La revuelta árabe IX - por Francesc Sánchez

Sección de Opinión
La revuelta árabe IX - por Francesc Sánchez

Retomamos como viene convirtiéndose ya en una tradición el relato de la revuelta árabe. En esta ocasión volvemos a Egipto donde en los últimos días se han producido unos hechos de gran trascendencia social.

En la mayoría de constituciones democráticas en algún lugar hay un apartado en el que dice que «la soberanía del estado reside en el pueblo». Este seria un buen inicio para explicar lo que está sucediendo en Egipto en estos momentos. Resulta que las protestas por multitud de motivos que se vinieron produciendo desde que Mohamed Mursi ganó las primeras elecciones democráticas del país en la última semana se convirtieron en masivas. Millones de personas concentradas en las calles a través del movimiento Tamarrod (Rebelión) que pedían la renuncia al poder del presidente. Entonces el ejército dio un ultimátum de cuarenta y ocho horas a Mohamed Mursi para que atendiera al pueblo y formará un gobierno de unidad nacional. No atendió a estas presiones y le han quitado de en medio.

Los egipcios al igual que cuando el pueblo echó a Hosni Mubarak han estallado en alegría en plaza Tahrir. Si en febrero de 2011 el ejército fue fundamental para terminar con la dictadura, dejando caer al tirano e invitándole a salir, ésta vez también lo ha sido para derrocar al primer presidente elegido democráticamente. Por mucho que nos puedan parecer más simpáticos los laicos que los barbudos de los Hermanos Musulmanes, y por mucho que nos tire más la revuelta popular, el ejército ha dado un golpe de estado disolviendo el Parlamento, desplegándose por las calles de las principales ciudades y tomando la televisión pública. Y este ejército dista bastante de aquel que envolvía a Nasser en la década de los cincuenta del pasado siglo. Nasser nacionalizó el Canal de Suez, echó definitivamente a los británicos, puso en marcha un importante programa social, y su popularidad era alta en todo el mundo árabe. Fue el padre el Egipto contemporáneo. Pero también de una institución, el ejército, que sus sucesores manejaron a discreción. Es tal el poder del ejército que tras la dictadura ha conservado todo su poder económico (entre el 30% y 40% de las empresas les pertenecen) y sus prerrogativas políticas como garantes de la transición. Este ejército no olvidemos recibe anualmente de Estados Unidos entre 1.300 y 1.500 millones de dólares.

Mohamed Mursi lo ha podido hacer tremendamente mal pero lo cierto es que la herencia de Hosni Mubarak era desoladora. Por citar algunos antecedentes recordemos la huelga textil en Mahalla en el 2006 que buscaba un aumento de los salarios (los trabajadores cobraban dos dólares al día) que se terminó extendiendo por multitud de sectores (fábricas, sanidad, recogida de basuras, transporte público y recaudadores de impuestos), o el incremento del precio del pan hasta un 50% en el 2008 que produjo nuevas huelgas. Mohamed Mursi en un año de gobierno no ha sabido resolver los problemas económicos de los egipcios y la conflictividad social que de ellos se deriva. Uno de cada dos egipcios está por debajo del nivel de la pobreza, la tasa de desempleo se sitúa en el 13%, el turismo la principal fuente de ingresos del país con la inestabilidad política se ha reducido drásticamente, y la criminalidad se ha incrementado notablemente. Mohamed Mursi había solicitado un préstamo al Fondo Monetario Internacional de 14.500 millones de dólares que finalmente no fue concedido. Si a esto le sumamos la confección de una Constitución de espaldas a la oposición, en la que el islam aparece como la religión del estado y la sharia como la fuente principal de legislación, y una forma de gobernar en solitario encontraremos algunas explicaciones de lo que ha sucedido.

Los Hermanos Musulmanes ganaron las elecciones porque tras la desaparición del partido único eran la única formación política de peso organizada. Como se ha dicho los reprimidos, como sucedió en Túnez con Al-Nahda, aunque no participaron como organización en la revuelta, fueron los grandes beneficiados electoralmente. El resto de partidos, incluidos los que estaban formados por los que apoyaban a Mubarak, no estaban organizados, ni entre ellos ni internamente.

El panorama que se abre ahora en Egipto lamento decir que me parece sombrío. El ejército, mientras promete elecciones, ha proclamado presidente a Adli Mansue, el que fue por unos días presidente de la Corte Constitucional, un perfecto desconocido. Se baraja también el nombre de Mohamed el Baradei como primer ministro. ¿En esas elecciones se podrán presentar los Hermanos Musulmanes? ¿Qué pasará si vuelven a ganarlas? Estas son algunas de las preguntas que me planteo. Y ante los primeros arrestos por parte del ejército y la llamada de los Hermanos Musulmanes a resistir frente a lo que consideran una usurpación no encuentro respuestas satisfactorias. Los disturbios entre los egipcios, aquello que se pretendía evitar (de hecho se ha llegado a decir que el ejército ha intervenido para evitar una guerra civil) ya se han llevado la vida de al menos treinta personas. El precedente que nadie que quiere recordar lo tenemos en la Argelia de 1991 cuando tras la victoria en las elecciones del Frente Islámico de Salvación el ejército anuló las elecciones y proclamó el estado de emergencia prácticamente hasta nuestros días. Ese fue el inicio de una guerra civil de diez años de duración en la que murieron 200.000 personas. En esa ocasión se argumentaba que una vez que los islamistas llegaran al poder pondrían fin a la democracia.

Termino por donde empezaba. «La soberanía del estado reside en el pueblo» pero en Egipto este pueblo está dividido y el ejército no ha respetado el proceso democrático que tanto ansiaban los egipcios en el mes de febrero de 2011 en la plaza Tahrir.

Francesc Sánchez – Marlowe. Barcelona.
Redactor, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 7 Julio 2013.

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