Horizontes perdidos de James Hilton – por Francesc Sánchez


Recientemente he visto de nuevo la película Horizontes perdidos de Frank Capra porque de vez en cuando me parece oportuno volver a ella para ver que me ofrece. En su momento escribí un texto inspirado en ella. El caso es que después de verla hice la prueba de encontrar una edición en papel del homónimo libro de James Hilton, publicado en 1933, en el que se basa esta película como el musical de los años setenta. Para mi sorpresa la editorial Trotalibros de la que es editor Jan Arimany lo publicó hace muy poco y decidí hacerme con un ejemplar, comprobando que es una edición muy cuidada, traducida por Patricia Antón y con algunas ilustraciones de Jordi Vila Desclós. La lectura para aquellos que les ha gustado la película me atrevería a decir que, con sus pequeñas diferencias con la misma, es indispensable porque aporta más detalles sobre la historia y una mayor profundidad tanto en sus reflexiones y dilemas como en su mensaje, y para aquellos que no la han visto pero encuentren interesante lo que sigue no dudéis tampoco en leerlo. Pero empecemos por el principio.

Durante una reunión de unos conocidos ingleses, que por alguna u otra razón se encuentran en una ciudad extranjera, entre sus conversaciones con un piloto surge la historia de un sorprendente secuestro de un avión con sus pasajeros en el aeropuerto de la -en nuestros mapas- ilocalizable ciudad de Baskul en medio de una revuelta. Los desafortunados fueron el cónsul Hugh Conway, su amigo y subordinado, el capitán Charles Mallinson, la misionera Roberta Brinklow, y un estadounidense llamado Henry D. Barnard. Todos ellos se dieron por desaparecidos. Sin embargo, uno de los emplazados en la velada asegura no solo que unos meses atrás Hugh Conway seguía vivo, sino que además tuvo la oportunidad de compartir con él un periplo en tren y barco por China, momento en el que le contó una historia sorprendente. Todo empezó, como decíamos, en esta evacuación de Baskul, no tan diferente a la que se vivió en nuestra realidad hace dos años en Kabul, cuando los norteamericanos y todos sus aliados decidieron abandonar a los afganos después de veinte años de ocupación y labor civilizadora: los civiles indígenas y los extranjeros se apresuraron en intentar tomar un avión con el que escapar de la restitución del orden tradicional de los talibanes, y probablemente, de todo tipo de represalias. Pero hablábamos de Baskul: el avión es secuestrado y se dirige en dirección contraria a su destino que era la ciudad de Peshawar, momento en que los pasajeros comprenden que han sido secuestrados. El piloto lleva a cabo una parada técnica aterrizando en un desierto donde un nutrido grupo de personas abastece de combustible al avión, y este luego se dirige a gran altitud hacía las montañas del Himalaya. Por alguna razón el avión desciende y el piloto lleva a cabo un aterrizaje de emergencia, y nuestros pasajeros se encuentran atrapados en un mar de hielo en algún lugar desconocido, sin alimento, y sin tener mucha idea de que hacer. Entonces oportunamente aparece un grupo de porteadores y un personaje llamado Chang, con apariencia de anciano, pero al mismo tiempo con apariencia rejuvenecida, que les invita a hacer una pequeña caminata hacia un monasterio que lleva por nombre Shangri-La.

Si hasta ahora pudiéramos decir que este inicio es fantástico y sorprendente lo que sigue a continuación entra dentro de lo legendario. El monasterio de Shangri-La de apariencia tibetana se encuentra en el valle de la Luna Azul, un lugar misterioso con un microclima templado, resguardado por las montañas, muy adecuado para que crezca cualquier cosa, en el que vive una comunidad de aldeanos. Por lo que parece todos tienen sus necesidades cubiertas y en el monasterio nuestros compañeros de viaje pronto descubren que hay todo tipo de comodidades y una gran biblioteca muy bien surtida de volúmenes ineludibles. Nuestros compañeros de viaje agradecen la hospitalidad, pero pronto se plantean cuando podrán partir hacia la civilización que conocían hasta entonces. Sin embargo, esta necesidad que de alguna manera muestran todos al principio conforme van pasando los días se ira diluyendo para la mayoría porque han encontrado nuevas ocupaciones. La excepción es el joven capitán Charles Mallinson: desconfía de todo y quiere partir cuanto antes. Este conflicto se mantendrá hasta el final, pero dejarme decir algo sobre Shangri-La y sobre el profético mensaje que el Gran Lama le cuenta a Hugh Conway.

Dice la leyenda que el padre Perrault, un misionero capuchino nacido en Luxemburgo, llegó en 1734 casualmente al valle exhausto, y tanto la hospitalidad de los indígenas como los buenos alimentos y el clima benigno le llevaron a establecerse, y paso a paso a levantar el monasterio. Cuando las fuerzas le abandonaron y el ultimo aliento de vida se aproximaba, el padre Perrault tuvo una visión del futuro: una gran tormenta se precipitaría sobre la humanidad en forma de guerra en la que un solo hombre descargaría una mortífera carga que seria capaz de destruir un ejercito entero. Entonces la humanidad que lograra sobrevivir a la catástrofe viviría entre ruinas y en un momento de esperanza empezaría a buscar sus tesoros perdidos. Momento en que Shangri-La con su gran biblioteca podría ponerse al servicio de los que quedaran con vida para guiarles y construir un mundo mejor. Si tenemos en cuenta que el texto de James Hilton lo escribió y publicó en el año 1933, justo en el momento en que los nazis se hacen con el poder en Alemania, seis años antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial, y a su finalización se produjo la mayor restructuración mundial que ha habido en la historia, el mensaje es clarividente y muy potente. Shangri-La es pues como un bote salvavidas del conocimiento de la humanidad con unos buenos samaritanos que ofrecerán una nueva oportunidad a esta misma humanidad.

Por alguna extraña razón el tiempo para los que permanecen en Shangri-La parece haberse detenido y pueden vivir muchos más años dedicados al estudio y a la contemplación del mundo que conocen. Esta vida los miembros de la comunidad la vivirán moderadamente: esto quiere decir que se han dejado atrás las pasiones, llegando a aquel principio de Aristóteles del término medio, pero también, porque no decirlo, perdiendo aquello que nos hace también seres humanos. La crítica claro va más allá y es que ninguno de los que forman parte de la comunidad de Shangri-La, una vez establecida por el padre Perrault, lo hace después de tomar una decisión libremente sobre esta cuestión, sino que llegan al valle por accidente y permanecen ahí por un falso convencimiento, porque este implica resignación o desconocimiento. La comunidad invita y convence a los nuevos a quedarse y las barreras naturales que constituyen las montañas cumplen un efecto disuasorio. Hay también otros como los aldeanos y algunos extranjeros que llegaron muy jóvenes que no han conocido nunca el mundo exterior. Para estos últimos más allá del valle solo se extiende el mar de hielo. De ahí que la permanencia en Shangri-La puede decirse que implica un cierto grado de coerción que incumbe también ahora a nuestros personajes y que el impetuoso capitán Charles Mallinson no acepta queriendo marcharse cuanto antes para retomar su vida.

Y ese es el problema. Shangri-La solo funciona para aquellos que más o menos resignados la han aceptado. Aunque parezca una contradicción no se puede imponer a nadie una vida mejor, cada cual ha de llegar a ella, si es lo que quiere, por su propia voluntad. James Hilton nos muestra el gran dilema que a través de la historia se han planteado todos aquellos que han imaginado una sociedad ideal, con sus aspectos positivos y los que no lo son tanto, desde La República de Platón y la Utopía de Tomás Moro a El bosque de M. Night Shyamalan y Perdidos de J. J. Abrams. Pero el mensaje de Shangri-La, si prestamos atención a la profecía del Gran Lama, sin obviar la inquietante literalidad que implican sus palabras de una gran confrontación asimilable a un enfrentamiento no convencional, es positivo, y bien haríamos en tomarlo en consideración, no solo para reconstruir un mundo que se cae en pedazos, en cada una de las guerras que ha habido desde entonces, hoy muy significativamente en Ucrania y en Palestina, sino para buscar que estas finalicen cuanto antes, y evitar que no vuelva a ver ninguna más. Lo podemos aplicar a las guerras, pero también a todo aquello que no funciona y nos crea dificultades. La propia indicación de la moderación en la vida y esa incitación a estudiar e investigar para obtener conocimientos parecen también buenos consejos. Puede parecer ingenuo, pero Hugh Conway desapareció de nuevo, y todo indica que volvió a Shangri-La.

Francesc Sánchez – Marlowe. Barcelona.
Redactor, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 4 Enero 2024.