Más allá de la revuelta - por Francesc Sánchez
Sección de Opinión
Más allá de la revuelta - por Francesc Sánchez
En el pasado los líderes políticos defendían sus discursos ideológicos para contentar a las masas. El pueblo era necesario para mantener el sistema y a los que sacaban provecho de ambos. Lenin demostró al mundo que la sociedad se podía organizar de una manera diferente, el sistema socialista se impuso en la Unión Soviética tras la caída del zar Nicolás II y el ascenso de la revolución de octubre*. Adolf Hitler años después impuso el sistema nacionalsocialista a Alemania y a media Europa. Las democracias europeas y la norteamericana hicieron una alianza con los soviéticos para combatir al nazismo, al fascismo italiano y al Imperio del sol japonés. Al terminar la Segunda Guerra Mundial se conformaron dos bloques hegemónicos que ofrecían sociedades distintas.
Durante la guerra fría entre el bloque capitalista y soviético se fueron librando toda una serie de batallas en lugares calientes vitales para mantener el equilibrio de fuerzas a través de la propaganda y la propia guerra. Tanto el bloque capitalista como el soviético extendieron su área de influencia por las naciones que emergieron tras unas descolonizaciones que fueron el final de los viejos imperios europeos. Los dos bloques antagónicos se miraron mutuamente mientras ascendía el movimiento de los países no alineados en lo que más tarde conoceríamos como tercer mundo. El panarabismo fue un proyecto que trató de unir a todos los árabes a través de la lengua, la cultura y una historia común en una sola nación. Fue un proyecto socialista y laico que buscaba la independencia del mundo árabe mayoritariamente islámico sobre los dos bloques antagónicos. Tras la caída del bloque comunista occidente se proclamo vencedor y empezó a extender su influencia sobre los restos del imperio soviético y sus respectivas áreas de influencia.
Esta guerra por el suministro de una energía barata que ha existido siempre tuvo su más clara manifestación en la guerra del Golfo (1990-1991) cuando una coalición occidental liderada por los Estados Unidos derrotó a Sadam Husein después de que Iraq invadiera Kuwait. Las razones por las que Sadam Husein invadió este pequeño territorio, considerado por los iraquíes como una provincia más, aún quedan escondidas en una tenue neblina pero si prestamos atención a las consecuencias de la guerra entre Iraq y Irán (1980-1988), en la que Sadam defendía nuestros intereses, y a la bajada del precio del petróleo a la que países como Kuwait habían contribuido incrementando notablemente la producción, quizá encontremos algunas respuestas.
Desde los atentados del 11 de Septiembre de 2001 se empezó a librar una guerra global contra el terrorismo en el que occidente fue a los confines del Hindu Kush en busca de terroristas. Los ejércitos occidentales marcharon primero sobre Afganistán y más tarde sobre Iraq para controlar reservas de hidrocarburos y vías de transporte. Pero la guerra ha tenido un coste económico y en la opinión pública demasiado elevado y la victoria es discutible: es cierto que se ha logrado poner gobiernos títeres de occidente en los dos países, también la producción de petróleo y su suministro parece garantizado pero en ningún momento la democracia se ha impuesto y siguen habiendo combates. De hecho el mal que pretendidamente se quería erradicar, el terrorismo, ha encontrado nuevos santuarios en áreas que están fuera de control de los ejércitos.
Entonces Mohamed Bouazizi, el 17 de diciembre de 2010, se inmola prendiéndose fuego en la localidad tunecina de Sidi Bozid y se inicia la revuelta árabe. De repente en pocos meses tras una revuelta popular caen los regimenes en Túnez, Egipto y se inicia una guerra civil en Libia, y más tarde en Siria. Occidente se desprende de estos tiranos como si fueran unos apestados y apoya la revuelta para la instauración de democracias. Los Estados Unidos y la Unión Europea pasan de la noche a la mañana de ser enemigos de parte de las fuerzas vivas del mundo árabe, incluido los islamistas, a amigos en la lucha fraternal contra la tiranía. No por esto se puede decir que la revuelta haya sido ideada desde occidente pero está demostrando ser, al menos de momento, una gran oportunidad para hacer grandes negocios en el Magreb y Oriente Medio. Sin haber pegado prácticamente −si exceptuamos los bombardeos sobre Libia− ningún tiro.
Espero que no se malinterpreten mis palabras cuando digo que la revuelta árabe puede ponerle las cosas más fáciles a occidente en materia energética y geoestratégica. La revuelta árabe por si sola tiene una enorme validez sobre todo para sus protagonistas que no son otros que el pueblo árabe. La revuelta árabe ha quitado de en medio a toda una serie de tiranos y ha empezado a colocar en su lugar a lideres islamistas moderados, que en el pasado desde la clandestinidad fueron organizando la oposición al régimen de partido único. De manera indisociable al poder en el mundo árabe hoy revuelto se encuentran las reservas de hidrocarburos más grandes del mundo y su transporte por medio de oleoductos y gasoductos. Todo esto se da en un momento de crisis económica global, que aún no habiendo hecho los mismos estragos que la crisis de 1929, está poniendo en jaque todo el sistema económico. A diferencia de la crisis 1929 en la que Roosevelt puso en marcha el New Deal, una intervención estatal sin precedentes en la economía norteamericana, los gobiernos occidentales −y sobre todo en Europa− han decidido recortar la inversión pública y la propia economía. La tensión en países como Siria donde se está desarrollando una guerra civil −de momento limitada por muy terrible que sea− en el que la comunidad internacional apoya a sendos bandos puede ir a mayores y convertirse en una guerra regional o algo peor. Siria como todos los países de la región tiene −o está cerca de− importantes reservas en hidrocarburos. Como telón de fondo: el peak oil define una curva de producción de un pozo de petróleo extrapolable a todos los pozos conocidos, y ese momento para muchos ya ha llegado. Quizá después de todo la crisis económica haya aplazado una crisis energética que por fuerza habría complicado más las cosas con un precio del petróleo cada vez más elevado y quién sabe si desabastecimientos para quién no hubiera podido costeárselos.
En el presente los líderes políticos en occidente hablan de libertad pero han dejado de hacer discursos ideológicos porque las masas ya no son necesarias. Nuestros gobernantes en Europa mientras hacen duros planes de recortes de ese estado del bienestar que se consiguió tras muchas luchas obreras y que se concedió finalmente como una disuasión al modelo soviético, va quedando claro por quién hay que dar la cara. La expropiación de YPF por el gobierno de Cristina Fernández de de Kirchner es un duro varapalo para Repsol, que pierde importantes reservas en hidrocarburos en Argentina, y puede tener consecuencias para la economía española, pero los millones de parados y la inmensa mayoría de familias con bajos ingresos parecen importar poco. En el mundo árabe prefiero pensar que aún tienen mucho camino por recorrer. En nuestras cercanías debemos resistir porque van a por nosotros. Pero esto ya sería materia para otro artículo.
Anotación:
* Siendo esto correcto y aún no siendo la revolución rusa el asunto principal de este artículo comprendo que es necesaria una ampliación. La cadena de acontecimientos en la revolución rusa que culminó con la imposición del sistema socialista liderado por Lenin fue como acto seguido se detalla: En 1905 tras una masacre en San Petersburgo sobre una población que pedía al zar mejoras laborales se forman los soviets -consejos revolucionarios en ruso- y el zar tiene que ceder parte de su poder concediendo la creación de la Duma. Uno de los líderes del primer soviet en Petrogrado que tendrá más tarde gran relevancia será Trotski. Rusia entra en la Gran Guerra contra los alemanes. Las bajas entre el ejército son numerosas y el mal funcionamiento de la economía provoca hambre en las ciudades. En 1917 el descontento llega a las calles en forma de huelga general. Frente a esta situación entre febrero y marzo surgen dos poderes: un comité ejecutivo provisional, surgido de la Duma, sucesor legal del gobierno zarista y un comité ejecutivo provisional de los soviets de obreros y soldados de Petrogrado. Las negociaciones entre ambos consiguen la formación de un solo gobierno y la abdicación de Nicolás II. Alexander Feodorovich Kerensky, el líder de los mencheviques -los componentes más moderados del Partido Social Demócrata Ruso enfrentados a los bolcheviques más radicales- es nombrado primero Ministro de Justicia, más tarde Ministro de la Guerra y finalmente -en julio- Primer Ministro. El gobierno provisional se mantiene hasta que se produce en octubre el intento de golpe del general Kornilov, frustrado por 20.000 trabajadores armados -núcleo del futuro ejército rojo-: este es el momento que aprovechara Lenin con los bolcheviques para tomar el poder con el asalto al palacio de invierno.
Francesc Sánchez – Marlowe. Barcelona.
Redactor, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 26 Abril 2012.
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Más allá de la revuelta - por Francesc Sánchez
En el pasado los líderes políticos defendían sus discursos ideológicos para contentar a las masas. El pueblo era necesario para mantener el sistema y a los que sacaban provecho de ambos. Lenin demostró al mundo que la sociedad se podía organizar de una manera diferente, el sistema socialista se impuso en la Unión Soviética tras la caída del zar Nicolás II y el ascenso de la revolución de octubre*. Adolf Hitler años después impuso el sistema nacionalsocialista a Alemania y a media Europa. Las democracias europeas y la norteamericana hicieron una alianza con los soviéticos para combatir al nazismo, al fascismo italiano y al Imperio del sol japonés. Al terminar la Segunda Guerra Mundial se conformaron dos bloques hegemónicos que ofrecían sociedades distintas.
Durante la guerra fría entre el bloque capitalista y soviético se fueron librando toda una serie de batallas en lugares calientes vitales para mantener el equilibrio de fuerzas a través de la propaganda y la propia guerra. Tanto el bloque capitalista como el soviético extendieron su área de influencia por las naciones que emergieron tras unas descolonizaciones que fueron el final de los viejos imperios europeos. Los dos bloques antagónicos se miraron mutuamente mientras ascendía el movimiento de los países no alineados en lo que más tarde conoceríamos como tercer mundo. El panarabismo fue un proyecto que trató de unir a todos los árabes a través de la lengua, la cultura y una historia común en una sola nación. Fue un proyecto socialista y laico que buscaba la independencia del mundo árabe mayoritariamente islámico sobre los dos bloques antagónicos. Tras la caída del bloque comunista occidente se proclamo vencedor y empezó a extender su influencia sobre los restos del imperio soviético y sus respectivas áreas de influencia.
Esta guerra por el suministro de una energía barata que ha existido siempre tuvo su más clara manifestación en la guerra del Golfo (1990-1991) cuando una coalición occidental liderada por los Estados Unidos derrotó a Sadam Husein después de que Iraq invadiera Kuwait. Las razones por las que Sadam Husein invadió este pequeño territorio, considerado por los iraquíes como una provincia más, aún quedan escondidas en una tenue neblina pero si prestamos atención a las consecuencias de la guerra entre Iraq y Irán (1980-1988), en la que Sadam defendía nuestros intereses, y a la bajada del precio del petróleo a la que países como Kuwait habían contribuido incrementando notablemente la producción, quizá encontremos algunas respuestas.
Desde los atentados del 11 de Septiembre de 2001 se empezó a librar una guerra global contra el terrorismo en el que occidente fue a los confines del Hindu Kush en busca de terroristas. Los ejércitos occidentales marcharon primero sobre Afganistán y más tarde sobre Iraq para controlar reservas de hidrocarburos y vías de transporte. Pero la guerra ha tenido un coste económico y en la opinión pública demasiado elevado y la victoria es discutible: es cierto que se ha logrado poner gobiernos títeres de occidente en los dos países, también la producción de petróleo y su suministro parece garantizado pero en ningún momento la democracia se ha impuesto y siguen habiendo combates. De hecho el mal que pretendidamente se quería erradicar, el terrorismo, ha encontrado nuevos santuarios en áreas que están fuera de control de los ejércitos.
Entonces Mohamed Bouazizi, el 17 de diciembre de 2010, se inmola prendiéndose fuego en la localidad tunecina de Sidi Bozid y se inicia la revuelta árabe. De repente en pocos meses tras una revuelta popular caen los regimenes en Túnez, Egipto y se inicia una guerra civil en Libia, y más tarde en Siria. Occidente se desprende de estos tiranos como si fueran unos apestados y apoya la revuelta para la instauración de democracias. Los Estados Unidos y la Unión Europea pasan de la noche a la mañana de ser enemigos de parte de las fuerzas vivas del mundo árabe, incluido los islamistas, a amigos en la lucha fraternal contra la tiranía. No por esto se puede decir que la revuelta haya sido ideada desde occidente pero está demostrando ser, al menos de momento, una gran oportunidad para hacer grandes negocios en el Magreb y Oriente Medio. Sin haber pegado prácticamente −si exceptuamos los bombardeos sobre Libia− ningún tiro.
Espero que no se malinterpreten mis palabras cuando digo que la revuelta árabe puede ponerle las cosas más fáciles a occidente en materia energética y geoestratégica. La revuelta árabe por si sola tiene una enorme validez sobre todo para sus protagonistas que no son otros que el pueblo árabe. La revuelta árabe ha quitado de en medio a toda una serie de tiranos y ha empezado a colocar en su lugar a lideres islamistas moderados, que en el pasado desde la clandestinidad fueron organizando la oposición al régimen de partido único. De manera indisociable al poder en el mundo árabe hoy revuelto se encuentran las reservas de hidrocarburos más grandes del mundo y su transporte por medio de oleoductos y gasoductos. Todo esto se da en un momento de crisis económica global, que aún no habiendo hecho los mismos estragos que la crisis de 1929, está poniendo en jaque todo el sistema económico. A diferencia de la crisis 1929 en la que Roosevelt puso en marcha el New Deal, una intervención estatal sin precedentes en la economía norteamericana, los gobiernos occidentales −y sobre todo en Europa− han decidido recortar la inversión pública y la propia economía. La tensión en países como Siria donde se está desarrollando una guerra civil −de momento limitada por muy terrible que sea− en el que la comunidad internacional apoya a sendos bandos puede ir a mayores y convertirse en una guerra regional o algo peor. Siria como todos los países de la región tiene −o está cerca de− importantes reservas en hidrocarburos. Como telón de fondo: el peak oil define una curva de producción de un pozo de petróleo extrapolable a todos los pozos conocidos, y ese momento para muchos ya ha llegado. Quizá después de todo la crisis económica haya aplazado una crisis energética que por fuerza habría complicado más las cosas con un precio del petróleo cada vez más elevado y quién sabe si desabastecimientos para quién no hubiera podido costeárselos.
En el presente los líderes políticos en occidente hablan de libertad pero han dejado de hacer discursos ideológicos porque las masas ya no son necesarias. Nuestros gobernantes en Europa mientras hacen duros planes de recortes de ese estado del bienestar que se consiguió tras muchas luchas obreras y que se concedió finalmente como una disuasión al modelo soviético, va quedando claro por quién hay que dar la cara. La expropiación de YPF por el gobierno de Cristina Fernández de de Kirchner es un duro varapalo para Repsol, que pierde importantes reservas en hidrocarburos en Argentina, y puede tener consecuencias para la economía española, pero los millones de parados y la inmensa mayoría de familias con bajos ingresos parecen importar poco. En el mundo árabe prefiero pensar que aún tienen mucho camino por recorrer. En nuestras cercanías debemos resistir porque van a por nosotros. Pero esto ya sería materia para otro artículo.
Anotación:
* Siendo esto correcto y aún no siendo la revolución rusa el asunto principal de este artículo comprendo que es necesaria una ampliación. La cadena de acontecimientos en la revolución rusa que culminó con la imposición del sistema socialista liderado por Lenin fue como acto seguido se detalla: En 1905 tras una masacre en San Petersburgo sobre una población que pedía al zar mejoras laborales se forman los soviets -consejos revolucionarios en ruso- y el zar tiene que ceder parte de su poder concediendo la creación de la Duma. Uno de los líderes del primer soviet en Petrogrado que tendrá más tarde gran relevancia será Trotski. Rusia entra en la Gran Guerra contra los alemanes. Las bajas entre el ejército son numerosas y el mal funcionamiento de la economía provoca hambre en las ciudades. En 1917 el descontento llega a las calles en forma de huelga general. Frente a esta situación entre febrero y marzo surgen dos poderes: un comité ejecutivo provisional, surgido de la Duma, sucesor legal del gobierno zarista y un comité ejecutivo provisional de los soviets de obreros y soldados de Petrogrado. Las negociaciones entre ambos consiguen la formación de un solo gobierno y la abdicación de Nicolás II. Alexander Feodorovich Kerensky, el líder de los mencheviques -los componentes más moderados del Partido Social Demócrata Ruso enfrentados a los bolcheviques más radicales- es nombrado primero Ministro de Justicia, más tarde Ministro de la Guerra y finalmente -en julio- Primer Ministro. El gobierno provisional se mantiene hasta que se produce en octubre el intento de golpe del general Kornilov, frustrado por 20.000 trabajadores armados -núcleo del futuro ejército rojo-: este es el momento que aprovechara Lenin con los bolcheviques para tomar el poder con el asalto al palacio de invierno.
Francesc Sánchez – Marlowe. Barcelona.
Redactor, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 26 Abril 2012.
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