La política internacional de Donald Trump – por Francesc Sánchez

 


El 20 de enero Donald Trump dejó de ser presidente de los Estados Unidos después de unos ajustados comicios en los que pesó más la movilización popular en contra de su impronta personal que las virtudes de su adversario Joe Biden. En este artículo pretendo analizar la política internacional de Donald Trump y ver hasta que punto fue una de las claves de ascensión al poder, representó una ruptura para una comunidad internacional organizada y dirigida en el pasado por Estados Unidos, y como un virus se terminó convirtiendo en el veneno que finalmente le arrebató la jefatura del Estado.

El salvador de América

Donald Trump en el discurso de toma de posesión como presidente afirmaba esto:

Los hombres y mujeres olvidados de nuestro país dejarán de estar olvidados. Ahora, todo el mundo os escucha. Vinisteis, decenas de millones de vosotros, para formar parte de un movimiento histórico como el mundo no ha conocido jamás. Y en el centro de ese movimiento figura una convicción fundamental: que una nación existe para servir a sus ciudadanos.

Los americanos quieren buenas escuelas para sus hijos, barrios seguros para sus familias y buenos puestos de trabajo para sí mismos. Son las demandas justas y razonables de un pueblo honrado. Pero, para muchos ciudadanos, la realidad es muy diferente: madres e hijos atrapados en la pobreza en nuestros barrios más deprimidos; fábricas herrumbrosas y esparcidas como lápidas funerarias en el paisaje; un sistema educativo lleno de dinero pero que deja a nuestros jóvenes y hermosos alumnos sin conocimientos; y la criminalidad, las bandas y las drogas que tantas vidas han robado y tanto potencial han impedido hacer realidad.

Esta carnicería debe terminar ya. Somos una sola nación, y su sufrimiento es el nuestro. Sus sueños son nuestros sueños; y sus triunfos serán nuestros triunfos. Tenemos un mismo corazón, un hogar y un glorioso destino.

Hasta aquí Donad Trump está haciendo un repaso a lo que quieren los norteamericanos con sentido común y los males endémicos que tiene la sociedad norteamericana. Pero atentos a lo siguiente:

El juramento que presto hoy es un juramento de lealtad a todos los estadounidenses. Llevamos muchas décadas enriqueciendo a la industria extranjera a expensas de la industria americana. Financiando los ejércitos de otros países mientras permitíamos el triste desgaste de nuestro ejército. Hemos defendido las fronteras de otros países mientras nos negábamos a defender las nuestras. Y hemos gastado billones de dólares en el extranjero mientras las infraestructuras nacionales caían en el deterioro y el abandono.

Todo un torpedo en la línea de flotación no sólo de la política exterior estadounidense sino del modelo de globalización económica y de seguridad colectiva que los Estados Unidos pusieron en marcha desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Por lo tanto, tenemos que la política internacional que ha hecho Estados Unidos en el mundo es la razón del porqué ha habido un declive industrial, inseguridad, falta de infraestructuras nacionales, y un menoscabo de las Fuerzas Armadas.

Hemos enriquecido a otros países mientras la riqueza, la fortaleza y la confianza de nuestro país desaparecían tras el horizonte. Una a una, las fábricas cerraban y se iban más allá de nuestras fronteras, sin pensar ni por un instante en los millones y millones de trabajadores estadounidenses que se quedaban atrás. Se ha arrebatado la riqueza a nuestra clase media para redistribuirla por todo el mundo. Pero eso queda en el pasado. Ahora debemos pensar en el futuro.

Nos hemos reunido hoy aquí para dictar un nuevo decreto que se oirá en cada ciudad, cada capital extranjera y cada corredor del poder. A partir de este día, una nueva visión va a gobernar nuestro país. A partir de este momento, va a ser América primero. Cada decisión sobre temas de comercio, impuestos, inmigración, asuntos exteriores, se tomará en beneficio de los trabajadores y las familias americanas.

Debemos proteger nuestras fronteras de los estragos de otros países que fabrican nuestros productos, roban nuestras empresas y destruyen nuestros puestos de trabajo. La protección engendrará prosperidad y fuerza.

Por lo tanto, Donald Trump lo que está diciendo es que quiere proteccionismo en política económica y el aislacionismo en la política de seguridad internacional. Para entender que representa esto debemos remontarnos, como decía más arriba, al final de la última conflagración mundial y a la política que los Estados Unidos trataron de implantar globalmente. Nos estamos refiriendo a los Acuerdos de Breton Woods, que apostaron por una política librecambista en perjuicio del proteccionismo, considerado uno de los factores del enfrentamiento. De estos acuerdos surgieron el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, y se implantó el dólar como divisa mundial. Pero también a un decidido intervencionismo en la política de seguridad colectiva a través de la OTAN, que se oponía al Pacto de Varsovia liderado por la Unión Soviética, y toda una serie de intervenciones militares en terceros países en un contexto de Guerra Fría. En el momento en que Ronald Reagan y Margaret Thatcher se da un paso más en la globalización impulsando la liberalización económica, que consistía un gran plan de privatizaciones, reducción del Estado, y desregulación de los mercados, bajo una ideología que fue bautizada como el neoliberalismo: esta política fue progresivamente implantada en todos aquellos países que formaban parte del bloque occidental, y más tarde a través del Consenso de Washington de 1989 aplicadas a todos aquellos países en dificultades económicas a través del Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, y el Departamento del Tesoro de Estados Unidos. Por si faltaba algo Estados Unidos fue uno de los promotores en 1995 de la Organización Mundial del Comercio.

Con la caída de la Unión Soviética el objetivo de la seguridad de colectiva liderada por los Estados Unidos hacía perder a la OTAN su razón de ser primigenia. En cuanto al neoliberalismo y ese modelo de globalización impulsado por los Estados Unidos, que tan bien funcionó para las multinacionales americanas, fue expandiéndose hasta limites insospechados hasta el extremo de llegar a perjudicar a la propia economía norteamericana. El ascenso económico fulminante de China como una verdadera fabrica del mundo, en la que todas las multinacionales de la electrónica establecieron factorías, y la propia potencia económica de la Unión Europea, fueron y son vistos por los Estados Unidos como competidores comerciales. Las intervenciones militares de los Estados Unidos en Afganistán, Iraq, Siria, Libia, y también indirectamente en Ucrania, no estando tan lejos del enfrentamiento con una Rusia renacida, durante la Administración Bush, pero también la de Obama, han sido un auténtico fracaso y se han llevado ingentes cantidades de recursos tanto económicos como humanos. Si a esto le sumamos la presión migratoria desde la frontera sur, y los altos índices de delincuencia y criminalidad, comúnmente elevados desde hace mucho en los Estados Unidos, tenemos el cuadro completo: los efectos más nocivos de la globalización que Estados Unidos ha promovido por su cuenta y riesgo desde el fin de la Segunda Guerra Mundial han alcanzado la metrópoli de este Imperio, que, a diferencia de otros en el pasado, no quiere serlo.

Rompiendo tratados

Donald Trump frente a esto, aunque no le tembló el brazo para usar la fuerza militar contra el régimen sirio el mes de abril de 2017 y el mes de abril de 2018, inició una política internacional insólita en la historia de los últimos cien años de Estados Unidos basada en un más que coqueteo con el proteccionismo y el aislacionismo que llevo a romper o reformular toda una serie de acuerdos y tratados.

Donald Trump se retiró de acuerdos comerciales como el TPP (Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica), y el NAFTA (Tratado de Libre Comercio para América del Norte) con México y Canadá, que llegó a calificar como «el peor acuerdo de la historia», transformándolo en el USMCA, e impuso arancéleles para favorecer la industria nacional y el consumo de productos norteamericanos, que afectaron tanto a China como a la Unión Europea. En cuanto al aislacionismo no fue la vuelta a la política de George Washington, ni a los tiempos de la doctrina de James Monroe que quería terminar con la presencia europea en el continente americano, ni tampoco a la política republicana que se oponía al intervencionismo de Woodrow Wilson, fue más bien una disrupción y un reordenamiento de las relaciones internacionales. Donald Trump suspendió el Tratado nuclear INF (sobre Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio), argumentando que Rusia lo había transgredido, se retiró del Acuerdo de Paris en contra del Cambio Climático, argumentando que impedía el desarrollo industrial, abandonó el Pacto Mundial de la ONU sobre Migración y Refugiados, por considerarlo incompatible con las leyes de inmigración norteamericanas, rompió el Acuerdo Nuclear con Irán, porque no se fiaba de los iraníes, cortó los fondos a la Agencia de la ONU para los refugiados palestinos, por su cercanía a la política derechista israelí, se retiró del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, por considerarlo sesgado con respecto a Israel, se retiró de la UNESCO por considerarla antisraelí. Donald Trump, en fin, menoscabó a sus aliados europeos pero mantuvo la seguridad colectiva que ofrece la OTAN, no inició ningún conflicto armado (algo que debemos poner en su justo valor), y apenas participó en los que ya estaban en curso como la guerra en Siria, de donde retiro las soldados sobre el terreno, o el conflicto en Ucrania en la región del Donbass, otorgándole la hegemonía a Rusia en ambos conflictos, dando argumentos a aquellos que ven la mano invisible del Kremlin en su ascensión al poder.

Donald Trump en cambio auspició los Acuerdos Abraham entre Israel y los Emiratos Árabes Unidos, que normaliza las relaciones entre ambos países, sumándose a la paz que firmaron en su momento los israelíes con Egipto y con Jordania. A raíz de este acuerdo, y también bajo la mediación de Estados Unidos, Israel ha normalizado las relaciones con Marruecos, circunstancia que tuvo como consecuencia el reconocimiento de Estados Unidos de la ocupación marroquí del Sahara Occidental, hecho que hoy Mohamed VI quiere imponer a la Unión Europea lanzando a sus jóvenes contras las alambradas. Las relaciones entre Washington y Tel Aviv han sido inmejorables: cambio de embajada a Jerusalén y reconocimiento de los asentamientos en Cisjordania.  Donald Trump hizo un misterioso viaje a la Zona Desmilitarizada en la Península de Corea para reunirse con Kim Jong-un (el líder de Corea Norte que el norteamericano llamaba Rocket Man), un país que dispone de armamento nuclear con capacidad de lanzamiento y que propagandísticamente amenaza verbalmente a los norteamericanos, y que George W. Bush situó en su famoso Eje del Mal después de los Atentados del 11S y la declaración de la Guerra Global contra el Terrorismo, sin llegar a nada concluyente. Finalmente, Donald Trump no terminó de construir el muro en la frontera con México y ante un verdadero éxodo centroamericano llegó a un acuerdo con Andrés Manuel López Obrador para detenerlo.

Fallo en el sistema

Nos falta algo. No hemos entrado en la política doméstica de Donald Trump más allá de la exposición de las causas que justifican para sus votantes y él mismo esta política internacional de su Administración, pero debemos a hacer una referencia a sus seguidores más radicales. Donald Trump salió de la presidencia de Estados Unidos después de un asalto civil del Capitolio (Cámara de Representantes y Cámara del Senado) inducido por él mismo que los demócratas calificaron como «un intento de golpe de estado». Los seguidores más radicales de Donald Trump no están solos en el mundo y creen fervientemente en las teorías de la conspiración: están convencidos que los demócratas norteamericanos y los progresistas europeos están coaligados en un plan maligno para subvertir los valores más convencionales de la sociedad. Lo importante de todo esto que se ha venido a llamar trumpismo es que se ha extendido por el mundo encontrando aliados en gobiernos conservadores y reaccionarios en todas partes, que, ante el fracaso o los efectos más nocivos de la globalización económica y cultural, ofrecen tanto políticas antiglobalizadoras como un estilo populista para ascender al poder o mantenerse en el mismo. La pandemia del coronavirus que procede de China formaría también parte de este plan maligno: no estamos afirmando ni negando como se produjo la propagación de virus, ya que el propio Joe Biden ha dado un plazo de 90 días para investigar esta cuestión, pero sí que muchos lo piensan, en lugar de observar que las consecuencias económicas y la gestión de la crisis, sumada a la impronta personal del personaje (la crispación personalizada), movilizaron al electorado en su contra, y por esa razón perdió las elecciones, hasta el punto que los medios de comunicación llegaron a censurarle cuando cuestionó el proceso electoral y los resultados, y declararon, hasta nuevo aviso, su muerte política.

Un balance de la política internacional de Donald Trump nos debe de llevar a decir que fue un quiero y no puedo. Lo intentó cambiar todo para beneficiar exclusivamente a los Estados Unidos, pretendiendo romper con la política internacional de esta gran potencia desde el final de la Segunda Guerra Mundial, pero no logró cambiar la inercia de este mundo globalizado, y tampoco parece haber marcado una tendencia económica que sus predecesores vayan a seguir. Esto a expensas de una falta de gobernanza mundial multilateral de la que Estados Unidos durante su mandato ha renunciado a liderar. Se enfrentó comercialmente a China y ésta se acercó más a Rusia: la nueva Ruta de la Seda se expone hoy como el mayor proyecto de integración económica en el mundo. No contó con sus aliados europeos, pero estos tampoco de momento -aun habiéndose producido el Brexit- han avanzado en su integración política y social. Donald Trump se retiró de Oriente Medio y no inició ninguna guerra: el beatifico Barak Obama que fue el primer Premio Nobel de la Paz preventivo, como analice en un artículo anterior, fue decididamente más intervencionista y por acción u omisión tuvo un par de mandatos mucho más problemáticos. El tiempo dirá si Donald Trump ha sido una anomalía, un fallo en el sistema, o por el contrario ha sido el inicio de una nueva forma de hacer política, peligrosa y problemática por lo disruptiva, pero que indudablemente obedece a una serie de razones tanto domesticas como internacionales no resueltas.

Fuentes:

Discurso de toma de posesión del presidente Donald Trump

– Sánchez, Francesc (2016) La política internacional de Obama
– Sánchez, Francesc (2017) Desde hoy, América primero
– Sánchez, Francesc (2017) Trumpazo en la noche
– Sánchez, Francesc (2018) Trumpazo en la noche / II
– Sánchez, Francesc (2018) 17 años del 11S
– Sánchez, Francesc (2021) Los seguidores de Trump asaltan el Capitolio

Francesc Sánchez – Marlowe. Barcelona.
Redactor, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 9 Junio 2021.