Israel desencadena la guerra contra Irán. Del ataque preventivo a la guerra de las ciudades – por Francesc Sánchez
En la noche del viernes 13, efeméride cargada de significado, el Ejército israelí, sin que mediara provocación alguna, envío a sus cazabombarderos a Irán para destruir una parte sustancial de las instalaciones nucleares, las bases de misiles, las defensas antiaéreas más sofisticadas, y descabezar a buena parte de los mandos de la Guardia Revolucionaria, y del equipo de científicos del programa nuclear de este Estado, que durante décadas fue denunciado por Israel, y que la comunidad internacional -occidental- ha cuestionado y penalizado con sanciones económicas. La repuesta de Irán se hizo esperar un día, pero ha sido contundente, con el lanzamiento de centenares de misiles hacia las ciudades israelíes. Lejos de saberse si estamos una vez más en nueva guerra limitada como la del pasado mes de octubre, esta vez subiendo unos peldaños más en la gravedad, no podemos dejar de constatar que por este conflicto la región de Oriente Medio, por todo que puede desencadenar, vuelve a estar frente al precipicio.
El ataque de Israel
En el primer ataque fue bombardeada la base de misiles de Tabriz, la base de misiles de Kermanshah, la planta de enriquecimiento de uranio de Natanz, y finalmente la planta de enriquecimiento de Fordow en Qom, sin que se hubiera producido ningún daño en esta última, por encontrarse estas instalaciones enterradas en las montañas. Un día después fue bombardeada la planta de enriquecimiento de Isfahán, la base de misiles de Ghadir de la Guardia Revolucionaria, y la base militar de Piranshahr, cerca de la frontera con Iraq. El ataque a las instalaciones nucleares, en el que se utilizaron drones escondidos en camiones por miembros de su servicio secreto sobre el terreno, y que recuerda mucho a la reciente Operación Telaraña de los ucranianos sobre los bombarderos estratégicos rusos, ha encendido las alarmas de la Organismo Internacional de la Energía Atómica, por el inherente riesgo de las fugas radiactivas.
Este ataque de Israel ha sido también un golpe de descabezamiento de mandos militares y científicos clave en el programa nuclear iraní que en su mayoría se encontraba en la ciudad de Teherán. Mohammad Bagheri, jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas, Hossein Salami, líder de la Guardia Revolucionaria, Gholamali Rashid, jefe del Cuartel General Central Jatam al Anbiya, Ali Hajizadeh, comandante de la Fuerza Aeroespacial de la Guardia Revolucionaria, Mohammad Kazemi, jefe de Inteligencia de la Guardia Revolucionaria, fueron eliminados. Los generales de brigada y oficiales superiores, entre ellos Mohsen Bagheri, Davood Shekhian, y Mohammad Bagher Taherpour, fueron eliminados. Fereydoun Abbasi, y otros 13 científicos responsables del programa nuclear iraní, fueron eliminados. Hace unas horas el nuevo jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas, Ali Shadmani, ha sido también eliminado.
La respuesta de Irán
La República Islámica de Irán respondió a estos ataques en la noche del sábado 14 con centenares de misiles y drones contra la ciudad de Tel Aviv, el domingo, en una nueva oleada alcanzaron la ciudad de Haifa. La población cuando suenan las alarmas acude a los refugios antiaéreos. La mayoría de los misiles y drones fueron interceptados por el sistema de defensa antiaéreo Cúpula de Hierro, pero algunos lograron impactar en sus objetivos, produciéndose decenas de muertes, sin que haya traslucido apenas más información. La censura militar israelí ha impedido a los periodistas tanto locales como internacionales informar sobre estos ataques.
Irán dispone de misiles hipersónicos Fatah, con un alcance máximo de 1.400 kilómetros capaces de llevar hasta 450 kilos de explosivo, de trayectoria impredecible y por lo tanto de muy difícil de prever sus objetivos, e interceptar por el sistema defensivo israelí. El arsenal de misiles iranies, según los norteamericanos, estaría compuesto de al menos tres mil proyectiles. Las bases estadounidenses en Iraq, la caída del régimen baazista en Siria, y una Jordania de facto aliada de Israel, hacen improbable un movimiento de tropas terrestres iraníes con el objetivo de alcanzar a su enemigo.
Estos ataques iraníes fueron contestados por los israelíes con nuevos bombardeos, esta vez sobre la refinería de Teherán, que afectaron a sus depósitos de combustible. Los iranies hicieron lo propio con la refinería de Haifa. El factor energético es de vital importancia para cualquier Estado, crítico para unos Estados que basan su economía en la producción de hidrocarburos, pero todavía lo es más en esta región por ser una de las más importantes del mundo: una propagación del conflicto hacia las instalaciones petrolíferas y gasísticas de los Estados del Golfo, o el cierre del Estrecho de Ormuz, impidiendo el tránsito a los grandes buques petroleros, tendría implicaciones globales en la seguridad energética muy perjudiciales en términos económicos.
El ayatola Alí Jaminei, líder supremo de la República Islámica, aseguró que los ataques «iban a ser contestados», pero oficialmente no ha declarado la guerra a Israel. Por su parte Benjamin Netanyahu, que ha pedido el apoyo militar de los Estados Unidos, ha dicho que «no descarta eliminarle». El líder israelí parece que está decidido a continuar con sus planes maximalistas por lo que no es descartable un incremento de las hostilidades. Donald Trump alterna la búsqueda de negociaciones con la exigencia de «la rendición incondicional», los europeos reconocen «el derecho de Israel a defenderse», y el resto de la comunidad internacional, sin obviar la alianza de Irán con Rusia y China, permanece expectante.
Apagón informativo
Hay un dicho que dice que en una guerra la primera victima es la verdad, y en este conflicto esta máxima no es una excepción. Sin embargo, el Estado de Israel con la censura militar está subiendo un peldaño más en la dificultad de informar para los periodistas: primero lo hizo prohibiendo las imágenes de los bombardeos y sus efectos destructivos, y ahora ha ido más allá bombardeando una de las sedes de la Televisión pública de Irán. En la República Islámica apenas hay periodistas internacionales y el acceso a Internet hacía fuera del país ha sido cortado, por lo que la información que nos llega sobre los efectos de los bombardeos y los que allí se encuentran es mínima.
La gestión de la información, en la que entra la propaganda y la censura, forma también parte de la guerra. Hay canales de información internacionales como Al Jazeera que ofrecen información continuamente sobre el conflicto, pero en España durante estos días no ha existido una cobertura informativa digna de ese nombre ni en la Radio Televisión Española. Los últimos acontecimientos en la política nacional que afectan al Gobierno han hecho que todos los canales de televisión en este país se hayan focalizado en esta cuestión, pero lo que sucede en Oriente Medio tiene suficiente entidad para no ser minimizado.
El significado del programa nuclear iraní
El programa nuclear de Irán y la denuncia hecha a cabo por Israel de un plan encubierto por parte de los iraníes para obtención de la bomba atómica, que estaría enriqueciendo uranio más allá de lo necesario para fines pacíficos, es el motivo que ha justificado -según los israelíes- este ataque preventivo sobre la estructura nuclear y militar iraní. Sin embargo, vale la pena contextualizar los hechos en la historia inmediata.
Primero fue golpeada Hamás en la Franja de Gaza, luego fue Hezbolá en el Líbano, le siguió el régimen del baazista en Siria, y ahora es la República Islámica de Irán. Si aceptamos que «este ataque preventivo» sobre Irán llevaba mucho tiempo en preparación, podemos llegar a la conclusión que todos los demás también. Y en este punto los muertos del 7 de octubre de 2023 alcanzan una dimensión muy superior al propio del dramatismo que produce un atentado terrorista: sin entrar a cuestionar si los servicios secretos sabían lo que iba a suceder, o si el Gobierno israelí tomó las medidas necesarias para evitarlo, está claro que esa barbaridad ha hecho posible que Benjamin Netanyahu desencadené una respuesta letal contra los enemigos del Estado de Israel.
Nada de esto puede separarse de otros golpes sobre los que los Estados Unidos e Israel «han considerado Estados canallas». En el 2003 una coalición internacional erradicó el régimen baazista de Iraq de Sadam Husein, bajo el pretexto que disponía de armas de destrucción masiva y fomentaba el terrorismo internacional, en el 2011 otra coalición destruyó el régimen de Gadafi en Libia, bajo el pretexto real o imaginario de proteger a los civiles. Tanto en un caso como en otro ninguno de los nobles ideales sobre la protección de los derechos humanos, y la promoción de la libertad y democracia, que se argumentaron para la acción militar, se cumplieron, de hecho, sucedió todo lo contrario, con la llegada de los islamistas y la desestabilización, pero los objetivos reales, que no son otros que la erradicación de Estados hostiles a occidente y el control de sus recursos energéticos, se cumplieron.
En el caso de Israel no es necesario edulcorar su acción militar. Desde el 7 de octubre ha combatido a sus enemigos uno por uno con la intención sino de erradicarlos si de debilitarlos lo máximo posible. Quiere expulsar a los palestinos de la Franja de Gaza, habiendo exterminado a más de 50.000 hasta al momento en su combate contra milicianos, niños y mujeres, ahora matándolos de hambre en los campos de vergüenza, probablemente un anticipo de lo que pasará también en algún momento a los que viven en Cisjordania, ha desestabilizado el Líbano totalmente golpeando muy duramente a su principal poder, y en Siria ha colaborado activamente con Turquía para extirpar el régimen baazista de los Asad, dándole el poder a los islamistas. Hamás, Hezbolá, y los baazistas. Todos ellos, con sus motivaciones particulares, pero partes del Eje de la Resistencia promovido por los iraníes para golpear y por lo tanto debilitar a Israel. De ahí que su objetivo declarado esta vez es la destrucción del programa nuclear iraní, pero en realidad el verdadero motivo de esta guerra por etapas es el de erradicar el régimen la República Islámica de Irán.
La insistencia de Irán en su programa nuclear es una amenaza contra Israel, porque puede transformarse en un programa militar, pero desde el punto de vista de los iraníes es su propia garantía de seguridad al acceder a la disuasión nuclear frente a cualquier ataque o invasión, y ejemplos en la región cómo hemos visto tenemos unos cuantos. El hecho que el Estado de Israel, aunque no lo reconozca oficialmente, disponga de armas nucleares, e Irán no pueda tenerlas, muestra un agravio comparativo resuelto virtualmente por la fuerza.
Este Estado teocrático aprieta y desaprieta a través de la represión a una población tentada por occidente, y el cambio de régimen a través de una revuelta, un golpe de Estado si concurren los militares, o una combinación de ambas cosas, ha sido propuesto por los ideólogos de Washington en más de una ocasión, desde que después de la Revolución Islámica de 1979, se cortaran relaciones de cualquier tipo, y el ayatola Jomeini marcará a los Estados Unidos como el Gran Satán. Sin embargo, una vez más lo que piense el pueblo iraní es secundario, en el mejor de los casos su rebeldía sólo seria aprovechada por los enemigos de Irán para conseguir sus planes, que no son otros que erradicar un Estado hostil a sus intereses y apoderarse de sus vastos recursos energéticos. Lo mismo que hicieron con el golpe de Estado sobre Mohammad Mosaddeqen 1953 cuando este primer ministro quiso nacionalizar los recursos petroleros. Israel siempre ha sido muy claro con sus objetivos: el programa nuclear iraní no es en si más problemático que el de cualquier Estado que quiera llevar a cabo algo semejante, sea para fines pacíficos o militares, la diferencia en este caso es que lo lleva a cabo a un Estado hostil a Israel y eso afecta su propia seguridad, y a sus intereses geopolíticos regionales.
La cuestión es si la clase política de Washington, presionada hasta el tuétano por los lobbies sionistas, va a aceptar el guante de su aliado israelí, si realmente le interesa tomar parte en una nueva aventura militar en Oriente Medio, o si prefiere explorar vías más pacificas de dialogo con sus adversarios. El papelón de los Estados europeos es digno de estudio, cualquiera diría de sus líderes que quieren apuntarse a una nueva cruzada, que recuerda a aquellas pasadas cuando Jerusalén fue liberada del islam, y que mucho después tras la Gran Guerra los británicos quisieron repetir la jugada cuando, con una alianza con los árabes, derrotando al Imperio otomano, e instaurando el Mandato sobre Palestina, sobre el que las nuevas y flamantes Naciones Unidas, después de la Segunda Guerra Mundial, impusieron el Plan de partición en beneficio de los judíos procedentes de una Europa en ruinas, el origen del conflicto contemporáneo en Oriente Medio. Los Estados europeos con su propósito de duplicar su gasto en defensa podrían tener dentro de unos años un papel significativo en esta guerra, pero terminaré como empezaba: muchos harían bien en recordar que en la madrugada del viernes 13 de octubre de 1307 el Rey de Francia Felipe IV, compinchado con el Papa Clemente V, desencadenó la persecución contra los caballeros de la Orden del Temple, precisamente aquellos que llegaron primero a Jerusalén en la Primera cruzada. Cada cual que interprete como quiera este significativo hecho de la historia.
Francesc Sánchez – Marlowe. Barcelona.
Redactor, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 17 Junio 2025.