Miguel Strogoff de Julio Verne – por Francesc Sánchez
Su nombre es Jules Verne, pero aquí lo hemos conocido como Julio Verne desde hace mucho tiempo, y sigue siendo el mismo escritor que desde que eramos pequeños nos llevaba a lugares exóticos y recónditos en sus novelas, y en sus adaptaciones cinematográficas. Nos llevaba más allá, hacía la aventura, y nos hacia soñar. Aún recuerdo la primera vez que fui al cine, fue en el marco de un ciclo de películas para colegios cuando cursaba la Educación General Básica, para ver Viaje al centro de la tierra, la original, la de Henry Levin protagonizada por James Maison, y salir de la sala fascinado. Leer la novela, página a página, es una invitación a seguir leyendo, para querer saber más, te atrapa completamente. Luego llegaría Veinte mil leguas de viaje submarino de Richard Fleischer con Kirk Douglas, y también, cómo no recordarlo, la serie de animación de La vuelta al mundo en ochenta días emitida por Televisión Española. De ahí que Julio Verne llegó para quedarse, al menos en una generación de niños y jóvenes. Pues muy bien, recientemente me he leído Miguel Strogoff, escrita en 1876, llevándome una grata sorpresa.
Pongámonos en situación. En la Rusia de los zares los tártaros, un conjunto de pueblos del Asia central, han iniciado una invasión en Siberia, que amenaza con amputarle este territorio y despedazar el Imperio sumiendo a su población… en el terror… y en la servidumbre… Estos pueblos salvajes iluminados por la fe del islam y liderados por el emir Feofar-Khan, han cortado la línea de telégrafo y por lo tanto las comunicaciones han quedado neutralizadas. Es aquí donde entra en acción Miguel Strogoff como correo del zar para llevar una carta de suma importancia de Su Majestad desde Moscú hasta la ciudad de Irkutk, capital de la ciudad de la Siberia oriental, donde se encuentra su hermano que desconoce estos hechos. El trayecto de nada menos que 5.200 verstas, unos 4.200 kilómetros, debe llevarse a cabo en el menor tiempo posible. Por si faltaba algo, los tártaros cuentan con la ayuda de un traidor a la Madre Rusia que lleva por nombre Iván Ogaref, conocedor del estado de las tropas rusas y su funcionamiento por haber sido oficial, que se encuentra en paradero desconocido, y que parece ser el instigador de esta invasión. Miguel Strogoff inicia su viaje de incógnito en tren desde Moscú hasta la ciudad de Nijni-Novgorod, trayecto en el que conoce a Nadia, una chica procedente de la ciudad de Riga, a las orillas de Báltico, que después de fallecer su madre va al encuentro de su padre, desterrado en los confines en Siberia por cuestiones políticas. Miguel Strogoff en la ciudad de Nijni-Novgorod, en plena efervescencia por la feria de comerciantes procedentes de los lugares más recónditos de Asia, tiene un encuentro fortuito con la gitana Sangarra y su grupo de compinches que también se dirigen hacia el Este. Llegan informaciones de que la invasión de los tártaros sigue avanzando y las autoridades deciden impedir la salida a los rusos, este es el momento en que Nadia a través de una argucia de Miguel Strogoff se convierte en su hermana, la perfecta coartada para su viaje, que de ciudad en ciudad atravesando la cordillera de los Montes Urales y las grandes planicies, le llevaran quizá a alcanzar su objetivo. No contaremos mucho más, quizá añadir que hay dos personas más que se dirigen hacia el conflicto, el flemático y poco hablador Harry Blount, corresponsal del Daily Telegraph, y el extrovertido parlanchín Alcide Jolivet, que envía cartas a su prima Magdalena.
Esta incursión de Julio Verne en Rusia no me parece menor. La escribió en 1876, en plena Tercera República en Francia, no mucho después de la Guerra Franco-Prusiana de 1870 y de la Comuna de París de 1871, cuando Rusia estaba en manos de Alejandro II (1855-1881). Rusia desde hacia mucho, quizá definitivamente desde la invasión de Napoléon de 1812, y la posterior creación de la Santa Alianza, formaba parte por méritos propios del sistema de poder europeo. Los vasos comunicantes en el comercio se iniciaron mucho antes con la Compañía de Moscovia que promovieron los ingleses, pero fue con la llegada de las luces de la Ilustración y las bayonetas que hemos mencionado, cuando los rusos se empapan de las ideas de occidente, y el imaginario cultural ruso llega también al resto de Europa. Desde entonces hay una pulsión muy característica en Rusia entre occidentalistas o europeistas, que miran hacia Europa, y soberanistas, que sin mirar específicamente a Asia, consideran a Rusia una civilización propia, la Tercera Roma, después de que Constantinopla cayera en manos de los turcos. Y esto hay que entenderlo porque si bien los europeistas en líneas generales creían en el progreso y en la apertura política, los soberanistas son conservadores y tradicionales, dando suma importancia a la religión que marca la ortodoxia cristiana. Esta pulsión es incorporada por la sucesión de zares ya desde tiempos pretéritos con Pedro el Grande (1672-1725), y más tarde Catalina II la Grande (1762-1796), y Alejandro I (1801-1825). Pero quizá la mejor expresión de ella fue la Revuelta decembrista del 14 de diciembre de 1825, que llevaron a cabo un grupo de oficiales y unos tres mil soldados en el transito del gobierno hacía Nicolás I, que al calor del ciclo revolucionario europeo que difundió Napoleón por todo el continente, después de vencer al corso, querían promover un régimen constitucional y la recurrente demanda de la emancipación de los siervos. Recuerda esto mucho a lo que se vivió en España con la Constitución de Cádiz de 1812, y el desenlace, con el restablecimiento de las cadenas de Fernando VII, no fue muy diferente.
El marco geográfico que aporta Julio Verne es el de la inmensidad de Siberia, y por lo tanto de Rusia, desde Moscú a Nijni-Novgorod, Kazán, Perm, Ekaterimburgo, Omsk, Tomsk, hasta llegar Irkutsk, con sus caminos interminables, ríos como el Volga y el Yeniséi, y lagos como el Baikal, que nos recuerdan en cierta forma al Lejano Oeste norteamericano. De hecho el historiador Jürgen Osterhammel en La transformación del mundo: una historia global del siglo XIX establece un paralelismo entre estas dos conquistas por parte del hombre blanco, que son las que dieron forma a estos dos inmensos países. Pero también existen diferencias. Las ciudades fronterizas entre la Rusia europea y Siberia juegan el papel de nudos de conexión con los pueblos de Oriente Medio y de Extremo Oriente. Los comerciantes importan y exportan todo tipo de productos desde el tiempo de los tiempos. Da igual si se trata de Irán o de China. En la dimensión humana Julio Verne nos muestra la variedad de pueblos que habitan Siberia desde el respeto, incluidos los invasores tártaros, que fue el término con el que denominaban los rusos a un conjunto de pueblos del Asia central, y que la historia ha hecho desaparecer. Este es el asunto, Rusia es tan inmensa, que geográficamente y étnicamente es europea y asiática al mismo tiempo: de ahí su especificidad y la pulsión entre las dos formas de entender y vivir de los rusos que continúo en su historia hasta nuestros días.
La Revolución de 1917, primero la de febrero que derrotó al zar Nicolás II, que quería establecer un sistema democrático parlamentario, y luego la de octubre promovida por los bolcheviques liderados por Vladimir Lenin, que quisieron establecer un sistema comunista, es una nueva vuelta de tuerca en esta pulsión entre su homologación con el resto de Europa y la especificidad rusa, que después de una guerra civil entre rojos y blancos zaristas, terminará en la Unión Soviética liderada por Iósif Stalin, que expulsará y vencerá a los nazis alemanes, para después industrializar su país. Hace nada, cuando llegan las reformas de Mijaíl Gorbachov, Rusia mira de nuevo hacia Europa acercándose mucho a la democratización, pero esto no fue tolerado dentro y fuera de la Unión Soviética por aquellos que, con Boris Yeltsin a la cabeza, querían apropiarse del país. Por eso termina todo desmadrándose. Y entonces su sucesor toma el poder para poner orden, estando primero Vladimir Putin muy cerca de occidente, y luego virando hacia sus propias bases, después de denunciar un nuevo engaño por parte de occidente. Hay pensadores como Aleksander Duguin, que expresan que Rusia es una civilización que está destinada a superar el capitalismo, sin volver al comunismo… en el fondo de lo que habla es de la tradición, de aquella especificidad rusa a la que hemos hecho referencia en todo momento.
Miguel Strogoff nos recuerda de algún modo al Hadjí Murat de Lev N. Tolstói, aquella historia de un líder montañés del Cáucaso que decide pasarse a los rusos, porque un caudillo insurrecto del islam llamado Shamil ha secuestrado a su familia. Me queda pendiente de leer Taras Bulba de Nikólai Gogol, en el que seguro que encontraré de nuevo conexiones. La frontera del islam en conflicto en Miguel Strogoff es clara, igual que en Hadjí Murat, y lo fue también en términos históricos en el Afganistán entre el 1978 y 1989, una de las razones de la implosión de la Unión Soviética, y más tarde un quebradero de cabeza para Rusia en las Guerras de Chechenia entre el 1994 y 2009, después de no dejar tanto Yeltsin como Putin piedra sobre piedra en Grozni, para finalmente sellar la paz con este último, y paradojas de la historia convertir a los guerreros chechenos en la punta de lanza de su aún vigente guerra en Ucrania, que tanto nos recuerda a la Guerra de Crimea entre 1853 y 1856. Suceda lo que suceda en nuestros días, no podemos entender Europa y el mundo sin los cambios políticos que se dieron en Rusia, y sin su aportación a la cultura y al pensamiento occidental con autores como Alexandr S. Pushkin, Nikólai Gogol, Iván S. Turguénev, Lev N. Tosltói, Fiodor Dostoievski, Antón Chéjov, Maksim Gorki, o Mijaíl Bulgákov: Julio Verne, como haría con otros pueblos con mejor o peor fortuna, con Miguel Strogoff rompió una lanza en favor del entendimiento. De ahí que su lectura, más allá de un buen pasatiempos, tuvo su importancia en su época, y hoy en un mundo convulso que se echa de menos la buena literatura, merezca ser leído.
Bibliografía:
Libros
- Billington, James H. (2012) El icono y el hacha. Una historia interpretativa de la cultura rusa. Madrid.
- Figues, Orlando (2021) El baile de Natasha. Taurus. Madrid.
- Figues, Orlando (2022) Historia de Rusia. Taurus. Madrid.
- Jangfeldt, Bengt (2024) La idea de Rusia. Alianza Editorial. Madrid.
- Kumar, Krisham (2018) Imperios: cinco regímenes imperiales que moldearon el mundo. Editorial Pasado y Presente
- Osterhammel, Jürgen (2021) La transformación del mundo. Una historia global del siglo XIX. Editorial Crítica. Madrid.
- Tolstói, Lev (2018) Hadjí Murat. Navona_Ineludibles. Madrid.
- Verne, Julio (2020) Miguel Strogoff. RBA. Madrid.
Artículos
- Sánchez, Francesc (2023) Relatos de Sebastopol de Lev N. Tolstói. El Inconformista Digital.
- Sánchez, Francesc (2023) Hadjí Murat de Lev N. Tolstói. El Inconformista Digital.
- Sánchez, Francesc (2015) La nueva política exterior rusa. El Inconformista Digital.
- Fuentes, Julio (2000) Réquiem por Grozni. Artículo publicado en “Los Ojos de la Guerra” de Manuel Leguineche y Gervasio Sánchez. Ed. Random House Mondadori.
Francesc Sánchez – Marlowe. Barcelona.
Redactor, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 12 Febrero 2025.