Diez años de la guerra de Iraq - por Francesc Sánchez
Sección de Reportajes
Diez años de la guerra de Iraq
por Francesc Sánchez
Aquel 20 de Marzo unos cuantos no dormimos. Permanecimos atentos a cualquier información que viniera de Iraq. Los preparativos de la guerra estaban en marcha desde hacia semanas. El 15 de Febrero hubo movilizaciones en todo el mundo para intentar evitarla pero la troica no las escuchó, y si lo hizo no cambió sus planes. Era algo sabido. En esta misma publicación lo empezamos a barruntar seis meses antes. El pretexto fue la presunta posesión de armas de destrucción masiva por parte del régimen de Sadam Husein. Estas armas químicas, que el pasado usó el régimen para atacar a la población kurda durante la guerra de Irán (1980-1988), jamás se encontraron. Pero entontes Sadam era un buen aliado de occidente frente a la revolución iraní. En esa guerra de desgaste hubo cientos de miles de victimas mortales. Iraq nunca se recuperó ni militarmente ni económicamente. La invasión de Kuwait por parte de Sadam, que provocó la Guerra del Golfo contra una coalición internacional liderada por los Estados Unidos en 1991, tenía motivos ideológicos −en el nacionalismo iraquí Kuwait era considerada una región más que los británicos separaron− y económicos −se argumentaba que los kuwaitíes habían reventado los precios del petróleo−. Esa invasión fue un error garrafal de Sadam. Hay quién dice que en una entrevista previa a la invasión con la embajadora norteamericana, April Glaspie, ésta le vinó a decir que Estados Unidos no se involucraría (*1). La Guerra del Golfo no terminó con Sadam, nunca hubo una invasión del país, y provocó una cerrazón del régimen bajo sus propias bases. En el sur los chiítas, alentados por Washington con vanas promesas, se alzaron, y el régimen los reprimió brutalmente. De ahí vendría la zona de exclusión aérea que «protegería» al norte a los kurdos y al sur a los chiítas.
Durante esos años que fueron desde la Guerra del Golfo de 1991 a la Guerra total de 2003 se aplicaron toda una serie de embargos, tanto militares como económicos, que sumieron al país en la miseria. Entonces se sacaron de la manga el programa de petróleo por alimentos, que administrado lógicamente por el régimen, no logró salvar a medio millón de niños iraquíes, que perecieron de inanición.
La guerra total contra el régimen baazista de Sadam formaba parte de la guerra global contra el terrorismo, una entelequia generada por los neoconservadores estadounidenses tras los atentados del 11 de Septiembre de 2001, en el que se definió el eje del mal, toda una serie de naciones que presuntamente ayudaban al terrorismo internacional. El primer objetivo fue un ataque automático a Afganistán, donde los talibanes gobernaban desde hacia años con la aquiescencia occidental, y donde habían habido campos de entrenamiento del grupo de Osama de Bin Laden, Al Qaeda. Esta situación en Afganistán venía heredada del desgobierno de los señores de la guerra muyahidines tras vencer al ejército rojo de una Unión Soviética que poco después desaparecería. Este fracaso militar tuvo su incidencia en la Unión Soviética pero los muyahidines lo sobredimensionaron de tal manera que el grupo de Osama Bin Laden pensó que si podían vencer a ese país de ateos también podrían vencer a los Estados Unidos.
Como decíamos la guerra contra Iraq estaba dentro de esa guerra global contra el terrorismo pero en ese país −si exceptuamos el terrorismo de estado− no habían terroristas. Ni se les apoyaba porque podrían ser una amenaza para el propio régimen. Entonces fue cuando se sacaron de la manga las armas de destrucción masiva. La guerra global contra el terrorismo se ampliaba a naciones que podían representar una amenaza a los Estados Unidos. El asunto es que años antes a los atentados del 11 de Septiembre los neoconservadores crearon el PNAC (Project for the New American Century) un think tank que tenía como misión promover el liderazgo de Estados Unidos en el mundo, siendo la invasión de Iraq uno de sus objetivos. Por lo tanto todo ya estaba pensado de antemano y el cambio de circunstancias tras los atentados les sirvió en bandeja la invasión.
El 'petróleo por sangre' que clamaban muchos estadounidenses en las movilizaciones contra la guerra se convirtió en una realidad. En pocos días tras una serie de bombardeos sobre Bagdad, Basora y otras ciudades, los ejércitos de la coalición entraron en el país y combatieron a los pocos soldados que ofrecieron resistencia. Divisiones enteras del ejército iraquí, incluida la guardia republicana, desparecieron. Se sabe que muchos de estos soldados integraron la resistencia que durante mucho tiempo fue un problema para la coalición, pero se desconoce cuantos combatieron y murieron con el avance aliado. Luego mataron a Couso, en un claro mensaje a la prensa internacional, y derribaron la estatua de Sadam. En una plaza que se convirtió en plató de televisión pudimos ver como algunas decenas de iraquíes, puede que centenares, celebraban la caída del régimen. Fueron los días en que se saquearon los museos de historia de Bagdad y los estadounidenses, siendo toda una declaración de intenciones, tomaron el ministerio del petróleo. El resto de ministerios parece ser que no importaban. El estado entonces desapareció, el dinero no valía nada, la gente perdió su trabajo, el suministro de alimentos, y durante un tiempo de electricidad, gas, y agua. Más de un millón de iraquíes iniciaron un éxodo hacia Siria, país que en la actualidad también han abandonado por los últimos acontecimientos. Los aliados se atrincheraron en una zona de Bagdad (lo llamaron la zona verde) y entraron en el país miles de mercenarios. Fue la privatización de la guerra.
Luego se inició un periodo que llamaron de «normalización democrática» en el que las fuerzas políticas antes proscritas y otras de nuevas lucharon por el poder. El partido único Baaz fue proscrito, los miembros del gobierno que se encontraron fueron encarcelados o ejecutados, la mayoría de sus miembros desaparecieron. En otro artículo ya explicamos el final de Sadam Husein, de ser el hombre más poderoso del país pasó a ser el más insignificante, escondido miserablemente en un agujero y ajusticiado por la horca tras un juicio que le hizo un tribunal ad hoc. Entonces se abrió un periodo de terror que aún no ha terminado, mientras la resistencia atacaba a los ejércitos de la coalición, multitud de grupos armados entraron en Iraq para hacer su yihad particular. Los muertos militares y ante todo civiles en los atentados se empezaron a contar por miles. Iraq un país en el que no había ni terrorismo ni terroristas se convirtió tras la guerra en un infierno. Asociated Press cifraba los muertos iraquíes desde la invasión hasta el 2009 en un mínimo de 110.600 (*2). La delincuencia se incrementó notablemente, cualquier discusión terminaba en una derramamiento de sangre. Una de las peores lacras tras la caída del régimen es la trata de blancas, miles de mujeres y niñas, han sido secuestradas para ser vendidas en países vecinos.
Para Estados Unidos la guerra de Iraq le ha supuesto 4.446 bajas, el Reino Unido perdió 179 soldados, y otras naciones en su conjunto 139 (entre ellos los siete agentes españoles del CNI). El gasto conjunto de la guerra de Afganistán e Iraq para Estados Unidos ha sido hasta la fecha de 1,37 billones de dólares. La llegada de Barak Obama a la presidencia de Estados Unidos parece que ha dejado en stand by la guerra total global contra el terrorismo que inició George W. Bush. El Pentágono y las agencias de inteligencia siguen combatiendo a los terroristas −lo último y más polémico es la utilización de los drones, aviones no tripulados para realizar asesinatos selectivos, que han causado la muerte a multitud de civiles− pero no se ha declarado ninguna otra guerra. El grueso de tropas estadounidenses en Iraq se ha retirado, permaneciendo unos cuantos miles por si acaso en unas cuantas bases, mientras se ha desplegado el nuevo ejército iraquí. En cuanto a Afganistán, los combates continúan en unas montañas imposibles, mientras los contingentes internacionales se van retirando.
Dos circunstancias han cambiado o postergado los planes militaristas de Estados Unidos. La primera es la crisis económica que se inició en el 2008 con las hipotecas subprime que se llevó por delante a bancos tan importantes como Lehman Brothers. Esta crisis económica global dejó con menos recursos económicos a los Estados Unidos y trajo la victoria del partido demócrata convirtiendo a Barak Obama en el primer presidente negro de la historia de la democracia más antigua del mundo. Barak Obama prometió muchas cosas y realizó pocas pero por lo menos no ha iniciado ninguna otra guerra. Los dos focos de tensión más importantes para los estadounidenses −porque en realidad habría muchos más− son el programa nuclear iraní y las pruebas de misiles de Corea del Norte, nación que dispone de la bomba atómica. Los dos países fueron incluidos por George W. Bush en la lista de naciones que configuraban el eje del mal, otro es Siria y su población en estos momentos se está desangrando. Una guerra convencional contra Irán o contra Corea del Norte implicaría a todo el bloque occidental y sería costosísima, tanto en dinero como en vidas humanas.
Entonces irrumpió la revuelta en el mundo árabe y Al Qaeda se quedó sin argumentos que puedan apoyar las mayorías islámicas (las minorías siempre tendrán argumentos). Por primera vez en la historia los partidos musulmanes moderados se han hecho con el poder en Egipto y Túnez (países que eran aliados de los Estados Unidos) tras la caída de dictaduras anquilosadas en el partido único y la corrupción. En que medida la revuelta árabe perjudica o beneficia los intereses de Estados Unidos y el bloque occidental en el Magreb y Oriente Medio es lo que está en juego en estos momentos.
El presente de Iraq es sombrío. En el poder desde el 2010 se encuentra Nuri al-Maliki, que es miembro del partido chiíta conservador Al-Dawa (llamamiento). Los sunítas, beneficiados del régimen anterior, tras un tiempo de boicot, finalmente entraron en el sistema con nuevos partidos, pero la «normalización democrática» es difícil porque la estructura estatal tiene que reconstruirse.
La historia ha querido que diez años después de iniciarse la guerra de Iraq el mapa político de toda la región haya cambiado tras revueltas populares y alzamientos armados (apoyados por occidente en algunos casos) pero para todos los que vivimos intensamente aquella época nos quedara el recuerdo de una gran vergüenza por quienes planearon esa guerra.
Anotaciones:
1. La transcripción de la conversación puede encontrarse en este enlace
2. Pero tenemos otras cifras, para el Ministerio de Salud iraquí la cifra se aumenta hasta 400.000 (151.000 muertes violentas), para Lancet serían 650.000, y para Opinion Reseach Business nada menos que 1.033.000.
Francesc Sánchez – Marlowe. Barcelona.
Redactor, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 13 Marzo 2013.
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