Los relatos de H.P. Lovecraft – por Francesc Sánchez

 


Howard Phillips Lovecraft fue un hombre que escribió mucho, pero en vida apenas publicó nada. Y lo que pudo publicar en revistas como Weird Tales apenas tuvo repercusión en su momento. La fama le llegó tras su muerte. Y esta fue debida al laborioso trabajo de sus amigos que durante años se habían carteado con él cuando estos decidieron recopilar todos sus relatos, y también continuarlos. Puede que no lo sepas, lector, pero Lovecraft sembró una semilla que aún florece en la literatura de lo fantástico, el terror, y la ciencia ficción, en un país que -en contra de lo que nos hacen creer- es muy cruel con aquellos que siguen su propio camino y son unos inadaptados. Lovecraft no era pues una persona común pero los que lo conocían llegaron a valorar su trabajo: hoy en día, aunque ha pasado ya tanto tiempo, sigue sucediendo exactamente lo mismo. Pocos lo han leído, pero esto no es motivo para no encasillarlo o despreciarlo porque sus relatos, o su propia vida, no encaja en una sociedad que aparenta ser siempre perfecta e inmaculada mientras esconde sus desfiguraciones, bajezas, y maldades como Dorian Gray en un espejo maldito cubierto con un trapo en el desván.

Sentía la necesidad. Y escribió. Primero imitando a su admirado Edgar Allan Poe con relatos de terror y luego creando un mundo imaginario de lo insólito y del horror muy bien construido que se define como terror cósmico y que se da la mano con la incipiente literatura de ciencia ficción. En las líneas que siguen vamos a hacer algunos comentarios sobre algunos de sus relatos y el necesario contexto histórico para entender mejor su obra.

Dagón es el primer relato en el que aparecen los elementos de este mundo que se conoce como los Mitos de Cthulhu: un náufrago se encontrara con lo desconocido. El extraño puede que sea el relato que más debe a Poe: tenemos una persona que vive en un castillo abandonado que ha perdido la memoria y que un día decide abandonar su morada y averiguar como es el mundo exterior. La música de Erich Zann es inquietante: tiene la facultad hacernos participe de una experiencia insólita en la que comprobamos como se pueden abrir puertas que sería mejor no abrir. Esta va a ser una constante en Lovecraft, los otros mundos que están en este, a la espera de que algún incauto cometa alguna imprudencia. Las ratas en las paredes es un encuentro con el pasado: un castillo en herencia en Inglaterra nos hará descender hacía un secreto que mejor hubiera sido no conocer. Lovecraft tenía predilección por la arquitectura del pasado, por la herencia inglesa en Nueva Inglaterra. Forma muchas veces parte de su ambientación. La llamada de Cthulhu es el relato más importante y es el primero que me he leído: aparecen todos los elementos, un joven que recibe en herencia un manuscrito y una extraña estatuilla que le lleva a iniciar una investigación por tres continentes hacía una realidad insoldable. El color que cayó del cielo es terror cósmico puro: la caída en una granja de un meteorito procedente del espacio transforma a sus habitantes. En este mundo imaginario de Lovecracft siempre hay una investigación, muchas veces de profesores de la Universidad de Miskatomik que se encuentra en la ciudad de Arkham, en el Estado de Massachusetts. El horror de Dunwich es una invocación: una vez más una pequeña población se ve impelida ante lo desconocido, en este relato aparece el Necronomicón, un libro que introduce Lovecraft en sus relatos y al que muchos otros hacen referencia, aunque sólo existió en su imaginación. La sombra sobre Innsmouth nos introduce el tema de la mezcla con otras especies: este relato fue llevado al cine con el título Dagón, la secta del mar, por Stuart Gordon, con la última aparición en escena de Francisco Rabal, guardando muy bien los elementos. La noche de los tiempos es ciencia ficción a través de los sueños: un profesor de repente ha perdido la memoria por lo que decide iniciar una búsqueda para saber qué es lo que le ha sucedido durante años de ausencia, y la hace a través de sus sueños. La publicación de sus impresiones le lleva a organizar una investigación arqueológica a las antípodas. El morador de las tinieblas fue el último relato que escribió y es el último que me he leído: deberéis descubrirlo todo por vosotros mismos. 

Relatos de terror, ciencia ficción, y la creación de mundo entero con su mitología, que muchos continuaran. Este mundo en Lovecraft irrumpe bruscamente en la vida de algunas personas y hace referencia a un pasado desconocido, anterior a la propia humanidad, un lugar plagado de criaturas monstruosas, puede que procedentes de fuera de nuestro planeta, amenazadoras y terribles, que Lovecraft no siempre muestra explícitamente, porque lo que intenta provocar es la percepción de estas en sus personajes y en la nuestra como lectores. En el momento en que este mundo es invocado intencionadamente o por accidente por los incautos las puertas entre los dos mundos se abrirán completamente.

Lovecraft vivió casi toda su vida en Providence, una ciudad pequeña del Estado de Rhode Island, sin tener lo que hoy consideraríamos una juventud plena, con periodos de inactividad en los que apenas -salvo escribir cartas- hacia nada. Sin embargo, contra todo pronóstico, una mujer llamada Sonia Greene se enamora de Lovecraft y él -puede que a regañadientes- le corresponde, se casan y se van a vivir a Nueva York, donde nuestro escritor sociabiliza con sus amigos y mantiene una actitud positiva frente a la vida. Este idilio es truncado cuando su mujer pierde el empleo y Lovecraft por primera vez se ve en la necesidad de buscarse un trabajo convencional. Y no lo encuentra. En una ciudad en permanente ebullición -previa al desastre de 1929- de nada le sirven ni sus habilidades en la escritura ni su erudición y conocimientos, por lo que cuando Sonia Greene decide trasladarse a otra ciudad en la que ha encontrado un empleo, Lovecraft, después de unos meses de vida en solitario, regresa a Providence derrotado. Esta experiencia según Michel Houellebecq es vital para entender cuáles fueron las motivaciones de Lovecraft para escribir sus grandes relatos. Pero el escritor francés, creador de Sumisión, identifica su obra no tanto con su derrota personal sino con los que en su opinión -en la de Lovecraft- eran los responsables de esta, es decir los inmigrantes, y para mayor precisión, los negros, mulatos, y asiáticos, con los que nuestro escritor no simpatiza en nada y les percibe como una amenaza no sólo para él mismo sino para toda la nación.

Desde este punto de vista la obra de Lovecraft es dinamita pura. Es el Mein Kampf norteamericano. El hombre blanco es aquel que a través de un hecho fortuito se ve inmerso en una historia de terror en la que los monstruos y el fin del mundo -que él mismo frecuentemente asocia con sectas de negros o mulatos- son una metáfora de los efectos disruptivos de la inmigración no blanca. De ser esto exacto el crack bursátil de 1929 y la Gran Depresión no harían más que enfatizar este aspecto con el desempleo masivo y nuevos grandes desplazamientos de personas, ahora interiores, que en su momento no es de extrañar que fueran percibidos como un fin del mundo. Lovecraft por sus cartas se ha sabido que fue un admirador de Hitler en sus inicios por considerarlo un revulsivo en Alemania, pero finalmente terminó por rechazarlo por su radicalismo. El racismo en los Estados Unidos tuvo momentos terribles para la población negra, en la década de los cincuenta y sesenta John Fitzgerald Kennedy y Lyndon B. Johnson promulgaron una legislación en favor de los derechos civiles de los negros y contra de la segregación racial que seguía existiendo en los Estados del Sur. En cualquier caso, de lo que no hay duda es que Lovecraft fue una persona conservadora con actitudes claramente racistas que paradójicamente escribió unos relatos innovadores y rompedores con sus predecesores, en los que no existen héroes ni esperanza alguna. Desconocemos que evolución literaria e ideológica habría tenido porque murió por enfermedad en el año 1937 a la edad de 47 años, probablemente habría sido uno de los grandes de la ciencia ficción y sus ideas políticas con el estallido de la Segunda Guerra Mundial, de una u otra manera puede que hubieran también evolucionado.

Michel Houellebecq cuando escribió su ensayo sobre nuestro escritor afirmaba que el mundo que hoy tenemos no le habría gustado nada Lovecraft porque todo aquello que en los años veinte y treinta del pasado siglo se puso en marcha hoy se ha globalizado: desde los grandes movimientos de personas con sus respectivos códigos culturales, la sexualización de la sociedad, y la difusión de la democracia y el capitalismo por todo el mundo -algo en lo que Lovecraft tampoco creía- no habrían hecho otra cosa que radicalizar aún más si cabe a nuestro escritor. Sin embargo, esto Houllebecq lo escribió en 1991, un momento en que la Unión Soviética se había desintegrado y en palabras de Francis Fukuyama el fin de la historia había llegado por esa misma derrota, y por lo tanto las ideas del sistema liberal capitalista se iban a extender por todo el mundo. No, hoy creo, haciendo un ejercicio especulativo impropio porque ya antes apuntábamos que tras su muerte sucedieron demasiadas cosas en el mundo, que después del derribo de las Torres Gemelas por los islamistas y el Asalto al Capitolio por las hordas de Trump, Howard Phillips Lovecraft, ciertamente estaría cabreado, pero estaría también en su ambiente, probablemente para mayor consternación de una mayoría, pero seguido por muchos otros, porque su derrota, aquella que le llevo a crear su gran obra, hoy es la percepción por muchos de la derrota de toda la nación, y si se me permite, la de toda la civilización.

La obra de Lovecraft para Stephen King, uno de sus deudores declarados, es fundamental para entender la literatura norteamericana y el género fantástico y de terror en todo el mundo, creador además del subgénero de terror cósmico, no sólo por sus seguidores y continuadores más directos, que muchos de ellos además eran sus amigos, con sus obras que engrandecieron su mitología, con fueron Clark Asthon Smith, Robert E. Howard (el creador de Conan de Cimmeria), Frank Belknap Long, August Derleth, Robert Block, Henry Lumley, Ramsey Campbell, Colin Wilson, Joana Ross, Karl Edward Wagner, Phillip José Farmer, Richard A. Lupoff, y el propio Stephen King sino también con creadores tan distantes como Ridley Scott con Alien, el octavo pasajero, en el que tanto el monstruo creado por H.R. Giger parece extraído de sus obras, por no hablar de la ambientación y la construcción de la trama del filme, o John Carpenter con claras influencias en La cosa, El príncipe de las tinieblas, o en La boca del miedo, pero también en creadores como Guillermo del Toro con La forma del agua, o la propia los Hermanos Duffer con la reciente serie de Stranger Things, donde todo es Lovecraft. Lo paradójico es que hoy quizá Lovecraft por su personalidad y las tendencias literarias de mercado vigentes -no vale señalar las que acabo de describir que son deudoras de su obra y por lo tanto no existirían- lo hubiera tenido igual de difícil.

Me dejo para el final la serie Territorio Lovecraft creada por Misha Green que, aunque no la he visto y no puedo hablar de su calidad, por lo que he leído parece que invierte los papeles mostrándonos a los blancos de los años cincuenta del pasado siglo como terribles monstruos que solo quieren matar negros. Este es un asunto pendiente y no del pasado sino para el presente en los Estados Unidos. Pero polémica aparte, y que polémica, la de las intenciones de Lovecraft, en un mundo en el que todos parece que tengamos la piel demasiado fina y todo ofende, en el que tanto unos como otros querrían prohibir libros o reescribirlos por considerarlos nocivos para nuestras pequeñas mentes, me quedo con que Howard Phillips Lovecraft tuvo la necesidad de escribir, y lo hizo, en mi opinión muy bien, cuando lo tenía todo en contra, puede que como dice Houellebecq en contra del hombre y del mundo, pero siendo al mismo tiempo un revulsivo para él y muchos otros en su momento, creando un mundo fascinante, y porque no un ejemplo a seguir para todos aquellos que tengan esta misma necesidad, escriban lo que escriban.

Francesc Sánchez – Marlowe. Barcelona.
Redactor, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 19 Junio 2023.