Ochocientos muertos después - por Francesc Sánchez
Sección de Opinión
Ochocientos muertos después
por Francesc Sánchez
Ochocientos muertos después ETA ha anunciado el cese definitivo de la actividad armada. En un comunicado en que rinde homenaje a todos aquellos que han luchado por la causa y en el que no se menciona en ningún momento a las victimas –recordemos por mencionar algo Hipercor- se da por concluida una etapa. Se abre pues, cabria pensar –porque la banda no ha anunciado su disolución-, tras varias treguas y negociaciones infructuosas (1989, 1998 y 2006), un nuevo horizonte en el que el conflicto se ha de resolver por vías estrictamente políticas. La Conferencia de Paz de San Sebastian en la que han participado diferentes prohombres a nivel internacional pero en la que no ha participado ningún gobierno parece haber sido uno de los objetivos alcanzados, la –aunque tenue- internacionalización del conflicto. Pero probablemente nada de esto se entendería sin la implacable persecución y detención de los miembros de la banda que ha efectuado tanto la policía española como la francesa. Sin, primero, la ilegalización de la izquierda abertzale bajo incontables siglas, y segundo, por el giro que dio luego –desde la Declaración de Anoeta- la organización en su discurso rechazando la violencia. Esto es fundamental para entender lo que ha sucedido: el apoyo explicito o tácito de la izquierda abertzale a la banda armada la llevó a su ilegalización y el cambio de actitud a favor de la paz la llevo no solo a su legalización si no a la obtención de notables resultados electorales.
Pero siendo el cese definitivo de la actividad armada una excelente noticia no pone final al conflicto vasco. Para el mundo abertzale esta noticia forma parte de un proceso que les ha de llevar a la independencia. Lo que ésta debe entender es que si con el mantenimiento de las acciones armadas no se podían hacer concesiones políticas a ETA ni a la izquierda abertzale con su desaparición tampoco. El futuro de Euskadi, para muchos también Euskalerria (área cultural que se extiende a Navarra y a las provincias vascas en Francia), está en las manos de todos los vascos a través de los cauces democráticos existentes o de los que éstos se doten. Finalmente quedara en manos del gobierno la cuestión de los presos etarras que en un escenario en el que ETA se haya disuelto puede flexibilizarse.
El conflicto vasco durante muchos años ha generado desprecio en España hacia ETA y hacia los vascos, sean estos independentistas o no, y esto último no es de recibo. La España que unos cuantos queremos es aquella en la que todos nos sintamos a gusto: aquella en la que las demandas y las decisiones de sus ciudadanos –incluida la secesión o las exigencias de los indignados encauzadas adecuadamente- sean oídas y respetadas. Pero donde más daño ha hecho este conflicto es en Euskadi: el apoyo social de las acciones armadas de ETA ha llevado a muchos vascos a vivir con miedo. Muchos han tenido que irse. Se han sentido extranjeros en su propia tierra. Este es el tipo de cuestiones que se han de resolver: la sociedad vasca se ha de unir en una serie de cuestiones fundamentales o permanecerá siempre dividida, polarizada. La convivencia por encima de las discrepancias políticas es capital. El reconocimiento a las victimas del conflicto también. Ya tuvimos una España democrática con amnesia y aún lo estamos pagando: seria un error repetir lo mismo en Euskadi.
Francesc Sánchez – Marlowe. Barcelona.
Redactor, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 22 Octubre 2011.