Desde hoy, América primero – por Francesc Sánchez

La premonición de los Simpson.
No sé bien como empezar este artículo. Por lo tanto, vamos a ser directos: Donald Trump en su discurso de toma de posesión como presidente ha prometido quitarle el poder al establishment (es decir a los poderes facticos) para devolvérselo al pueblo. Esto lo podría haber dicho cualquier revolucionario de izquierdas, pero como Donald Trump es un multimillonario que se ha hecho rico con su herencia familiar y sus negocios en el sistema capitalista, la mayoría de analistas, dando igual su tendencia política, tildan esta promesa de mero populismo. Pero lo más importante de su discurso son sus ideas en política económica y política internacional: la primera columna queda definida por una apuesta por la inversión pública en grandes infraestructuras, pero también por facilitar la inversión privada en el suelo patrio, en detrimento de las inversiones americanas en el exterior que pueden ser penalizadas. La segunda columna no menos importante -que asegura Donald Trump- es la de no intromisión en los asuntos del resto de países, la de alejarse del mundo y, en todo caso, buscar nuevos aliados. Este binomio es la piedra angular de su discurso. En definitiva, el Desde hoy, América primero, es una apuesta por el proteccionismo y el aislacionismo, que en sintonía con un movimiento cada vez más palpable de rebelión contra lo establecido, amenaza tanto el vigente modelo de globalización económica como el equilibrio político y de seguridad en el mundo.

Donald Trump para poner en marcha su política económica se opone a que las empresas americanas cierren las fábricas en el suelo patrio y las abran en el extranjero, prometiendo la creación masiva de puestos de trabajo, y por lo tanto la vuelta a una mejor situación económica de la mayoría de americanos. Donald Trump también quiere romper o reformular todos los tratados de libre comercio con el resto del mundo, desde el NAFTA o TLCAN (con Canadá y México), al TPP (con doce países americanos y asiáticos del Pacífico), y el TTIP (con la Unión Europea, que no ha llegado ni a firmarse). Pero además quiere aplicar aranceles (de hasta un 35 por ciento) tanto a las empresas extranjeras como americanas con producción en el extranjero que quieran vender productos en los Estados Unidos.
Haremos un inciso: hace tiempo descubrí el concepto de la curva sonriente que a grandes rasgos queda definido por una gráfica en forma de campana invertida en la que en su parte superior se encuentra primero la investigación y el desarrollo de un producto, con una fuerte inversión pero también suculentas ganancias, seguida de la parte más inferior definida por la fabricación de este producto con el menor coste posible, y finalmente la ascensión de nuevo en esta curva con la venta y la postventa de este producto a un precio determinado. No hace falta tener mucha imaginación para comprender que la parte superior de esta gráfica se hayan lugares como Silicon Valley en los Estados Unidos y la inferior en países como China (donde la mano de obra es muy barata con la ausencia más absoluta de derechos laborales y la inexistencia de sindicatos), para terminar de nuevo en los grandes almacenes americanos.

Los Estados Unidos desde hace mucho son una economía más importadora que exportadora. Si tomamos los datos del año 2015 ofrecidos por World Integrated Trade Solution vemos que el valor total de las importaciones fue de 2.306.822 millones, mientras que las exportaciones solo llegaron a 1.503.870 millones. Si prestamos atención a los dos países más mencionados por Donald Trump, vemos que los Estados Unidos importaron de China 502.632 millones, y exportaron hacía este país 116.186 millones. En cuanto a México las importaciones fueron de 297.500 y las exportaciones fueron de 236.377. Mucho más equilibradas en este segundo caso.

Hay otro factor económico a tener en cuenta en el discurso de Donald Trump que es si cabe más polémico porque afecta a los inmigrantes, sobre todo a los indocumentados, que han llegado a los Estados Unidos. Nunca deja de mencionar que muchos de ellos integran bandas pandilleras que se dedican a cometer todo tipo de tropelías (bueno esto ya lo vimos en Gran Torino de Clint Eastwood), pero lo que aquí más nos importa son los inmigrantes indocumentados o en situación irregular que se comportan como personas, que trabajan donde pueden por un menor coste que el trabajador autóctono americano. Esta competencia desleal, que es percibida en medio mundo como una fuerza de trabajo necesaria para mantener la competitividad, la han provocado los empresarios americanos, pero son los inmigrantes los que aceptan estos puestos de trabajo y por lo tanto son rechazados. Si mezclamos las dos cosas ahí tenemos pues la retórica que le ha servido a Donald Trump para construir un muro en la frontera sur que van a pagar los mexicanos.

En cuanto a la política exterior Donald Trump se ha comprometido para combatir el terrorismo islámico haya donde se encuentre. Por lo tanto, esta suerte de reedición de las Cruzadas medievales que se inició tras los atentados del 11 de Septiembre de 2001 va a continuar su curso, lo que desconocemos es cómo. Sin embargo, el nuevo presidente se ha comprometido a no exportar el modelo americano al resto del mundo (doctrina iniciada en nuestros tiempos por la Administración de George W. Bush y continuada por Barack Obama). Tan solo se contenta con mostrar los Estados Unidos como un buen ejemplo a seguir. Todo esto podríamos pensar que se puede traducir en un abandono del intento de crear nuevos estados con el sistema americano (libertad, democracia, y libre mercado), pero no tiene por qué representar necesariamente el abandono de las intervenciones militares o destrucciones de estados existentes. En cualquier caso, lo más importante es un cambio de paradigma de la seguridad integrada trasatlántica donde Donald Trump en primer lugar cuestiona la OTAN acusando veladamente a los países europeos de obtener una protección demasiado barata (lo mismo que Ronald Reagan en 1980 cuando exigió un incremento de los presupuestos militares), y en segundo lugar puede haber un acercamiento con una Rusia que desde la ascensión al poder de Vladimir Putin ejerce una política militar intervencionista.

Por lo tanto, por lo dicho hasta ahora el camino en Oriente Medio puede tomar otra dirección, cabiendo la posibilidad de terminar de una vez por todas la guerra en Siria, Iraq, y en África en Libia. Se puede cuestionar o romper la alianza con Arabia Saudita, pero poco más podemos decir. Parece claro que el apoyo a Israel va a continuar, pero desconocemos que va a pasar con Irán su enemigo dialectico declarado. En cuanto a las seguridades de Europa hasta ahora garantizas por los Estados Unidos (menos en el caso de los atentados terroristas) ahora se cuestionan. Circunstancia última para la Unión Europea que puede convertirse en un problema o por el contrario puede ser el inicio de una solución al eterno de debate de una falta de política internacional y de defensa propias.

Dense cuenta que una cosa son los hechos, que tienen que ver con la economía o política internacional, y la otra las palabras de un discurso, que pueden ser mera retórica de un embustero para el público que le ha votado, o por el contrario posibilidades del todo reales. Si se han fijado para este análisis he intentado omitir la retórica que casi toda la prensa ha utilizado para criticar o atacar a Donald Trump tanto en su campaña como desde que fue elegido presidente en las urnas. Todo ello es parte de la libertad de expresión. Pero la intención de este artículo no era descalificarlo como han hecho tantos sobre todo por sus formas, insultantes y hasta grotescas en algunos casos, si no por el contrario entrar en aquellas claves que le han podido hacer presidente y que pueden indicarnos hacía donde va ir su mandato. Comprendo que su proclamación como presidente disguste a tantos americanos que hoy salen a las calles para hacerle saber que no les gusta -de entrada, ya se ha cargado la reforma sanitaria de Obama-, pero me temo que parte de esa insistencia desde el poder establecido en señalarle con el dedo poco tiene que ver con ese rechazo en las calles, sino más bien con algunas de las claves que aquí he expuesto.

Para finalizar, un pensamiento, que no es más que decir una vez más lo que llevo haciendo todo este rato: constato que esa globalización económica, y también cultural, impuesta desde arriba desde hace mucho tiempo, pero acelerada desde las últimas décadas, se está desquebrajando, porque los efectos nocivos han llegado a las potencias que en su momento la propulsaron. Este es el Desde hoy, América primero, los demás dan lo mismo.

Francesc Sánchez – Marlowe. Barcelona.
Redactor, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 24 Enero 2017.