Rusia ataca e invade Ucrania – por Francesc Sánchez

 

A las 4 de la madrugada del 24 de febrero Vladimir Putin ha ordenado un ataque por tierra, mar y aire contra la Ucrania. Los objetivos de los bombardeos fueron instalaciones militares en Járkov, Kramatorsk, Mariúpol, Dnipró, Zapariyia, Jersón, Mykoláiv, Odesa, Ivano-Frankivsk, Lutsk, Chernígov, y Kiev. Este ataque masivo ha continuado con una invasión terrestre de las repúblicas separatistas de Donetsk y Luhansk, del avance hacia el norte desde Crimea, del avance hacia Járkov, del avance desde Bielorrusia, ocupando la zona de exclusión de Chernóbil, con el objetivo de alcanzar Kiev, donde ha se ha tomado el aeropuerto de Gostomel y habido combates muy cerca del centro de la ciudad. Mientras el presidente Volodymyr Zelensky ha afirmado que va a «resistir hasta el final» los rusos han alentado a los miembros del ejército ucraniano a tomar el poder con un golpe de Estado. En Kiev se han empezado a repartir armas y hacer barricadas. Miles de ucranianos han empezado a abandonar el país hacía Polonia y Rumania mientras los habitantes de Kiev se refugian en el metro para evitar los bombardeos.

Todo el bloque occidental ha condenado la invasión de Ucrania y se han empezado a aprobar sanciones contra miembros del gobierno ruso y la advertencia que de no concluir este ataque Rusia quedara fuera del sistema de pagos bancario SWIFT. El Consejo de Seguridad de Naciones Unidas ha querido condenar el ataque, pero el veto ruso lo ha impedido. China, India, y Emiratos Árabes Unidos, se han abstenido. China ha pedido una solución negociada a la crisis. Los ucranianos que viven alrededor del mundo se han concentrado en muchas ciudades para protestar. En Rusia también ha habido protestas con más de 1.700 detenidos. Rusia ha afirmado que no quiere la incorporación de Suecia y Finlandia en la OTAN, y de producirse ha amenazado con repercusiones económicas, políticas y militares para estos países.


El Artículo 5 de la Tratado de la Alianza Atlántica dice lo siguiente:

Las Partes acuerdan que un ataque armado contra una o más de ellas, que tenga lugar en Europa o en América del Norte, será considerado como un ataque dirigido contra todas ellas, y en consecuencia, acuerdan que si tal ataque se produce, cada una de ellas, en ejercicio del derecho de legítima defensa individual o colectiva reconocido por el artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas, ayudará a la Parte o Partes atacadas, adoptando seguidamente, de forma individual y de acuerdo con las otras Partes, las medidas que juzgue necesarias, incluso el empleo de la fuerza armada, para restablecer la seguridad en la zona del Atlántico Norte. Cualquier ataque armado de esta naturaleza y todas las medidas adoptadas en consecuencia serán inmediatamente puestas en conocimiento del Consejo de Seguridad. Estas medidas cesarán cuando el Consejo de Seguridad haya tomado las disposiciones necesarias para restablecer y mantener la paz y la seguridad internacionales.

Esto deja fuera a Ucrania. No obstante, el Artículo 4 señala:

Las Partes se consultarán cuando, a juicio de cualquiera de ellas, la integridad territorial, la independencia política o la seguridad de cualquiera de las Partes fuese amenazada.

Algo que, contrariamente a los deseos de Putin, se va a traducir en una presencia militar de los miembros de la OTAN, superior a la que ya hay desplegada, en los países limítrofes con Ucrania y Rusia. La amenaza contra Suecia y Finlandia, países que forman parte de la Unión Europea pero no la de la OTAN, va a ser el segundo escenario de conflicto.  

La interpretación

Lo impensable, aunque dentro de lo posible, ha sucedido. Unas horas antes de la orden de Putin para atacar e invadir Ucrania escribí un artículo en el que dejando todas las opciones abiertas señalaba que el conflicto tenía muchas posibilidades de estallar en el Dombass. Pero los acontecimientos nos han sobrepasado a todos. En este mismo texto daba los motivos de la posición de fuerza de Putin, y en otros anteriores me centraba en la OTAN y lo que significó para España, como recordaba también que sucedió en Ucrania en el año 2014: el origen de un conflicto en el que se cometieron demasiados errores por todos y que tenía implicaciones tanto políticas, como económicas, y de seguridad. Entre el 2004 y 2006, aunque ya nadie lo recuerde, las discrepancias políticas entre Kiev y Moscú llevaron a los rusos a cortar el suministro de gas natural hacia Europa occidental: la invasión de Ucrania que hoy contemplamos se ha dado un día después de la suspensión definitiva de la puesta en funcionamiento del gasoducto Nord Stream 2.

Ese pudo ser el detonante. Sin embargo, el Nord Stream 1, sigue en funcionamiento y las exportaciones tanto de gas natural como de petróleo hacia Europa occidental no se han interrumpido. Las sanciones económicas con respecto a Rusia no van a surgir efecto entre sus gobernantes, cuestión diferente es si sus peores consecuencias empiezan a afectar a los ciudadanos rusos: es ahí cuando el descontento popular podría ser un problema para Putin. Es ese y no otro el objetivo de estas sanciones: hacer caer el régimen desde dentro. Pero la alianza con China podría incluso neutralizar esto. El fracaso del protocolo de Minsk que pretendía resolver la guerra civil en Ucrania entre sus respectivas partes, y la inflexibilidad de las posiciones por parte de los Estados Unidos con respecto a este país han llevado a Putin a ordenar el desastre que contemplamos. El peor de los escenarios posibles, que desde estas páginas condenamos, porque es una agresión en toda regla que está sufriendo la población civil ucraniana, pero señalamos al mismo tiempo, que obedece a toda una serie de decisiones que se tomaron mal desde hace ya mucho tiempo, y que, ahora defendiendo nuestros intereses y posiciones, nos va a obligar a negociar con Putin lo impensable hace apenas unos días.


 

Francesc Sánchez – Marlowe. Barcelona.
Redactor, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 25 / 26 Febrero 2022.