Conflicto y violencia en el Ebro - por Francesc Sánchez
Las gentes de las tierras del Ebro se han visto envueltas en la mayoría
de los procesos políticos, sociales y bélicos catalanes y españoles de
los dos últimos siglos. El libro Conflicte i violéncia a l'Ebre: de Napoleó a Franco
de Josep Sánchez Cervelló relata minuciosamente estos hechos desde las
invasiones napoleónicas durante la Guerra del Francés hasta la Batalla
del Ebro durante la guerra civil española. - leer más
Sección Memoria Histórica
Conflicto y violencia en el Ebro - por Francesc Sánchez
La invasión del país por los ejércitos napoleónicos en 1808 provoca un vacío de poder que es llenado de un lado por la administración francesa que incorpora Cataluña al Imperio y de otro por la irrupción de las Juntas de Defensa en todo el país. Mientras se inicia la Guerra de la Independencia −conocida en Cataluña como Guerra del Francés− y Napoleón pone a su hermano José Bonaparte −conocido despectivamente como Pepe Botella o Pepe Plazuelas− en la Jefatura del Estado en Cádiz aparece la primera corte liberal que confecciona en 1812 la primera Constitución conocida bajo el nombre popular de la Pepa. El regreso de Fernando VII en 1814 y la intervención en 1823 de los Cien Mil Hijos de San Luís (una fuerza de choque de soldados franceses bajo la ordenes de las principales monarquías europeas reunidas en la Santa Alianza) rompen el proceso constitucional conocido como Trienio Liberal y establecen de nuevo el absolutismo. Este intento de constituir un estado liberal en el país fue contestado desde el principio en las tierras del Ebro con una pastoral por el obispo de Tortosa y los prelados de Lleida, Barcelona Urgell, Teruel y Pamplona; los firmantes estaban en contra también de la supresión de la Inquisición, y querían suprimir la prensa y los malos libros. Pero la vuelta del absolutismo para algunos no fue suficiente. De hecho las tenues medidas aperturistas de Fernando VII fueron contestadas entre el 1922 y 1927 por las armas al grito de 'Visca el rei i mori el mal govern!' por el movimiento absolutista radical de los malcontents (conocidos en el Ebro como los camalluents). Sin duda algo que no vaticinaba nada bueno.
El carlismo aparece cuando muere Fernando VII sin tener descendencia masculina, siendo la heredera, mediante la Pragmática Sanción, su hija Isabel, y los partidarios de Carlos María Isidro, hermano de Fernando, se alzan en armas el mes de septiembre 1933 para intentar auparlo al trono. La primera guerra carlista que durara siete años enfrenta a los carlistas contra los liberales partidarios de la regente María Cristina, madre de la futura reina Isabel II. La segunda guerra carlista, entre 1846 y 1849, enfrenta a los partidarios de Carlos Luis de Borbón y Braganza, Conde de Montemolín, conocidos en Cataluña bajo el nombre de matiners, y el ejército liberal de Isabel II. El carlismo, que tenía como máxima Dios, patria y rey, fue una fuerza conservadora y tradicional integrada por los terratenientes, la Iglesia Católica (ésta dará apoyo material y cobertura a los alzados pero es también famoso de estos tiempos el cura trabucaire que en ocasiones comandaba partidas) y gente humilde ligada a los dos primeros grupos y que formaba parte del sistema social y económico del Antiguo Régimen. Tras las desamortizaciones agrarias (las más importantes fueron las de Mendizábal en 1836 y Madoz en 1855) la Iglesia perdió el grueso de sus tierras pero también muchos pequeños propietarios y campesinos vieron como las tierras comunales cayeron en manos de una incipiente burguesía y por esta razón vieron en el carlismo un movimiento que podía defender sus intereses. En 1868 se produce la Gloriosa Revolución, también conocida como Septembrina, que tras expulsar a Isabel II da paso al Sexenio Democrático, el momento en que los liberales buscan un monarca extranjero supeditado a la Constitución, y más tarde proclaman la Primera República. Este es el contexto de la tercera guerra carlista que se da entre 1872 y 1876 cuando los carlistas se alzan de nuevo en armas oponiéndose primero a la entronización de Amadeo de Saboya, luego a la República y finalmente a Alfonso XII. La tercera guerra carlista fue uno de los factores de inestabilidad a tener en cuenta en el fracaso de la Primera República y la nueva Restauración borbónica en 1874.
La violencia en el Ebro es provocada por los grandes conflictos políticos, las guerras hicieron estragos tanto en el enfrentamiento entre los ejércitos como en las poblaciones entre los civiles, por derivación de estos mismos conflictos transformándose los soldados en delincuentes y en forma de venganzas entre la población civil por haber apoyado a uno u otro bando, y finalmente por criminalidad común. El fenómeno del bandolerismo tan arelado en Cataluña en siglos anteriores durante esta centuria cobra una nueva dimensión cuando las partidas carlistas se disgregan continuando su particular lucha en solitario (es el caso de Lo Barbut de Vinebre y Lo Groc de Forcall) o se transforman en bandas de malhechores (es el caso de Josep y Miquel Ostau que lideraban los Felicianos de Gandesa). En cuanto a la delincuencia y la criminalidad más común asociada muchas veces a la miseria, son comunes los robos (frutos y animales), es también en parte hija de los nuevos tiempos, siendo frecuentes las discusiones por la posesión de la tierra o por sus limites terminando muchas veces en derramamientos de sangre.
La Restauración borbónica aguantara duros golpes como la perdida de la colonias de Cuba y Filipinas en 1898 y tendrá episodios de inestabilidad importantes como los que acaecieron en Barcelona en 1909 con una revuelta contra la guerra del Riff en lo que se conoció después como la Semana Trágica. El pronunciamiento de Miguel Primo de Rivera instaura una dictadura entre 1923 y 1930 prohibiendo las fuerzas políticas y las sindicales. En cuanto al catalanismo aún no teniendo un gran enraizamiento en las tierras del Ebro, como una consecuencia de la represión lingüística y cultural de la dictadura, pasara del regionalismo moderado al nacionalismo radical.
Durante la Segunda República las fuerzas políticas republicanas catalanas de izquierdas desbancan en las urnas a las conservadoras en 1931, en el 1934 éstas ultimas volverán en lo que se conoció como el Bienio Negro, y finalmente las izquierdas vuelven a ganar en 1936 integradas en el Frente Popular. Esquerra Republicana de Cataluña es hegemónica en las tierras del Ebro. En cuanto a las fuerzas sociales, aunque el sindicato socialista (UGT) empieza a implantarse, y la presencia de la Unió de Rabassaires en el campo es notable, la hegemonía corresponde a los anarquistas (CNT). Son estos últimos, los que a finales de 1933, durante el bienio de derechas en el gobierno de la República, experimentan sin éxito la implantación del comunismo libertario. La dura represión que sufren los anarquistas durante este período tendrá sus consecuencias tres años después tras la sublevación del ejército contra la legalidad de la República en forma de venganzas. El golpe de estado del ejército fracasa en la mayoría de ciudades por la acción de un pueblo que se ha alzado en armas, pero esto mismo provoca un vacío de poder durante al menos tres meses, momento en el que muchos saldan sus cuentas con los beneficiados del sistema, desde personas acaudaladas, falangistas o personas significadas políticamente de derechas, incluyéndose clérigos y curas. El anticlericalismo, un componente ideológico del liberalismo español que buscaba la secularización de la sociedad y que más tarde hicieron suyo los republicanos, socialistas y anarquistas, durante estos meses pasa definitivamente −porque ya previamente en varias ocasiones había habido quema de conventos− de la palabra y la legislación a la acción violenta cobrándose la vida de más de quinientos religiosos en las tierras del Ebro.
El fracaso del alzamiento del ejército inicia automáticamente la guerra civil, pero también se inicia la revolución social de los anarquistas, que al mismo tiempo que empiezan a formar milicias para luchar en el frente de batalla y conforme éstas van avanzando, ponen en marcha colectivizaciones en la industria (Flix el núcleo industrial más importante del Ebro es colectivizado) y en el campo, legitimadas ambas en Cataluña el 24 de septiembre de 1936 por el Decreto de Colectivizaciones, que emite un gobierno de la Generalitat compuesto por todas las organizaciones del Frente Popular y los sindicatos. Las colectivizaciones agrarias aunque funcionaron no tuvieron la aceptación de todos los campesinos, los sindicalistas de Unió de Rabassaires, estando de acuerdo en la expropiación de los latifundios de los terratenientes en los que habían trabajo, querían poseer esta misma tierra y trabajarla por su cuenta. Los Fets de la Fatarella, donde se produjeron al menos cincuenta muertes, ejemplifican esta dualidad de pensamiento hasta sus últimas consecuencias. Esta tensión tiene su equivalente en la capital catalana en lo que se conoció como Fets de Maig, momento en que los anarquistas de la CNT y la FAI, al lado de los comunistas del POUM, se enfrentan en las calles a los de ERC, PSUC y la UGT.
Las tierras del Ebro conforme los ejércitos nacionales van invadiendo territorios y acercándose a Cataluña serán una tierra de paso y el punto de partida para decenas de miles de personas en dirección hacía Barcelona y su periferia: unos porque han tenido que dejar su tierra en otras regiones y otros porque tienen que abandonar éstas mismas tierras convertidas en campo de batalla en muchos casos para no volver. La Batalla del Ebro, la más importante de toda la guerra civil, enfrenta a decenas de miles de soldados y provoca más de 30.000 muertos y cien mil heridos. Muchos de ellos desaparecidos en cunetas en las que sus familiares aún los buscan. Esta batalla, que pretendía desviar la atención de los franquistas de Valencia y que de haberla ganado la República podría haber tanto influenciado a las democracias europeas a su favor (Gran Bretaña y Francia) como subido la moral de los soldados republicanos, al perderse fue la antesala del la invasión de Cataluña y el fin de la República.
Por lo dicho en esta breve reseña podemos afirmar que las guerras, en muchos casos planeadas desde lejos pero que implicaron a sus habitantes, enquistaron el conflicto en las tierras del Ebro, continuando cuando estas habían finalizado oficialmente, hasta el punto de poderse establecer si se quiere una venganza generacional durante dos siglos. Los efectos de la última guerra civil en las tierras del Ebro serán tan brutales que hasta nuestros días sigue siendo el territorio más débil y más pobre de Cataluña.
Francesc Sánchez – Marlowe. Barcelona.
Redactor, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 4 Febrero 2013.
Sección Memoria Histórica
Conflicto y violencia en el Ebro - por Francesc Sánchez
La invasión del país por los ejércitos napoleónicos en 1808 provoca un vacío de poder que es llenado de un lado por la administración francesa que incorpora Cataluña al Imperio y de otro por la irrupción de las Juntas de Defensa en todo el país. Mientras se inicia la Guerra de la Independencia −conocida en Cataluña como Guerra del Francés− y Napoleón pone a su hermano José Bonaparte −conocido despectivamente como Pepe Botella o Pepe Plazuelas− en la Jefatura del Estado en Cádiz aparece la primera corte liberal que confecciona en 1812 la primera Constitución conocida bajo el nombre popular de la Pepa. El regreso de Fernando VII en 1814 y la intervención en 1823 de los Cien Mil Hijos de San Luís (una fuerza de choque de soldados franceses bajo la ordenes de las principales monarquías europeas reunidas en la Santa Alianza) rompen el proceso constitucional conocido como Trienio Liberal y establecen de nuevo el absolutismo. Este intento de constituir un estado liberal en el país fue contestado desde el principio en las tierras del Ebro con una pastoral por el obispo de Tortosa y los prelados de Lleida, Barcelona Urgell, Teruel y Pamplona; los firmantes estaban en contra también de la supresión de la Inquisición, y querían suprimir la prensa y los malos libros. Pero la vuelta del absolutismo para algunos no fue suficiente. De hecho las tenues medidas aperturistas de Fernando VII fueron contestadas entre el 1922 y 1927 por las armas al grito de 'Visca el rei i mori el mal govern!' por el movimiento absolutista radical de los malcontents (conocidos en el Ebro como los camalluents). Sin duda algo que no vaticinaba nada bueno.
El carlismo aparece cuando muere Fernando VII sin tener descendencia masculina, siendo la heredera, mediante la Pragmática Sanción, su hija Isabel, y los partidarios de Carlos María Isidro, hermano de Fernando, se alzan en armas el mes de septiembre 1933 para intentar auparlo al trono. La primera guerra carlista que durara siete años enfrenta a los carlistas contra los liberales partidarios de la regente María Cristina, madre de la futura reina Isabel II. La segunda guerra carlista, entre 1846 y 1849, enfrenta a los partidarios de Carlos Luis de Borbón y Braganza, Conde de Montemolín, conocidos en Cataluña bajo el nombre de matiners, y el ejército liberal de Isabel II. El carlismo, que tenía como máxima Dios, patria y rey, fue una fuerza conservadora y tradicional integrada por los terratenientes, la Iglesia Católica (ésta dará apoyo material y cobertura a los alzados pero es también famoso de estos tiempos el cura trabucaire que en ocasiones comandaba partidas) y gente humilde ligada a los dos primeros grupos y que formaba parte del sistema social y económico del Antiguo Régimen. Tras las desamortizaciones agrarias (las más importantes fueron las de Mendizábal en 1836 y Madoz en 1855) la Iglesia perdió el grueso de sus tierras pero también muchos pequeños propietarios y campesinos vieron como las tierras comunales cayeron en manos de una incipiente burguesía y por esta razón vieron en el carlismo un movimiento que podía defender sus intereses. En 1868 se produce la Gloriosa Revolución, también conocida como Septembrina, que tras expulsar a Isabel II da paso al Sexenio Democrático, el momento en que los liberales buscan un monarca extranjero supeditado a la Constitución, y más tarde proclaman la Primera República. Este es el contexto de la tercera guerra carlista que se da entre 1872 y 1876 cuando los carlistas se alzan de nuevo en armas oponiéndose primero a la entronización de Amadeo de Saboya, luego a la República y finalmente a Alfonso XII. La tercera guerra carlista fue uno de los factores de inestabilidad a tener en cuenta en el fracaso de la Primera República y la nueva Restauración borbónica en 1874.
La violencia en el Ebro es provocada por los grandes conflictos políticos, las guerras hicieron estragos tanto en el enfrentamiento entre los ejércitos como en las poblaciones entre los civiles, por derivación de estos mismos conflictos transformándose los soldados en delincuentes y en forma de venganzas entre la población civil por haber apoyado a uno u otro bando, y finalmente por criminalidad común. El fenómeno del bandolerismo tan arelado en Cataluña en siglos anteriores durante esta centuria cobra una nueva dimensión cuando las partidas carlistas se disgregan continuando su particular lucha en solitario (es el caso de Lo Barbut de Vinebre y Lo Groc de Forcall) o se transforman en bandas de malhechores (es el caso de Josep y Miquel Ostau que lideraban los Felicianos de Gandesa). En cuanto a la delincuencia y la criminalidad más común asociada muchas veces a la miseria, son comunes los robos (frutos y animales), es también en parte hija de los nuevos tiempos, siendo frecuentes las discusiones por la posesión de la tierra o por sus limites terminando muchas veces en derramamientos de sangre.
La Restauración borbónica aguantara duros golpes como la perdida de la colonias de Cuba y Filipinas en 1898 y tendrá episodios de inestabilidad importantes como los que acaecieron en Barcelona en 1909 con una revuelta contra la guerra del Riff en lo que se conoció después como la Semana Trágica. El pronunciamiento de Miguel Primo de Rivera instaura una dictadura entre 1923 y 1930 prohibiendo las fuerzas políticas y las sindicales. En cuanto al catalanismo aún no teniendo un gran enraizamiento en las tierras del Ebro, como una consecuencia de la represión lingüística y cultural de la dictadura, pasara del regionalismo moderado al nacionalismo radical.
Durante la Segunda República las fuerzas políticas republicanas catalanas de izquierdas desbancan en las urnas a las conservadoras en 1931, en el 1934 éstas ultimas volverán en lo que se conoció como el Bienio Negro, y finalmente las izquierdas vuelven a ganar en 1936 integradas en el Frente Popular. Esquerra Republicana de Cataluña es hegemónica en las tierras del Ebro. En cuanto a las fuerzas sociales, aunque el sindicato socialista (UGT) empieza a implantarse, y la presencia de la Unió de Rabassaires en el campo es notable, la hegemonía corresponde a los anarquistas (CNT). Son estos últimos, los que a finales de 1933, durante el bienio de derechas en el gobierno de la República, experimentan sin éxito la implantación del comunismo libertario. La dura represión que sufren los anarquistas durante este período tendrá sus consecuencias tres años después tras la sublevación del ejército contra la legalidad de la República en forma de venganzas. El golpe de estado del ejército fracasa en la mayoría de ciudades por la acción de un pueblo que se ha alzado en armas, pero esto mismo provoca un vacío de poder durante al menos tres meses, momento en el que muchos saldan sus cuentas con los beneficiados del sistema, desde personas acaudaladas, falangistas o personas significadas políticamente de derechas, incluyéndose clérigos y curas. El anticlericalismo, un componente ideológico del liberalismo español que buscaba la secularización de la sociedad y que más tarde hicieron suyo los republicanos, socialistas y anarquistas, durante estos meses pasa definitivamente −porque ya previamente en varias ocasiones había habido quema de conventos− de la palabra y la legislación a la acción violenta cobrándose la vida de más de quinientos religiosos en las tierras del Ebro.
El fracaso del alzamiento del ejército inicia automáticamente la guerra civil, pero también se inicia la revolución social de los anarquistas, que al mismo tiempo que empiezan a formar milicias para luchar en el frente de batalla y conforme éstas van avanzando, ponen en marcha colectivizaciones en la industria (Flix el núcleo industrial más importante del Ebro es colectivizado) y en el campo, legitimadas ambas en Cataluña el 24 de septiembre de 1936 por el Decreto de Colectivizaciones, que emite un gobierno de la Generalitat compuesto por todas las organizaciones del Frente Popular y los sindicatos. Las colectivizaciones agrarias aunque funcionaron no tuvieron la aceptación de todos los campesinos, los sindicalistas de Unió de Rabassaires, estando de acuerdo en la expropiación de los latifundios de los terratenientes en los que habían trabajo, querían poseer esta misma tierra y trabajarla por su cuenta. Los Fets de la Fatarella, donde se produjeron al menos cincuenta muertes, ejemplifican esta dualidad de pensamiento hasta sus últimas consecuencias. Esta tensión tiene su equivalente en la capital catalana en lo que se conoció como Fets de Maig, momento en que los anarquistas de la CNT y la FAI, al lado de los comunistas del POUM, se enfrentan en las calles a los de ERC, PSUC y la UGT.
Las tierras del Ebro conforme los ejércitos nacionales van invadiendo territorios y acercándose a Cataluña serán una tierra de paso y el punto de partida para decenas de miles de personas en dirección hacía Barcelona y su periferia: unos porque han tenido que dejar su tierra en otras regiones y otros porque tienen que abandonar éstas mismas tierras convertidas en campo de batalla en muchos casos para no volver. La Batalla del Ebro, la más importante de toda la guerra civil, enfrenta a decenas de miles de soldados y provoca más de 30.000 muertos y cien mil heridos. Muchos de ellos desaparecidos en cunetas en las que sus familiares aún los buscan. Esta batalla, que pretendía desviar la atención de los franquistas de Valencia y que de haberla ganado la República podría haber tanto influenciado a las democracias europeas a su favor (Gran Bretaña y Francia) como subido la moral de los soldados republicanos, al perderse fue la antesala del la invasión de Cataluña y el fin de la República.
Por lo dicho en esta breve reseña podemos afirmar que las guerras, en muchos casos planeadas desde lejos pero que implicaron a sus habitantes, enquistaron el conflicto en las tierras del Ebro, continuando cuando estas habían finalizado oficialmente, hasta el punto de poderse establecer si se quiere una venganza generacional durante dos siglos. Los efectos de la última guerra civil en las tierras del Ebro serán tan brutales que hasta nuestros días sigue siendo el territorio más débil y más pobre de Cataluña.
Francesc Sánchez – Marlowe. Barcelona.
Redactor, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 4 Febrero 2013.