El 11S como acontecimiento histórico – por Francesc Sánchez

 

Un hecho significativo es aquel que tanto por su dimensión como por sus consecuencias rompe con una realidad existente o infiere en la que vendrá después, marcándola o provocándola. En el momento en que este hecho significativo afecta a un gran número de personas como periodistas estamos ante un hecho de gran trascendencia social. Si este hecho significativo de gran trascendencia social se mantiene en el tiempo, sus consecuencias son igual o más significativas, y como historiadores somos capaces de analizar el pasado ubicándolo de una forma precisa, debemos definirlo como un acontecimiento histórico. En el pasado ha habido muchos acontecimientos históricos, pero hay uno que nos va a servir muy bien para este artículo: el asesinato del Archiduque Francisco Fernando de Austria, el 28 de julio de 1914, por una acción terrorista de un serbobosnio llamado Gravrilo Princip, perteneciente a un grupo paneslavista e independentista serbio, que primero llevó a los austriacos a exigir a los serbios la búsqueda y entrega de los terroristas, y ante la negativa de éstos luego les llevó al bombardeo de Belgrado. Pero esto no terminó aquí.

En cien días los estados europeos, alineados en sus respectivas alianzas, fracasaron en la diplomacia y se enfrentaron en una guerra de grandes porciones (la llamaron la Gran Guerra), que arrojo 16 millones de muertos, de los que 7 fueron civiles, 20 millones de heridos, y 10 millones de refugiados (de los que 6 murieron de hambre). Esta guerra que se desarrolló entre 1914 y 1918 supuso el hundimiento de los imperios alemán y austriaco en el continente europeo, el hundimiento del Imperio otomano en Oriente Medio, y la pérdida de las colonias africanas por parte de los alemanes. Esto provocó el advenimiento de nuevas naciones en Europa central y en los Balcanes, pero también la adjudicación de las colonias asiáticas y africanas de los perdedores a los vencedores. Fue también el momento de la Revolución Rusa que lo cambió todo. Por lo tanto, tenemos que un hecho significativo, el asesinato del heredero del trono al Imperio austrohúngaro, tuvo una gran trascendencia social porque afecto a un gran número de personas, y fue un acontecimiento histórico de primer orden porque fue el detonante de la Gran Guerra. Esto no significa que no existieran durante muchos años las premisas necesarias que llevaron a los europeos a enfrentarse entre sí, la intención de imponerse unos a otros y la de obtener beneficios económicos, prueba de esto es tanto el militarismo, el nacionalismo rampante como el fracaso de las negociaciones, pero tenemos que el asesinato de Francisco Fernando de Austria encendió la mecha de toda esta carga explosiva.

El 11 de Septiembre de 2001 sucedió lo mismo. Los atentados en Nueva York y en Washington lanzando dos aviones de pasajeros contra el World Trade Center (las Torres Gemelas) y el Pentágono fueron por si mismos de una gran dimensión porque no sólo mataron entre 3.000 y 4.000 personas, derribando un símbolo del poder económico y atacando el símbolo del poder militar, si no que demostraron tanto a los americanos como al resto del mundo que los Estados Unidos eran tanto odiados como vulnerables. Y además esta fue la carta de presentación definitiva del terrorismo islámico: los perpetradores de los atentados integraban una entelequia de organización llamada Al-Qaeda (La Base).  Desde hacía muchos años esta organización había cometido atentados tanto en Oriente Medio como contra intereses norteamericanos alrededor del mundo, en su particular yihad global, pero con el 11S dieron un gran golpe dando a conocer tanto sus proclamas políticas como sus intenciones a todo el mundo. Los Estados Unidos, como habían hechos los austriacos en 1914 con Serbia, exigieron a los talibanes de Afganistán la entrega de los miembros de Al Qaeda, y ante su negativa, bombardearon e invadieron el país. Y esto lo hicieron activando el Artículo 5 de la OTAN que obligaba a toros los miembros a defender a cualquier país de una agresión militar.

Pero esto no terminó aquí porque mientras en los Estados Unidos se activaba la Ley Patriótica para incrementar la seguridad, vigilancia y represión de todos en el país, en lo que respecta a la política internacional, el presidente George W. Bush, declaró la Guerra Global contra el Terrorismo, y empezó a hablar del Eje del Mal constituido originariamente por Iraq, Irán, Corea del Norte, y más tarde por Siria, Libia, y Cuba. Esto encajaba además con el “Proyecto para el Nuevo Siglo Americano (PNAC)”, un think tank (centro de estudios e ideas) de los republicanos neoconservadores, fundado en 1997 y disuelto en 2006, con un plan militarista y expansionista.

El siguiente paso fue el ataque, invasión, y destrucción del Estado de Iraq en el 2003 hasta nuestros días bajo el pretexto de que su líder, Sadam Husein, tenía unas armas de destrucción masiva que nunca se encontraron y daba cobijo a grupos terroristas, que paradójicamente empezaron acudir a Iraq a combatir a los americanos en el momento en que el Estado desaparece. Iraq lo que si tiene son fuentes energéticas considerables. Por lo dicho hasta ahora el 11S ya tendría suficiente entidad para ser un hecho significativo de gran trascendencia social, y un acontecimiento histórico de primer orden. Pero es que la cosa no terminó ahí. La crisis económica de 2008, sobre la que no se ha estudiado suficientemente su interacción con la guerra llevó a Barak Obama a la presidencia de Estados Unidos. Este presidente, que comúnmente ha tenido buena prensa, tuvo al menos dos grandes equivocaciones: envalentonar a los árabes en el Discurso de la Universidad del Cairo hacía la revuelta en la búsqueda de la democracia dejándoles luego en la estacada, y retirar las tropas de Iraq dejando atrás un estado confesional y disfuncional. El resultado fue primero una concatenación de revueltas que al fracasar se convirtieron en guerras civiles, que en el mejor de los casos dejaron las cosas como estaban antes, y después la ascensión del Estado Islámico en territorios de Iraq y Siria, que finalmente tuvieron que combatirle y erradicarlo los Estados afectados, las milicias kurdas, y la intervención desde el exterior, principalmente por parte de Irán y de Rusia.

Esta guerra en Oriente Medio, que en Siria aún está abierta, provocó un éxodo de millones de refugiados del que en estos tiempos extraños que vivimos ya nadie se acuerda. Pero por si faltaba algo Francia y el Reino Unido, con el patrocinio de Estados Unidos, destruyeron el Estado de Libia hasta nuestros días, un país también con importantes fuentes energéticas, provocando un nuevo éxodo de refugiados, y también de emigrantes económicos procedentes de los Estados fallidos africanos. No teniendo suficiente con todo esto los norteamericanos y europeos se enzarzaron en un pulso con Rusia respecto a Ucrania: el resultado fue una revuelta, un golpe de estado, una guerra civil en la mitad del país, y el despliegue de los infantes de marina rusos en la península de Crimea, con la anexión finalmente de este territorio a Rusia después de un referéndum. La próxima en liza es Bielorrusia.  

En cuanto a los atentados terroristas, durante todo este tiempo, se produjeron en Madrid en 2004 y Londres 2005, perpetrados por células de Al-Qaeda, el terrorismo vinculado al Estado Islámico empezó a atentar en el corazón de Francia (atentado contra el semanario satírico Charlie Hebdo en 2015, atentado en la Sala Bataclan de París en 2015, atentado de Niza en 2016, atentado en Estrasburgo en 2018) y otros países europeos (atentando en Bruselas en 2016, atentado en Berlín en 2016, atentado de Mánchester en 2017), entre los que se encuentra otro en España (el atentado en las Ramblas en 2017), un país en el que su sociedad siempre se ha movilizado masivamente en favor de la paz, la ayuda internacional, y la acogida de refugiados.

Por todo esto, efectivamente, el 11S fue tanto un acontecimiento histórico, porque fue el detonante de una concatenación de desgracias que llega hasta nuestros días, fue la carta de presentación del inicio de este turbulento siglo XXI. Mientras el atentado contra el archiduque austriaco fue el detonante de la Gran Guerra, los atentados contra las Torres Gemelas y el Pentágono fueron el detonante tanto de toda esta serie de guerras como de inestabilidad en el mundo, que en estos momentos de pandemia por el coronavirus y sus consecuencias parece quedar en un segundo término, pero que quizá no sea tan descabellado asociar ambas cuestiones si analizamos el mundo en términos geopolíticos. Las motivaciones como las consecuencias de la Gran Guerra, en la que no olvidemos se propagó la pandemia de “la Gripe Española”, son igual de apabullantes que las que he relatado a raíz del 11S: en su momento estaba en juego la supremacía sobre el continente europeo y en otras latitudes, el anteponer unas económicas a otras, hoy también como nunca antes después 11S, asistimos a lo mismo.

El lector más avezado habrá notado que menciono la Revolución Rusa muy de pasada. El historiador Erich Hobsbawm mantenía que el siglo XX se inició en 1917 con la esta revolución y se finalizó en 1991 con la desaparición de la Unión Soviética. Lo llamaba el siglo corto. En nuestro tiempo hoy no se ha dado nada parecido, a no ser que se quiera identificar el comunismo de los bolcheviques con el islam político, planteamiento que sí que sirve en cuanto a amenaza substitutoria para los Estados Unidos, al menos así lo han identificado para algunos grupos, pero no en su teorización política, ni concepción del mundo. Finalmente decir que tampoco tenemos como historiadores elementos suficientes para hablar propiamente de un siglo que en diecinueve años no ha hecho más que empezar.

Francesc Sánchez – Marlowe. Barcelona.
Redactor, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 12 Septiembre 2020.