La Crisis de los Euromisiles – por Francesc Sánchez
Los Estados Unidos y la Unión Soviética durante años mantienen negociaciones llegando a los Acuerdos SALT I y SALT II para la reducción de misiles nucleares, y a las conversaciones para la Reducción Mutua y Equilibrada de Tropas (MBFR) en Europa central. Sin embargo, en 1979 queda al descubierto que la Unión Soviética tiene situados cerca de la frontera centenares misiles de alcance medio con capacidad nuclear, los llamados SS-20, apuntando a las urbes de la República Federal de Alemania y otros países aliados europeos. La repuesta de la OTAN es un plan de instalación de misiles equivalentes en cinco países europeos apuntando la Unión Soviética. Pero como veremos esto puede causar divergencias en los gobiernos europeos y rechazo entre sus pueblos.
La instalación de 572 nuevos misiles norteamericanos equipados con armamento nuclear en cinco países europeos miembros de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) puede originar serías diferencias políticas en varias capitales europeas, según medios políticos de la capital belga.
Nadie discute, a nivel estratégico, la necesidad de tal tipo de armamento (misiles cruise y pershings) para hacer frente al peligro de los cohetes soviéticos de alcance medio SS-20. Los expertos de la OTAN analizan actualmente en Bruselas las modalidades técnicas para dotar a la Alianza Atlántica de tal tipo de armamento, como contrapeso al arsenal nuclear soviético. Sin embargo, la decisión de aceptar la instalación de nuevo armamento nuclear en territorio europeo va a provocar tensiones políticas y populares en los países que acogerán el nuevo material militar: Alemania, Gran Bretaña, Italia, Bélgica y Holanda. La OTAN decidirá, posiblemente, la fabricación e instalación de su nueva generación de material nuclear en la sesión ministerial de invierno, prevista para primeros del mes de diciembre en Bruselas [1].
Esta crisis bautizada bajo el nombre de la Crisis de los Euromisiles tiene como vemos dos frentes, el puramente militar que enfrenta a las dos superpotencias con armamento nuclear y el del enfrentamiento de la opinión pública con sus respectivos gobiernos en los países en donde este armamento quiere ser desplegado.
El incremento de los movimientos contrarios al despliegue de los euromisiles en la República Federal de Alemania (RFA), el deseo de Bonn de no ser el primer país aliado en recibir en su territorio los Pershing II, si no que la instalación coincida al menos con el despliegue de los Cruise en Italia, y las presiones europeas para que las conversaciones entre el secretario de Estado norteamericano, Alexander Haig, y su colega soviético, Andrei Gromiko, en Nueva York, a fines de mes, finalicen con un cierto calendario para el inicio de conversaciones entre Estados Unidos y la URSS sobre el control y reducción de armamento nuclear en Europa, serán los tres principales puntos de estudio en la reunión que celebrará mañana, miércoles, en Bruselas el comité consultivo de la Organización para el Tratado del Atlántico Norte (OTAN) [2].
El peso de la opinión pública es tal que la OTAN está preocupada por los gobiernos de los estados donde deben ubicarse los misiles. Esto podría provocar un cisma en la Alianza Atlántica. Por lo que la OTAN para ganarse a la opinión pública va a lanzar una campaña de propaganda.
El clima psicológico diferente, o incluso opuesto, que existe en Estados Unidos y en Europa occidental en todo lo relacionado con el armamento nuclear preocupa profundamente a los responsables de la Alianza Atlántica. El propio secretario general de la OTAN, Joseph Luns, aceptó ayer, por ejemplo, en una conferencia pronunciada frente a la asamblea del Atlántico Norte, que «existe un peligro de división en el seno de la Alianza». Para mejorar este clima, no ya de divergencias, sino de división, los Gobiernos aliados y la OTAN lanzarán inmediatamente una campaña de propaganda e información, así como un debate público sobre las armas nucleares, que se prolongará durante los próximos sesenta días.
Con esta campaña se pretende lograr un vuelco de la opinión pública europea -excesivamente influenciada, a su juicio, por los movimientos contrarios al armamento nuclear-, antes de que comiencen las conversaciones de Ginebra entre Estados Unidos y la Unión Soviética, prevista para el 30 de noviembre, y antes de que se celebre, en diciembre, el Consejo de Ministros de Asuntos Exteriores de los países aliados en el que Bélgica y Holanda deberán hacer una nueva declaración sobre la instalación de 48 euromisiles en su territorio [3].
La presión es tal que los gobiernos europeos desean que «Estados Unidos estudie seriamente la posibilidad de llegar a una opción cero -no instalación de euromisiles- en sus conversaciones con la Unión Soviética para el control y la limitación de armamento nuclear instalado en Europa» [4].
Los días 24 y 25 del pasado octubre, una serie de manifestaciones en varias capitales europeas mostraban la importancia creciente de los movimientos pacifistas. Muestra de antinorteamericanismo, según algunos -o simplemente de antirreaganismo-, deseo de un neutralismo europeo, según otros, es indudable que el origen inmediato de estas manifestaciones hay que buscarlo en la decisión de la OTAN en diciembre de 1979 de implantar euromisiles en Europa, agravada por el anuncio de que Estados Unidos se preparaba a producir la bomba de neutrones. Sin embargo, bajo el denominador común de un deseo de paz se unen grupos heterogéneos y el movimiento tiene características propias en cada país. En la República Federal de Alemania, las organizaciones protestantes han jugado un papel decisivo, junto con los movimientos ecologistas, especialmente dinámicos en este país. En Holanda, el Consejo Interconfesional por la Paz, creado en 1966 por nueve iglesias, ha sido uno de los factores aglutinantes. Las organizaciones feministas han sido la punta de lanza en los países escandinavos.
En cualquier caso, la amplitud de las manifestaciones ha llegado a sorprender a sus propios organizadores. El 24 de octubre desfilaban en Roma durante más de seis horas unas 400.000 personas, en la mayor manifestación de los diez últimos años, que agrupaba a ecologistas, comunidades cristianas de base, radicales de Marco Pannella, partido comunista, partido socialista, organizaciones de extrema izquierda [5].
La campaña de propaganda parece que no ha resultado. Muchos europeos sean más o menos pacifistas o antiamericanos interpretan que en caso de guerra sus ciudades serían las primeras en recibir un ataque desde la Unión Soviética sin estar plenamente convencidos de que los Estados Unidos acudiera a defenderles.
Anotaciones:
- Vilaro, R. (1979, 13 octubre). Inquietud en Europa por la prevista instalación de misiles norteamericanos. EL PAÍS. Recuperado de https://elpais.com/diario/1979/10/13/internacional/308617220_850215.html
- Gallego-Díaz, S. (1981, 15 septiembre). La oposición popular a los euromisiles preocupa a la OTAN. EL PAÍS. Recuperado de https://elpais.com/diario/1981/09/15/internacional/369352804_850215.html
- Gallego-Díaz, S. (1981, 1 octubre). La OTAN, preocupada por las diferencias de sus miembros ante el despliegue de armas nucleares en Europa. EL PAÍS. Recuperado de https://elpais.com/diario/1981/10/01/internacional/370738802_850215.html
- Gallego-Díaz, S. (1981, 28 octubre). Los países europeos de la OTAN quieren que Estados Unidos estudie la “opción cero.” EL PAÍS. Recuperado de https://elpais.com/diario/1981/10/28/internacional/373071605_850215.html
- EL PAÍS. (1981, 15 noviembre). Auge del movimiento pacifista. EL PAÍS. Recuperado de https://elpais.com/diario/1981/11/15/espana/374626804_850215.html
Nota: este artículo forma parte del capítulo Claves internacionales de mi tesis doctoral “El proceso de integración de España en la OTAN” defendida en el mes de noviembre del pasado año 2020.
Francesc Sánchez – Marlowe. Barcelona.
Redactor, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 3 Mayo 2021.