Las dimensiones del terror – por Francesc Sánchez

Iglesia de Saint Etienne du Rouvray, junto a Rouen en Normandia
En los dos últimos meses se han producido una serie de atentados terroristas encadenados perpetrados tanto por comandos (Estambul, Bangladesh, Bagdad, Normandía) como por individuos que inicialmente se les había tachado de desequilibrados (Orlando, Niza, Múnich), y que posteriormente por las investigaciones policiales se ha sabido que los habían preparado concienzudamente, y que previamente habían jurado lealtad al Estado Islámico. Paralelamente ha habido también otras matanzas que al ser provocadas por individuos que por estar en principio fuera de la órbita política no son consideraras actos de terrorismo (el «yo soy alemán de Múnich», el asesino de los discapacitados de Tokio) aunque generen el mismo terror entre la población. En estas líneas que siguen voy a tratar de analizar este fenómeno terrorista de corte islámico bajo las dimensiones 1. política militar, 2. ideológica religiosa, 3. social económica, y 5. psicológica emocional.

1. La mayoría de atentados que se han producido en los últimos dos meses son indiscriminados y quieren causar el mayor daño posible. Los terroristas han usado armas automáticas, artefactos explosivos, armas blancas, y hasta vehículos pesados. Este armamento lo han encontrado en el mercado negro a través de cómplices o de la Internet Profunda evitando dejar un rastro que luego pueda ser seguido por las fuerzas policiales. Desde hace tiempo se presta atención a los jóvenes europeos que se han desplazado a los campos de batalla de Oriente Medio (principalmente en Siria e Iraq) donde han obtenido tanto entrenamiento como su bautismo de fuego para a su vuelta realizar atentados en sus países de origen. La amenaza actual en occidente la han llevado individuos que han nacido en Europa o Estados Unidos en los que no es una condición este presupuesto. En algunos casos los golpes han estado efectuados por refugiados que en principio huyen de la guerra en Oriente Medio sembrando una semilla desastrosa entre estos mismos refugiados y la sociedad de acogida. En la mayoría de atentados si no ha habido una dirección centralizada de estos golpes sí que ha habido un juramento de lealtad al Estado Islámico y una posterior reivindicación del Califato de estos atentados. Para el Estado Islámico, y por lo tanto para sus activistas y sus seguidores, los atentados terroristas son una respuesta a los bombardeos que llevan a cabo las coaliciones internacionales sobre su territorio.

2. La hipótesis de trabajo principal es que los terroristas habían pasado un proceso de radicalización y fanatización más o menos largo cara a cara con inductores o a través de Internet. Este proceso sería una mezcla entre las corrientes salafistas, que defienden el retorno a las ideas primordiales del Islam, y la wahabista, que es la corriente más retrograda que ostenta el poder en Arabia Saudita ─ambas corrientes no necesariamente desencadenantes por si mismas de la violencia─, y la llamada a la pequeña yihad que se traduce como la guerra a los que atacan tanto la tierra del Islam como a su propia religión, pero estos extendiendo su alcance a cualquier lugar del mundo. Bajo el principio del takfir estos musulmanes aplican la excomunión de los malos musulmanes de la Umma que han caído en la ignorancia porque no han seguido su interpretación religiosa o se han occidentalizado. Por lo tanto los terroristas matan a los europeos y estadounidenses tanto en Oriente Medio como en Occidente pero también a los musulmanes en ambos lugares. La existencia del Califato y las incursiones de los ejércitos occidentales en Oriente Medio, a los que los islamistas consideran cruzados, une estrechamente esta dimensión ideológico religiosa con la política militar. El reciente asesinato de un sacerdote en una iglesia en Normandía ahonda aún más en esta dimensión.

3. El estrato social y económico de los terroristas no es necesariamente definitorio. La teoría clásica que nos viene a decir que en un ambiente de pobreza en ciertas capas de la población se crea un caldo de cultivo apto para la delincuencia y el crimen. Aplicando esta regla podríamos decir que el que tiene menos recursos económicos y educación tiene más posibilidades de caer en las redes yihadistas. Por esa razón se ha prestado atención a las capas sociales de inmigrantes o hijos de inmigrantes musulmanes que tienen una peor situación económica. Sin embargo muchos de estos individuos que han decidido dar el paso para convertirse en terroristas tenían la vida resuelta económica y socialmente. En cualquier caso lo que parece cada vez más claro es que los terroristas tienen una red de complicidad a diferentes niveles que les da soporte para llevar a cabo sus actos. Este dimensión social económica es importante tenerla clara porque los refugiados que huyen de la guerra en Oriente Medio encajarían en esta teoría que como vemos luego no se cumple. No obstante nada de esto es óbice para que los atentados causen cada vez una mayor xenofobia (miedo al extranjero o diferente) que los partidos políticos de extrema derecha rentabilizan a su favor rompiendo como siempre han hecho la unidad en torno a la política de inmigración, y por primera vez también la unidad frente al terrorismo.

4. En los últimos atentados lo primero que ha salido a la luz es que los que los han llevado a cabo podrían ser desequilibrados mentales que habían estado en tratamiento psiquiátrico por diferentes dolencias. Sin embargo una investigación posterior, sin descartar del todo este componente, muestra que los terroristas habían preparado concienzudamente sus atentados y tenían motivaciones ideológicas. Un factor psicológico a tener en cuenta es primero el sentimiento de no pertenencia a nuestra sociedad de muchos de estos jóvenes, y después del rechazo violento a la misma. En última instancia para estos individuos el efecto emocional de sentirse extranjeros en su propia casa y la comunión con las víctimas musulmanas de la guerra en Oriente Medio que provocan los bombardeos de las coaliciones internacionales ─aunque el mayor daño lo causen los islamistas contra otros musulmanes y por lo tanto no supere una racionalización seria─ pueden ser elementos muy poderosos. Mientras lo primero no tiene por fuerza que suponer un problema lo segundo nos aclara más este fenómeno.

Cabe ahora hacer algunas consideraciones. La guerra en Oriente Medio la iniciaron los nuestros en el 2003 con la invasión y destrucción de la República de Iraq hasta nuestros días. Una guerra ilegal e innecesaria en la que nos metieron George W. Bush, Tony Blair, José María Aznar y José Manuel Durão Barroso, justificándola tanto por la presunta posesión del régimen de Sadam Husein de armas de destrucción masiva como por la existencia de grupos terroristas en este país. Mentiras que recientemente el Informe Chilcot (Iraq Iniquiry), encargado por el Consejo Privado del Reino Unido, ha vuelto de nuevo a recordarnos. No obstante lo peor de la guerra de Iraq vendría dado durante la ocupación. Ya en el mes de Diciembre de 2006 la comisión bipartidista estadounidense, presidida por el republicano James Baker y el demócrata Lee Hamilton, afirmaba que el Iraq bajo la ocupación era un auténtico desastre porque los ejércitos de ocupación norteamericano, y de otras naciones aliadas, en ausencia del ejército iraquí previamente desarticulado por el invasor, no garantizaba el orden y el control de las fronteras. Esta comisión por aquel entonces ya estaba señalando la creciente confesionalización de la política iraquí y los enfrentamientos entre sus diferentes comunidades. En el momento en que el ejército de los Estados Unidos abandona a su suerte Iraq, y una revuelta sunnita contra el gobierno de Nuri Al Maliki es reprimida a sangre y fuego, una mezcolanza compuesta de rebeldes (incluido aquí el Estado Islámico de Iraq, que hasta aquel entonces era la rama local de Al-Qaeda, y también los ex militares baazistas) cobra protagonismo, respaldo social, y se hace fuerte. Ahí empieza la rápida ascensión hacía el Estado Islámico, que tendrá su bautismo de fuego en la guerra civil en Siria, creará un auténtico estado al que llaman Califato, y desestabilizará toda la región. Probablemente dentro de unos años salga a la luz algún nuevo informe en el que se detalle la pericia occidental para tirar más gasolina al fuego en Siria armando primero a los rebeldes y después dejando pudrir la guerra civil, o para destruir otro estado como el de Libia, precipitando ambas guerras un éxodo de refugiados primero hacia otros países de Oriente Medio (Líbano, Jordania y Turquía) y luego hacia Europa, beneficiando en última instancia tanto a los grupos de Al-Qaeda (en Siria Frente Al Nusra y Al Qaeda del Magreb Islámico) como al Estado Islámico.

Toda guerra es un desastre. Un mal en sí mismo. Probablemente una campaña militar terrestre que erradique el Estado Islámico en Siria e Iraq, cosa que por otro lado ya están llevando a cabo los ejércitos regulares sirio e iraquí con el soporte aéreo principalmente de Rusia, provocaría un material ideológico formidable para los terroristas que perpetrarían nuevos atentados. Este terrorismo se ha de combatir como hasta ahora policialmente evitando convertir nuestra sociedad es una estado policial que medre en nuestras libertades y derechos. Se ha de prestar también mucha atención a los inmigrantes musulmanes para que formen parte de nuestra sociedad y no permanezcan al margen (la famosa integración que tantos malentendidos provoca). Hacer lo contrario sería una vitoria para los terroristas. No obstante por lo que respecta a Oriente Medio no está fuera de lugar preguntarse porque se fue en el pasado a la guerra con burdas mentiras y cuando hay razones de peso, con la existencia de un Estado Islámico que subyuga a los musulmanes que no se adhieren al mismo, desestabiliza toda la región, y sirve de guía y ejemplo a seguir para los terroristas que atentan en nuestras sociedades, no se hace nada efectivo.

Francesc Sánchez – Marlowe. Barcelona.
Redactor, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 1 Agosto 2016.