Los sueños de Europa – por Francesc Sánchez

 


Ha llegado el momento de escribir el artículo más reconfortante de la historia de Europa, el que hace referencia a sus sueños. Muchos pensaran que está fuera de lugar y que es conformarse con el estado de cosas que nos han venido dadas. Nada más lejos de mi intención. Sin embargo, pienso que es sensato y acertado también hablar de los aciertos de la historia, en este caso la historia de los europeos, para tener precisamente un punto de partida, nada despreciable, para continuar nuestro camino. La historia de Europa es una contradicción que cae una y otra vez en los mismos errores, pero también es una muestra de superación: esta moneda de dos caras es necesaria ponerla en valor para poder afrontar los retos y amenazas que tenemos en el presente. En este artículo como hice en el de Las pesadillas de Europa voy a centrarme en algunos procesos históricos que considero indispensables. Mi elección es plenamente subjetiva, pero espero que la encuentren acertada.

La filosofía

Durante mucho tiempo se ha considerado a la filosofía occidental la culminación del pensamiento universal, y yo añado, también de un sistema cultural que considerándose superior a los demás se ha impuesto al resto desbancando otros sistemas de pensamiento. Pero en mi opinión caeríamos en un error inmenso si adoptáramos la posición inversa quitándole todo el valor a lo que yo creo que nos define desde el principio.

Todos los pueblos que desarrollan estructuras sociales y de poder han elaborado un sistema normativo y de creencias para mantener el orden y la cohesión de grupo. Cuanto más compleja es esta sociedad de más alcance son sus normas y más elaborado es el sistema de creencias. La leyenda del Antiguo Testamento en la que aparece Moisés con las Dos Tablas de la Ley con los Diez Mandamientos para el pueblo judío es un buen ejemplo de esto que digo: no sólo aparecen las diez normas básicas, sino que además se las ha proporcionado Dios a Moisés en el Monte Sinaí. Normalmente se ha considerado a la religión monoteísta como un estado superior sobre aquellas que eran politeístas, precisamente por la facilidad en la transmisión del mensaje, y yo añado, por la facilidad para cohesionar al grupo. Pero con esto olvidamos que en las religiones monoteístas suele marcarse una exclusividad y, de entrada, a no ser que jueguen otros poderes facticos que la encaucen o limiten a la esfera que le corresponde, es inseparable del poder político. Todo acaba siendo religión. Digo todo esto porque precisamente fueron una serie de pueblos politeístas los que empezaron a cuestionar sus creencias y hacerse preguntas, conócete a ti mismo: este fue el inicio de la filosofía en la que los griegos se plantearon cómo era el mundo que nos rodea, que tipo de sociedad era la ideal, o como éramos como seres humanos. De ahí que la filosofía, aunque la había en otros pueblos y otras latitudes, tal como la desarrollaron los griegos, ha sido un hecho identitario de los europeos.


La filosofía griega es rica, plural, y se cuestiona todo. No se crea por generación espontánea, tiene la virtud de recoger el conocimiento de otras culturas, pero las repiensa y extrae una síntesis. Dos presocráticos como son Parménides y Heráclito nos sirven para entender esto. Para Parménides lo que existe no puede dejar de existir y para Heráclito todo está en permanente transformación y sólo el cambio es lo único que existe. Parménides es el padre del idealismo y Heráclito del materialismo. Sus sucesores Platón y Aristóteles desarrollaran estas dos líneas de pensamiento que en cierta forma llegaran hasta nuestros días a través de otros filósofos e insospechadamente también desde el cristianismo. Todo el mundo debería saber quién era Sócrates, pues fue quizá el que primero reconoció que lo único que sabía con certeza era que no sabía nada porque cuando más conocimiento tienes de las cosas más te das cuenta de tu ignorancia, y porque razón… su ignorancia en los dioses…  decidió tomar la cicuta antes de retractarse. Contemplo algunas creencias en nuestros días que pretenden dar respuesta a las preguntas existenciales regulando todos los aspectos de nuestra vida y no dejo de asombrarme como en la filosofía griega de hace dos mil años lo fundamental del pensamiento ya estaba planteado.

Este primer paso fue completado por los pensadores cristianos como Agustín de Hipona, Ramon Llull, y Guillermo de Ockham. Pero es la Edad Moderna cuando despuntan pensadores como René Descartes, con su cogito ergo sum, es decir pensamos y luego -o, por lo tanto- existimos. Thomas Hobbes argumentaba que el hombre es un lobo para el hombre y que hacía falta una bestia para controlarle que llamó Leviatán (es decir el Estado); Immanuel Kant con su imperativo categórico nos manda actuar éticamente y por lo tanto hacer el bien. John Locke, el padre del empirismo, afirmaba que todo conocimiento procede de la experiencia y que nuestra mente lo ordena en ideas simples y complejas. Este pensador en su Carta de la Tolerancia clamaba por el fin de las excomulgaciones y en el Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil propone su sistema de Estado. Es el momento de las luces de Europa, de la Ilustración. Voltaire en La henriada combate a la intolerancia y al fanatismo. Jean-Jacques Rousseau a diferencia de Hobbes piensa en la bondad original del hombre y en El contrato social argumenta que el poder que rige a la sociedad debe ser la voluntad general que mira por el bien común. Montesquieu con en El espíritu de las leyes nos muestra la teoría de la separación de poderes, que en lo fundamental se aplicará para la transformación política y social del continente. Adam Smith en La riqueza de las naciones crea el padre nuestro del liberalismo económico, y no memos importante: sitúa en el centro del debate la propiedad privada. Friedrich Nietzsche afirma que Dios ha muerto porque lo matamos nosotros mismos, pero lo más importante fue que es el precursor de la filosofía de «la sospecha» que mantenía que por nuestra subjetividad es imposible tanto conocer el mundo como mantener una comunicación con los demás. Karl Marx en su crítica del capitalismo creó una ciencia, el materialismo histórico, y los fundamentos de una ideología, el comunismo, que volvió a cambiarlo todo. Finalmente, Sigmund Freud descubre nuestro subconsciente y será el padre de la psicología. Carl Gustav Jung, discípulo del anterior, plantea la sugerente teoría de los arquetipos y el inconsciente colectivo. Todos estos filósofos irán dando forma a un debate que llega hasta nuestros días, lamentablemente con pensadores que no han sido ni tan relevantes ni tan conocidos, y prueba de ello es que los occidentales no comprendiendo como es la diversidad del mundo, ni que hacer con sus sociedades, se entretienen en todo aquello que nos separa en una disgregación infinita.

La palabra escrita

Debemos a Homero, sea quién fuera, La Ilíada que nos cuenta el asedio de Troya por los argivos, y La Odisea que nos relata el difícil viaje de regreso a casa de Ulises y sus compañeros. Estas historias durante mucho tiempo más que leídas fueron contadas a viva voz en un auditorio complaciente. Los filósofos que antes mencionaba sabemos de su existencia por lo que nos dejaron escrito. Heródoto, el padre de la Historia, hizo lo mismo en sus Nueve libros de Historia. Por Heródoto conocemos como eran las sociedades griegas y sus enfrentamientos con los persas, pero también conocemos su punto de vista de otros pueblos y culturas. El hecho de dar el paso de la transmisión oral del conocimiento a la transmisión escrita, aunque estuviera al alcance de muy pocos que habían recibido la debida alfabetización, permitió el acceso a este conocimiento a las generaciones posteriores y a pueblos de diferentes latitudes. Y esto tiene su debida importancia. De ahí que la quema de bibliotecas en el pasado, como lo fue por tres veces la de Alejandría, nos escamoteó para siempre parte de ese conocimiento de la Antigüedad procedente de muchas culturas. Para hacernos a una idea en nuestros días seria como si un gran apagón desconectará secciones enteras de servidores de Internet, y sólo nos quedaran las malditas -aunque también necesarias- redes sociales.

La Edad Media fue un largo periodo de retraimiento. El conocimiento no se interrumpió, pero quedó en manos de los religiosos que al mismo tiempo que lo resguardaban en sus bibliotecas lo alejaban de un pueblo analfabeto. Los copistas medievales traducían manuscritos clásicos, pero también traducciones hechas por los árabes, que durante todo este tiempo vivieron como civilización quizá su momento más elevado. En el libro El nombre de la Rosa de Umberto Eco tenemos un relato muy preciso de esto que estoy diciendo. En realidad, el pueblo tampoco necesitaba este conocimiento porque el cristianismo, como decía más arriba, ya daba respuesta a lo fundamental. La sociedad dividida entre los tres órdenes de bellatores, laboratores, y oratores, aunque progresivamente aparecerán artesanos, comerciantes, y pensadores, que se escaparan por las rendijas, permanecía cerrada en sí misma. En la Edad Media debemos hacer referencia al Perceval o El libro del grial, de Chrétien de Troyes, el texto al que al que se le atribuye el nacimiento de la novela, y que durante al menos cincuenta años inicia el ciclo artúrico y el ciclo del grial con toda una serie de continuaciones y reinterpretaciones.

Una de las consecuencias del desarrollo tecnológico, y también de los cambios políticos, es la popularización de la literatura a través de la imprenta de Gutenberg hacia un público cada vez más amplio. El Antiguo y el Nuevo Testamento, se difundió entre los protestantes a través, precisamente de la imprenta, y por primera vez los cristianos leyeron por su cuenta y riesgo las Sagradas Escrituras. Pero es en el siglo XVIII y sobre todo en el XIX con la eclosión de la revolución industrial cuando aparecen toda una serie de autores como Víctor Hugo, Alejandro Dumas, Émile Zola, Oscar Wilde, Charles Dickens, Robert Louis Stevenson, Rudyard Kipling, Arthur Conan Doyle, Fiódor Dostoievski, León Tolstói, Jane Austen, Mary Shelley, Edgar Allan Poe, Benito Pérez Galdós, y más tarde Josep Conrad, que escriben ya no sólo para las élites si no para el gran público sobre cuestiones que no han perdido en nuestros días un ápice de interés. . El periodismo, hoy en horas bajas porque no acaba de encontrar su lugar en la sociedad de la información (gran contradicción en términos), aparece también en este momento.

El Arte

Se considera que el arte es la expresión cultural de un pueblo, y yo preciso -hasta tiempos muy recientes- del poder de ese pueblo en manos de una jerarquía. Los templos griegos y romanos se transformarán en iglesias románicas y estas en catedrales góticas que querrán alzarse hacia el cielo permitiendo la entrada de la luz a través de grandes vitrales. Estas grandes moles cristianas reunían a todos bajo un mismo techo para reconfortarles, pero también para que recibieran la debida instrucción ideológico-espiritual, mientras contemplaban las escenas del Nuevo Testamento en sus paredes. Ni la Iglesia católica ni sus diferentes contestaciones lograron nunca erradicar los enfrentamientos, más bien los atizaron durante mucho tiempo, pero daban en estos tiempos convulsos la respuesta a las preguntas existenciales.

Un pueblo puede ser ágrafo, pero no encuentro ningún pueblo que no disponga de su propio arte y esto forma parte de su identidad. En Europa mientras se iban conformando las entidades estatales que hoy conocemos las corrientes artísticas eran paneuropeas: como la ciencia el arte fue compartido por aquellos que lo creaban y disfrutaban. De ahí la importancia del románico y del gótico del hablaba: si el cristianismo fue la religión europea el arte fue su expresión cultural más alta. El renacimiento con sus diferentes movimientos, con Leonardo da Vinci, Miguel Ángel, o Ticiano, eclosiona en Florencia y otras ciudades italianas para expandirse por todo el continente: los europeos rescatan del olvido al mundo clásico de la Antigüedad griego y romano y lo revitalizan creando una nueva síntesis como bien ejemplifica El nacimiento de Venus de Sandro Botticelli que encabeza este artículo. La era de la razón trajo el neoclasicismo y la de la pasión el romanticismo con la eclosión de los pueblos y las nacionalidades: así podemos entender también la evolución del pensamiento y de las sociedades en sus etapas históricas a través del arte. Podemos hablar del ámbito de la pintura con el clásico Jacques-Lois David y el Juramento de los Horacios, y los románticos Eugène Delacroix con La libertad guiando al pueblo, Théodore Géricault con la Balsa de la Medusa, Caspar David Friedrich con El caminante sobre el mar de nubes, o los paisajes de Claude Joseph Vernet, John Constable y William Turner, pero también de la música con Mozart y Joseph Haydn, y los románticos Beethoven, Franz Schubert, Chopin, o Brahms. Aparece la fotografía, y también el cine con los hermanos August y Louis Lumière que engloba todos los demás artes.

La ciencia

Durante mucho tiempo la ciencia no sólo iba de la mano de la filosofía si no que se fundía en ella. Muchos filósofos a la vez que eran pensadores lo eran también de científicos. En propiedad, esta separación entre las ciencias y las letras es bastante reciente.


Roger Bacon dio el primer paso en el método científico. El astrónomo Nicolas Copérnico fue el primero que planteó la teoría heliocéntrica en nuestro sistema solar, es decir que la Tierra como el resto de los planetas giran en orbitas alrededor del Sol. Esta teoría no sólo fue una innovación en el campo de la astronomía, sino que también fue una verdadera revolución en la concepción del mundo que mantenía la Iglesia considerado la Tierra el centro del universo. Francis Bacon introduce el método inductivo basado en la observación, en el análisis de los datos obtenidos, para la formulación de hipotesis y su verificación con nuevas observaciones y experimentos. El método inductivo se basa en el estudio de lo más pequeño hasta llegar a lo más grande: podemos inferir que nuestro planeta forma parte de un sistema solar y este de una galaxia y ésta del universo. El método deductivo es precisamente lo contrario: podemos deducir del universo la existencia de la Tierra. Galileo Galilei insiste en la teoría heliocéntrica aportando sus observaciones a través del telescopio, localizando las montañas de la Luna, nuevas estrellas, los satélites de Júpiter, las manchas solares, y las fases de Venus, chocando frontalmente con los que mantenían la teoría geocéntrica y la jerarquía eclesiástica que le obliga a retractarse de sus descubrimientos.

El método científico de Galileo Galilei se basa en 1. Observar la realidad buscando las regularidades fenoménicas, 2. Interpretarla con hipótesis que permita entender los fenómenos observados, 3. Elegir entre las hipótesis o confirmar una a través de la deducción de algunas conclusiones que pueden ser confirmadas por la experiencia, 4. Una nueva observación para ver si se cumplen las conclusiones, y 5. Establecer una teoría sistemática en función de las hipotesis verificadas que nos permita formular leyes.

Johannes Kepler descubriría a través de la observación que las orbitas de los planetas alrededor del Sol son elípticas. Isaac Newton aportó unos innovadores trabajos sobre la luz, pero quizá sus investigaciones más importantes son el descubrimiento de la gravedad, que nos indica que todo cuerpo es atraído por otro de mayor volumen y densidad, y las leyes de la dinámica, que nos indica la inercia, la interacción y la fuerza, y la acción-reacción. La ciencia médica la iniciaron los griegos Hipócrates y Galeno, y muchos otros continuaron investigando hasta nuestros días, permitiendo la cura de enfermedades que en el pasado podían terminar en la muerte del paciente. La farmacología, pero también las medidas higiénicas, y una alimentación adecuada, han permitido alargar la expectativa de vida considerablemente. Todo esto se lo debemos también a la investigación científica.

La democracia

En la historia de las sociedades europeas había habido interesantes experiencias para compartir el poder entre los miembros del grupo. Los griegos a los que antes me he referido para hablar de la filosofía y de la palabra escrita, por mucho que se quiera puntualizar, en varias ciudades instauraron un sistema democrático: no lo era pleno porque sólo participaban en ella los ciudadanos en un sistema en el que había extranjeros y esclavos, pero en muchos aspectos era superior a la democracia liberal que hoy mantenemos en nuestras sociedades. Por el grado participación e implicación de estos mismos ciudadanos. Tenemos que esperar mucho tiempo para que en la Edad Media existan los primeros parlamentos de carácter estamental sólo constituidos por la nobleza, el clero, y más tarde, ya en la Edad Moderna, el Tercer Estado, que en el fondo no hacían otra cosa que consolidar lo que será conocido como el Antiguo Régimen. La Gloriosa Revolución en Inglaterra fue un avance porque fueron la nobleza y los comerciantes los que impusieron al monarca, después de decapitar al anterior, pero tendremos que esperar hasta la Revolución americana que declara independiente a las colonias americanas de la Gran Bretaña, y sobre todo a la Revolución francesa que dinamita el Antiguo Régimen, para encontrar los sistemas de los que proceden nuestra democracia liberal, que no es otra que aquella que en la que los ciudadanos disponen de unos derechos y obligaciones, y tienen la facultad de elegir a sus representantes políticos.


Muchos se pueden horrorizar por la violencia en las revoluciones burguesas, en las que al final participaran el resto de las capas sociales más subalternas, pero el análisis histórico nos indica que el ciclo revolucionario fue lo que hizo, con sus avances y retrocesos, desarrollar progresivamente las sociedades europeas, y que luego para bien o para mal, con el imperialismo y el colonialismo terminó imponiéndose al resto del mundo. El Imperio español y portugués impusieron la religión y la lengua en América, pero fue el ciclo revolucionario atlántico y las ideas de la Ilustración lo que terminaron por definir las sociedades americanas cuando deciden emanciparte. El fin del imperialismo y del colonialismo en África y Asía después de las dos grandes conflagraciones mundiales, y la hegemonía por parte de los Estados Unidos y la Unión Soviética desplegando ambas superpotencias una política de bloques en el contexto de Guerra Fría durante buena parte del siglo XX, definen también en gran medida las sociedades en estos otros continentes.

Si hoy la democracia liberal es combatida en los países que en su pasado fueron colonias se debe sobre todo porque se los quiere controlar desde las viejas y nuevas metrópolis a través del neocolonialismo: este quizá sea el mayor fracaso de los occidentales, y también de los soviéticos en otras latitudes, el impedir o no facilitar un desarrollo propio de las sociedades africanas y asiáticas, a fin de cuentas, bajo matrices ideológicas y sistémicas occidentales. Hecho que ante este fracaso ha hecho surgir movimientos que impugnan la mayor, pero que no son capaces de ofrecer una alternativa sin retroceder en el tiempo. El propio fenómeno en occidente de la nueva derecha, que no es tan nueva en el fondo si repasamos la historia de la primera mitad del siglo XX, que rechaza los efectos más nocivos de la globalización económica y cultural, también debe entenderse, no sólo como un fallo en el sistema, si no como el resultado de un fracaso sistémico: sólo así puede explicarse que en las sociedades en las que sus élites propagaron la globalización económica hoy apoyen a líderes que la impugnan.

La lucha obrera

En este sistema a faltaba algo: el acceso a los derechos que hoy consideramos básicos y fundamentales de gran parte de la población, y estos vinieron dados del trueque que efectuaron los obreros a cambio de su fuerza de trabajo. En el siglo XIX mientras en el Reino Unido se abolía la esclavitud y se ponía en marcha globalmente el trabajo asalariado, en las fábricas de Manchester, Liverpool, y Londres los obreros trabajaban más de doce horas diarias en unas condiciones insalubres y por un salario miserable. Esto no sólo afectaba a los hombres, también a las mujeres, y efectivamente también a los niños, que, con sus pequeñas manos adecuadas para la maquinaria y su nula protesta, eran muy preciados. Cuando los pequeños artesanos vieron amenazados su trabajo por las fábricas decidieron destruir las máquinas: este fue el inicio del movimiento del ludismo y los obreros tomaron buena nota. En cualquier caso, la mejor estrategia de los obreros para obtener mejoras laborales fue la huelga, y si era una huelga salvaje, mejor todavía. La paralización de la producción es lo que infringía más daño a los patronos capitalistas y estos tuvieron que ir cediendo progresivamente en las exigencias de los trabajadores que se organizaron en sindicatos. Pero los patronos tomarían también buena nota.

Si el capital es fundamental para entender la revolución industrial también lo fue la ideología. Los destellos y los reflejos del ciclo revolucionario europeo, y también americano, que liquidaron en muchos países el absolutismo, hicieron posible la instauración de la democracia liberal en muchos países, pero fue en definitiva un sistema sólo para aquellos que disponían de la suficiencia económica adecuada y ésta fue la que les concedía los derechos políticos. Todos los demás no tenían ni éste ni ningún tipo de derecho. Y esto el liberalismo no quiso o nunca fue capaz de resolverlo. Para los burgueses nadie que no tuviera una suficiencia económica era realmente libre para tomar sus decisiones políticas, pero la realidad expresaba que en ese sistema capitalista una gran mayoría no tenía acceso a la riqueza y sólo unos pocos tenían derechos políticos. El voto censitario se mantuvo durante muchos años hasta que las exigencias de las organizaciones obreras fueron tan grandes que amenazaban con destruir el sistema a través de una nueva revolución.


El anarquismo, el comunismo, y el socialismo, fueron las ideologías que impugnaban este sistema capitalista a través de la revolución obrera. La Comuna de Paris de 1871 fue un ensayo en el contexto de la Guerra Franco-Prusiana, como lo fue también la revolución social española de 1936 en el contexto de la Guerra Civil, pero la Revolución rusa de 1917, con su periodo socialdemócrata y luego decididamente bolchevique, terminó por crear un Estado igualitario y totalitario en el que no había libertad política, que para el historiador Eric Hobsbawm marcaba con la Gran Guerra el inicio del siglo XX y lo concluía con la disolución de la Unión Soviética en 1991. Todo esto de por sí tiene suficiente entidad para conocerlo y estudiarlo. Pero a mi interesa también por sus destellos y reflejos en otros lugares y en otros tiempos. También por sus fracasos. El movimiento obrero europeo fue incapaz de evitar no sólo el peor desastre bélico del continente, la Gran Guerra, entre 1914 y 1918, si no el surgimiento del fascismo unos años después que llevó a matarnos una vez más. En cualquier caso, los obreros lo que consiguieron primero con sus huelgas y sus encuentros internacionales, y luego con la política institucional fue la obtención de los derechos laborales, sociales, y políticos para todos. Estos fracasos que mencionaba fueron una tragedia, pero fueron también claves para la instauración de las democracias que hoy tenemos: los obreros canjearon su cuota de sangre en la guerra a cambio de los derechos políticos y sociales. Finalmente se integraron en la democracia liberal formando fuertes partidos socialdemócratas y también comunistas. En el momento en que la mujer se incorpora masivamente al trabajo en el contexto de la Gran Guerra y la Segunda Guerra Mundial adquiere sus derechos políticos. Hoy en Europa la mujer ha conseguido la igualdad legal plena con el hombre. Y esto me da pie a otro gran tema que se debería considerar importante.

El Estado del bienestar

Las consecuencias económicas, sociales, y políticas del periodo que va de 1914 a 1917 fueron colosales para los que perdieron la Gran Guerra. La población era pobre y vivía miserablemente, y el fascismo que para muchos incautos fue una opción a tener en cuenta para resolverlo todo, en la práctica se tradujo en una tragedia que sumió al continente entre tinieblas provocando un desastre de mayores proporciones. Después de esta nueva guerra que fue de 1939 a 1945 gran parte de Europa había quedado en ruinas, y las penurias económicas ya afectaron a todos. Europa occidental en frente tenía otro sistema, el socialista, liderado por la Unión Soviética, que ofrecía a todos lo fundamental. De estas dos circunstancias, en un contexto de Guerra Fría, en el que los Estados Unidos ofreció un plan de recuperación milmillonario de ayudas económicas al mismo tiempo que se asociaba militarmente a sus aliados con la seguridad colectiva, hubo políticos, principalmente desde la socialdemocracia, aunque se sumaron también los democristianos, que pensaron en un acuerdo con sus ciudadanos, en el que el peso del Estado en la economía y en la cobertura social tuviera un peso determinante. El Estado del bienestar para garantizar una cobertura social que mantuviera un sistema de seguridad social, educativo, y médico de carácter universal. Pero decir sólo esto sería quedarnos a medio camino: en muchos países europeos se nacionalizaron empresas de suministros básicos y también empresas productivas de gran volumen para mantener tanto la economía como los puestos de trabajo. El Primer Ministro británico Clement Attlee llegó hasta a nacionalizar la banca. Esto hoy es una anatema e incompresiblemente recibe argumentos en contra simplistas sobre la bondad del sector privado, las fuerzas del mercado, y la ineficacia del sector público, cuando en muchos países europeos el peso del Estado en la economía sigue siendo fundamental.


No hace falta ser muy sagaz para comprobar que con la crisis de la pandemia del coronavirus sin un sistema sanitario público y sin una intervención estatal en la economía, el golpe en la salud de la mayoría habría sido muy superior. Por lo que se demuestra que el sector privado del sistema capitalista es crucial para crear puestos de trabajo y generar riqueza pero por sí solo en situaciones clave es incapaz de solucionar nada. Este sistema del bienestar, aunque sea sólo en su carácter asistencial, que ha sido durante mucho tiempo duramente combatido por los neoliberales y que no ha sido incorporado en sociedades desarrolladas como las americanas -pese a que Franklin Delano Roosevelt lo intentó antes que nadie con su New Deal-, es lo único que ofrece hoy una mínima igualdad de oportunidades en un sistema capitalista: lo que te permite ser en definitiva una persona civilizada y no un habitante del Far West.

La unión de los europeos

Me gusta mucho la película Jeremiah Johnson, pero no podemos hacer de la excepción una regla general. Al igual que nuestro sistema social es mejor que otros este fue posible por las circunstancias que he mencionado y otra llena de idealismo que finalmente se fue materializando en la unión de los europeos que expulsó definitivamente la guerra del continente. No es consuelo que la guerra siga en otras latitudes, y que haya desgarrado una prometedora sociedad muy parecida a la nuestra como la yugoslava ante la pasividad y vergüenza de todos, pero la paz en Europa ha sido esencial para que las generaciones posteriores a la última gran guerra hayan podido vivir mejor que nunca. Sólo por esto ya la Unión Europea vale la pena. No sabemos lo que es vivir en guerra y esto deberíamos valorarlo. Pero es que además la unión como europeos que debemos a Francia y Alemania ha servido para que varias generaciones hayan conocido la prosperidad y hayan podido poner en marcha ese estado del bienestar mencionando antes. La Europa que podemos tener y su papel en el mundo dependerá de lo que todos queramos: un ejercicio pendiente, más que de historia y análisis, ya de imaginación y de deseo.


Lo necesario para empezar a caminar hacia adelante es poner primero una pierna y luego la otra.

Bibliografía:

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Francesc Sánchez – Marlowe. Barcelona.
Redactor, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 25 Junio 2021.