La zona muerta de Stephen King – por Francesc Sánchez

 


Para empezar una confesión. Hacía mucho tiempo que no leía nada de Stephen King. De hecho, el primer libro que leí en libertad más allá de los obligados en la educación básica fue uno de Stephen King: El umbral de la noche que me regaló un colega más mayor con el que intercambiaba impresiones sobre videojuegos. Y desde entonces no sólo me leí otros títulos de King, sino que inicié un camino en la lectura que ocupa un espacio importante en mi vida. Muchas de las novelas de King han sido llevadas a la gran pantalla con un calidad y éxito dispar, o la pequeña en forma de miniseries, por lo que de alguna forma he seguido por este otro camino en contacto con su trabajo. Pero cómo digo hacía mucho que no cogía una novela suya y el haber empezado -porque vendrán más- con La zona muerta -cuya adaptación cinematográfica de David Cronenberg con Christopher Walker, 1983, es más que notable- me ha hecho descubrir que es un genio del suspense que es capaz de atraparte página por página. Su facultad de transmitir todo tipo de emociones a través de sus personajes puede reconfortarte o hacerte sentir realmente mal. Si a esto le añadimos que King te muestra su mundo imaginario -quizá no tanto- en la sociedad americana que veía e interpretaba en su momento, sus títulos -desde esta perspectiva- son una fuente valida no sólo de transmisión de esa cultura popular, sino que son parte también de esa misma cultura.

Sin más preámbulos John Smith, un profesor del Estado de Maine, vive plácidamente su vida con Sarah, hasta que un trágico acontecimiento le interrumpe su vida. John Smith no ha muerto, pero se encuentra suspendido y desahuciado: no parece que esa situación vaya a ser reversible, y en realidad, aunque sale de ella ya no será el mismo. Ha vuelto con una facultad extraordinaria y a la vez aterradora a la que otros acudirán como último recurso -cumpliendo una función social- o querrán sacar partido: John cuando toca a otras personas es capaz de ver tanto aquello que han vivido, es decir su pasado, como lo que quizá pueda pasarles, en el futuro. La explicación científica de Sam Weizak es que la lesión de John ha dañado una zona en su cerebro y durante su suspensión este ha desarrollado otra, conectada con el tacto, para compensar esa ausencia. Te lo puedes creer o no, pero él lo prueba, una y otra vez. Y esto abre muchos debates: el de que existen este tipo de facultades inexplicables o todo son imposturas que algunos aprovechan para su enriquecimiento personal, hasta futilidad del presente si todo está escrito, y va a ser de una determinada manera hagamos lo que hagamos, o por el contrario si esto puede ser cambiado. Esto es lo que pensará John intentando encontrar un sentido a esta facultad que sólo le ha traído problemas y de la que quiere huir para tener como los demás una vida normal. Y ahí es donde queda la zona muerta, en aquello que queda difuminado, que no está claro y que puede ser modificado por nuestros actos en el presente.

John es la fuente y toda la novela gira a su alrededor, pero el otro personaje clave, con el que acaba cruzándose su vida, es Greg Stillson. Un hombre hecho a si mismo que de la nada se ha convertido en alguien importante sin reparar escrúpulos de ningún tipo. Y en esto King es profético porque este personaje que pasa de vendedor de biblias, a agente de seguros e inmobiliario, y termina como político dando soluciones fáciles -aunque sean disparatadas- a los problemas de gente, nos recuerda vivamente a alguien que en la vida real ocupó recientemente la Casa Blanca, y que amenaza con volver. La realidad supera la ficción, o quizá Donald Trump leyó la novela de King, el problema es que los demás que podían evitar que se convirtiera en presidente, no lo hicieron. Y aquí tenemos una faceta política de King que no conocía, la de advertirnos que un equipo de seguridad integrado por delincuentes, que portan tacos de billar recortados para contener al populacho que asiste a los mítines del candidato, recuerda de alguna forma al fascismo, lanzándonos la inquietante cuestión: ¿qué harías si tuvieras una máquina del tiempo y pudieras retroceder hasta encontrarte a Hitler antes de que se hiciera con todo el poder? Esto ya forma parte de la ciencia ficción, pero la vida política del presente en ningún caso lo es, aunque muchos que no sepan como afrontar la vida, porque es verdad no nos lo ponen nada fácil, terminen creyendo a cualquiera que les de todas las respuestas, aunque estas puedan ser absurdas.  

La crítica hacia las publicaciones que ofrecen el nuevo libro revelado envuelto en teorías paracientíficas, y también hacia los que fabrican creencias religiosas, frecuentemente en asociación con las anteriores, para forrarse de incautos que necesitan un sentido a su vida o la salvación eterna, es también blanco de King. Siendo ecuánimes esto que digo no sólo se reserva hacia estos, porque cualquier confesión institucionalizada tuvo orígenes no tan diferentes a estos, pero de nuevo King ejerce de profeta de un mundo que él conocía, y ha ido a más desde la propagación de Internet. Lo inquietante es que este mundo parece conectado con el populismo político y la realidad, como decía más arriba, ha superado con creces la ficción. La prensa seria también tiene su papel en todo esto que decimos porque tiene su cuota de responsabilidad en encumbrar a personajes como Greg Stillson mientras todos le ríen sus gracias, y luego ya dejan de ser graciosos, porque embrutecen nuestra sociedad y tienen el poder sobre nuestras vidas. Y a John, la prensa en general, salvo alguna excepción que es capaz de ofrecer un trabajo profesional, lo trata primero como un héroe por sus proezas, luego muy mal como un impostor, según lo que convenga, y siempre como un bicho raro: no me toque por favor.

En estas líneas finales no puedo dejar de apuntar la crítica permanente que hace King hace del sistema sanitario norteamericano cuando nos recuerda en varias ocasiones que a los padres de John, y a él mismo, les queda pendiente el pago de las facturas médicas. Le han salvado la vida, pero eso tiene un precio, y las cosas desde entonces -King publicó esta novela en 1979- no han mejorado. Y por supuesto este será un motivo más que suficiente por el que lo quieren aprovecharse de John le tentaran en unos casos y luego, señalando que él quiere sacar beneficios económicos, lo denunciaran como una impostura. No es menor la obra de King, ni se circunscribe como hemos visto al género del terror o fantástico, sino que ofrece una buena historia que te retrata un tipo de sociedad, la estadounidense, en un momento determinado, que por efecto de la globalización económica y cultural ha expandido hacia el resto del mundo formas de pensar y vivir, que son fácilmente reconocibles, y que no debemos siempre de aceptar.


 

Francesc Sánchez – Marlowe. Barcelona.
Redactor, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 24 Noviembre 2022.