Colonización en Palestina y fechorías en la Franja de Gaza – por Francesc Sánchez


En 1947 se cometió un error por parte de las Naciones Unidas cuando éstas establecieron el Plan de Partición de Palestina, y en 1948 otro, con la fundación del Estado de Israel, que fue apoyado por las potencias que vencieron en la Segunda Guerra Mundial. La prueba de lo que digo es que esta nueva realidad desde el principio tuvo el rechazo de los árabes, incluidos los que fueron expulsados, en lo que los palestinos denominan como la Nakba, es decir la catástrofe. En cualquier caso, estos hechos podrían haber quedado ahí como otros tantos errores de la historia, como hechos consumados, insidiosos para muchos, pero sin importancia vital porque el paso del tiempo y la transformación de la realidad política les podía haber hecho perder entidad. Sin embargo, en el caso de la partición de Palestina y la fundación del Estado de Israel, aunque han pasado 75 años sigue afectando y condicionando negativamente tanto a la vida diaria de los palestinos como de los israelíes. Porque hablamos de la historia y también del presente, porque ésta lo condiciona y este nos retrotrae a ella.

La mayoría nos conmocionamos y llevamos las manos a la cabeza tanto por el sangriento golpe que los milicianos palestinos infringieron el pasado 7 de Octubre con la finalidad de aterrorizar a los israelíes, como por el bombardeo sistemático en la Franja de Gaza ordenado por Benjamín Netanyahu para aniquilar a los palestinos, pero muchos no conocen, y otros que si conocen prefieren obviar, que esta guerra entre, primero árabes y luego palestinos e israelíes, empezó con el Plan de Partición de las Naciones Unidas y la Fundación del Estado de Israel, y lo que es peor, y ahí remarco lo que decía antes, el conflicto sigue afectando y condicionando la negativamente tanto a unos como a otros, porque la naturaleza del Israel es la de un Estado que ocupa unos territorios que no le pertenecen. Israel en las sucesivas guerras con los árabes fue apropiándose cada vez de más territorios y ocupando aquellos que según el Plan de Partición no le pertenecían, provocando sucesivos desplazamientos de palestinos que terminaron con refugiados en países vecinos. El Estado de Israel, en función de la Ley del Retorno que promulgó su Parlamento en 1950 que dice que cualquier judío en el mundo tiene el derecho de vivir en su seno, ante la falta de territorio que legalmente le pertenece ha decidido la construcción de asentamientos de colonos en los Territorios Ocupados, tanto en Cisjordania hasta nuestros días, como en la Franja de Gaza, hasta la evacuación de sus ciudadanos en función de los Acuerdos de Oslo de 1993. En cuanto a la ciudad de Jerusalén, el Plan de Partición la dejaba fuera de la disputa como enclave internacional, pero Israel después de la Guerra de los Seis días de 1967 decidió, como el resto de los territorios, ocuparla totalmente.

La Franja de Gaza, reducida en sus dimensiones originales y en la que se amontonan más de dos millones de palestinos, desde la evacuación de los colonos israelíes quedó efectivamente en manos de Hamás internamente cuando este movimiento político venció en las elecciones de 2006, pero externamente quedó a merced del Ejército israelí: desde entonces Israel en la Franja levantó alambradas y muros, convirtiéndola en un inmensa cárcel o campo de concentración, y pasó a cortar las comunicaciones, la corriente eléctrica, la navegación en sus aguas, y hostigarla militarmente cuando Israel lo ha considerado oportuno. Hamás nace en este contexto, y no en otro, como una organización política y militar de resistencia islámica que combate al ocupante, y que, además, a diferencia de Al Fatah, no reconoce la existencia de Israel y tiene entre sus objetivos su destrucción. Los palestinos que aún permanecen en estos territorios, tanto en Cisjordania como en la Franja de Gaza, porque muchos fueron desplazados desde el principio con una limpieza étnica, se resisten y cometen fechorías. Este tipo de crímenes que cometen los palestinos contra los israelíes hace que Israel sea un país permanentemente amenazado en el que la defensa de su integridad por parte del Ejército sea apoyada por todos porque es una cuestión existencial. Y de ahí que la respuesta implacable del Ejército israelí sea apenas cuestionada en este país, aunque sea igual de criminal y, frecuentemente, cause más muertes que las provocadas por los palestinos. Se comenten fechorías, pero se asumen como algo inevitable.

Cuestión diferente, o al menos así debería de ser, es el posicionamiento de la comunidad internacional empezando por los Estados Unidos, que siempre ha apoyado en todo a Israel, y en la representada por las Naciones Unidas, la Unión Europea, y otras organizaciones internacionales, que nacieron de las ruinas y de la Segunda Guerra Mundial. Un Estado colonial, mientras no decida cambiar su naturaleza hacía otro más homologable por lo que entendemos como un Estado democrático, no es extraño que no respete al pueblo ocupado, pero la comunidad internacional, y para mayor precisión aquellos Estados democráticos, que precisamente impulsaron esas organizaciones internacionales que tenían como finalidad evitar los conflictos armados, no es asumible que reconozcan a Israel el derecho de defenderse, cuando todos sabemos en qué consiste esto, y acto seguido ante los bombardeos indiscriminados que aniquilan a la población civil de la Franja de Gaza en forma de castigo colectivo, ante el estrangulamiento que provoca el bloqueo de la entrada de cualquier tipo de ayuda humanitaria, y ante «el consejo» que este mismo Estado ofrece de abandonar su tierra a un millón de seres humanos para no morir con el efecto de las bombas, se limiten en el mejor de los casos, primero a pedir contención y el respeto a la legalidad internacional, y luego, finalmente, cuando en este momento el grado de destrucción y muerte ha superado en ocho veces al provocado por Hamás el 7 de Octubre, pase, en el caso de las Naciones Unidas, a promulgar una Resolución para un alto el fuego no vinculante.

Estos mismos Estados democráticos que en el pasado apoyaron el derecho a defenderse del fascismo a través de la resistencia armada hoy se lo niegan a los palestinos porque son aliados del Estado de Israel, y porque sus crueles métodos nos incomodan. Reduciendo de esta forma estos Estados democráticos torticeramente la causa palestina a un problema de criminalidad terrorista, homologándola al terrorismo yihadista que llevan a cabo grupos armados o lobos solitarios en nuestras calles, que instrumentalizan ideológicamente precisamente este tipo de conflictos sin resolver, y a los que se les ha de combatir sin contemplaciones. Pero siendo esto importante también lo es que desde el Estado de Israel se nos acuse a los que apoyamos al pueblo palestino, denunciando tanto la ocupación como los crímenes de guerra del Estado de Israel, seamos tanto periodistas como miembros de formaciones políticas, de ser cómplices con el terrorismo, y algunos Estados europeos hayan llegado a prohibir manifestarse públicamente a sus ciudadanos, o portar la bandera palestina, para precisamente denunciar esta injusticia. La libertad de expresión, el derecho de crítica, y la libertad de ejercer el periodismo en escenarios de conflicto armado, prohibida hoy en la Franja de Gaza por parte de Israel, debe prevaler siempre si nos preciamos como una autentica democracia.

Fueron las Naciones Unidas las que, paradójicamente en un momento en que el mundo empezaba a caminar de nuevo después del zarpazo del nacionalsocialismo y sus aliados, y empezó a acoger en su seno a todos aquellos pueblos que se emanciparon de las metrópolis europeas, que en el pasado mantuvieron sus Imperios coloniales, y que estos pueblos mal que bien establecieron sus Estados, las que dieron carta de naturaleza al Plan de Partición y a la fundación del Estado de Israel, que sólo aceptó una resolución, la de su propia creación, y que en mi interpretación como he señalado en el inicio de este artículo fue un error histórico, por su no aceptación por parte de los árabes, y por sus terribles consecuencias. Pero, sobre todo, y ahí la diferencia, por mantenerse, no la existencia de un Estado de Israel que es un hecho consumado con el que hay que contar al igual que con la realidad palestina, sino su carácter colonial, que impide cualquier resolución del conflicto. Y cuando con mayor celeridad los israelíes, porque son la parte más fuerte de este conflicto, comprendan esta cuestión fundamental, más fácil será encontrar soluciones realistas y duraderas.

Me he pensado mucho en escribir este artículo porque vivimos en una sociedad polarizada en la que pesan más las vísceras que la razón. Las conversaciones que he mantenido estos días sobre lo que está sucediendo en Palestina e Israel no han sido satisfactorias. Pero creo que en momentos así, los que medianamente estamos informados y hemos investigado este tipo de procesos históricos, debemos decir lo que pensamos porque de lo contrario la opinión más fuerte, la más radical, la más totalitaria, pero también aquella que es emanada de los resortes del poder en nuestra democracia, que como ha quedado probado no ha solucionado este conflicto, se imponen a una mayoría de personas que no queremos el mal hacia los demás como no lo queremos hacia nosotros mismos. La historia es la que es y ya no puede cambiarse, pero el presente está en nuestras manos. Tal vez cuando veamos matanzas en Israel o Palestina y se nos encoja el corazón, en lugar de lamentarnos o pensar sólo en la maldad de la condición humana y un mundo deseado en el que todo es positivo e inmaculado, debamos de preguntarnos qué es lo que políticamente en democracia podemos hacer para cambiar esta situación.

Puedes informarte sobre la cuestión con contexto histórico en estos artículos:

También tienes estos documentos históricos:

Francesc Sánchez – Marlowe. Barcelona.
Redactor, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 31 Octubre 2023.