Ucrania en la nueva Guerra Fría - por Francesc Sánchez
Sección de Reportajes
Ucrania en la nueva Guerra Fría
Francesc Sánchez
La aparición en Crimea de unidades militares sin identificar, salvo por alguna matricula, alguna bandera y el sentido común que nos señala que estos soldados forman parte del ejército ruso ha causado un verdadero estupor en los gobiernos occidentales que rápidamente liderados por Barak Obama han denunciado la operación porque transgrede el derecho internacional y han amenazado con sanciones políticas y económicas contra la Rusia de Vladimir Putin. Pronto los analistas más agudos, por un lado, han empezado a hablar de una nueva Guerra Fría entre occidente y el viejo adversario que llegó del frío pasando por alto que las protestas en contra del gobierno de Víktor Yanukóvich y la toma del poder por parte de la oposición fueron alentadas y apoyadas por la Unión Europea y Estados Unidos, y por otro lado, han olvidado que esta beligerancia viene de muchos años atrás.
La Guerra Fría
El lanzamiento de las bombas atómicas de los norteamericanos sobre Hiroshima y Nagasaki derrotó de un plumazo al Imperio del Sol del Japón poniendo un punto y final a la Segunda Guerra Mundial, pero también fue un doble mensaje hacia la Unión Soviética, el primero dejarle claro que no iba a obtener su parte del pastel en la Guerra del Pacifico entrando en la contienda a última hora, y segundo, el más inquietante, significó la inauguración de un período beligerante entre las dos superpotencias conocido popularmente como la Guerra Fría. Durante casi medio siglo el mundo estuvo dominado por dos superpotencias que mantenían sistemas económicos, sociales y militares antagónicos, que se amenazaban mutuamente sumiendo al mundo en el pánico inducido por una probable guerra nuclear. Estas dos superpotencias combatían indirectamente a través de conflictos sociales y guerras en terceros países, e intentaban siempre atraer hacía su esferas de influencia al resto de naciones del mundo. La guerra de Corea (1950), la guerra de Vietnam (1964-1975), la invasión de Bahía de Cochinos (1961) y la subsiguiente crisis de los misiles (1962), ambas en Cuba, fueron unos de los escenarios más calientes. Fue el momento de los espías donde la paranoia en Estados Unidos llegó al extremo de la persecución de norteamericanos comunistas o simpatizantes entre 1950 y 1956 en lo que se conoció como la caza de brujas ordenada por el senador Joseph Raymond McCarthy. Durante este período en el bloque comunista se vivieron momentos de gran conflictividad social como la rebelión de Hungría (1956) o la Primavera de Praga (1968) que terminaron con la intervención de las tropas soviéticas. Pero la corriente de rebelión popular también se dio en el bloque capitalista durante el Mayo del 68 tanto en Europa como en los Estados Unidos. El movimiento por la lucha de los derechos sociales de la comunidad negra, en contra de la guerra del Vietnam, y hasta el hipismo contracultural en los Estados Unidos provocaron un importante cuestionamiento del sistema.
Tras el hundimiento de los imperios europeos coloniales y las subsiguientes descolonizaciones e independencias muchas de estas nuevas naciones quisieron desmarcarse del mundo bipolar y se erigieron en la Conferencia de Bandung de 1955 como los Países no Alineados (los líderes con más peso fueron Nehru de la India, Tito de Yugoslavia y Nasser de Egipto) que pasaban a definir el Tercer Mundo, término que luego pasó a desfigurarse hacía el de tercermundista que define los países peor desarrollados económicamente y más pobres del planeta. Pese a esto la influencia o la injerencia fue lo normal en los cinco continentes. En Centroamérica y America del Sur el impacto de la revolución cubana de Fidel Castro y el Che Guevara (1959) fue un referente para multitud de grupos revolucionarios de izquierdas que intentaron bien a través de la democracia (probablemente el caso más emblemático fue el de Salvador Allende en Chile) o a través de la rebelión en forma de guerrillas donde había dictaduras (el caso del FMLN en el Salvador o el FSLN en Nicaragua) cambiar gobiernos o derrocar el régimenes en diferentes países. Para contrarrestar esto los norteamericanos financiaron y entrenaron a toda una serie de militares a través de la Escuela de las Américas y pusieron en marcha la Operación Cóndor (*1) para instaurar dictaduras en todo el continente (entre otras la dictadura de Augusto Pinochet entre 1973 y 1990 en Chile y la dictadura Videla entre 1975 y 1981 en Argentina; la Operación Cóndor actuó también en Uruguay, Brasil, Bolivia y Paraguay).
Vencedores
Todo esto como sabemos terminó en la década de los ochenta con el derrumbamiento del bloque y el sistema socialista por sus contradicciones internas que se escenificó para la posteridad con la caída del Muro de Berlín en 1989 y con la implosión de la Unión Soviética en 1991. Esto terminaba con casi cincuenta años de guerra fría, Francis Fukuyama sentenciaba que con la instauración del sistema liberal en todo el mundo se había llegado al fin de la historia, pero los norteamericanos no se contentaron con entenderse mejor con su viejo adversario y establecer una relación de mutua confianza. Nada de eso. El bloque occidental liderado por Ronald Reagan y Margaret Tatcher pensó que había vencido y en consecuencia se dedicó a conquistar el espacio postsoviético, económicamente a través de sus multinacionales, políticamente a través de las organizaciones internacionales, y culturalmente a través de la cultura de masas. En este espacio postsoviético, que un incompetente Boris Yeltsin fue incapaz de defender, surgió durante este proceso toda una serie de elementos que procedían de la nomenclatura soviética que se convirtieron en la nueva oligarquía capitalista rusa hasta nuestros días. La extensión de la Unión Europea hacia los países del Este que estaban integrados en el Pacto de Varsovia fue quizá la cara más amable de este proceso pero al mismo tiempo que esto sucedía estos países se integraban en el espacio de seguridad de la OTAN. La guerra del Golfo contra Iraq en 1991 escenificó el liderazgo de Estados Unidos como única gran superpotencia, las guerras de los Balcanes, que los europeos fueron incapaces de parar, mostraron que solo los Estados Unidos tenían la facultad de terminar cualquier conflicto armado.
Entonces sucedió algo que por aquel entonces parecía impensable. Los atentados del 11 de Septiembre de 2001 hicieron ver a los norteamericanos que podían ser golpeados en sus propio territorio y los neoconservadores que envolvían a George W. Bush en la Casa Blanca descubrieron que unos cuantos fundamentalistas islámicos, que en el pasado habían apoyado en Afganistán contra el Ejército Rojo, eran sus enemigos. Esto visto ahora cuando Estados Unidos ha sido clave para hacer desaparecer el régimen de Gadafi, que ha facilitado la proliferación de milicias islamistas que se mueven por todo el Sahel, y está siendo −o al menos lo estaba siendo− clave en armar a los grupos rebeldes que en Siria combaten al régimen de Bashar Al Asad, entre los que se encuentran también los fundamentalistas islámicos, fue capital para vender la guerra ante la opinión pública contra los talibanes en Afganistán y contra el régimen baazista de Sadam Husein. Se cambiaron dos regimenes dictatoriales por dos democracias corruptas cuarteadas en diferentes confesiones étnicas y religiosas manejables para asegurarse en un caso un lugar clave en Asia Central para el transporte de la energía y en otro suculentas reservas petrolíferas.
Las revoluciones de colores
Mientras todo esto sucedía los Estados Unidos empezaron a situar bases militares en las repúblicas ex soviéticas de Asia Central para dar cobertura a sus nuevas aventuras militares y a fomentar y apoyar toda una serie de revoluciones de colores en diferentes naciones del viejo escenario soviético. Todo empezó un poco antes en Serbia en el 2000 con la revolución del Buldózer (porque emplearon uno para entrar en el Parlamento), cuando el movimiento Optor! (¡Resistencia!) liderado por Srdja Popovic, financiado por los norteamericanos, organizó las protestas que terminaron con el gobierno de Slobodan Milosevic, uno de los artífices de los Acuerdos de Dayton que pusieron punto y final a la guerra en Bosnia Herzegovina. La revolución del Buldózer, inspirada en los escritos del norteamericano Gene Sharp y su organización Albert Einstein, principalmente del texto De la dictadura a la democracia (*1), fue exportada por miembros del CANVAS (Centro de Estrategias y Acción No Violenta Aplicada integrado por miembros de Optor!) a toda una serie de países, importantes por sus recursos energéticos o por ser su territorio paso de estos recursos, que habían integrado la Unión Soviética y que seguían aún en la orbita de Moscú (*2). Lo hicieron en Georgia en el 2003 con la Revolución de las Rosas que expulsó a Eduard Shevardnadze, en Ucrania en el 2004 con la Revolución Naranja que expulsó a Víktor Yanukóvich, y en Kirguizistán con la Revolución de los Tulipanes que expulsó a Askar Akayev (*3). Todas estas revoluciones denunciaron practicas dictatoriales, corrupción, y fraude electoral. Todas estas revoluciones fueron la antesala de elecciones en las que vencieron líderes políticos que introdujeron medidas liberalizadoras de mercado y cambiaron sus buenas relaciones políticas con Moscú por las de Washington. Todas estas seudo revoluciones sin contenido social no fueron espontáneas ni fueron organizas en un primer momento por las formaciones políticas o sindicales de los pueblos de estos países si no orquestadas por los revolucionarios que provenían desde el exterior que convencieron sobre todo a los jóvenes universitarios.
Los revolucionarios serbios y el modelo de revolución de Gene Sharp llegaron también a Oriente Medio cuando en el Líbano con la Revolución del Cedro en el 2005 se consiguió la salida de las tropas sirias. En las revueltas en el mundo árabe en Túnez y Egipto hubieron también contactos con estos revolucionarios pero tanto las razones económicas y sociales de fondo como los actores sociales implicados y su alcance desplazan en mi opinión una implicación y relevancia fundamental (*4). Hugo Chávez, el difunto presidente de Venezuela, denunció este tipo de revolucionarios que venían desde el exterior en el año 2007, actualmente el presidente Nicolás Maduro está lidiando con unas importantes protestas, encabezadas por los jóvenes estudiantes, que ha denunciado como un intento de golpe de estado de la derecha apoyado desde el exterior. El principal objetivo declarado de estos revolucionarios es Rusia.
La respuesta rusa
Vladimir Putin no es como su antecesor Boris Yeltsin. Este ha logrado hacerse con el poder con un amplio apoyo popular y ha logrado sacar suculentos beneficios de las fuentes energéticas de su país que en cierta forma han logrado sacar a muchos rusos del pozo sin fondo en el que cayeron tras el proceso de descomposición que siguió a la implosión de la Unión Soviética. Pero sobre todo Vladimir Putin tras la debacle del país durante el periodo de Boris Yeltsin ha sabido conectar con la fibra sensible de los rusos devolviéndoles una especie de orgullo nacional de grandeza. No tuvo compasión en Chechenia donde actuó brutalmente y reaccionó rápidamente en la escaramuza de Georgia cuando Osetia del Sur y Abjasia se rebelaron y el presidente Mijeíl Saakshvili envío los tanques. Lo que está sucediendo en Crimea, y en el Este y Sur de Ucrania es una respuesta a la revuelta de Kiev que viene dada tanto por parte de los ucranianos que lingüísticamente y culturalmente se sienten ligados a Rusia, que no reconocen el nuevo gobierno porque no aprueban como ha llegado al poder y porque además no se sienten representados, como de la propia Rusia que defiende sus intereses en lo que considera su espacio económico y de seguridad. Para éstos la revuelta en Kiev, encabezada por grupos de extrema derecha, que desplazó al presidente Víctor Yanukóvich, es un golpe de estado apoyado por Estados Unidos y la Unión Europea. Podríamos estar pues ante una nueva revolución diseñada tanto desde el interior como desde el exterior de Ucrania que en este caso con un saldo de cien victimas mortales y con la respuesta de la otra Ucrania y de Vladimir Putin no habría salido como esperaban sus organizadores (*6). No está de más recordar que Víctor Yanukóvich era un oligarca como muchos líderes de la oposición, que probablemente era un ladrón como muchos líderes de la oposición, pero fue votado en unas elecciones democráticas. Mientras la revuelta en Kiev se convirtió en una barbarie, sin que occidente denunciara a los lideres de la oposición en ningún momento, la respuesta eslava tan criticada y denunciada por occidente no ha provocado por el momento ninguna muerte. Estados Unidos denuncia que Rusia ha transgredido la legislación internacional cuando esta nación la transgrede cuando le viene en gana justificándola por la defensa de su seguridad y sus intereses.
Por lo dicho hasta ahora podemos decir que tras la descomposición de la Unión Soviética se terminó con una Guerra Fría de casi cincuenta años pero acto seguido se inició una guerra económica sin cuartel y sin compasión contra el viejo adversario que fue de la mano de una expansión del espacio de seguridad occidental, llegando en la última década a las puertas de Rusia, momento en que Vladimir Putin pegó un puñetazo encima de la mesa y se oficializó la nueva Guerra Fría que aquí solo parecemos ver cuando Rusia más brutamente mueve pieza. En todas estas revueltas, incluida la última en Kiev, han participado amplias capas populares cabreadas y bienintencionadas que buscan tanto lo mejor para su país como para sus vidas pero como hemos visto para el poder mundial no son más que peones en un juego de ajedrez al servicio de unos cuantos. Esta realidad poco amable hay también que conocerla.
Anotaciones:
1. Sobre la operación Cóndor pueden leerse los artículos: Operación Cóndor: Crímenes de Estado - por Teresa Galeote y Operación Cóndor: La transnacional de la muerte y el terror - por Andrea Benites Dumont.
2. Podéis acceder al texto De la dictadura a la democracia de Gene Sharp. Es interesante también el idílico documental Cómo empezar una revolución..
3. Podéis ver también el demoledor documental Estados Unidos a la conquista del Este.
4. En mi artículo La toma de Kirguizistán ya apunté en su momento como la revuelta de Kirguizistán beneficiaba a los Estados Unidos.
5. Por último os dejo también el documental El negocio de la revolución.
6. Las últimas informaciones que nos llegan sobre las muertes en Kiev podrían ir incluso más allá de mi argumentación. En una conversación, interceptada presuntamente por los servicios secretos ucranianos fieles a Yanukóvic y filtrada por alguien en youtube, entre la alta representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores, Catherine Ashton, y el Ministro de Exteriores estonio, Urmas Paet, se sugiere que los francotiradores que mataron tanto a activistas como a policías obedecían a la oposición: "Se hace cada vez más evidente que detrás de los francotiradores no estaba (el presidente Víktor) Yanukóvich, sino alguien de la nueva coalición", afirmaba Urmas Paet. Es importante señalar también que hace unas semanas en otra filtración anterior entre la secretaria de Estado adjunta para Asuntos Europeos, Victoria Nuland, y el embajador de EEUU en Kiev, Geoffrey Pyatt, ésta expresaba la preferencia de EEUU por el opositor Arseni Yatseniuk (actual primer ministro), frente a Vitali Klitschkó, favorito de los europeos, y en un momento dado, la diplomática afirma "que se joda la UE".
Francesc Sánchez – Marlowe. Barcelona.
Redactor, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 6 Marzo 2014.
Artículos relacionados: La reacción de la otra Ucrania - Revuelta en Ucrania.
Ucrania en la nueva Guerra Fría
Francesc Sánchez
La aparición en Crimea de unidades militares sin identificar, salvo por alguna matricula, alguna bandera y el sentido común que nos señala que estos soldados forman parte del ejército ruso ha causado un verdadero estupor en los gobiernos occidentales que rápidamente liderados por Barak Obama han denunciado la operación porque transgrede el derecho internacional y han amenazado con sanciones políticas y económicas contra la Rusia de Vladimir Putin. Pronto los analistas más agudos, por un lado, han empezado a hablar de una nueva Guerra Fría entre occidente y el viejo adversario que llegó del frío pasando por alto que las protestas en contra del gobierno de Víktor Yanukóvich y la toma del poder por parte de la oposición fueron alentadas y apoyadas por la Unión Europea y Estados Unidos, y por otro lado, han olvidado que esta beligerancia viene de muchos años atrás.
La Guerra Fría
El lanzamiento de las bombas atómicas de los norteamericanos sobre Hiroshima y Nagasaki derrotó de un plumazo al Imperio del Sol del Japón poniendo un punto y final a la Segunda Guerra Mundial, pero también fue un doble mensaje hacia la Unión Soviética, el primero dejarle claro que no iba a obtener su parte del pastel en la Guerra del Pacifico entrando en la contienda a última hora, y segundo, el más inquietante, significó la inauguración de un período beligerante entre las dos superpotencias conocido popularmente como la Guerra Fría. Durante casi medio siglo el mundo estuvo dominado por dos superpotencias que mantenían sistemas económicos, sociales y militares antagónicos, que se amenazaban mutuamente sumiendo al mundo en el pánico inducido por una probable guerra nuclear. Estas dos superpotencias combatían indirectamente a través de conflictos sociales y guerras en terceros países, e intentaban siempre atraer hacía su esferas de influencia al resto de naciones del mundo. La guerra de Corea (1950), la guerra de Vietnam (1964-1975), la invasión de Bahía de Cochinos (1961) y la subsiguiente crisis de los misiles (1962), ambas en Cuba, fueron unos de los escenarios más calientes. Fue el momento de los espías donde la paranoia en Estados Unidos llegó al extremo de la persecución de norteamericanos comunistas o simpatizantes entre 1950 y 1956 en lo que se conoció como la caza de brujas ordenada por el senador Joseph Raymond McCarthy. Durante este período en el bloque comunista se vivieron momentos de gran conflictividad social como la rebelión de Hungría (1956) o la Primavera de Praga (1968) que terminaron con la intervención de las tropas soviéticas. Pero la corriente de rebelión popular también se dio en el bloque capitalista durante el Mayo del 68 tanto en Europa como en los Estados Unidos. El movimiento por la lucha de los derechos sociales de la comunidad negra, en contra de la guerra del Vietnam, y hasta el hipismo contracultural en los Estados Unidos provocaron un importante cuestionamiento del sistema.
Tras el hundimiento de los imperios europeos coloniales y las subsiguientes descolonizaciones e independencias muchas de estas nuevas naciones quisieron desmarcarse del mundo bipolar y se erigieron en la Conferencia de Bandung de 1955 como los Países no Alineados (los líderes con más peso fueron Nehru de la India, Tito de Yugoslavia y Nasser de Egipto) que pasaban a definir el Tercer Mundo, término que luego pasó a desfigurarse hacía el de tercermundista que define los países peor desarrollados económicamente y más pobres del planeta. Pese a esto la influencia o la injerencia fue lo normal en los cinco continentes. En Centroamérica y America del Sur el impacto de la revolución cubana de Fidel Castro y el Che Guevara (1959) fue un referente para multitud de grupos revolucionarios de izquierdas que intentaron bien a través de la democracia (probablemente el caso más emblemático fue el de Salvador Allende en Chile) o a través de la rebelión en forma de guerrillas donde había dictaduras (el caso del FMLN en el Salvador o el FSLN en Nicaragua) cambiar gobiernos o derrocar el régimenes en diferentes países. Para contrarrestar esto los norteamericanos financiaron y entrenaron a toda una serie de militares a través de la Escuela de las Américas y pusieron en marcha la Operación Cóndor (*1) para instaurar dictaduras en todo el continente (entre otras la dictadura de Augusto Pinochet entre 1973 y 1990 en Chile y la dictadura Videla entre 1975 y 1981 en Argentina; la Operación Cóndor actuó también en Uruguay, Brasil, Bolivia y Paraguay).
Vencedores
Todo esto como sabemos terminó en la década de los ochenta con el derrumbamiento del bloque y el sistema socialista por sus contradicciones internas que se escenificó para la posteridad con la caída del Muro de Berlín en 1989 y con la implosión de la Unión Soviética en 1991. Esto terminaba con casi cincuenta años de guerra fría, Francis Fukuyama sentenciaba que con la instauración del sistema liberal en todo el mundo se había llegado al fin de la historia, pero los norteamericanos no se contentaron con entenderse mejor con su viejo adversario y establecer una relación de mutua confianza. Nada de eso. El bloque occidental liderado por Ronald Reagan y Margaret Tatcher pensó que había vencido y en consecuencia se dedicó a conquistar el espacio postsoviético, económicamente a través de sus multinacionales, políticamente a través de las organizaciones internacionales, y culturalmente a través de la cultura de masas. En este espacio postsoviético, que un incompetente Boris Yeltsin fue incapaz de defender, surgió durante este proceso toda una serie de elementos que procedían de la nomenclatura soviética que se convirtieron en la nueva oligarquía capitalista rusa hasta nuestros días. La extensión de la Unión Europea hacia los países del Este que estaban integrados en el Pacto de Varsovia fue quizá la cara más amable de este proceso pero al mismo tiempo que esto sucedía estos países se integraban en el espacio de seguridad de la OTAN. La guerra del Golfo contra Iraq en 1991 escenificó el liderazgo de Estados Unidos como única gran superpotencia, las guerras de los Balcanes, que los europeos fueron incapaces de parar, mostraron que solo los Estados Unidos tenían la facultad de terminar cualquier conflicto armado.
Entonces sucedió algo que por aquel entonces parecía impensable. Los atentados del 11 de Septiembre de 2001 hicieron ver a los norteamericanos que podían ser golpeados en sus propio territorio y los neoconservadores que envolvían a George W. Bush en la Casa Blanca descubrieron que unos cuantos fundamentalistas islámicos, que en el pasado habían apoyado en Afganistán contra el Ejército Rojo, eran sus enemigos. Esto visto ahora cuando Estados Unidos ha sido clave para hacer desaparecer el régimen de Gadafi, que ha facilitado la proliferación de milicias islamistas que se mueven por todo el Sahel, y está siendo −o al menos lo estaba siendo− clave en armar a los grupos rebeldes que en Siria combaten al régimen de Bashar Al Asad, entre los que se encuentran también los fundamentalistas islámicos, fue capital para vender la guerra ante la opinión pública contra los talibanes en Afganistán y contra el régimen baazista de Sadam Husein. Se cambiaron dos regimenes dictatoriales por dos democracias corruptas cuarteadas en diferentes confesiones étnicas y religiosas manejables para asegurarse en un caso un lugar clave en Asia Central para el transporte de la energía y en otro suculentas reservas petrolíferas.
Las revoluciones de colores
Mientras todo esto sucedía los Estados Unidos empezaron a situar bases militares en las repúblicas ex soviéticas de Asia Central para dar cobertura a sus nuevas aventuras militares y a fomentar y apoyar toda una serie de revoluciones de colores en diferentes naciones del viejo escenario soviético. Todo empezó un poco antes en Serbia en el 2000 con la revolución del Buldózer (porque emplearon uno para entrar en el Parlamento), cuando el movimiento Optor! (¡Resistencia!) liderado por Srdja Popovic, financiado por los norteamericanos, organizó las protestas que terminaron con el gobierno de Slobodan Milosevic, uno de los artífices de los Acuerdos de Dayton que pusieron punto y final a la guerra en Bosnia Herzegovina. La revolución del Buldózer, inspirada en los escritos del norteamericano Gene Sharp y su organización Albert Einstein, principalmente del texto De la dictadura a la democracia (*1), fue exportada por miembros del CANVAS (Centro de Estrategias y Acción No Violenta Aplicada integrado por miembros de Optor!) a toda una serie de países, importantes por sus recursos energéticos o por ser su territorio paso de estos recursos, que habían integrado la Unión Soviética y que seguían aún en la orbita de Moscú (*2). Lo hicieron en Georgia en el 2003 con la Revolución de las Rosas que expulsó a Eduard Shevardnadze, en Ucrania en el 2004 con la Revolución Naranja que expulsó a Víktor Yanukóvich, y en Kirguizistán con la Revolución de los Tulipanes que expulsó a Askar Akayev (*3). Todas estas revoluciones denunciaron practicas dictatoriales, corrupción, y fraude electoral. Todas estas revoluciones fueron la antesala de elecciones en las que vencieron líderes políticos que introdujeron medidas liberalizadoras de mercado y cambiaron sus buenas relaciones políticas con Moscú por las de Washington. Todas estas seudo revoluciones sin contenido social no fueron espontáneas ni fueron organizas en un primer momento por las formaciones políticas o sindicales de los pueblos de estos países si no orquestadas por los revolucionarios que provenían desde el exterior que convencieron sobre todo a los jóvenes universitarios.
Los revolucionarios serbios y el modelo de revolución de Gene Sharp llegaron también a Oriente Medio cuando en el Líbano con la Revolución del Cedro en el 2005 se consiguió la salida de las tropas sirias. En las revueltas en el mundo árabe en Túnez y Egipto hubieron también contactos con estos revolucionarios pero tanto las razones económicas y sociales de fondo como los actores sociales implicados y su alcance desplazan en mi opinión una implicación y relevancia fundamental (*4). Hugo Chávez, el difunto presidente de Venezuela, denunció este tipo de revolucionarios que venían desde el exterior en el año 2007, actualmente el presidente Nicolás Maduro está lidiando con unas importantes protestas, encabezadas por los jóvenes estudiantes, que ha denunciado como un intento de golpe de estado de la derecha apoyado desde el exterior. El principal objetivo declarado de estos revolucionarios es Rusia.
La respuesta rusa
Vladimir Putin no es como su antecesor Boris Yeltsin. Este ha logrado hacerse con el poder con un amplio apoyo popular y ha logrado sacar suculentos beneficios de las fuentes energéticas de su país que en cierta forma han logrado sacar a muchos rusos del pozo sin fondo en el que cayeron tras el proceso de descomposición que siguió a la implosión de la Unión Soviética. Pero sobre todo Vladimir Putin tras la debacle del país durante el periodo de Boris Yeltsin ha sabido conectar con la fibra sensible de los rusos devolviéndoles una especie de orgullo nacional de grandeza. No tuvo compasión en Chechenia donde actuó brutalmente y reaccionó rápidamente en la escaramuza de Georgia cuando Osetia del Sur y Abjasia se rebelaron y el presidente Mijeíl Saakshvili envío los tanques. Lo que está sucediendo en Crimea, y en el Este y Sur de Ucrania es una respuesta a la revuelta de Kiev que viene dada tanto por parte de los ucranianos que lingüísticamente y culturalmente se sienten ligados a Rusia, que no reconocen el nuevo gobierno porque no aprueban como ha llegado al poder y porque además no se sienten representados, como de la propia Rusia que defiende sus intereses en lo que considera su espacio económico y de seguridad. Para éstos la revuelta en Kiev, encabezada por grupos de extrema derecha, que desplazó al presidente Víctor Yanukóvich, es un golpe de estado apoyado por Estados Unidos y la Unión Europea. Podríamos estar pues ante una nueva revolución diseñada tanto desde el interior como desde el exterior de Ucrania que en este caso con un saldo de cien victimas mortales y con la respuesta de la otra Ucrania y de Vladimir Putin no habría salido como esperaban sus organizadores (*6). No está de más recordar que Víctor Yanukóvich era un oligarca como muchos líderes de la oposición, que probablemente era un ladrón como muchos líderes de la oposición, pero fue votado en unas elecciones democráticas. Mientras la revuelta en Kiev se convirtió en una barbarie, sin que occidente denunciara a los lideres de la oposición en ningún momento, la respuesta eslava tan criticada y denunciada por occidente no ha provocado por el momento ninguna muerte. Estados Unidos denuncia que Rusia ha transgredido la legislación internacional cuando esta nación la transgrede cuando le viene en gana justificándola por la defensa de su seguridad y sus intereses.
Por lo dicho hasta ahora podemos decir que tras la descomposición de la Unión Soviética se terminó con una Guerra Fría de casi cincuenta años pero acto seguido se inició una guerra económica sin cuartel y sin compasión contra el viejo adversario que fue de la mano de una expansión del espacio de seguridad occidental, llegando en la última década a las puertas de Rusia, momento en que Vladimir Putin pegó un puñetazo encima de la mesa y se oficializó la nueva Guerra Fría que aquí solo parecemos ver cuando Rusia más brutamente mueve pieza. En todas estas revueltas, incluida la última en Kiev, han participado amplias capas populares cabreadas y bienintencionadas que buscan tanto lo mejor para su país como para sus vidas pero como hemos visto para el poder mundial no son más que peones en un juego de ajedrez al servicio de unos cuantos. Esta realidad poco amable hay también que conocerla.
Anotaciones:
1. Sobre la operación Cóndor pueden leerse los artículos: Operación Cóndor: Crímenes de Estado - por Teresa Galeote y Operación Cóndor: La transnacional de la muerte y el terror - por Andrea Benites Dumont.
2. Podéis acceder al texto De la dictadura a la democracia de Gene Sharp. Es interesante también el idílico documental Cómo empezar una revolución..
3. Podéis ver también el demoledor documental Estados Unidos a la conquista del Este.
4. En mi artículo La toma de Kirguizistán ya apunté en su momento como la revuelta de Kirguizistán beneficiaba a los Estados Unidos.
5. Por último os dejo también el documental El negocio de la revolución.
6. Las últimas informaciones que nos llegan sobre las muertes en Kiev podrían ir incluso más allá de mi argumentación. En una conversación, interceptada presuntamente por los servicios secretos ucranianos fieles a Yanukóvic y filtrada por alguien en youtube, entre la alta representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores, Catherine Ashton, y el Ministro de Exteriores estonio, Urmas Paet, se sugiere que los francotiradores que mataron tanto a activistas como a policías obedecían a la oposición: "Se hace cada vez más evidente que detrás de los francotiradores no estaba (el presidente Víktor) Yanukóvich, sino alguien de la nueva coalición", afirmaba Urmas Paet. Es importante señalar también que hace unas semanas en otra filtración anterior entre la secretaria de Estado adjunta para Asuntos Europeos, Victoria Nuland, y el embajador de EEUU en Kiev, Geoffrey Pyatt, ésta expresaba la preferencia de EEUU por el opositor Arseni Yatseniuk (actual primer ministro), frente a Vitali Klitschkó, favorito de los europeos, y en un momento dado, la diplomática afirma "que se joda la UE".
Francesc Sánchez – Marlowe. Barcelona.
Redactor, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 6 Marzo 2014.
Artículos relacionados: La reacción de la otra Ucrania - Revuelta en Ucrania.