El incremento del gasto en defensa en una democracia debe ser cuestionado – por Francesc Sánchez
Lo más parecido a una guerra que ha vivido nuestra sociedad desde la recuperación de la democracia fue la pandemia del coronavirus, en donde pudimos comprobar las virtudes de un sistema sanitario público y universal para hacer frente a la enfermedad y a la propagación de las infecciones, pero también del resto de estructuras del Estado para que siguieran funcionando los servicios básicos durante la cuarentena, y se pudieran desplegar toda una serie de medidas financieras para compensar a los más afectados por la paralización de buena parte de la actividad económica. El Gobierno de España movilizó muchos millones de euros en un plan de recuperación a través de fondos propios y de la Unión Europea a través de los fondos Next Generation, que permitieron una recuperación económica que llega hasta nuestros días con un crecimiento del PIB superior a la media europea. Una atentica economía estatalizada, que, sumada a las bajas por la enfermedad, la imposición de medidas profilácticas, la coerción policial para mantener el orden, y la paranoia social por parte de pequeños dictadores empoderados, nos aproxima a un escenario muy parecido al que define cualquier guerra. Muy pocos cuestionaron en su momento, y hoy tampoco, apenas nada de todo esto, mucho menos el dotar al Estado en todo aquello necesario para afrontar este tipo de crisis sistémicas, pero, sin embargo, cómo es lógico, sí muchos cuestionamos el que nuestro país entré en guerra, o que nuestro Estado se dote de más recursos para los presupuestos de defensa.
Nuestra sociedad vive en paz en un entorno europeo de seguridad desde la finalización de la Segunda Guerra Mundial en 1945, pero si repasamos la historia más allá comprobaremos que esto no fue lo habitual. Los europeos, y también los españoles, nos hemos matado una y otra vez por todo tipo de razones, hasta que después de la peor de las guerras, que dejó al continente destruido, nos convencimos de que la guerra debía ser desterrada para siempre. Por esa razón, en un contexto de tensión permanente con la Unión Soviética definido por la Guerra Fría, se creó tanto la OTAN como la Comunidad Económica Europea, que, bajo la seguridad colectiva y la guadaña de la bomba atómica, y unas sociedades críticas y movilizadas en favor de la paz, hicieron posible que el continente viviera sus mejores tiempos. Ese fue el sueño de Europa. Ha habido guerras en Europa como las yugoslavas, o la de Chechenia, pero no se han considerado nuestras guerras, sino las consecuencias del fracaso de sistemas desfasados que terminaron mal, y además manteniendo el convencimiento de que este tipo de conflictos nunca nos pueden afectar, porque -evidentemente- nos consideramos mejores. Sin embargo, la guerra llama a nuestra puerta. Y lo peor de todo es que somos corresponsables de que esto suceda. La pesadilla de Europa finalmente ha llegado.
Donald Trump, infausto personaje, exige a los Estados que forman parte de la OTAN, un incremento de sus prepuestos militares hasta alcanzar un 5 por ciento de su PIB, lo que supone para un país como España que en el 2024 tuvo un PIB de 1.593.136 de millones, nada menos que 79.656 millones de euros, que, llevados al presupuesto del Estado, que fue en el 2024 de 722.846 millones, son el 11,02 por ciento del total. Pedro Sánchez, alabado nuestro señor, demonio con cuernos y rabo para los que lo odian, ha manifestado su propósito de que España alcance el 2 por ciento del PIB en defensa, y para lograrlo ha incrementado este año el presupuesto de defensa en 10.215 millones que, sumados a los 9.508 millones presupuestados, nos arrojan la cifra de 19.723 millones, que es el 1,24 por ciento del PIB, y el 2,73 por ciento de los presupuestos. El Centro de Estudios por la Paz J.M. Delàs a través de su base de datos para el año 2024 detallaba el gasto en defensa en 14.453 millones, que sumadas a otras partidas como son las clases pasivas militares, las pensiones de guerra, aportaciones al mutualismo, la Guardia Civil, el apoyo a la innovación I+D, y los organismos militares internacionales, hacían ascender la cifra en 24.759 millones, que con una diferencia del presupuesto inicial y liquidado de 2.755 millones, y los intereses de la deuda pública, hacia llegar el total del gasto a 29.149 millones, un 1,83 por ciento del PIB. Para el vigente año su estimación es de 42.249 millones, un 2,59 por ciento del PIB. Una cifra que en el primer caso estaría alejada de ese 2 por ciento, y en el segundo lo pasaría, pero muy lejos en cualquier caso del 5 por ciento que exige Donald Trump, y que en la próxima cumbre de la OTAN, que se celebrará entre el 24 y 25 de junio en la Haya, va a ser uno de los asuntos capitales.
Para implementar más del doble del gasto en defensa el Ministerio de Defensa necesitaría en cualquier caso tiempo y planificación. Quizá diez años para poner encima de la mesa si son necesarios más soldados, con su consiguiente instrucción, y con mejores retribuciones, compras de armamento, tanto a la industria española como de la de otros países, y nuevas infraestructuras como son las bases militares. Mientras Pedro Sánchez va pensando cómo convocarnos a un referéndum para que nosotros decidamos si queremos aumentar el presupuesto en defensa, hay que disponer de la información necesaria, pues la exigencia del aumento del gasto en defensa obedece a tres razones de diferente peso que están íntimamente relacionadas y que no se pueden obviar.
La primera de ellas, la más publicitada por la OTAN y la Comisión Europea, es la necesidad de defendernos ante un enemigo potencial, es decir el Estado de Rusia, al que hemos querido enfrentarnos indirectamente a través de la cesión de armamento al Estado de Ucrania en la guerra que mantiene con este Estado desde el 2022. Ursula von der Leyen, la presidenta de la Comisión Europea, ha pedido que la UE destine al menos 700.000 millones de euros a su defensa y ponga en marcha una economía de guerra. Si mantenemos que, en el año 2024, en función de la información que ofrece el Consejo de la UE y del Consejo Europeo, los presupuestos de defensa de los Estados que forman parte de la Unión Europea ascendieron a 326.000 millones de euros, y que esto representaba un 1,9 por ciento del PIB, podemos comprobar como esos 700.000 millones se aproximan a ese 5 por cierto exigido por la Donald Trump a través de la OTAN. Nuestro enfrentamiento con Rusia, dentro de unos años se supone, puede resultar caro en términos económicos, y eso que aquí solo hablamos de presupuestos militares, no estamos hablando de las consecuencias de una guerra que las podemos comprobar en lo que sucede en Ucrania. Pero es importante decir que lo que destinó Rusia en plena guerra en el 2024 a defensa -según las estimaciones más disparatadas- fueron 462.000 millones de euros, y las más ajustadas 120.000 millones, el 6 por ciento de su PIB, cifras que cómo comprobamos no se alejan demasiado en un caso a lo que ya aportan los Estados de la UE, y en el otro sólo es la tercera parte de sus presupuestos de defensa, y por lo tanto muy inferior a los 700.000 millones que se nos exige ahora a los europeos.
La segunda razón es nuestro amigo americano. Su presupuesto de defensa en el 2023 fue de 861.633 millones de dólares, un 3,36 por ciento de su PIB. Tanto Barack Obama, como Joe Biden, y ahora Donald Trump, han exigido a los demás miembros de la OTAN que aumenten sus presupuestos militares, y cómo vemos en el caso de este último quiere que dediquemos un porcentaje más elevado del PIB que el que su propio Estado aporta. Pero el razonamiento de que aumentemos los presupuestos militares desde su punto de vista tiene su lógica. Los Estados Unidos desde 1945 desplegando bases militares y levantando la OTAN han ofrecido a Europa una defensa que los Estados europeos por si solos no han querido o no han sabido substituir. Lo que no dicen es que esta aportación en defensa americana fue interesada y cumplió una función durante la Guerra Fría, los Estados Unidos defendieron Europa porque prefirieron levantar un muro de contención al otro lado del Atlántico frente a una improbable, pero posible, guerra con la Unión Soviética. Si a esto le sumamos que durante esa época el mundo orbitaba entre esas dos superpotencias y sus esferas de influencia entendemos mejor la razón que llevó a los Estados Unidos a actuar de esta forma con Europa. Con la desaparición de la Unión Soviética y la materialización de la Unión Europea como un gigante económico, la defensa americana perdió su significado, sin embargo, precisamente por esto mantuvo la OTAN, incluyendo cada vez a más países que antes estaban en la órbita de Moscú, hasta que con la restitución de Rusia como Estado le ha devuelto de nuevo su razón de ser.
La tercera razón es la madre del cordero. La exigencia del aumento de los presupuestos de defensa en Europa que hace la OTAN y la CE cómo hemos comprobado no obedece a lo que seria justo y necesario para garantizar nuestra propia defensa. El presupuesto de defensa en conjunto de la Unión Europea sería equivalente al de los Estados Unidos, y por lo tanto estaría capacitado más que para defender para ofender. Requiere una industria militar propia europea, o ingentes compras de cantidades de armamento a los Estados Unidos, y necesita actividad. Podría ser el principio de un Ejército europeo, o de unos Estados aliados europeos, subordinados a los Estados Unidos en su pulso con China, o por el contrario una emancipación de nuestro amigo americano, guiados en por sus propios intereses. Sean estos los que sean. Cada cual que elija sus preferencias. En cualquier caso, lo que va quedando claro, es que Europa se está preparando para guerra, puede que contra Rusia que es una potencia nuclear o contra otros Estados que no lo son, lo que no se nos debe de olvidar, es que los Estados Unidos se han estado preparando para la guerra durante más de un siglo, porque efectivamente han participado e iniciado muchas de estas guerras.
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El aumento de estos presupuestos en defensa, tanto en España como en el resto de Europa, por fuerza solo puede llevarse a cabo por dos vías, incrementando los impuestos o reduciendo partidas en los presupuestos destinadas a otras cuestiones. Europa, España incluida, desde 1945 hizo grandes esfuerzos en crear un Estado del Bienestar, envidiado por el resto del mundo, esa fue la mejor aportación europea a sus ciudadanos en el pasado siglo. En los Estados Unidos los americanos no disponen de nada parecido, deben de costearse individualmente, entre otras cuestiones, su propia sanidad, educación, y pensiones. Por esa razón mientras en Europa existe una mayor igualdad, en los Estados Unidos existen mayores diferencias sociales y económicas. El sector privado puede estar esperando la privatización del sistema europeo, pero debería evaluar las disfunciones del sistema americano, y recordar las lecciones de la historia. Se argumenta que para defender este Estado del Bienestar debemos dotarnos de una mejor defensa, pero por lo dicho en este artículo, todo apunta hacia otra dirección. Las personas que en su momento crearon el sueño de Europa lo hicieron sobre unos valores pragmáticos, pero también positivos, alejados del enfrentamiento, ojalá sin ser ingenuos, podamos retomar esa filosofía.
Francesc Sánchez – Marlowe. Barcelona.
Redactor, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 9 Junio 2025.