Los viajes de Manuel Iradier - por Francesc Sánchez

 

Hacia finales del siglo XVIII y durante todo el siglo XIX, bajo el impulso de la Ilustración, las incipientes sociedades científicas, y la emergencia tanto de la Revolución Industrial como del nuevo imperialismo, aparecen en Europa toda una serie de individuos que quieren explorar el mundo desconocido. Mungo Park, Richard Burton, David Livingstone, Henry Morton Stanley, querían rellenar los grandes espacios en blanco en el continente africano, bajo diferentes motivaciones, y haciendo un servicio la ciencia y a su patria, siendo en muchos casos la avanzadilla de la conquista. España, aunque en decadencia después de perder la mayoría de territorios americanos, también tuvo este tipo de hombres y probablemente el más importante fue el vasco Manuel Iradier, uno de los primeros exploradores de la región del Muni, el territorio que veinticinco años después se convertirá en la colonia de la Guinea Española.

 
En Vitoria hay un joven que sueña con viajes y aventuras en tierras desconocidas, se trata de Manuel Iradier (1854-1911), el que tras fundar la primera sociedad geográfica española, La Exploradora, realizará dos viajes exploratorios fundamentales para la anexión, conquista y colonización española de los territorios guineanos. La idea de Manuel Iradier era realizar un viaje por el continente africano desde Ciudad del Cabo hasta Trípoli, atravesando una inmensidad de territorios mal conocidos o desconocidos por los europeos, pero tras una breve entrevista en el año 1874 con Henry Morton Stanley, cuando el reconocido explorador se encontraba cubriendo en España la Tercera Guerra Carlista, éste le convence de un plan mucho más realizable: aprovechar como punto de partida las posesiones españolas en el Golfo de Guinea y adentrarse todo lo que pudiera en el continente en la región más allá del estuario del Muni.

STANLEY. − El proyecto de usted es grandioso y realizable y su edad la más conveniente.
IRADIER. − ¿Qué más puede hacer falta?
STANLEY. − Dos cosas importantes: dinero y dinero.
IRADIER. − He calculado en veinte mil duros el presupuesto de gastos.
STANLEY. − Es suficiente dada la organización que usted da a la expedición; pero, ¿cuenta usted con ellos?
IRADIER. − Espero que el Gobierno de España y las sociedades científicas del país me lo faciliten.
STANLEY. − ¿Por qué no empieza usted la expedición por el Golfo de Guinea frente a las posesiones de España?
IRADIER. − Temo que el clima comprometa el éxito de la empresa y al pensar así me apoyo en recientes catástrofes.
STANLEY. − ¿Y si no pudiese usted reunir los veinte mil duros que necesita...?
IRADIER. − Entraría al interior por el Golfo de Guinea para lo que me basta con veinte mil pesetas.
STANLEY. − ¿Alcanzaría usted el Océano Índico?
IRADIER. − No. Mi pensamiento es llegar a los grandes lagos vistos por Burton y Speke.
STANLEY. − Si usted quiere apreciar un consejo de un viajero africano, realice primero este pensamiento que después yo le garantizo que encontrará los recursos que necesita para llevar a cabo su gran obra de exploración. (Iradier, 1994: 5, 6)

Manuel Iradier no encuentra ni apoyo institucional ni económico para su primera expedición por lo que tiene que valerse por si mismo y costeársela por su cuenta. El 16 de diciembre de 1875 sale de Vitoria acompañado por su mujer y su cuñada (Isabel y Manuela Urquiola) hacia las posesiones españolas del Golfo de Guinea. Un buque español le lleva primero hasta la isla de Tenerife, donde tras unas semanas de aclimatación, embarca en el buque británico Loanda, que después de hacer varias escalas por las posesiones británicas y de otras naciones en la costa africana, dejando atrás la Costa de Marfil, la Costa del Oro y la Costa de los Esclavos, le lleva finalmente a la isla de Fernando Poo. Una entrevista con el secretario del gobernador en Santa Isabel le permite disponer de la casa del Gobierno español, compartiéndola con el rey Combenyamango, en la isla de Elobey Pequeño, emplazamiento frente a la Bahía de Corisco, que se convierte en su base de operaciones. Mientras su mujer y su cuñada se quedan en Elobey Pequeño haciendo mediciones meteorológicas, Manuel Iradier se dedica a hacer incursiones en el continente por la franja costera y el estuario del Muni a bordo de la lancha La Esperanza, para conocer tanto el territorio como a sus gentes. Manuel Iradier en estos desplazamientos se reúne cerca de la costa con los reyezuelos de la etnia benga, entabla contacto en el interior con los −para él− feroces pamues (fang) que como otros exploradores considera antropófagos, y recopila todo tipo de informaciones sobre estos pueblos (a veces con prejuicios muy extendidos entre los europeos sobre su idiosincrasia, otras con verdadero asombro cuando descubre por ejemplo que estos pueblos contrariamente a lo que se pensaba tienen religión, y siempre con respeto) que años más tarde relatará en su obra África. Podemos aportar lo que pensaba sobre la religión de estos pueblos:

«Tienen especial interés en ocultar al viajero todo culto externo, y con esto queda explicada la causa que ha motivado a algunos para decir que estos pueblos carecen de religión. Entendiendo, como yo entiendo, por religión el conjunto de creencias que se tiene de un Ser o seres superiores que rigen los destinos del mundo, y por culto la manera de adorar a estos seres, resulta que estos pueblos tienen religión y tienen culto, y que esta religión, en todas sus manifestaciones, tiene grandísima relación con el espiritismo, tal y como lo comprendemos hoy en día en Europa. Admiten estos indígenas cuatro clases de hechos mesméricos. Entre los mecánicos se citan flechas lanzadas por una mano invisible, golpes inexplicables, ruidos desconocidos y transformaciones de chozas. Entre los físicos hablan de lluvias sin nubes, de luces nocturnas, de formación repentina de ríos. Entre los fisiológicos citan la resurrección, la muerte instantánea, la aparición inesperada de nuevos órganos, la formación del monstruo yemba, engendrado en los estómagos, y la curación de la parálisis; y entre los psicológicos merecen especial mención el aumento de las propiedades intelectuales, hasta el punto de saber lo que pasa en todos los pueblos, lo que piensan los hombres y la predicción de hechos futuros.» (Iradier, 1994: 108, 109)

Para Manuel Iradier la religión que mantienen los indígenas está basada en el animismo y es positiva porque establece unas pautas sociales de obligado cumplimiento y un freno a las bajas pasiones:

«En medio de creencias tan absurdas, esta religión prohíbe el robo, el asesinato y el adulterio; y es tal el temor que tienen a los sacerdotes, jueces inexorables de los delincuentes y que todo lo saben, que muchas veces ahogan su rencor, aplazando su venganza para el otro mundo. (....) Estos datos son suficientes para convencernos que este pueblo, tachado de ateo, no lo es; que adora a sus ridículos dioses con tanto fervor como nosotros al nuestro, y que su religión, lo mismo que las religiones de todos los Estados, son un freno constante que se opone al desbordamiento de las pasiones». (Iradier, 1994: 110)

Manuel Iradier no alarga mucho más sus exploraciones cuando cae envenenado por uno de sus criados y es salvado por otro tardando tres meses en recuperarse. Esto sumado de un lado al paludismo que ha hecho mella tanto en él como en su mujer y su cuñada, y a la muerte de su hija que había nacido poco antes en Elobey Chico, ponen punto y final a la expedición. A su regreso a España nadie le espera y tan solo cuando llega en tren a Vitoria le hacen un homenaje.

La segunda expedición es mucho más ambiciosa. Manuel Iradier tiene la intención de conquistar para España todo lo que pueda del territorio de la costa y el interior de la región del Golfo de Guinea que hasta la fecha no había sido ocupado por las potencias europeas. Esta vez Manuel Iradier después de intentar obtener de nuevo financiación en los socios de La Exploradora cuenta con el respaldo de la Sociedad de Africanistas y la Sociedad Geográfica Española, y con algo más de recursos económicos. Para la expedición se consiguen 27.000 pesetas (aportaciones de Alfonso XIII, del Banco de España, del Banco de Bilbao, el Marqués de Urquijo, potentados de Bilbao de la familia Iborra y de Barcelona de la familia Puig, y como decíamos más arriba algunos burgueses vitorianos). Amado Osorio, un médico asturiano que ha aportado 5.000 pesetas, le pone como condición formar parte de la expedición. Nada más llegar los dos exploradores el 28 de septiembre de 1884 a Fernando Poo se dan cuenta de que mucho había sido ya ocupado por otras potencias:

«Es cierto todo lo que nos han dicho −le confiaba Iradier a Osorio al poco de llegar a la isla española−. No sólo se han ocupado los territorios que veníamos a incorporar a España, si no que nos han arrebatado los que eran nuestros. Queda todavía un punto sin ocupar, el Muni, pero bien pronto será francés si Dios no obra un milagro». (Gutiérrez Garitano, 2011: 132)

La expedición partiendo de la isla de Elobey Pequeño se interna en el continente a través de estuario del Muni recorriendo todos sus afluentes donde, después de los intercambios comerciales de rigor, los exploradores empiezan a sellar tratados de anexión con las primeras tribus que se encuentran, convirtiéndoles ipso facto tanto a sus gentes como sus tierras en españoles. Miguel Gutiérrez Garitano nos explica que los exploradores españoles estuvieron a punto de perder el Muni ante los franceses que habían llegado a bordo del buque Basilic si no hubiera sido por la estratagema del comandante del buque británico Quisembo, cuando al llegar al Gabón les engañó diciéndoles que la bandera española había sido izada entre las tribus ribereñas y dos buques de guerra estaban en el estuario. Durante esta expedición se logra la soberanía sobre 101 jefes indígenas de las tribus pamues, vicos, bijas, itemus, bundemus, valengues, dibues, bujebas, etcétera. declarándose como territorio español 14.000 kilómetros cuadrados.

Manuel Iradier enferma y vuelve a España pero Amado Osorio y el gobernador José Montes de Oca emprenden una tercera expedición continuando explorando el territorio y consiguiendo 370 tratados de anexión más con jefes indígenas de las cuencas del Muni, el Noya y el Laña. «Tanta era la determinación de ambos hombres, que ni siquiera la noticia de la muerte del padre de Osorio consiguió hacerle desistir de su empeño, hasta que Montes de Oca cayó enfermo de fiebres y se vio obligado a regresar a Fernando Poo para restablecerse» (Gutiérrez Garitano, 2011: 146, 147). Aún con éstas Amado Osorio tras caer enfermo Montes de Oca sigue con sus exploraciones:

«Montes de Oca −cuenta Osorio− enfermó también en 1886, por lo que hube de seguir yo solo, con los porteadores y cuatro fusiles, la exploración de la parte norte de la Guinea, desde Río Campo, hasta doscientos kilómetros de la costa. Durante este viaje visité las tribus de los vijas, de los vicos, de los ilo hiten, de los bujebas y de los bundemus, entrevistándome con un total de noventa y cuatro jefes de tribu, y recorrí un territorio de más de trece mil kilómetros cuadrados. Gracias a ellos, la soberanía española sobre Guinea pudo sumar catorce mil kilómetros de posesión, alcanzando yo acuerdo con un total de ciento un jefes de tribus, cuatro de las cuales rechazaron la soberanía francesa para abrazar la española» (Gutiérrez Garitano, 2011: 147).

Por lo tanto si la iniciativa de Manuel Iradier fue fundamental para la realización de las dos primeras expediciones pero en honor a la verdad se ha de decir que cuando éste enferma la labor recae en el gobernador José Montes de Oca y sobre todo en Amado Osorio consiguiendo muchos más tratados de anexión. Esto es importante porque cuando los dos exploradores regresen a España y Manuel Iradier publiqué su relato África el médico asturiano inicia una agria polémica llena de reproches en el periódico El Día cuando afirma que «el vasco no adquirió nada que no estuviera anteriormente adquirido», acusándole de tener de súbito «un vértigo de gloria y grandezas, que pretendía dar a su expedición proporciones épicas», y lo más grave, de «la perdida de Camarones», el objetivo último del viaje.

Pese a las quejas de Amado Osorio el vasco Manuel Iradier tuvo en vida una gloria efímera. Desempeñó trabajos en la compañía del Ferrocarril Anglo Vasco Navarro, realizó algunos inventos como la Caja Sistema Iradier (una máquina tipográfica que abreviaba el tiempo en las imprentas), un contador de agua automático, y un accesorio para la fotografía (permitía hacer fotografías a tamaño natural), que no prosperaron. El desastre colonial de 1898 le deprimió hasta su muerte el 19 de agosto de 1911 en la localidad segoviana de Valsaín. Durante años Manuel Iradier permaneció en el olvido hasta que en tiempos franquistas fue rescatado por el régimen como una imagen de conquistador de una de las dos colonias (reconvertidas en provincias) que aún mantenía España en el continente africano (la otra era el Sahara Occidental). Así tenemos que en el año 1956 en Vitoria se le hace un homenaje levantándose un monumento con su busto en el Parque de la Florida (*1), en la localidad de la provincia de Río Muni antes conocida por Kogo y bautizada durante la dictadura como Puerto Iradier se levantó un monolito en su honor (*2), o ya habiéndose independizado Guinea Ecuatorial, se vuelven a celebrar nuevos actos en Vitoria en su honor, a los que asiste el vicepresidente guineano (*3). En tiempos más recientes, ya en democracia, la presencia de Manuel Iradier en Vitoria es notoria: la Asociación Africanista Manuel Iradier ha hecho revivir La Exploradora en forma de organización no gubernamental con presencia humanitaria en Río Muni en la localidad de Kogo, existe también una asociación excursionista, una logia masónica y una coral que llevan su nombre.

Todo aquello que pudo hacerse

La segunda expedición al Muni liderada por Manuel Iradier y Amado Osorio ha sido capaz de anexionar a España veintiocho mil kilómetros cuadrados que hasta entonces, aún existiendo pequeñas factorías comerciales europeas, solo pertenecían a los indígenas africanos que ahora tras la firma de las cartas de anexión pasan a depender de la soberanía española. Sin embargo, la Sociedad de Africanistas está decepcionada y considera un fracaso la expedición porque esperaban la anexión de un territorio cuatro veces más extenso que el de España, la cifra de dos millones de kilómetros cuadrados. La Sociedad de Africanistas esperaba la anexión de la región de Camarones y atribuye este fracaso al retraso de los exploradores. Manuel Iradier mantiene que este fracaso se debe a que no pudieron ocupar lo que estaba ya ocupado. En efecto, por el norte los británicos habían ocupado la costa de la actual Nigeria, tomando posesión del territorio situado entre el Níger y el río del Rey, también en el norte el explorador alemán Gustav Nachtigal ha logrado anexionarse el territorio de Camarones, más tarde conocido como Camerún, mientras que por el sur los franceses desde Gabón han llegado al estuario del Muni ocupando su orilla meridional.

Manuel Iradier se pregunta por los planes de la Sociedad Africanista y recuerda que no se llegó a crear la compañía comercial con aportaciones privadas a cambio de acciones por lo que las expediciones estaban faltas de una financiación adecuada para llegar a sus objetivos. Manuel Iradier mantiene que las tres expediciones han costado 52.000 pesetas, lo que extrapolado a los kilómetros cuadrados anexionados, deja el kilómetro cuadrado a cincuenta céntimos de peseta, un precio bastante más barato que el que ha costado a los alemanes, franceses e ingleses (*4), por lo que deja a las claras que estas naciones «han dispuesto a su antojo de fuerza y dinero» (Iradier, 1994: 337).

Por lo tanto para Manuel Iradier la falta de financiación es la clave para explicar porque no pudieron extender tanto la exploración como la conquista de más territorios por medio de cartas de anexión con los diferentes jefes tribales que hasta entonces no estaban asociados a ninguna potencia europea. Una mejor financiación habría permitido unas expediciones más numerosas y ambiciosas. Podemos añadir otros factores. Una línea marítima española que comunicara regularmente la península y las Islas Canarias con Fernando Poo habría facilitado bastante las cosas, la expedición de los españoles se retrasó un mes por esta cuestión, pero como nos recuerda Iradier era preciso primero terminar con el derecho de visita que ejercían los buques británicos sobre los españoles desde 1835 con el propósito de erradicar la trata de esclavos. Una mayor presencia militar en Fernando Poo también, porque habría ejercido un efecto disuasorio frente a las flotas de otras naciones. Finalmente lo que no menciona Iradier es que si los españoles no hubieran publicitado en la prensa sus intenciones sobre el Muni y otros territorios probablemente los demás no se habrían adelantado. La relación epistolar entre Manuel Iradier y Gustav Nachtigal, miembro también de La Exploradora, fue decisiva para que el explorador alemán se adelantara en la toma de la región de Camarones.

En cualquier caso con los medios que disponían hicieron lo que pudieron. Pero Manuel Iradier no solo se preocupó por la exploración del Muni si no que propuso en sintonía con lo acordado por todas las potencias imperialistas en la Conferencia de Berlín entre 1884 y 1885 una serie de puntos para mantener, asegurar la colonización de los territorios anexionados, y extenderlos si cabe hacía donde se pudiera.

«¿Cómo la sostendrá? Manteniendo destacamentos militares en los puntos convenientes para no encontrarse fuera de la ley vigente de colonias, el tratado firmado por las naciones en Berlín.
¿Cómo las asegurará? Reclamando de Francia con la energía que el asunto merece, los territorios que se nos han usurpado y comunicándolo a las demás potencias.
¿Cómo las hará valer? Anulando el tratado firmado con Inglaterra en el año 1835 en virtud del cual Inglaterra tiene derecho de visita sobre nuestros buques mercantes y puede detenernos y aún apresarlos.
¿Cómo la extenderá? Organizando lo antes posible una expedición oficial con los recursos y poderes suficientes para extender nuestros dominios hasta el Congo por un lado y hasta el paralelo 5º por el otro.
¿Qué necesita el Gobierno para obrar así? Dos condiciones: energía para no dejarse imponer y mucho patriotismo para obrar.» (Iradier, 1994: 354, 355)

Manuel Iradier marca una diferencia con el modo de proceder de otros exploradores por parte de otras potencias cuando afirma que «mientras ha habido viajeros que para llegar a la boca de un gran río, han tenido que reñir treinta y dos sangrientas batallas, los españoles han tenido la gloria de que se reconozca centenares de leguas cuadradas la soberanía de España sin haber derramado una sola gota de sangre. Grande y magnífico triunfo de la civilización española, pero que no se ha conseguido sin duros sacrificios.» (Iradier, 1994: 355). Y efectivamente fue así en su caso. La sangre se derramará unos años después cuando los españoles a principios del siglo XX se lanzarán a la conquista militar y sistemática del territorio del Muni.

En un artículo aparecido en el periódico La Vanguardia el 7 de agosto de 1902, titulado "Guinea Española. Los territorios del Muni", Amado Osorio, el que fuera compañero de viaje de Manuel Iradier, después de hacer una disertación sobre la denominación de la colonia, esboza tanto estos territorios como a sus gentes, señalando que en «el Muni lo que lo único que hizo falta fue energía para defender nuestros indudables derechos, lo cual, si escaseó en los Gobiernos, tampoco parece ser menos cierto que estuvo ausente un buen número de veces del ánimo de aquellos a quienes correspondía sostenerlos sobre el terreno, y lo que se necesita ahora es una administración inteligente, activa y honrada para hacer que aquella comarca llegue en poco tiempo al grado de prosperidad de que es susceptible, para lo cual, entiendo yo que no es preciso inventar apenas nada nuevo, si no que basta simplemente con copiar lo que se ha hecho y sigue haciendo en las tan florecientes vecinas colonias de otras naciones» (*5). Esto lo intentará llevar adelante la administración colonial española, con más o menos medios, con más o menos corruptelas, con más o menos brutalidad, pero estas cuestiones forman parte de otra historia.

Anotaciones

1. El artículo "Homenaje de Vitoria al explorador Manuel Iradier" de Hilario Dorao es propagandístico. Fue publicado en el ABC el 14 de agosto de 1956. Puede consultarse en este enlace.

2. Así lo recoge el apunte de "Municipios españoles en el África Ecuatorial" del suplemento Blanco y Negro del periódico ABC el 30 de julio de 1960. Puede consultarse en este enlace y en este otro.

3. "El vicepresidente de Guinea Ecuatorial asistió en Vitoria a los actos en honor del explorador Iradier" aparecido en el periódico ABC el 10 de diciembre de 1968. Puede consultarse en este enlace.

4. "A los alemanes les costó a razón de diez pesetas, la misma unidad superficial; a los ingleses cinco pesetas; a los franceses bastante más, pues sólo en siete meses (del 26 de Mayo de 1885 a fin de año) llevaba Braza gastados seiscientos veintisiete mil trescientos francos." (Iradier, 1994: 337)

5. Puede leerse íntegramente el artículo "Guinea Española. Los territorios del Muni" de Amado Osorio publicado el 7 de Agosto de 1902 en el periodico La Vanguardia en este enlace y en este otro.

Bibliografía

- Gutiérrez Garitano, Miguel (2011) La aventura del Muni. Ikusager. Colección Correría. Vitoria.
- Gutiérrez Garitano, Miguel (2011) Apuntes de la Guinea. Vida, obra y memoria de Manuel Iradier y Bulfi. Ikusager. Colección Correría. Vitoria.
- Iradier y Bulfi, Manuel (1994) África: viajes y trabajos de la Asociación Euskara la Exploradora. Biblioteca de Viajeros Hispánicos. Miraguano Ediciones y Ediciones Polifemo. Madrid.
- Martínez Salazar, Ángel (1993) Manuel Iradier. Diputación Foral de Álava. Departamento de Cultura. Colección 'Los alaveses'. Vitoria.

Francesc Sánchez – Marlowe. Barcelona.
Redactor, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 18 Octubre 2014.

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