¿Está Europa a las puertas de una guerra con Rusia? – por Francesc Sánchez

Esta es la pregunta que muchos nos hacemos sin saber como responderla certeramente. Si tuviéramos que basarnos en los movimientos de tropas tanto de un lado como del otro de la frontera todo apuntaría a que se está preparando una guerra de grandes proporciones que en el peor de los escenarios si se extiende a los países limítrofes nos podría llevar a un enfrentamiento entre Rusia y la OTAN. Se ha planteado que Rusia podría invadir Ucrania en una operación que podría ir desde un plan de mínimos que ocuparía la región minera del Dombass, constituida por las regiones rebeldes de Donetsk y Luhansk, un plan más ambicioso que llevaría a los rusos a ocupar todo el territorio que va desde estas regiones hasta la Península de Crimea, y otro de máximos que los llevaría hasta la mismísima Kiev. Pero en todo esto falta algo muy importante. El motivo por el que Rusia podría ocupar Ucrania en estos momentos.  Desde hace al menos quince años Vladimir Putin está promoviendo una nueva política exterior para Rusia, y en estos momentos debemos apuntar que Estados Unidos después de la desbandada en Afganistán se encuentra en un momento de debilidad. Esta circunstancia es agravada por la división política interna en los Estados Unidos desde la llegada a la política de Donald Trump, y si queremos también por la crisis sanitaria que afecta también a Europa, con el añadido de decenas de miles de europeos que no aceptan las medidas restrictivas y salen a las calles a protestar denunciando una dictadura sanitaria. Este es nuestro mundo.

Pero sinceramente me cuesta creer que Rusia quiera invadir Ucrania con más de 100.000 soldados en cualquiera de sus modalidades desde diferentes puntos al mismo tiempo sin existir elementos una provocación. Puede que algunos lectores me recuerden que este mismo mes de enero Rusia envió unidades militares para reprimir una revuelta en Kazajstán, una prueba quizá de que ha llegado el momento de la acción, pero esta revuelta, aunque hubo muertes, se ha evaporado como por arte de magia. Vladimir Putin recientemente en una entrevista se mostraba categórico ante la pregunta de si garantizaba que nunca invadiría Ucrania afirmando que no iba a tolerar que «se cruzaran las líneas rojas». El presidente ruso retrocedió en la historia para afirmar que en los años noventa del pasado siglo Estados Unidos le garantizó que la OTAN no iba a avanzar hacia el Este y ésta en cambio sí lo hizo, incorporando no sólo los países que formaban parte del Pacto de Varsovia sino también las repúblicas bálticas que formaban parte de la Unión Soviética. Putin entonces sentenció que no iba a permitir que «la Alianza Atlántica avanzara un milímetro más». Habló de una cuestión de seguridad y empezó a establecer analogías con supuestos en el continente americano. Ahí cobra toda entidad el órdago que ha lanzado Serguéi Lavrov exigiendo por escrito a los Estados Unidos que se garantice que «Ucrania jamás se incorporará en la OTAN». La bravata ha ido hasta el extremo de exigir que, en Rumania y Bulgaria, dos países que forman tanto parte de la OTAN como de la Unión Europea, no haya presencia militar extranjera.

Puede que me equivoque, y sé que es arriesgado decir esto porque la opinión mayoritaria es la contraria, pero creo que estamos más que en los prolegómenos de una invasión ante una apuesta de Putin para que un gobierno norteamericano débil y en dificultades acepte algunas condiciones para resolver el conflicto en Ucrania, y dar una posición más importante a Rusia en el escenario internacional, aquella posición que tuvo en el pasado la Unión Soviética. Si Rusia invade Ucrania se juega perder los ingresos del gas natural y el petróleo que envía a los países de la Unión Europea a través de gasoductos como el Nord Stream y Nord Stream 2, se juega sanciones que pueden dañar gravemente la economía, y se juega empantanarse en un conflicto en Ucrania, que puede ocasionarle importantes bajas y lastrar su economía. No, Putin, está tensando la cuerda para desde una posición de fuerza resolver el conflicto en Ucrania, incorporando las regiones rebeldes de nuevo en la vida política de este país, intentar encontrar un gobierno afín para volver a controlar este país, y ganar más popularidad en el suyo propio. Este puede ser el plan ruso ahora falta saber qué plan tiene Washington, y subsidiariamente la Unión Europea.

Por lo que respecta a España, Pedro Sánchez ha decidido enviar la fragata Blas de Lezo a unos ejercicios conjuntos de la OTAN en el Mar Negro, y unos cazabombarderos aún por determinar su destino. Cada cual juega sus bazas: mientras hay muchos que quieren salir a las calles con el No a la Guerra, los socialistas esta vez quieren ser el alumno aventajado de la OTAN a pocos meses de la cumbre anual de la Alianza Atlántica que este año se celebrará en Madrid, en la que se puede decidir cuál será su orientación en los próximos años, en un momento en que Emanuel Macron, que es partidario de una fuerza militar europea, ocupa la Presidencia Europea, y España quiere garantizarse el apoyo de Estados Unidos en su frontera sur con Marruecos. No me cabe duda de que Rusia también tiene en cuenta la propia agenda de la Alianza Atlántica.

Terminaremos por el principio. El conflicto en Ucrania empezó con la sustracción de gas procedente de Rusia con destino a Europa central por parte de los ucranianos en el 2004, y continúo con las protestas de Kiev de 2014 que se bautizaron como el Euromaidán, y que pretendían alejar a Ucrania de Rusia y acercarla a la Unión Europea. Esta revuelta terminó expulsando del poder a Víktor Yanukóvich a través de un golpe de Estado, hecho que provocó el alzamiento de los ucranianos de la región del Dombass. Entonces fue cuando Rusia desplegó sus militares en la Península de Crimea, celebró un referéndum, y se terminó por anexionar el territorio. Una Ucrania que no controla su territorio y que está inmersa en un conflicto armado no reúne los requisitos básicos para incorporarse a la OTAN, por lo que después de todo si Washington no ofrece nada a Moscú, finalmente si que puede llegar a producirse esta invasión. El periodista Rafel Poch de Feliu, que tuvimos oportunidad de entrevistar ampliamente en esta publicación para que nos hablará de la gran transición que se produjo en la Unión Soviética y el surgimiento de Rusia hasta nuestros días, recientemente nos recordaba en otra entrevista que en la Carta de Paris para una Nueva Europa de 1990 las dos superpotencias y la mayoría de los Estados europeos prometían abandonar la beligerancia y decidían apostar por la cooperación. Puede parecer disparatado, pero convendréis conmigo que cualquier escenario que aleje una guerra en el continente que todos ahora parece que sabemos cómo puede empezar, pero no como puede terminar, es más positivo y deseable.  

Francesc Sánchez – Marlowe. Barcelona.
Redactor, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 24 Enero 2022.