El Parzival de Wolfram Von Eschenbach – por Francesc Sánchez

En todas las sociedades del mundo existen una serie de mitos que rememoran una historia real o imaginaria del pasado y que son utilizados para justificar un estado de cosas en el presente. Así tenemos que los mitos fundacionales en la Edad Media en Europa sirven para unir a los pueblos y justificar el orden establecido. La Chanson de Roland es un poema épico escrito a finales del siglo XI que rememora una batalla en Roncesvalles del año 778 en la que se nos cuenta como Roland, el sobrino de Carlomagno, se enfrentó a 400.000 sarracenos. Los estudios más recientes nos indican que esta batalla se trató probablemente de una emboscada efectuada por los vascones en venganza por la destrucción de Pamplona que llevaron a cabo los francos. La batalla de Poitiers de 732 sí enfrentó a los francos de Carlos Martel con un ejército musulmán procedente de Al-Ándalus que decidió cruzar los Pirineos, y esta victoria supuso la creación de una barrera de contención en la Península que luego se conoció bajo la denominación de Marca Hispánica. Hay otros mitos sin embargo que no se adscriben sólo a un determinado pueblo o territorio determinado, sino que son más transversales, este es el caso la leyenda del Grial y el ciclo artúrico, conocido también como la materia de Bretaña.

En un artículo anterior presenté El cuento del Grial de Chrétien de Troyes. Ahora retomo esta temática con una obra que, si no la supera la iguala, me refiero al Parzival de Wolfram Von Eschebach, deudora del relato inacabado de Chrétien, pero que reinterpreta la historia y aporta nuevos elementos. Wolfram, menciona a Chrétien, pero también que debe su relato a un tal Kyot, el provenzal, que encontró un manuscrito en Toledo escrito en árabe por un tal Flegetanis. El hecho diferenciador es que nos cuenta aquello que precede al relato de Chrétien y nos ofrece, esta vez sí, un final. Si habéis leído a Chrétien, haciendo un poco de memoria, recordareis que inicia el relato con el encuentro de Perceval con los caballeros en el bosque y lo termina con las aventuras de Gawain en el Castillo de las Maravillas. Pues bien, en este nuevo relato conocemos las aventuras en oriente de Gahmuret, el padre de Parzival: este caballero se casa con la reina Belakane del reino pagano de Zazamanc que termina quedándose embarazada, pero Gahmuret antes de que nazca su hijo decide regresar a su tierra para «vivir aventuras». Cuando Gahmuret conoce a Herzeloyde se une a ella y la deja también embarazada, pero resulta que antes de que nazca su hijo muere en un combate. Herzeloyde entonces decide abandonar la corte y se va a vivir al campo donde nace nuestro Parzival, el que vive aislado del mundo, y que un día se encuentra con los caballeros. Nos dejábamos algo: el hijo de Belakane, ha nacido con manchas negras y blancas, es un mulato, y lleva por nombre Feirefiz, el hermano de Parzival, que decidirá ir en busca de su padre.

Parzival en el Castillo del Rey Pescador contempla un cortejo que encabeza un escudero con la lanza que sangra, seguido de unas damas con un candelabro, otras con un caballete de marfil, otras con velas, otras con una piedra preciosa, otras con dos cuchillos de plata, y cerrando el cortejo otras con antorchas. Finalmente, la reina del castillo, Repanse de Schoye, le muestra el grial, pero este no es descrito, y Parzival no puede verlo. Parzival, como sucede en el relato de Chrétien, nada pregunta sobre a quién se sirve con el grial y esto traerá funestas consecuencias. Una vez terminado el cortejo, un escudero le entrega a Parzival una espada que pertenece a Anfortas, el señor del castillo, y que hacia el final del relato cumplirá un importante papel. El hecho que el origen del relato, que más arriba mencionaba, sea disperso, me lleva a mantener que el Parzival, como el resto de las novelas del ciclo artúrico, no se inscriben en un determinado lugar, si no que por el contrario llenaron el imaginario colectivo de la nobleza y los caballeros en gran parte del continente. Ahora siguiendo las palabras del antropólogo Joseph Campbell quiero hacer mención de la Tierra Baldía:

La Tierra Baldía es, por tanto, la tierra de la gente que vive una vida que no es auténtica, que hace lo que cree que debe hacer para vivir, pero no de forma natural, como una afirmación de la vida, sino por obligación, obedientemente, incluso a regañadientes, porque así es como vive todo el mundo. (…) En la versión de Wolfram de la leyenda, el sentido de la herida era que en la Europa de su época se había anulado la espontaneidad natural. (Campbell, 2019: 202)

Por lo que tenemos que esta forma de vivir la vida ha traído la herida a Anfortas trayendo la desolación a sus tierras. Y de hecho esto puede extrapolarse a toda Europa. Más adelante Campbell dice lo siguiente:

Según la versión cristiana del medievo, el espíritu no formaba parte de la naturaleza, sino que era contrario a ella, pues ésta había quedado corrupta con la Caída en el Jardín del Edén, y la depositaria del espíritu era la Iglesia, no la tierra corrupta. (…) Además, el timón de la nave de la Iglesia estaba en manos de un grupo de políticos expertos: su cruzada albigense se había puesto en macha en 1209, y ya se estaba gestando su Inquisición (establecida en 1233). Espíritu y naturaleza se concebían y se enseñaban como contrarios: la vida espiritual no era el culmen y la consumación de lo natural, sino su negación. Éste es el significado de la Tierra Baldía en la obra de Wolfram: la espiritualidad inherente al ser humano queda truncada por un orden de valores radicalmente contrario al orden de la naturaleza. (Campbell, 2019: 203)

Pero no debemos pensar que esta argumentación sirve para todo el ciclo artúrico: en el anónimo La búsqueda del Santo Grial el sentimiento de la culpa cristiana de los actos llevados a cabo en contra lo establecido está presente en todo momento, siendo sólo los puros los elegidos para encontrar el grial.

Wolfran Von Eschebach (ca. 1170 – ca. 1220), fue un misterioso caballero y trovador que se movió entre Baviera y Turingia, asiduo al Castillo de Wartburg cerca de Eisenach, lugar donde elaboró su Parzival. El contexto histórico de la obra es el de una Europa feudal en transformación, con multitud de proto-estados en fricción, pero quizá lo más nos interese es que se enmarca en el periodo que va desde la cuarta cruzada (1202-1204), que termina con la conquista y saqueo de Constantinopla, hasta la quinta (1217-1221), que no lograra tampoco sus objetivos. Paralelamente en el Mediodía francés por iniciativa del papa Inocencio III se lleva a cabo la cruzada contra los albigenses (entre 1209 y 1244), en la que se llegan a enfrentar los franceses liderados por Simón de Monfort, y los occitanos liderados a su vez, por Pedro II, Rey de la Corona de Aragón, y sus vasallos, Raimundo IV de Tolosa, y Raimundo Roger Trencavel. Por lo tanto, fue una guerra por el control territorial del Languedoc. Por si faltaba algo en toda Europa fue el momento también en el que se empieza a articular por parte de la Iglesia la Inquisición para depurar las herejías y perseguir a quién convenga.

Se ha querido ver que toda esta historia del Grial fue una justificación ideológica y propagandística en beneficio de las cruzadas. Sin embargo, en el Perceval de Chrétien no aparece nada que remotamente nos remita a las cruzadas, a no ser que la búsqueda del Grial podamos interpretar que se trate justamente de esto. En cuanto al Parzival de Wolfram, por si no fuera suficiente lo dicho arriba de las aventuras de Gahmuret, llega más lejos: en su final puede contemplarse una llamada al entendimiento y cooperación entre los diferentes pueblos. Pero esto tiene truco, tendréis que descubrirlo por vosotros mismos. La filóloga Victoria Cirlot mantiene de hecho, algo más resolutivo, que toda esta historia viene de la conmoción que procede de la perdida de Jerusalén definitivamente frente al islam, y que su intención era «el abandono de las cruzadas y la construcción cultural de las entidades políticas en del continente europeo».

Desde nuestro tiempo sería muy fácil criticar este tipo de novelas porque ofrecen un mundo idílico y fantástico sobre los caballeros. No aparecen los campesinos ni nada que remotamente nos recuerde al pueblo llano. Pero es hasta cierto punto normal si comprendemos la Edad Media como una sociedad estratificada en los tres órdenes de bellatores, oratores, y laboratores. El conocimiento en esta sociedad, como popularizó Umberto Eco en El nombre de la rosa, estaba en manos de los clérigos, los que se dedicaban a resguardar, traducir, y copiar toda una serie de manuscritos antiguos que lograron encontrar (muchos de ellos traducciones árabes de los clásicos griegos). El pueblo llano, y la mayoría de los nobles, eran analfabetos. De ahí que este tipo de novelas escritas para la nobleza, que normalmente eran leídas en voz alta, sea más excepcional. De hecho, este ciclo de novelas entre sus diferentes autores, que fueron reinterpretando estas historias durante cien años y que se movieron por el continente, en su momento debieron ser un revulsivo cultural. Cuando los nobles se corrompieron ya sabemos cómo acabó esta historia, en revueltas campesinas, como las jacqueries francesas, en las que estos campesinos atacaban y quemaban castillos, pero que contrariamente a lo que podríamos pensar, no obtuvieron en sus vidas ningún cambio significativo hacía mejor, si no un endurecimiento social y político.


Javier Sierra por indicaciones de Victoria Cirlot se fijó en «un misterioso cuenco del que emergen rayos de luz» que porta una dama -la Virgen- en un fresco, justo debajo del Pantocrator, del ábside románico de Sant Climent de Tahull que podemos ver en el Museu Nacional d’Art de Catalunya. De todo esto a Javier Sierra le salió una novela, pero lo que me gustaría apuntar aquí es que la consagración de este templo fue en el año 1123, seis décadas antes de que Chrétien de Troyes iniciara todas estas historias, que en mi opinión buscaban tanto la emulación de pautas de comportamiento, como el entendimiento, en ese momento, de los diferentes nobles y caballeros en una sociedad caótica.

Bibliografía:

Artículos
Libros
  • Campbell, Joseph (2019) La historia del Grial. Magia y misterio del mito artúrico. Editorial Atalanta.
  • Campbell, Joseph (2018) Las máscaras de Dios. Mitología creativa. Volumen IV. Editorial Atalanta.
  • Cirlot, Victoria (2014) El Grial: Poética y Mito (siglos XII-XV). Siruela. Madrid.
  • Von Eschebach, Wolfram (2017), Parzival. Ediciones Siruela. Madrid.
  • Sierra, Javier (2017) El fuego invisible. Planeta. Barcelona.
Francesc Sánchez – Marlowe. Barcelona.
Redactor, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 22 Julio 2020.