La política internacional de Obama – por Francesc Sánchez

Presidente Obama en el despacho Oval en su primer día de trabajo el 21 de Enero de 2009 - Pete Souza - Wimedia Commons
En menos de un mes el primer presidente negro de los Estados Unidos, que tantas esperanzas había creado en su elección, y tantos defensores ha tenido en su gestión, el de los «grandes discursos», dejará la Casa Blanca al por ahora presidente electo Donald Trump, un multimillonario con nula experiencia política que multiplicó su fortuna familiar con negocios inmobiliarios, apoyado por la América profunda por defender «lo propio», y odiado por la otra mitad del país al mostrarse en una campaña electoral basura como un populista, machista y racista, frente a una Hillary Clinton con una dilatada trayectoria pero cuestionable, que no logró convencer a un país exhausto. En fin, «capaz de apretar el botón rojo» del lanzamiento de misiles nucleares pero que al mismo tiempo por fuerza ha conectado con «el americano medio».

En un artículo previo a la celebración de las elecciones apuntaba ya algunas de estas cuestiones, pero este espacio quiere retrotraernos en el tiempo, ser un balance de la política internacional de la Administración de Barack Obama durante sus ocho años de gobierno: aquí encontrará los éxitos de su diplomacia que evitaron que el país iniciase nuevas guerras y confeccionaron acuerdos inéditos hasta la fecha con viejos rivales, pero también la falta de decisión en crisis abiertas y el incumplimiento de algunas promesas, y finalmente los graves errores que han colaborado al incendio de la región más castigada del mundo, provocando una crisis refugiados sin precedentes desde la Segunda Guerra Mundial. Todo ello son grandes cuestiones que afectan a un mundo polarizado nuevamente, enfadado con sus élites y por el proceso de globalización económica, que en clave interna explican la subida al poder de «outsiders» levantado la bandera. Pero no adelantemos acontecimientos, todo esto empezó aquella aciaga mañana del 11 de Septiembre de 2001.

Una herencia envenenada

Los atentados terroristas del 11S lo cambiaron todo. Unos tíos olvidados que venían del pasado (aunque había habido avisos), que se autodenominaban Al Qaeda (la base), haciendo su particular yihad global contra los Estados Unidos, fueron capaces de lanzar dos ataques contra dos objetivos cargados de simbolismo: el World Trade Center en Nueva York (el poder capitalista) y el Pentágono en Washington (el poder militar). Este hecho dejaba claro al mundo que los Estados Unidos eran vulnerables y que podían ser golpeados. La respuesta del presidente George W. Bush fue llevar a cabo una guerra en Afganistán contra los talibanes después de ser acusados de dar refugio a los terroristas. Este fue el inicio de la guerra global contra el terrorismo en la que el nuevo rival a batir fue desde entonces el Islam radical, y durante la cual durante mucho tiempo el miedo y la paranoia se apoderaron de los Estados Unidos. Una vez despojados los talibanes del poder se inició una ocupación militar que dura hasta nuestros días, y se estableció un gobierno corrupto y confesional que hasta hace bien poco solo controlaba Kabul. Sin embargo esto solo era la primera puerta hacia el infierno. En el mes de Marzo de 2003 los Estados Unidos y algunos de sus aliados (entre los que se encontraba España) declararon la guerra contra el Iraq de Sadam Husein, sin amparo de las Naciones Unidas, acusándole falsamente de tener armas de destrucción masiva y dar cobijo a grupos terroristas. El hecho fue la destrucción del régimen baazista, la disolución del ejército, y cualquier vestigio de estructura estatal, la consecuencia: la creación de un gobierno que desde entonces hace política sectaria, la llegada de miles de combatientes y la creación de los peores grupos terroristas, hechos que provocaron desde entonces hasta hoy centenares de miles muertos. La propia comisión Baker-Hamilton creada en el 2006 para evaluar qué es lo que se tenía que hacer en Iraq denunciaba la corrupción en el gobierno iraquí, el alto índice de criminalidad, la porosidad de las fronteras, y la ineptitud o incapacidad del ejército americano.

Este es el principal legado de Bush a Obama en política internacional, sin embargo dos años después se produjo otra catástrofe en los Estados Unidos: el impago de miles de hipotecas subprime hizo caer en cadena multitud de valores que llevaron a la bancarrota al banco de inversión Lehman Brothers y a la compañía líder mundial en seguros American International Group. Este fue el inicio de la crisis financiera de 2008 que por efecto de la globalización económica afectó al resto del mundo. Si las campañas militares han sido un sumidero que hacía desaparecer el dinero del contribuyente con facilidad, la crisis financiera iba hacer lo mismo, y lo que es peor, golpear a muchos americanos dejándoles en el mejor de los casos con un poder adquisitivo menor, y en el peor sin trabajo y a la intemperie. No es que George W. Bush fuera el responsable directo de este descalabro económico pero como digo fue parte del legado envenenado con el que Obama se encontró, y que en cierta forma condicionó su política internacional.

Toda una declaración de principios

Barack Obama en el discurso de toma de posesión como presidente habla de las consecuencias de la crisis financiera y del reto que supone superarla. Pero lo que aquí más nos importa es que afirmaba que «Hoy nos reunimos porque hemos elegido la esperanza sobre el temor, la unidad de propósitos sobre el conflicto y la discordia.» Rechaza la doctrina del miedo y la elección entre la libertad y la seguridad, un debate vigente desde el 11S con la promulgación de la Patriot Act, y declara sus intenciones con el resto del mundo, rememorando el pasado.

«En cuanto a nuestra defensa común, rechazamos como falsa la elección entre nuestra seguridad y nuestros ideales. Nuestros padres fundadores, enfrentados a peligros que apenas podemos imaginar, redactaron una carta para garantizar el imperio de la ley y los derechos humanos, una carta que se ha expandido con la sangre de generaciones. Esos ideales aún alumbran el mundo y no renunciaremos a ellos por conveniencia. Y a los otros pueblos y gobiernos que nos observan hoy, desde las grandes capitales al pequeño pueblo donde nació mi padre: sabed que América es la amiga de cada nación y cada hombre, mujer y niño que persigue un futuro de paz y dignidad y de que estamos listos a asumir el liderazgo una vez más.

Recordad que generaciones anteriores se enfrentaron al fascismo y al comunismo no sólo con misiles y tanques, sino con sólidas alianzas y firmes convicciones. Comprendieron que nuestro poder solo no puede protegernos ni nos da derecho a hacer lo que nos place. Sabían por contra que nuestro poder crece a través de su uso prudente, de que la seguridad emana de la justicia de nuestra causa, la fuerza de nuestro ejemplo y las cualidades de la templanza, la humildad y la contención.

Somos los guardianes de este patrimonio. Guiados de nuevo por estos principios, podemos hacer frente a esas nuevas amenazas que exigen aún mayor esfuerzo – incluso mayor cooperación y entendimiento entre las naciones. Comenzaremos a dejar Irak, de manera responsable, a su pueblo, y forjar una paz ganada con dificultad en Afganistán.

Con viejos amigos y antiguos contrincantes, trabajaremos sin descanso para reducir la amenaza nuclear y hacer retroceder el fantasma de un planeta que se calienta. No vamos a pedir perdón por nuestro estilo de vida, ni vamos a vacilar en su defensa, y para aquellos que pretenden lograr su fines mediante el fomento del terror y de las matanzas de inocentes, les decimos desde ahora que nuestro espíritu es más fuerte y no se lo puede romper; no podéis perdurar más que nosotros, y os venceremos.»

Barak Obama como decíamos más arriba hereda el desastre de la guerra de Iraq, y lo que él llama una paz ganada en Afganistán, que es más virtual que real. Reafirma el multilateralismo, roto en la guerra de Iraq, como la mejor política internacional. Hace mención a la amenaza nuclear de otras naciones y éste en el caso de Irán, con la mediación rusa, será uno de sus logros al llegar a un acuerdo por el que obtiene el compromiso por parte de la República Islámica de abandonar su programa de enriquecimiento de uranio y mantener solo su programa nuclear para uso civil y por lo tanto pacíficos.

«Al mundo musulmán, buscamos un nuevo camino adelante, basado en el interés mutuo y el respeto mutuo. A aquellos líderes en distintas partes del mundo que pretenden sembrar el conflicto, o culpar a Occidente de los males de sus sociedades – sepáis que vuestros pueblos os juzgarán por lo que podéis construir, no por lo que destruyáis.

A aquellos que se aferran al poder mediante la corrupción y el engaño y la represión de la disidencia, tenéis que saber que estáis en el lado equivocado de la Historia; pero os tenderemos la mano si estáis dispuestos a abrir el puño.

A los pueblos de las naciones más pobres, nos comprometemos a colaborar con vosotros para que vuestras granjas florezcan y dejar que fluyan aguas limpias; dar de comer a los cuerpos desnutridos y alimentar las mentes hambrientas. Y a aquellas naciones que, como la nuestra, gozan de relativa abundancia, les decimos que no nos podemos permitir más la indiferencia ante el sufrimiento fuera de nuestras fronteras, ni podemos consumir los recursos del mundo sin tomar en cuenta las consecuencias. Porque el mundo ha cambiado, y nosotros tenemos que cambiar con él.»

Muestra firmeza pero tiende la mano hacía aquellos que quieran cambiar hacía lo que él entiende que es mejor o hacía aquellos que viven en la pobreza. Aún faltaba lo más significativo. En el mes Junio se produce algo inaudito.  Por primera vez en la historia un presidente americano hace un discurso en la universidad de El Cairo en el que además de tender nuevamente la mano al Islam asegura que ninguna nación puede imponer un sistema de gobierno a otra.

«Sé que ha habido una polémica sobre la promoción de la democracia en años recientes y que gran parte de dicha controversia tiene que ver con la guerra en Irak. Entonces, permítanme ser claro: ninguna nación puede ni debe imponer un sistema de gobierno a una nación.»

Sin embargo lo más interesante viene a continuación:

«Eso no disminuye mi compromiso, sin embargo, con los gobiernos que reflejan la voluntad del pueblo. En cada nación, este principio cobra vida a su manera, en base a las tradiciones de su propia gente. Estados Unidos no pretende saber lo que es mejor para todos, así como no pretenderíamos determinar el resultado de elecciones pacíficas. Pero sí tengo una convicción inquebrantable en que todas las personas anhelan ciertas cosas: la posibilidad de expresarse libremente y tener voz y voto en la forma de gobierno; la confianza en el estado de derecho e imparcialidad de la justicia; un gobierno transparente que no le robe a su gente; la libertad de vivir según escoja cada uno. Éstas no son solo ideas estadounidenses, son derechos humanos, y es por eso que nosotros los apoyaremos en todas partes.

No existe un camino directo para alcanzar esta promesa. Pero no hay duda de esto: los gobiernos que protegen estos derechos, a fin de cuentas, son más estables, exitosos y seguros. La supresión de ideas nunca logra hacer que desaparezcan. Estados Unidos valora el derecho de todas las voces pacíficas y respetuosas de la ley de ser escuchadas en todo el mundo, incluso si discrepamos con ellas. Y acogeremos a todos los gobiernos electos y pacíficos, siempre que gobiernen respetando a toda su gente.

Este último punto es importante porque hay quienes abogan por la democracia solo cuando no están en el poder, y ya en el poder, no tienen misericordia al buscar la supresión de los derechos de otros. No obstante donde ocurra, el gobierno del pueblo y por el pueblo establece un solo estándar para quienes están en el poder: deben mantener su poder a través del consentimiento, no la coerción; deben respetar los derechos de las minorías y participar basado en la tolerancia y el consenso; deben poner los intereses de su pueblo y los procesos políticos legítimos por encima de su partido. Sin estos ingredientes, elecciones por su cuenta no resultan en verdadera democracia.»

El precio de la libertad

Dos años después, en Enero de 2011, estallaba la revuelta en Túnez contra Ben Ali y en Egipto contra Mubarak. Dos gobiernos dictatoriales, en los que la gente exigía pan y libertad, que caían por la presión de la calle y la inhibición del ejército. En ambos países se inició un proceso transitivo y elecciones libres en las que el islamismo político de los Hermanos Musulmanes, la organización política más organizada y activa en la clandestinidad, se hacía con el poder. De repente dos estados que desde hacía mucho tiempo eran aliados de los Estados Unidos se convertían en democracias, y lo que es más importante se demostraba que los árabes podían hacerlo posible, rompiendo el mito que la única barrera de contención contra el islamismo radical es la de la dictadura militar. Por lo tanto con el acceso al poder de los islamistas moderados los islamistas radicales, incluidos los terroristas, se quedaban sin su principal argumento, el que decía que los gobiernos árabes eran corruptos, solo reprimían a las fuerzas vivas del pueblo, y eran colaboracionistas con occidente. La revuelta árabe se contagió a otros países de la cornisa sur del Mediterráneo como Libia, y en mucho menor medida Argelia y Marruecos, también al corazón de Oriente Medio, en Siria, y con tremendas consecuencias y para el desconocimiento de casi todos en el Yemen, Bahréin, y sobre todo en Iraq. Pero lo que fue un éxito en Túnez y Egipto en el resto de países mencionados fue un estrepitoso fracaso: las protestas fueron reprimidas con violencia y se iniciaron cruentas guerras civiles que en el caso del Yemen, Iraq y Siria aún perduran. Los Estados Unidos entonces dejaron caer al presidente Morsi en Egipto que fue desplazado del poder a través de un golpe de estado por parte de los militares secundado por parte de población: se celebraron nuevamente elecciones que auparon a la presidencia al hasta entonces general Al Sisi con la diferencia de que esta vez los Hermanos Musulmanes volvían a estar proscritos. Una coalición formada por Francia, el Reino Unido y los Estados Unidos, amparada por una resolución de las Naciones Unidas, tomó partido por los rebeldes libios y bombardeó al ejército de un Gadafi, que semanas después era asesinado ante las cámaras por su propio pueblo. Libia el país con una de las rentas per cápita más altas de África se convertía así en un estado fallido.

No obstante lo peor iba a suceder en las antiguas tierras del Levante y en Mesopotamia. En Siria se formaron milicias que crearon primero un autodenominado Ejército Libre de Siria (integrado sobre todo por musulmanes sunitas: normalmente marginados del poder), muy pronto apoyado por las monarquías del Golfo Pérsico y por algunos países occidentales (incluido Estados Unidos), y más tarde multitud de grupos armados de islamistas radicales, entre los que pronto destacaría el Jabhat Al Nusra (Al Qaeda), que se enfrentaron calle por calle con el ejército regular. En Iraq la revuelta fue una consecuencia directa del desastre de la ocupación, la retirada precipitada del ejército americano, y la administración de un cuasi inexistente estado iraquí: de Bagdad para arriba los rebeldes sunitas que en el pasado ostentaban el poder del país se aglutinaron bajo el germen de lo que más tarde será el Estado Islámico, una entidad que se compone de islamistas radicales y ─en un primer momento─ antiguos militares baazistas que en el verano de 2014 emerge como Califato tomando la populosa ciudad de Mosul. Rotas las fronteras entre ambos países el Estado Islámico ocupa una franja de territorio nada desdeñable y combate tanto a los ejércitos regulares sirio e iraquí como a las milicias kurdas. Pueblo repartido entre diferentes países que desde siempre mantiene una guerra con Turquía y que será bombardeado continuamente por los turcos. La guerra en Siria hasta el momento ha provocado más de 300.000 muertes, cuatro millones de refugiados, y siete millones de desplazados internos. En cuanto a Iraq las cifras son desconocidas pero antes de la formación del Califato se calculaba que desde el 2003 habían podido morir directa o indirectamente por la guerra un millón de personas. La guerra en Oriente Medio y el norte de África ha provocado la huida de cientos de miles de refugiados hacía Europa. Faltaba algo.

A miles de kilómetros de Oriente Medio, en corazón de la Europa del Este, tras el fracaso de las negociaciones de la Unión Europea y Ucrania para una asociación económica, se monta una revuelta en Kiev que expulsa del gobierno al presidente Víctor Yanukóvich. La consecuencia fue el levantamiento de las regiones más orientales del país (la cuenca minera e industrial del Donbass), habitadas mayoritariamente por ruso-parlantes, y la toma militar por parte del ejército ruso de Crimea: península donde se ubica la flota rusa del Mar Negro, históricamente perteneciente a Rusia, pero transferida por Krushchev en 1954 cuando Ucrania y Rusia formaban parte la Unión Soviética. Mientras la guerra civil ucraniana permanece en un compás de espera Vladimir Putin mueve pieza en Oriente Medio, enviando a escuadrones de cazabombarderos y buques para bombardear por aire y por mar tanto al Estado Islámico como a todos los rebeldes sirios, rescatando así del desastre al presidente Bashar Al Asad. Rusia, mientras denuncia a Turquía por la compra de petróleo procedente de pozos en manos del Estado Islámico, construye una alianza con Damasco, Bagdad y Teherán. Hoy la ciudad de Alepo, parcialmente en manos de los rebeldes, vive un asedio televisado solo comparable con los estragos de la Segunda Guerra Mundial. En cuanto a la toma de Mosul: una coalición formada por el ejército iraquí, la milicia kurda, y los cazabombarderos de la coalición liderada por Washington, hace poco más de un mes que inició los combates sin tantas cámaras y aún no se han obtenido los resultados esperados. Finalmente no hay que perder de vista que la guerra en Oriente Medio ha avivado el fenómeno del terrorismo islamista que se ha cebado con múltiples atentados sangrientos en Oriente Medio y varios más en la misma Europa.
 
Estupefacción

Los hechos están expuestos, es el momento ahora de la interpretación: probablemente nada de lo relatado habría sucedido sin los acontecimientos del 11S. Pero en cualquier caso se cruzó una línea de no retorno con la guerra de Iraq de 2003: los Estados Unidos desestabilizaron la región y a diferencia de lo que hicieron en otros graves conflictos del pasado no se responsabilizaron de lo que rompieron. Barack Obama salió de Iraq por un clamor popular, pero ahora sabemos que eso precipitó el desastre que hoy contemplamos. El gran discurso que Obama pronunció en la Universidad del Cairo no le responsabiliza del desastre que hoy vive todo el mundo árabe pero los árabes le tomaron la palabra y los terminó abandonando: querían pan y libertad pero exceptuando Túnez la revuelta árabe fue un auténtico fracaso que ha terminado haciendo vivir a los árabes mucho peor de lo que antes vivían. No se ha terminado con las dictaduras y en el mejor de los casos muchos se han resignado, en el peor han huido en desbandada, o han pagado con la vida su anhelo de libertad. Lo que empezó como una revuelta ha terminado tanto en una guerra fría regional en la que Irán y Arabia Saudita se enfrentan en las calles de Alepo, como en una nueva guerra fría global, en la que Rusia y los Estados Unidos arman y apoyan a sus respectivos aliados regionales. No obstante tienen una salida: la existencia del monstruo del Estado Islámico, por mucho que para Obama sea una caricatura del mal que no amenaza a su nación (sería interesante ver que piensan sus víctimas), puede unirlos en una empresa común como sucedió en el pasado contra el nacionalsocialismo.

En relación con la subida al poder de Washington de Donald Trump y su buen entendimiento con Vladimir Putin hay quién evoca a nuestra memoria la Conferencia de Yalta de 1945, por la que los vencedores de la Segunda Guerra Mundial, entre otras cuestiones, se dividieron Europa en dos áreas de influencia: poco después se crearía la seguridad integrada con la OTAN y el Pacto de Varsovia. Esto puede inquietar a muchos pero lo relatado en este artículo no es que inquiete si no que lo sufren millones de personas. No hay respuestas fáciles: una parte de Europa al finalizar la segunda Guerra Mundial dejo atrás la guerra hasta nuestros días y se unió en un proyecto ilusionante que hoy está cuestionado, la otra tomó otro camino en una experiencia socialista siendo tutelada por Moscú hasta que los anhelos de libertad y las contradicciones internas hicieron colapsar uno detrás de otro sus regímenes. Poco después Estados Unidos ganaba la Guerra Fría por abandono de su contrincante. Pero no hay que olvidar que durante ese período hubo las guerras de Corea, Pakistán y la India, Vietnam, Angola, Afganistán, Iraq e Irán, las guerras entre los países árabes e Israel, y los golpes de estado en América Latina. Por lo tanto no queramos ver en Yalta ninguna panacea. Lo que sirvió a medias para Europa no sirvió para el resto del mundo, y esta vez puede ser que los Estados Unidos abandonen el viejo continente y éste tenga que defenderse en solitario.

Nos dejamos en el tintero que Obama incumplió su promesa de cerrar el campo de prisioneros de Guantánamo, y que durante su mandato muchos civiles han muerto por el uso de drones contra terroristas. Pero también es cierto que ha impulsado el deshielo con Cuba, aunque quede pendiente el fin del embargo comercial sobre la isla, algo improbable con la subida al poder de Donald Trump y una mayoría republicana en ambas cámaras. Para hacer justicia debe reconocerse que el papel de los cubanos, los que ahora despiden a Fidel Castro por su reciente defunción, han sido fundamentales para que las FARC y el gobierno colombiano zanjen su conflicto. Pero todo esto ya sería materia para otro artículo. Para finalizar. Barack Obama tuvo una herencia nefasta de George W. Bush y precisamente por contraposición a este otro presidente para muchos es como la luz frente a las tinieblas. También es cierto que por ser el líder político de la nación más poderosa no se es automáticamente responsable de todo aquello que suceda en el mundo. Pero creo que por lo relatado aquí se puede constatar los claro oscuros de su política internacional.
Fuentes:

Discurso de toma de posesión del presidente Barack Obama
Discurso de Barack Obama en la Universidad de El Cairo

– Sánchez, Francesc (2011) La revuelta árabe
– Sánchez, Francesc (2011) El desmoronamiento del panarabismo
– Sánchez, Francesc (2013) Entrevista a Antoni Segura
– Sánchez, Francesc (2015) La ascensión del Estado Islámico
– Sánchez, Francesc (2015) Las implicaciones internacionales del Estado Islámico
– Sánchez, Francesc (2015) Crisis humanitaria en el Mediterráneo
– Sánchez, Francesc (2015) La nueva política exterior rusa

Francesc Sánchez – Marlowe. Barcelona.
Redactor, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 27 Noviembre 2016.