Relatos de Sebastopol de Lev N. Tolstói – por Francesc Sánchez

 


En estos tiempos de guerra del bloque occidental contra Rusia los defensores de lo políticamente correcto han querido sancionar y hasta cancelar la cultura rusa porque dicen que beneficia al régimen de Putin. De ahí que tenemos que se persiga a cantantes de ópera si no hacen la pertinente genuflexión, y se anulen actos culturales sobre Fiódor Dostoievski, aunque el genial escritor haga más de cien años que desapareció de este mundo tan ingrato. Pero lo más lamentable de todo esto es que quienes ven bien esta cancelación desconocen completamente la literatura, la música, el arte, y la cinematografía rusa, indispensable para entender no sólo la Rusia del pasado, y por lo tanto del presente, sino a la propia Europa de nuestros días. Me gustaría poder decir lo mismo de los que pretenden esta cancelación, pero me temo que esto es imposible, ya que por su formación académica no pueden desconocer esta cultura que por su calidad traspasó las fronteras convirtiéndose en universal, de ahí que no pueda ver otra cosa que un intento de demonización de todo un pueblo.

Uno de estos sospechosos susceptibles a ser cancelado por ser ruso es Lev N. Tolstói. Puede que les suene porque escribió Guerra y paz que nos explica la vida de una familia en el contexto de las Guerras Napoleónicas que llevaron al héroe corso a Moscú de donde salió derrotado por la falta de abastecimientos y las inclemencias meteorológicas. El General Invierno fue la derrota más importante de Napoleón y por lo tanto un punto de inflexión que traería consecuencias muy negativas para su plan de despotismo liberal e ilustrado para todo el continente. En Ana Karenina publicado por primera vez en 1878 tenemos una mujer como protagonista mucho antes de que las mujeres empezaran a tener derechos civiles igual que los hombres y que el feminismo fuera conocido por ese nombre. Escribió también unos relatos muy significativos entre los que me gustaría mencionar Tres cuestiones que nos lanza la moraleja que cuando creemos que nada tiene sentido, realmente todo lo tiene; también es imposible que no mencione Cuanta tierra necesita un hombre donde un campesino tentado por el Diablo a hacerse cada vez con más tierras para mejorar su porvenir entra en una dinámica interminable y destructiva, encontrando efectivamente la respuesta a cuanta tierra necesita un hombre. Tolstói era de familia bien posicionada, acomodada, con rentas disponibles, pero no se encontraba a gusto con la vida insustancial y ociosa entre Moscú y San Petersburgo, por esa razón cuando estalló la Guerra de Crimea decidió acudir a ella como alférez siendo testigo directo del sitio de Sebastopol que efectuaban los británicos y franceses, y de estos hechos Tolstói nos ofrece un relato descarnado en Relatos de Sebastopol, como el mejor -y quizá el primero- reportero de guerra.

La Guerra de Crimea entre 1853 y 1856 es una de aquellas anomalías históricas que muchos historiadores han dejado de lado por no encontrarle el sentido. Podemos decir que el Imperio ruso desde hacía más de cien años había engrandecido sus fronteras hasta alcanzar un inmenso territorio. Refiriéndose a esto a Lluís Foix le gusta decir que «Pedro el Grande dejó escrito en su testamento que los rusos no podrían dormir tranquilos hasta que se bañaran plácidamente en las aguas del golfo Pérsico». El caso es que esas incorporaciones territoriales de Rusia se hacían a costa de otros Estados cómo lo fue el Imperio otomano, primero definido como la Sublime Puerta y luego -despectivamente- cómo el Enfermo de Europa. Estas ambiciones rusas, cuando el zar Nicolas I interviene en las posesiones otomanas de Europa de Moldavia y Valaquia habitadas por los eslavos, rompen el equilibrio de poder europeo, y es el momento en el que el Imperio británico del Primer Ministro Lord Parlmerston y el Imperio francés de Napoleón III (sobrino del corso), deciden apoyar a los turcos. El historiador Orlando Figes en Crimea, la primera Gran Guerra, y en La historia de Rusia, nos llega a decir que detonante de este desastre fue una querella en la Tierra Santa gobernada por los otomanos entre los católicos y ortodoxos sobre quién debía custodiar el Santo Sepulcro y la Iglesia de la Natividad: los franceses -dejando de ser laicos- defendían a los católicos y los rusos defendían a los ortodoxos. Este es el cuadro que se encuentra Tolstói en Sebastopol en una guerra que enfrenta una coalición formada por el Imperio británico, el Imperio francés, el Reino de Cerdeña, y el Imperio otomano contra al Imperio ruso, y algunos contingentes de griegos, en la Península de Crimea sitiando Sebastopol durante todo un año, emplazamiento en el que ya se encontraba por entonces la base naval rusa más importante del Mar Negro.

Tolstói habla de la tenaz resistencia tanto de los soldados como del pueblo ruso, y también ucraniano, cercados por unos ejércitos superiores en número y en armamento, pero no hace una panegírico patriótico o propagandista a favor de la guerra, sino que descarnadamente nos muestra las penalidades de los soldados en la guerra, con los tullidos, las amputaciones, y los muertos, lejos del romanticismo de ir a la batalla alzando la bandera, para mostrarnos el sinsentido de todas las guerras. Nos relata la eterna espera en las trincheras y en los bastiones defendidos por cañones siempre en funcionamiento, y la muerte de estos soldados cuando menos se lo esperan; también nos habla de aquellos oportunistas que se benefician con la venta de topo de tipo de productos. En un momento dado Tolstói nos dice que aquello que «no se puede resolver en una mesa de negociaciones con la diplomacia no puede resolverse en un campo de batalla», y por si aún dudamos de este hombre nos llega a decir que «en lugar de enviar miles de hombres a matarse entre sí, quizá con enviar a uno contra otro sería suficiente».

La Guerra de Crimea fue la primera vez en la que los europeos se enfrentaron industrialmente en una guerra total en trincheras infinitas, donde se lanzaron millones de bombas, y donde murieron casi un millón de personas, muchos de ellos civiles, que con la derrota del Imperio ruso y el Tratado del Paris de 1856 generó -quizá por primera vez- un gran sentimiento de agravio entre los rusos por el resto de Europa. Lev N. Tolstói tendría por delante todo un camino en el que escribiría esas obras que más arriba mencionábamos que forman parte no sólo de lo mejor de la literatura rusa, sino que terminaron convirtiéndose en clásicos leídos en cualquier lugar del mundo, que nos ayudan a entender mejor la naturaleza humana. Tolstói en su libro póstumo recogido en El camino de la vida denuncia la violencia, el fundamento mismo del Estado, hecho que inspiró a los primeros anarquistas, y nos propone ser mejores personas, superando todo aquello que nos degrada y nos embrutece, para obtener con ello una vida plena y mejor.

Hoy tenemos en Europa una guerra en la que nuestro país España, formando parte de una coalición occidental, se nos dice que se juega todo para defender a los ucranianos contra una Rusia desalmada, proporcionando todo tipo de armamento, porque se nos dice que esto es un conflicto existencial entre la democracia y la tiranía. Pero a mi todo esto me recuerda amargamente a la Guerra de Crimea, bajo otra concepción en un mundo en el que han sucedido muchas cosas, pero si prestan atención no tan diferente, y con un sufrimiento mucho mayor -no hay que dejar de decirlo- sobre el pueblo ucraniano, en el que una vez más el equilibrio de poder en Europa y el mundo quiere ser restablecido. No encuentro otra forma para explicarlo cuando se nos dice que buscamos la paz, pero para obtenerla Rusia debe ser derrotada, porque de lo contrario Ucrania desaparecerá, y detrás desaparecemos todos nosotros, no dejando claro si antes o después de que enviemos a nuestros ejércitos. Esto yo no lo llamo buscar la paz si no que lo llamo hacer la guerra. Desde los hechos de Kiev de 2014 hasta la última bala que se acaba de disparar nadie ha querido evitar la catástrofe. Si no les convence esto será lo que ustedes quieran, pero a mi aquellos que quieren cancelar cómo morían los soldados rusos y ucranianos en la misma trinchera en el sitio de Sebastopol en la Guerra de Crimea, en estas páginas escritas por Lev N. Tolstói, no me merecen confianza y desde estas líneas los denuncio: no podréis acabar ni con la buena literatura ni con el buen periodismo porque ambas cosas forman también parte de la historia y por lo tanto de nuestro presente. La Guerra en Ucrania debe terminarse ya y cuando antes se sienten en una mesa de negociaciones más sufrimiento ahorraran a los que hoy combaten una vez más en esas tierras.

Francesc Sánchez – Marlowe. Barcelona.
Redactor, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 5 Maro 2023.