Aeropuerto de Kabul, entre la esperanza y el terror – por Francesc Sánchez

 

Un doble atentado ha asesinado al menos a 170 personas en el aeropuerto de Kabul, entre las víctimas de la matanza, 14 soldados norteamericanos. El Estado Islámico de Jorasán en Afganistán lo ha reivindicado. La respuesta de Joe Biden: «continuaremos la evacuación, no seremos intimidados. No perdonaremos. No olvidaremos. Les perseguiremos y les haremos pagar». Sin embargo, estos atentados pueden significar el fin de la operación de rescate de los afganos que han colaborado de una u otra manera con los aliados y temen por su vida por las represalias por parte de los talibanes:  saldrán los que estén dentro de aeropuerto, pero ya no se aceptará a nadie más. En una trágica elipse de la historia Estados Unidos llegó a Afganistán para combatir el terrorismo internacional después de los atentados del 11S y se va en medio de atentados entregando su conquista a los que en su momento fueron sus enemigos.


La operación de rescate de España para evacuar a los españoles y a todos aquellos afganos que colaboraron con nuestro país ha funcionado muy bien, pero muchos no han conseguido llegar al aeropuerto, para poder mostrar «una prenda roja y gritar ¡España!», simplemente porque se han quedado atrás. Equipos de soldados españoles habrían salido a patear las calles de Kabul en busca de estos afganos, pero los últimos acontecimientos pueden ser decisivos. Hemos visto como los aviones militares más grandes e imponentes (los Airbus A400M) han llevado a más 2.000 de evacuados hasta Dubái y desde esta ciudad han tomado otro avión hasta la base aérea de Torrejón donde les esperaba un campamento de acogida. Ursula von der Leyen, Presidenta de la Comisión Europea, y Charles Michel, Presidente del Consejo Europeo, en una comparecencia conjunta con Pedro Sánchez han llegado a afirmar que España por la solidaridad que ha desplegado representa «el corazón de Europa y alma de Europa». Una fotografía que contrasta mucho con aquella nefasta de George W. Bush, Tony Blair, y José María Aznar, en la isla de las Azores (no me olvido del anfitrión: José Manuel Durao Barroso, Primer Ministro de Portugal, que para mayor vergüenza fue después Presidente de la Comisión Europea) que dio un ultimátum a Sadam Husein, y anunció al mundo la destrucción de Iraq hasta nuestros días bajo la acusación falsa de que el régimen baazista tenía armas de destrucción masiva. Pedro Sánchez también ha hablado con Joe Biden para ofrecer las bases conjuntas de Morón y Rota en la evacuación norteamericana de Kabul. Pedro Sánchez lo ha hecho muy bien y hasta la diputada del Partido Popular Andrea Levy lo ha reconocido en las redes sociales. La Ministra de Defensa Margarita Robles ha sido entrevistada en varias ocasiones por televisión sobre qué está pasando en Afganistán, dando argumentos certeros, pero Pedro Sánchez no ha comparecido aún ni ante el Parlamento ni ante los medios de comunicación: es necesaria una explicación, no sólo de qué está haciendo España en estos momentos en Afganistán si no de qué ha hecho durante estos 20 años y qué ha pasado en este país en las últimas dos semanas.

Mientras esperamos que Pedro Sánchez nos diga cual es la posición de España podemos hablar del pasado. La implicación de España en Afganistán se produjo desde el principio, militarmente, desde la respuesta de castigo de Estados Unidos por el 11S en el país en su operación Libertad Duradera, que derrotó a los talibanes, y después en la ISAF (Fuerza de Asistencia para la Seguridad en Afganistán) de la OTAN con en el beneplácito y la cobertura del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas para mantener la seguridad del país. Amnistía internacional afirma que «se han producido más de 150.000 muertes entre civiles y militares», de los cuales «60.000 lo fueron el Ejército regular afgano». En justicia se ha de decir que España cooperó en labores de reconstrucción incorporando una estructura de asistencia social en dos regiones de Afganistán: en la región de Badghis, y parcialmente en la de Herat, el Ejército español y el PRT (Equipo de Reconstrucción Provincial) desde la base de Qala i Naw construyeron infraestructuras básicas como una pista de aterrizaje, kilómetros de carreteras, la dotación de maquinaria, la rehabilitación y ampliación de un hospital, la construcción de una red de agua para el consumo doméstico, la construcción de tres institutos de educación secundaria, la mejora en los regadíos y la formación de agricultores, la creación de asociaciones de productivas de mujeres, y la formación de funcionarios, aspecto que en un momento vamos a comentar. España perdió 102 soldados en Afganistán, la mayoría de ellos en los accidentes del vuelo del precario avión Yak-42 sobre Turquía en el 2003 y del helicóptero Cougar propiamente en Afganistán en el 2005.

Antes, durante, y después de la intervención aliada se aseguró por activa y por pasiva a la opinión pública que se iba a Afganistán para dotarlo de una democracia, garantizar los derechos humanos, y mejorar la vida de las mujeres: por fin podrían dejar de vestir el burka y podrían volver a las escuelas para formarse y ponerse a trabajar para todos juntos modernizar Afganistán. Sin embargo, todo esto, los hechos de estas últimas semanas lo demuestran, era en gran medida propaganda para la opinión pública occidental, una labor importante pero que no llegó a transformar suficientemente este país, y que explica en gran medida la reconquista de los talibanes de todo el país frente a 300.000 soldados fantasma, entrenados por los nuestros, y que fueron la gran contribución de los aliados a este país de Asia central. Tanto el armamento de última tecnología como muchos de estos soldados han pasado al Talibán. Todo esto para Joe Biden eran tonterías, porque el Presidente de los Estados Unidos sin inmutarse lo más mínimo, ha afirmado que «la misión de Estados Unidos en Afganistán era erradicar Al Qaeda y neutralizar a Osama Bin Laden», nada de crear un nuevo Estado en este país, afirmando que «los intereses de Estados Unidos nada tienen que ver con Afganistán». ¡Gloria al imperio americano!

Estados Unidos y sus aliados no sólo han sido capaces de dotar a Afganistán de una estructura estatal con su debido cuadro de funcionarios viable para sobrevivir a la retirada militar de los aliados, sino que además hicieron posible o permitieron que los resortes del poder quedaran en manos de antiguos criminales (los señores de la guerra) o políticos corruptos que ante el avance del Talibán han huido en estampida con manos llenas de dólares. Lejos queda pues tanto las ocupaciones del pasado colonial europeo que llegaron a establecer estados estructurados al servicio de las metrópolis, y también lejos queda el trabajo que hizo Estados Unidos en Europa, con la creación de nuevo Estado alemán y la puesta en marcha del Plan Marshal para reconstruir el continente. Me causa sonrojo que algunos de mis compatriotas presten tanta atención Ahmad Shah Massoud, hijo del León del Panjshir, como resistente con una fuerza de 2.000 soldados guerrilleros. Patidifuso me quedo cuando veo que hay quién pueda considerar como una posibilidad armarle para que se inicie una guerra civil contra los talibanes, que lleve a los afganos a un mejor escenario, cuando en 20 años los aliados no han logrado nada efectivo. No, Afganistán va a entrar en una dinámica de guerra dentro del islam para ver quién es el creyente más fervoroso, con organizaciones como el Estado Islámico, facciones duras de los talibanes, y el regreso de Al Qaeda. Para el universo de los radicales del islam la expulsión de los occidentales de Afganistán es una victoria que van a rentabilizar e intentar emular en cualquier parte.

La perspectiva europea con los valores de Europa de la que habla Ursula von der Leyen es una utopía porque los hechos prueban que si no se consiguió apenas nada durante la ocupación poco se va a conseguir con sanciones sobre el Talibán: ellos tienen tanto sus fuentes de financiación (entre ellas los narcóticos) como nuevas perspectivas comerciales con potencias de primer orden como China, que ya ha adelantando que va explotar importantes yacimientos minerales (entre ellas el litio fundamental para la baterías, pero también bauxita y cobre), modernizar el país, y por lo tanto apoyar políticamente al nuevo régimen. La endiablada Rusia de Vladimir Putin, interesada en que el avance violento del islam no se expanda a las exrepúblicas soviéticas puede ser la única presencia occidental de peso en Afganistán. Sólo un gran engaño de los Estados Unidos fraguado en el Acuerdo de Doha que confeccionó la Administración de Donald Trump y que ha aplicado la Administración de Joe Biden podría cambiar esta situación: que los Estados Unidos no se hayan retirado de Afganistán por cansancio y desgaste en todos los niveles si no que hayan pactado con el Talibán la entrega del país. En ese caso Estados Unidos, pese a todo lo que estamos viendo en estas semanas, mantendría su mano abierta con los talibanes. Los afganos lo van a pasar mal porque les hemos abandonado, pero para que toda esta historia no quede en balde debemos aprender de nuestros propios errores. Para eso probablemente deberemos aceptar que debemos tomar nuestro propio camino más allá de nuestra relación transatlántica con los Estados Unidos, no podemos subordinar Europa a la arbitrariedad de Washington, que como hemos contemplado durante 20 años con Afganistán no ha funcionado.

Francesc Sánchez – Marlowe. Barcelona.
Redactor, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 27 Agosto 2021.