17 años del 11S – por Francesc Sánchez

Hace 17 años del 11S. Cuatro aviones fueron secuestrados a primera hora de la mañana para utilizarlos como bombas volantes contra cuatro objetivos: dos impactaron contra las Torres Gemelas del World Trade Center de Nueva York, uno de los símbolos del capitalismo, un tercero contra el Pentágono en Washington, el símbolo del poder militar, y otro con un destino incierto (la Casa Blanca o el Capitolio podrían ser sus objetivos marcándose así el símbolo político) impactó contra el suelo en Pensilvania, causando estos cuatro atentados globalmente 3.016 víctimas mortales y más de 6.000 heridos. Esto fue retransmitido por televisión. En la retransmisión de Antena 3 en la que Matías Prats desde Madrid y Ricardo Ortega desde Nueva York relataban minuto a minuto los acontecimientos, nos contaban que un gran incendio en los pisos superiores de la Torre Norte del Word Trade Center podía haber sido provocado por el impacto de una avioneta, y no estaba claro si se trataba de un accidente o de un atentado terrorista, hasta que súbitamente otro avión de grandes proporciones impacta sobre la Torre Sur. Poco después algo ha impactado sobre el Pentágono. Cuando la Torre Sur se desploma la sorpresa es mayúscula. Lo mismo cuando colapsa la Torre Norte. Para encontrar un ataque de estas proporciones tendríamos que remontarnos al 7 de Diciembre de 1941 cuando la flota japonesa lanza a sus aviones para bombardear la flota americana de Pearl Harbor en las islas Hawái. Forzosamente había que ofrecer una explicación.

La investigación sobre el secuestro de los aviones la llevó a cabo el Panel para la Seguridad en el Transporte Nacional y la Oficina Federal de Investigación, y el estudio del desplome de las torres lo llevaron a cabo el Instituto Nacional de Estándar y Tecnología, y la Agencia Federal para la Gestión de Emergencias. Los cuatro aviones (dos del tipo Boing 767 y dos del 757) fueron secuestrados en pleno vuelo por 19 individuos y fueron conducidos hacía sus objetivos: el vuelo 11 de American Airlines salió del aeropuerto de Boston hacía Los Ángeles a las 7:59 e impactó contra la Torre Norte de las Torres Gemelas a las 8:57, el vuelo 175 de United Airlines salió de Boston a las 7.59 e impactó contra la Torre Sur a las 9:03, el vuelo 77 de American Airlines salió del aeropuerto de Dulles de Washington hacía Los Ángeles a las 8:20 e impactó contra el Pentágono a las 9:38, y finalmente el vuelo 93 de United Airlines salió del aeropuerto de Newark de Nueva Jersey hacía San Francisco a las 8:42 e impactó contra un campo en el municipio de Shanksville en Pennsylvania (el objetivo de este vuelo, como señalábamos más arriba, se especuló que podría ser la Casa Blanca o el Capitolio en Washington). En su momento en la retransmisión de Antena 3 se llegó a afirmar que fueron seis los aviones secuestrados y que uno de ellos podía haber sido derribado. La FEMA mantiene que el impacto de los aviones no fue suficiente para colapsar las torres, pero, sin embargo, el incendió inmediato alcanzando hasta los 600 o 650 grados centígrados (otras fuentes incrementan el fuego hasta 1.000 grados), pudo debilitar la estructura haciéndola colapsar piso por piso. El NIST afirma que el impacto de los aviones dañó las columnas exteriores e interiores, y el fuego provocado por el combustible de estos aviones, que se propagó piso por piso, alimentándose del mobiliario, debilitó el núcleo del edificio haciendo perder su capacidad de carga, provocando el colapso de las torres. En la retrasmisión de Antena 3 cuando se está desplomando la Torre Sur mencionan que se ha producido una gran explosión. Recientemente han salido a la luz pública unas impactantes imágenes del cámara de CBS Mark LaGanga que fue capaz de llegar al hall de la Torre Norte momentos antes de su desplome.

En un primer momento mencionaron una reivindicación de una facción palestina desde Kuwait que poco después fue rechazada por el propio Yasir Arafat. Esta sería la primera asociación del ataque con los palestinos, la segunda fue la emisión de unas imágenes de la CNN en las que podía verse palestinos celebrando «los atentados», que tiempo después se supo que se correspondían al jubilo por la invasión de Kuwait por parte de Iraq durante la Guerra del Golfo de 1991. El FBI y el Departamento de Justicia identificaron en 72 horas a los 19 secuestradores, incluyendo a su líder, el egipcio Mohamed Atta, y los asociaron con el grupo terrorista islamista Al Qaeda, determinando que Osama Bin Laden -aunque lo negara en un comunicado-, era el autor intelectual del ataque. Por aquel entonces Al Qaeda, organización que había golpeado a los intereses estadounidenses anteriormente [1], tenía su santuario en Afganistán, un país gobernado por el grupo integrista de los talibanes que se negó a entregar a estos combatientes, y dando por lo tanto vía libre a Washington para actuar. Algo que se produjo cuando el presidente George W. Bush declaró la Guerra Global contra el Terrorismo, señalando toda una serie de «países canallas», entre los que estaba Afganistán, pero también Iraq: los Estados Unidos no presentaron los ataques como atentados terroristas si no como un ataque militar, y por lo tanto activaron el Artículo V de la Alianza Atlántica que mantiene que cualquier país de la OTAN que sea atacado es de facto un ataque a toda la alianza, y debe por lo tanto ser auxiliado y contestado por el resto de países miembros.

Un tratado que ofrece una seguridad colectiva a los estados que lo subscriben frente a terceros estados, pensado en 1949 para defenderse y oponerse a la Unión Soviética, y después al Pacto de Varsovia en el contexto de la Guerra Fría, fue interpretado y aplicado contra una organización terrorista ubicada en su mayor parte en esos momentos en las montañas del Hindú Kush de Afganistán. George W. Bush, apoyado por Tony Blair, José María Aznar, y -para vergüenza de la Unión Europea- Durão Barroso, decidió el 20 de Marzo de 2003 invadir y destruir Iraq hasta nuestros días, bajo la acusación de que el régimen de Sadam Husein tenía armas de destrucción masiva y que las podía usar contra los Estados Unidos y sus aliados. La segunda acusación fue que el régimen acogía a grupos terroristas. En la Guerra de Iraq no participó la OTAN, y tampoco tuvo la autorización de las Naciones Unidas, por lo tanto, sobre el papel fue una guerra ilegal. Pero nada de esto importaba. Luego se supo que las armas de destrucción masiva solo existieron en el pasado cuando diferentes países occidentales facilitaron fábricas de armamento químico, llave en mano, al régimen para enfrentarse a Irán durante una guerra que duro diez años (1980-1988). En cuanto a los terroristas cuando el estado iraquí desapareció acudieron desde todo Oriente Medio para, primero, enfrentarse contra los invasores, y después, cuando los americanos abandonaron el país, matarse entre sí, y proclamar el califato del Estado Islámico, que se extendía entre un Iraq destruido y una Siria igual de destruida, en la que lo mejorcito del mundo ha financiado, armado y entrenado a multitud de grupos para destruir al régimen baazista de Bashar Al Asad, y de paso todo el país, provocando un éxodo de millones de personas que intentan alcanzar Europa, y que se amontonan en Líbano, Turquía, y Jordania. La guerra de Libia fue si acaso peor porque no hubo tropas de tierra occidentales en el territorio, y porque desde la destrucción del régimen de Muamar el Gadafi, diferentes grupos luchan entre sí, sin controlar ninguno el territorio, facilitándose así el trabajo a las mafias del tráfico de seres humanos, que, procediendo de los conflictos armados olvidados africanos, intentan alcanzar también el paraíso.

Thierry Meyssan en el 2002 publica “La gran impostura” una obra en la que afirma que en el Word Trade Center se produjeron explosiones en cadena y que ningún avión impactó contra el Pentágono. Para este autor el 11S fueron una serie de atentados de falsa bandera, provocados por una facción del gobierno americano, para «la instauración de un régimen militar expansionista», sentenciando así para este periodista «el fin de la democracia americana». Existe un grupo de arquitectos e ingenieros estadounidenses, subscritos por mil profesionales más, que cuestiona la explicación que se nos ha dado sobre los atentados del 11S: tanto la versión oficial, ofrecida por el gobierno, como la posterior investigación, llevada a cabo por las agencias que más arriba mencionábamos. Mantienen que las torres por el impacto y el incendio posterior no se pudieron colapsar, y menos hacerlo tan ordenadamente. Son tajantes cuando dicen que la Torre 7, levantada al lado de las Torres Gemelas, fue demolida intencionadamente, ya que no recibió ningún impacto de avión y por lo tanto no pudo colapsarse: señalan que la única forma en que pudo desplomarse esta torre habría sido por aceleradores o explosivos. Bruno Cardeñosa en España ha cuestionado también la explicación oficial que se nos ha dado sobre los atentados. Pero de hecho la teoría del autoatentado fue y sigue siendo un lugar común desde el principio entre muchos, aunque no dispusieran de la suficiente información: se sumaría pues al incidente del Maine que precipitó la guerra de Cuba entre los Estados Unidos y España, y al supuesto conocimiento previo por parte de Washington del ataque de Pearl Harbor que involucró a los americanos definitivamente en la Segunda Guerra Mundial.

Los arquitectos e ingenieros por la verdad llegan incluso a decirnos que el cuestionamiento de la versión oficial ofrecida por el gobierno provoca una disonancia cognitiva porque ésta afecta a nuestro sistema de ideas y creencias, optando la mayoría de nosotros, frente a una ruptura de nuestras certezas y seguridades, por rechazar este tipo de pensamientos. Pero en cierta forma, a mi modo de ver, sucede lo mismo si prestamos atención no tan solo a la versión oficial del 11S, si no a cualquier explicación para la multitud de atentados que el terrorismo islamista ha perpetrado en occidente. Ya que es muy difícil de concebir para quién no disponga de la información suficiente que una serie de individuos, con una ideología muy concreta y con unas motivaciones políticas delimitadas, decida atentar en nuestras calles incluso hasta el extremo de perder su vida.

En los atentados en Madrid contra los trenes de cercanías del 11 de Marzo de 2004 también ha habido quién ha cuestionado la versión oficial. En este caso sobre todo fueron el periodista Fernando Múgica del periódico El Mundo, Luis del Pino de Libertad Digital, y Federico Jiménez Losantos desde la Cadena Cope, que diariamente fueron mostrando los agujeros de información y las inconsistencias de la explicación policial y gubernamental. Debido a la celebración de las elecciones generales poco después de los atentados se puede llegar a interpretar que hubo beneficiados y perjudicados electoralmente por estos hechos. Pero si nos ceñimos a las consecuencias del 11S sobre el electorado estadounidense, como se demostró con los republicanos de George W. Bush, un atentado suele dar fuerza a quién lo recibe y a quién lo gestiona la crisis, porque se genera un sentimiento de unidad en el pueblo hacía sus gobernantes, y por lo tanto no provoca, como sucedió en España, un vuelco electoral. Mientras el pueblo se preguntaba «quién ha sido» había dos explicaciones en ese momento en liza: la autoría de la banda terrorista ETA que había hecho planes de atentados días antes, que es por la que optó el gobierno y que podía beneficiarle, y la autoría islamista que todos asociarían a la Guerra de Iraq, y que podía perjudicarle.

Tanto en un atentado como en otro una nueva investigación es inviable porque la mayoría de las pruebas por lo que ha trascendido fueron destruidas. Alguien podría pensar que se dieron mucha prisa en retirar tanto los restos de las Torres Gemelas como de los trenes de cercanías. Tanto en un atentado como en el otro por lo que ha trascendido falta información, por lo que siempre habrá quién llene, más acertadamente o no, estos huecos con sus teorías, lo que, sumado a las incongruencias de la versión oficial, nos puede llevar a desconfiar del gobierno, llegando a la conclusión de que ha habido una gran conspiración en la que no solo miles de personas han participado, sino que también han hecho un pacto de silencio sine díe. Lo que es incuestionable es que las consecuencias de estos grandes atentados son clarísimas y llegan hasta nuestros días.

Cada cual que piense lo que bien quiera. Pero iría bien en no creer a pies juntillas, o en algunos casos en nada definitivamente, en cualquier cosa que nos encontremos. Y esto afecta a la información que se nos puede ofrecer a través de cualquier medio de comunicación, porque en el mejor de los casos la información es fruto del momento que marcan los hechos, y puede haber errores u omisiones involuntarias, y en el peor caso, también manipulación, y por lo tanto la mentira. Las fake news (las noticias falsas) ahora están de moda, pero han existido siempre, no son invento de Donald Trump o sus retractores, pero la diferencia es que con Internet nunca han estado tanto al alcance de tantos, tanto de los que las producen como de las que las reciben. En cuanto a las redes sociales pueden ser una buena herramienta para los periodistas, pero no son en sí mismas periodismo, a través de ellas no podemos llegar a entender nada complejo, solo pequeños fragmentos que pueden extender mentiras sin ningún tipo de control. Las redes sociales funcionan a través de una plataforma tecnológica, que a veces me recuerdan las paredes de algunos lavabos públicos, en la que cualquiera puede decir lo que quiera, que al mismo tiempo que pueden contribuir a derribar gobiernos, son en sí mismas un fenómeno sociológico digno de estudio. Pensar que el mundo en todo momento es una gran conspiración como en la película homónima de Mel Gibson no es algo sano y te puede hacer perder la cabeza. En la película no obstante «el loco» en algunas cosas llevaba razón. Por eso mi consejo es que aprendáis a contrastar las informaciones que recibáis, no sirve de nada tanto creerse todo como no creerse nada en absoluto: investigar por vosotros mismos y formaos vuestro sentido crítico. De ahí que quizá la propuesta de la Federación de Asociaciones de Periodismo de España de demandar una asignatura de Periodismo en las escuelas, más allá de ser un claro grito desesperado de un mundo que se escapa al control de esta profesión, y una salida laboral para tantos profesionales desempleados, puede ir bien encaminada.

[1] Al Qaeda en 1998 atentó contra las embajadas estadounidenses en Nairobi (Kenia) y Dar es Salaam (Tanzania) matando en un caso a 213 personas y 11 en otro. El 12 de octubre de 2000 la organización atentó con una bomba contra el buque USS Cole, ubicado en las costas del Yemen, matando a 17 marineros.

Francesc Sánchez – Marlowe. Barcelona.
Redactor, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 11 Septiembre 2018.