La jubilación de Indiana Jones y la deconstrucción de un arquetipo – por Francesc Sánchez
Este artículo se me ha resistido porque desde pequeño las películas de Indiana Jones que nos trajo Steven Spielberg con Harrison Ford, con una chaqueta de cuero, un sombrero fedora, un látigo, y un ejemplar de Heródoto bajo el brazo, me hicieron, primero, soñar con aventuras y lugares exóticos, y segundo, despertar una vocación por los estudios de Historia, que me consta que muchos hemos compartido. Hecho este descargo de responsabilidad he de decir que la última entrega de Indiana Jones, El dial del destino de James Mangold es un auténtico despropósito, que no solo es la peor de las cinco películas que se han hecho sino que además se procede torpemente, pero implacablemente, a la desconstrucción de un personaje, y un universo propio, por querer complacer a un nueva generación de jóvenes, que vive en un mundo diferente y que no vio las anteriores aventuras, sin conseguirlo, porque ha sido un fracaso en la venta de entradas, y a diferencia de las anteriores, nadie habla de ella.
La introducción de la película se inicia con un atractivo episodio con visos de verisimilitud hacia el final de la Segunda Guerra Mundial, cuando el Tercer Reich se está hundiendo y todos intentan escapar como cuervos en desbandada, llevándose consigo en un tren todo tipo de antigüedades y obras de arte saqueadas sistemáticamente por toda Europa: precisamente la película de El tren de John Frankenheimer, 1964, con Burt Lancaster, va de esto mismo. El caso es que nuestro arqueólogo -con apariencia más joven, obra y gracia de la tecnología- se ve involucrado en estos hechos intentando salvar la Lanza de Longinos, aquella que, según las Sagradas Escrituras, fue empuñada por el legionario que le da nombre, para matar a Jesús de Nazaret cuando estaba clavado en la cruz, y se encuentra en este tren con una parte de la máquina de Anticitera, un complejo mecanismo de relojería que sería capaz de hacer predicciones astronómicas, que según Cicerón fue obra de Arquímedes -y que realmente se encuentra el Museo Arqueológico Nacional de Atenas-, a la que los nazis le dan una función importante.
Henry Walton Jones Jr. se despierta de esta ensoñación del pasado en su humilde apartamento de Nueva York con una edad avanzada, con un hijo muerto en la última guerra, y una relación rota por esta razón con Marion Ravenwood. Hoy es su último día de trabajo en la universidad como profesor de arqueología, porque ha llegado el momento de su jubilación, y a sus alumnos no les interesa nada de lo que está explicando porque están más motivados por el viaje espacial a la Luna. En esto James Mangold, después de haber destrozado la vida de nuestro arqueólogo, ya está haciendo una declaración de intenciones diciéndonos claramente que las nuevas generaciones de jóvenes, es decir las nuestras, ya no están interesadas en el pasado. Pero Indiana Jones va a poder disfrutar una última aventura de la mano de una chica que sí parece interesada en su clase, que luego sabremos que se llama Helena Shaw y que es la hija de un viejo compañero de aventuras, en la que aparece de nuevo la máquina de Anticitera, y unos nazis con perversas intenciones que atribuyen al mecanismo una extraña función relacionada con el espacio y el tiempo: el más inteligente de estos nazis, sacados de Alemania al final de la guerra con la Operación Paperclip, es una caricatura falsa de Wernher von Braun, creador de los cohetes V2 lanzados contra suelo británico, y, ya rehabilitado en la NASA, creador del gran cohete Saturno V que, precisamente llevó a los americanos a la Luna.
Puede que hasta aquí ya haya cosas que no nos gusten, pero tanto la introducción de esos hechos del pasado, y el estado en que se encuentra nuestro arqueólogo en el presente, son potentes e interesantes, y dan pie a que Indiana Jones vuelva a entrar en acción como en los viejos tiempos en una buena aventura: pero esto no sucede. Lo que sigue es una carrera sin sentido entre una pareja forzada por Helena Shaw hacia Indiana Jones, sin química alguna, por un mero interés económico por parte de ella, considerando normal la traición o el asesinato de compañeros del profesor, y unos nazis, respaldados sin explicación por una agente de la CIA, en la que nuestro arqueólogo queda subordinado totalmente y, por lo tanto, sin iniciativa alguna a los designios de esta chica. Ha desaparecido toda su personalidad. Da la sensación de que Indiana Jones está ahí como podría estar en otro lugar. La avanzada edad de Indiana Jones es evidente y disparatada en las escenas de acción, pero por lo que se ve nadie ha pensado en compensarlas con su iniciativa, sabiduría e ingenio. La trama no hay por donde cogerla. Durante toda la película asistimos a un intento fallido de querer invertir los papeles entre Indiana Jones y Helena Shaw, como si fueran un espejo, queriéndonos decir James Mangold que nuestro arqueólogo era muy parecido en el pasado a su nueva heroína, cuando en realidad fue todo lo contrario.
Indiana Jones en El arca perdida es solicitado por el Gobierno de Estados Unidos para que localice el Arca de la Alianza, aquella en la que Moisés, según las Sagradas Escrituras, guardó los Diez Mandamientos. Abner Ravenwood, el especialista en la cuestión ha desaparecido y se teme que los nazis tengan algo que ver con esta cuestión, de ahí que nuestro arqueólogo emprende un viaje hacia el Nepal para reencontrarse con su hija, Marion Ravenwood, que se termina convirtiendo en su socia. Los nazis han emprendido unas excavaciones en Egipto localizando Tanis, dirigidos por el arqueólogo francés René Belloq, que en un momento le llega a decir a Indiana Jones que son muy parecidos, y que solo un pequeño salto le haría pasar de la luz a las tinieblas. Indiana Jones en El templo maldito huye en avión de Shanghái con una acompañante accidental, y un niño al que ha protegido, y los tres terminan en las profundidades de la India envueltos en una aventura que no han buscado. Los habitantes de un poblado han estado implorando que alguien llegué y les encuentre una piedra robada a la que atribuyen prosperidad, una de las piedras de Shankara, y algo más importante: sus niños. De ahí que esta aventura en el Palacio de Pankot, en el que llevan a cabo sus actividades los estranguladores de la secta Thug adorando a la diosa Kali, tiene más mensaje del que parece: es un alegato contra la esclavitud. Indiana Jones en La última cruzada acepta la propuesta de un multimillonario para ir en la búsqueda del Santo Grial porque su padre, el que más ha estudiado esta materia, ha desaparecido. Puede que esté secuestrado por los nazis, envueltos de nuevo en la búsqueda de reliquias sagradas por sus supuestos poderes sobrenaturales, y el arqueólogo decide encontrarlo. Sean Connery hay momentos en que se come a Harrison Ford, pero este último nunca deja de ser Indiana Jones. El mensaje final de la película es que aquello que hemos estado buscando toda la vida cuando está a nuestro alcance, pero nos obliga a sacrificar todo lo que tenemos, no vale la pena: Henry Jones ha encontrado iluminación.
En los noventa la franquicia nos ofreció una serie que llamaron Las aventuras del joven Indiana Jones sin muchas pretensiones, en la que pasamos momentos divertidos en su niñez y en su juventud, visitando países y culturas diferentes, un interesante bosquejo de las trincheras infernales de la Gran Guerra, y también conociendo a personajes clave de la historia, comprobando que aunque el personaje ya tenía sus motivaciones, y tenía sus aventuras, no estaba escrito en ningún lado que fuera a convertirse en profesor de arqueología. Finalmente, Steven Spielberg, hace quince años nos quiso traer su última película, El reino de la calavera de cristal, en la que nuestro arqueólogo no solo encontrara unos nuevos artefactos si no también una familia: esta entrega, muy criticada negativamente por muchos fans, porque rompe con el canon que había hasta entonces -como si La última cruzada no lo hubiera hecho antes-, para mi gana muchos puntos en comparación con la última porque Indiana Jones sigue teniendo la misma personalidad.
Steven Spielberg no quiso rodar El dial del destino probablemente porque Disney compró Lucas Film en el 2012, la empresa de su amigo George Lucas productora de toda la saga, probablemente también porque le marcaron un camino a seguir con el que no estaba de acuerdo. Pero lo que no termino de comprender es como Harrison Ford fue convencido para rodar esta última película: realmente no hacía falta y a mí esta entrega me ha decepcionado. Para ir finalizando no os puedo dejar de recomendar un videojuego que se llama Indiana Jones and The Fate of Atlantis, una de las mejores aventuras gráficas que se han hecho, que si hubieran querido llevarla al cine habría sido una gran película. Afortunadamente el arquetipo de Indiana Jones, por mucho que hayan intentado cargárselo, este héroe meritocrático que se ha ganado a pulso su vida, capaz de dar una clase de arqueología, pero también de verse envuelto en problemas que resolver sigue intacto para muchos de nosotros. Os voy a proponer un reto: el sombrero fedora que en ocasiones se le escapa Indiana Jones y él vuelve a recuperarlo, esta vez supongamos que nos lo lanza a todos nosotros, ¿aceptareis el reto?
Francesc Sánchez – Marlowe. Barcelona.
Redactor, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 15 Enero 2024.