, Chequia, y Eslovaquia, que conforman el grupo de Visegrado, frente a la política de inmigración mayoritaria en la Unión Europea, son un ejemplo de las dificultades que hoy tenemos: estos países en el momento más álgido de la crisis de los refugiados no quisieron aceptar a ninguno bajo un presupuesto xenófobo, aduciendo que los musulmanes no se podían integrar en su cultura. En Europa existe una percepción de que muchos inmigrantes, que conforman las capas socialmente más empobrecidas, vienen con códigos culturales incompatibles y son además una competencia laboral. Pero la realidad es que el poder en Polonia y Hungría está en manos de formaciones políticas ultraconservadoras, que mientras se aprovechan del mercado y de los fondos estructurales de la Unión Europea, exacerban un nacionalismo y una legislación en contra de la separación de poderes difícilmente compatible con la construcción europea, y de hecho en el límite de las garantías democráticas. No obstante, esta Unión Europea, que tiene déficits importantes de representatividad, aunque pueda sancionar a estos países, no puede inmiscuirse en la soberanía de estos países.
Por otro lado, el problema que tenemos ahora, la pandemia global de la enfermedad COVID 19 provocada por el virus SARS-CoV-2, ha llevado a muchos gobiernos europeos, entre ellos el de España, a decretar cuarentenas y la paralización de la producción: esto está teniendo consecuencias económicas de calado como la disminución del PIB y el incremento del desempleo. Ni la Unión Europea, ni los países miembros, estuvieron durante el momento más álgido de la crisis para ayudar a los países más afectados, como se suele decir en España cada palo aguanto su vela. No estuvieron a la altura y tenemos memoria. Sin embargo, la Unión Europea si lo va a estar en las transferencias económicas hacia los países en los que las consecuencias económicas van a hacer más daño: inicialmente se van a movilizar 750.000 millones de euros en un primer momento y 1,074 billones en los presupuestos de los siete próximos años. La disputa ha estado entre aquellos países que tienen la mayoría de población y el mayor peso económico en la Unión Europea, y me estoy refiriendo a Alemania, Francia, Italia, España, y también Portugal, que se pusieron de acuerdo en no condicionar las transferencias económicas, frente a aquellos pequeños países, que mantienen tanto unas cuentas un superávit en sus cuentas públicas, pero también un substancioso Estado del Bienestar, que quieren imponer no sólo un control sobre el destino de estos fondos si no también impugnar la soberanía política de los países receptores, exigiendo reformas económicas que en sus países todos las rechazarían. Parte de esta disputa se ha dado en la propia España donde ha dado la sensación de que los partidos de derecha han querido llevar a cabo las reformas económicas a través de estos países ‘frugales’ que no pueden llevar a cabo en ellos mismos por permanecer en la oposición.
Nos queda el asunto capital de la demografía y el envejecimiento de la población europea y se nos dice que sólo una apertura hacia la inmigración generalizada puede salvarnos del invierno demográfico. Dando igual si estos inmigrantes ocupan los peores trabajos, tienen una asistencia social insuficiente, o mantienen unos códigos culturales problemáticos. Quizá la pregunta debería ser ¿por qué las parejas de europeos deciden no tener hijos? Y la respuesta probablemente se encontraría en que, con sus precarios trabajos, en caso de tenerlos, aunque tengan la mejor preparación educativa, son insuficientes para crear un proyecto de vida y una familia. Por lo tanto, el desempleo y la calidad del trabajo para los que lo tienen son fundamentales. Tengo el convencimiento que Europa necesita un plan de reindustrialización en las regiones más desindustrializadas, respetuosa con el medioambiente, que invierta en tanto la fabricación de manufacturas como en la investigación y fabricación de tecnología. Y esto debe hacerse sin reducir el Estado del Bienestar, más bien al contrario, porque la educación pública y la cultura, en todos sus tramos educativos y ambitos, como una sanidad también pública, son fundamentales para garantizar la igualdad de oportunidades y la prosperidad de todos aquellos que viven en Europa. Sólo de esta forma la curva de la demografía, ligada a la de la productividad, y de renta per cápita, volverá a incrementarse. Cuando los ciudadanos europeos perciban que se puede vivir, educarse, trabajar, y en definitivamente existir en la Unión Europea, entonces para la mayoría el proyecto europeo será demandado, y no sólo consentido como un mal menor.
En conclusión
Por primera vez los países más poblados y con la mayor economía de Europa se han puesto de acuerdo, y esto debería ser un punto de partida. No me cabe la menor duda que muchos otros países que quieran seguir avanzando en la construcción europea se sumaran a este bloque. Los europeos en definitiva tenemos que decidir si queremos seguir en la construcción de esto que conocemos como Unión Europea, en cómo la queremos, tomando lo mejor de nuestro legado histórico, y en algún momento también si debemos tener una sola voz en el mundo, con la que poder participar en la política internacional, ejerciendo de agente estabilizador y contribuyendo a un mundo mejor para todos, tanto para solucionar los conflictos de forma pacífica, como contribuir a erradicar la pobreza en el mundo, o por el contrario estar a merced de estos gigantes que más arriba he señalado, que siempre miraran por sus intereses, y también por desaprensivos que sólo querrán sacar tajada de nuestros problemas.
Francesc Sánchez – Marlowe. Barcelona.
Redactor, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 28 Julio 2020.