Jerusalén – por Francesc Sánchez
No hay mejor
fecha que esta para decir unas cuantas cosas sobre Jerusalén, la ciudad santa
para las tres religiones del libro. Pues por estos días según la leyenda y los
evangelios (Mateo, Marcos, Lucas y Juan) nació un niño en la localidad palestina
de Belén, donde hoy se encuentra la Iglesia de la Natividad, que cambiaría −o
más bien lo que dijeron estos supuestos cronistas y los que siguieron sus
palabras− el rumbo de la historia desde su primer día hasta el último,
transformado en un líder mesiánico, y crucificado en el monte del Gólgota de
Jerusalén, donde se levanta la iglesia del Santo Sepulcro, custodiada por
católicos, armenios ortodoxos, y griegos ortodoxos. Y desde entonces puede que
haya pocas ciudades en la que se haya derramado más sangre. Durante la Edad
Media los estados cristianos europeos en formación impulsados por el Papa
lanzaron siete cruzadas hacía Palestina y toda la región de Oriente Próximo,
porque consideraban que había que proteger los santos lugares y sus peregrinos, contener la expansión del islam, de paso enriquecerse, y desplazar el conflicto fuera del
continente. Los cristianos, con unos líderes no bien avenidos, como nos cuenta
Steven Runciman, crearon diferentes estados en la región como son el Reino de
Jerusalén, el Condado de Trípoli, el Principado de Antioquia, el Condado de
Odesa, el Reino de Armenia, y Chipre. Todo aquello se arrebató, batalló y
perdió frente a los musulmanes, bien sean turcos o árabes, y fue pasando de
manos, hasta que después de la Gran Guerra en 1918 se despedazó el Imperio
otomano, y Palestina quedó bajo un Mandato británico hasta la creación del
Estado de Israel en el año 1948, cuando centenares de miles de judíos llegan
desde Europa después del Holocausto, momento en que se inicia el conflicto
entre árabes e israelíes que hoy contemplamos.
El caso es que Jerusalén, más de dos mil años después del nacimiento de Jesús de Nazaret, vuelve a la actualidad por la ocurrencia de Donald Trump de reconocer unilateralmente esa ciudad como la capital del estado judío. Doy por sabida la historia del conflicto entre palestinos e israelíes, en esta publicación pueden leerse muchos artículos sobre la misma, tan solo diré que los antecedentes que explican la situación actual de Jerusalén son estos: 1. la Resolución 181 de la Asamblea General de las Naciones Unidas, votada el 29 de noviembre de 1947, en donde se recomienda la partición de Palestina en un Estado judío y un Estado árabe, y el establecimiento de una zona bajo control internacional definida por los Santos lugares, es decir, Jerusalén y Belén, 2. la ocupación israelí de la parte oriental de Jerusalén después de que el Tzáhal, en el mes de Junio de 1967, venciera a los estados árabes (Egipto, Siria, Jordania, e Iraq) en la Guerra de los Seis Días, y 3. la Resolución 242 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, votada el 22 de Noviembre de 1967, por la que se reconoce el derecho a la soberanía y a la integridad tanto del estado de Israel como de los países árabes implicados en el conflicto, y se denuncia la conquista de los territorios durante la guerra por parte de Israel y se le solicita la retirada de estos territorios ocupados. Estas resoluciones fueron la base de la firma de la paz entre egipcios, jordanos e israelíes, también fueron la base de los Acuerdos de Oslo, firmados por Isaac Rabin y Yasser Arafat, que permitieron la creación de la Autoridad Nacional Palestina, y un control sobre algunas regiones de Cisjordania y la Franja de Gaza. Pero estas resoluciones a la práctica nunca han sido aceptadas por el estado de Israel por lo que respecta a los Territorios Ocupados, y la comunidad internacional nunca le ha obligado a cumplirlas. La prueba de lo que digo queda expresada por la propia existencia de los Territorios Ocupados, la imposibilidad de retorno de los refugiados, y la construcción en estos territorios de decenas de asentamientos para colonos recién llegados a Israel, y recientemente de un muro de separación dentro de estos mismos territorios, que separa estos mismos asentamientos de las localidades palestinas.
El caso es que Jerusalén, más de dos mil años después del nacimiento de Jesús de Nazaret, vuelve a la actualidad por la ocurrencia de Donald Trump de reconocer unilateralmente esa ciudad como la capital del estado judío. Doy por sabida la historia del conflicto entre palestinos e israelíes, en esta publicación pueden leerse muchos artículos sobre la misma, tan solo diré que los antecedentes que explican la situación actual de Jerusalén son estos: 1. la Resolución 181 de la Asamblea General de las Naciones Unidas, votada el 29 de noviembre de 1947, en donde se recomienda la partición de Palestina en un Estado judío y un Estado árabe, y el establecimiento de una zona bajo control internacional definida por los Santos lugares, es decir, Jerusalén y Belén, 2. la ocupación israelí de la parte oriental de Jerusalén después de que el Tzáhal, en el mes de Junio de 1967, venciera a los estados árabes (Egipto, Siria, Jordania, e Iraq) en la Guerra de los Seis Días, y 3. la Resolución 242 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, votada el 22 de Noviembre de 1967, por la que se reconoce el derecho a la soberanía y a la integridad tanto del estado de Israel como de los países árabes implicados en el conflicto, y se denuncia la conquista de los territorios durante la guerra por parte de Israel y se le solicita la retirada de estos territorios ocupados. Estas resoluciones fueron la base de la firma de la paz entre egipcios, jordanos e israelíes, también fueron la base de los Acuerdos de Oslo, firmados por Isaac Rabin y Yasser Arafat, que permitieron la creación de la Autoridad Nacional Palestina, y un control sobre algunas regiones de Cisjordania y la Franja de Gaza. Pero estas resoluciones a la práctica nunca han sido aceptadas por el estado de Israel por lo que respecta a los Territorios Ocupados, y la comunidad internacional nunca le ha obligado a cumplirlas. La prueba de lo que digo queda expresada por la propia existencia de los Territorios Ocupados, la imposibilidad de retorno de los refugiados, y la construcción en estos territorios de decenas de asentamientos para colonos recién llegados a Israel, y recientemente de un muro de separación dentro de estos mismos territorios, que separa estos mismos asentamientos de las localidades palestinas.
Y esto es lo
esencial. Jerusalén es una ciudad santa para las tres religiones del libro,
pero permanece desde entonces bajo control israelí, indivisible y bajo su
soberanía, algo que ya decía Isaac Rabin en 1993, “Jerusalén es la antigua y
eterna capital del pueblo judío”, cuando firmó con Yasser Arafat los Acuerdos
de Oslo, antes de ser asesinado por un fanático judío. Por lo tanto, que Donald
Trump reconozca a Jerusalén como la capital de Israel no es propio de un líder
de una nación que dice respetar las resoluciones de Naciones Unidas y se
muestra como mediadora en el conflicto entre israelíes y palestinos, pero
sinceramente no es más que el reconocimiento de un hecho consumado por los
israelíes y apoyado desde entonces por Washington. La vida de los palestinos
que viven en Jerusalén Este bajo la ocupación israelí no va ser diferente
porque Donald Trump traslade la embajada a Jerusalén desde Tel-Aviv. Van a
seguir igual de machacados. Porque de facto esta ciudad, aunque arrebatada y en fragante
ilegalidad, desde 1967 para los israelíes forma parte de Israel. El resto de la comunidad
internacional cómo en su momento no aceptó la ocupación de los Territorios Palestinos
no acepta tampoco esta nueva ocurrencia de Donald Trump. No tanto en mi opinión
por lo que la comunidad internacional haya hecho para resolver el conflicto
entre israelíes y palestinos, si no por no querer ser cómplices de la arbitrariedad
que queda definida por lo que entienden los israelíes como el derecho de
conquista, fuera de la legalidad internacional, y por el factor de
inestabilidad tanto en los Territorios Ocupados como en la región y en el
imaginario de los árabes, que puede generar este hecho que ante todo conlleva
una carga simbólica poderosa que puede ser lanzada también en última instancia
contra todos nosotros.
Jerusalén es a
fin de cuentas una ciudad santa para el islam porque fue en una de sus
mezquitas, la Cúpula de la Roca, desde la que el profeta Mahoma, acompañado por
el ángel Gabriel, ascendió a los cielos. La mezquita de la Cúpula de la Roca se
encuentra muy cerca de la Mezquita de Al-Aqsa, en lo que comúnmente se conoce
como la Explanada de las Mezquitas, y que los palestinos denominan el Noble
Santuario de Jerusalén. No obstante, el asunto no termina ahí, pues lo sagrado
afecta también a los hebreos. Los judíos llaman a este lugar el Monte del
Templo, pues ahí se encontraría el lugar de la piedra del sacrificio de Isaac
que llevó a cabo Abraham. La ubicación elegida primero por el rey David para
construir un santuario, que albergaría el Arca de la Alianza (donde dice la
leyenda que Moisés depositó las Tablas de la Ley durante el duradero éxodo
desde Egipto), y después por Salomón para construir el Primer Templo, destruido
por Nabucodonosor hacía el 586 a. C. En el mismo lugar más tarde se levantó el
Segundo Templo, destruido por los romanos hacía el 70 d. C., quedando solo los
restos del muro occidental, que se conserva hasta nuestros días como el muro El
Muro de las Lamentaciones, el principal lugar para las plegarías de los judíos.
Si recordamos como en el año 2000 una visita de Ariel Sharon a la Explanada de
las Mezquitas encendió la mecha de la Segunda Intifada nos podremos hacer a la
idea del especial simbolismo que expresa este lugar. En resumidas cuentas, si
en el conflicto entre israelíes y palestinos entran toda clase de argumentaciones
contrapuestas por sus partes, desde las más materiales a las más intangibles, Jerusalén
probablemente pueda decirse que sea el epicentro ideológico de este conflicto.
˜
Frank Capra en
1946 nos trae la película ¡Qué bello es
vivir! en la que el cajero George Bailey acosado por un banquero usurero
decide suicidarse y en el momento elegido es salvado por un extraño personaje
que le muestra como sería la realidad de todos sus conocidos sin su existencia,
y entonces nuestro desdichado protagonista, afronta su vida, y sin esperarlo se
da de bruces con el espíritu de la Navidad. No encuentro mejor mensaje que este
para estas fechas. ¡Feliz Navidad!
Francesc Sánchez – Marlowe. Barcelona.
Redactor, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 25 Diciembre 2017.