La revuelta árabe VI - por Francesc Sánchez
Sección de Opinión
La revuelta árabe VI - por Francesc Sánchez
Los muertos se amontonan en las morgues sirias. La maquinaria de matar de Bashar Al-Assad ha descargado toda su furia sobre el barrio de Baba Amr de Homs, uno de los lugares desde donde resistía la milicia del Ejército Libre de Siria. La Cruz Roja desplazada hacia el lugar lo ha encontrado vacío. Ahora los combates se han trasladado a la provincia de Iblid −cerca del frontera con Turquía−, la ciudad del mismo nombre y Saraqeb son los objetivos.
La revuelta en Siria se inició con protestas en contra del régimen como en Túnez y en Egipto pero se ha terminado convirtiendo en una guerra civil como en Libia. Mientras en Túnez y Egipto la revuelta fue popular y mayoritaria en Siria ha sido y es más reducida. La represión ha sido y es más contundente y despiadada. Se ha formado un Consejo Nacional Sirio que permanece en el exilio en Turquía que pretende ser la voz de toda la oposición. Se ha formado también un Ejército Libre de Siria integrado por desertores, civiles que han tomado las armas y otros elementos, que combate al régimen en ciudades como Homs, Alepo, Iblid, Saraqeb y la periferia de Damasco. El partido Baaz y el ejército apoyan al régimen, los alauitas también; la mayoría −dando igual su confesión− permanece impasible. De los cientos de miles de palestinos e iraquíes refugiados no sabemos nada.
El terror se ha sociabilizado a través de los tanques y los fusiles, y ahora también a través de los atentados contra instalaciones militares y los partidarios del régimen. Atentados que no han sido reivindicados.
La comunidad internacional está dividida entre quienes apoyan a la oposición y exigen la salida de Bashar Al-Assad del poder y entre quienes piden que las armas cedan ante la palabra para llegar a un acuerdo. Entre quienes veladamente amenazan con una intervención armada en Siria y muestran su apoyo al Consejo Nacional Sirio y al Ejército Libre de Siria −quién sabe si facilitándoles armamento− y quienes sostienen al régimen. De un lado Estados Unidos y la Unión Europea y del otro Rusia −que dispone en territorio sirio de la base naval de Tartus y ha vendido mucho armamento al régimen− y China. De un lado Turquía, Arabia Saudita y Qatar y del otro Irán. Todos ellos naturalmente movidos por sentimientos nobles en apoyo al pueblo sirio y a sus intereses geoestratégicos. Siria parece haberse convertido en un cruce de caminos por el que confluyen todos aquellos que quieren dominar Oriente Medio. Israel hace mutis sopesando quizá que le es más favorable: si un Bashar Al-Assad siempre hostil y amigo de Irán pero que controle a su población o una Siria dominada por facciones políticas sunís imprevisibles. Como telón de fondo el arco chiíta que se extiende desde un Irán nuclear −que Israel quiere hacer desaparecer−, un Iraq parcialmente desocupado, la Siria de Bashar Al-Assad y un Líbano donde Hezbolla tiene la hegemonía.
Mientras todo esto sucede el régimen ha movido pieza celebrando un referéndum por el que se votaba la liberalización política: es decir la pluralidad de partidos políticos que requiere cualquier democracia. Se desconoce si esto va a aplicarse en un momento en que los sirios se están matando pero es un paso. Siria es heredera directa del panarabismo, en el partido Baaz quedan sus restos, y su tendencia siempre ha sido la de aglutinar en su seno todas las tendencias afines y desplazar de la vida política al resto, pero en esa dictadura se mantiene un estado laico que garantiza la igualdad ante la ley en la diferencia religiosa. No está fuera de lugar preguntarse ¿qué tipo de país quiere la oposición? ¿Cual es su referente el islamismo moderado de los tunecinos de Enhada o del turco Tayyig Erdogan o por el contrario el wahabismo saudí? Dos fuerzas están creciendo mucho desde el inicio de las revueltas la del islam político de los Hermanos Musulmanes (están en Egipto pero tienen franquicias en todo el mundo árabe), que nunca antes han gobernado y que ahora tiene la oportunidad de demostrar que sociedad quieren, y el salafismo más radical que aún no ha mostrado sus cartas. En el caso de que la oposición siria se haga con el poder si mantiene un estado democrático y laico en el cual se integren todas las fuerzas políticas no surgirán problemas pero si excluye al Baaz −o como se llame esa sensibilidad política socialista en el futuro− o quiere hacer prevalecer la mayoría suní en las leyes −aplicando la sharia− muchos lógicamente no estarán de acuerdo y volverá de nuevo la conflictividad social. La Siria del mañana, con o sin Bashar Al-Assad, si pretende mejorar lo presente no debe pasar por la homogenización si no por la integración de la diferencia.
Siria hoy es un país en el que la revuelta se ha convertido en una guerra sin cuartel en el que ha irrumpido también el terrorismo. Las informaciones que nos llegan son partidarias y el ejercicio libre del periodismo es un valor en alza lleno de riesgos. Los periodistas Gilles Jacquier, Shukri Ahmed Ratib Abu Bourgoul, Basil Al-Sayed, Ferzat Jarban, Saleh Suleiman Abazaid, Ramy Al-Sayed, Rémi Ochlik, Marie Colvin, Ramy Al-Sayed lo han pagado con su vida.
Las Naciones Unidas mantienen que desde que se inició la revuelta han muerto al menos 8.000 personas, más de 200.000 se han visto obligadas a desplazarse y 40.000 a refugiarse en otros países.
Post scriptum .-
Por alusiones a algunos comentarios de amigos paso a explicar un poco más algunos puntos desarrollados en este artículo. Primero haré una consideración: normalmente cuando vamos con buenas intenciones solemos desear para los demás aquello que desearíamos para nosotros mismos pero muchas veces lo que desean los demás, en este caso el pueblo sirio, no tiene porque coincidir con lo que deseamos para nosotros, en esta caso para España. En cualquier caso mi deseo es que en Siria se termine la guerra civil y se habrá un proceso transitorio −como el que se ha abierto en Túnez y en Egipto− para la instauración de una democracia. Y para que esa democracia sea posible debe ser −sin que esto sea un juego de palabras− democrática: no debe de haber ni privilegios ni favoritismos a ninguna fuerza política o confesional. No encuentro acertado que un partido único deje fuera de la política a las demás tendencias políticas. No encuentro acertado el sistema confesional que impusieron los franceses en El Líbano que reparte el poder entre las diferentes confesiones religiosas guardando la misma proporción desde la descolonización. Tampoco me parece acertado el sistema del millet del Imperio Otomano que delegaba las leyes y su administración a las diferentes confesiones religiosas. No encuentro acertada la sharia. Una democracia −tal como yo la entiendo− debe ser la delegación del poder del pueblo en una instancia superior −el estado− que ofrezca derechos y libertades, que mantenga obligaciones, y administre la ley sin hacer distinciones entre sus ciudadanos. Y para mí ese estado debe ser laico. Es decir como debería ser nuestra propia democracia. Hay otras alternativas que omiten el estado −hay toda una tradición anarquista al respecto− pero más difíciles de aplicar. No tiene porque ser nuestro modelo democrático liberal −muy criticable por otro lado: más en estos momentos en que el poder ciudadano y de nuestros representantes parece haberse diluido en esto que ahora llaman mercados− el único posible para las naciones árabes, se ha de tener en cuenta que el sustrato cultural es distinto, en algunos aspectos mejor que el nuestro pero en otros peor, pero no hay nada malo en copiar de nuestro sistema aquello que puede funcionar. Las naciones árabes copiaron tras las descolonizaciones aspectos del sistema soviético y del sistema capitalista que funcionaron. La degeneración del panarabismo no debería de resultar en un peor sistema que el que se mantenía antes de las revueltas.
Redactor, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 27 Marzo / 3 Abril 2012.
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La revuelta árabe VI - por Francesc Sánchez
Los muertos se amontonan en las morgues sirias. La maquinaria de matar de Bashar Al-Assad ha descargado toda su furia sobre el barrio de Baba Amr de Homs, uno de los lugares desde donde resistía la milicia del Ejército Libre de Siria. La Cruz Roja desplazada hacia el lugar lo ha encontrado vacío. Ahora los combates se han trasladado a la provincia de Iblid −cerca del frontera con Turquía−, la ciudad del mismo nombre y Saraqeb son los objetivos.
La revuelta en Siria se inició con protestas en contra del régimen como en Túnez y en Egipto pero se ha terminado convirtiendo en una guerra civil como en Libia. Mientras en Túnez y Egipto la revuelta fue popular y mayoritaria en Siria ha sido y es más reducida. La represión ha sido y es más contundente y despiadada. Se ha formado un Consejo Nacional Sirio que permanece en el exilio en Turquía que pretende ser la voz de toda la oposición. Se ha formado también un Ejército Libre de Siria integrado por desertores, civiles que han tomado las armas y otros elementos, que combate al régimen en ciudades como Homs, Alepo, Iblid, Saraqeb y la periferia de Damasco. El partido Baaz y el ejército apoyan al régimen, los alauitas también; la mayoría −dando igual su confesión− permanece impasible. De los cientos de miles de palestinos e iraquíes refugiados no sabemos nada.
El terror se ha sociabilizado a través de los tanques y los fusiles, y ahora también a través de los atentados contra instalaciones militares y los partidarios del régimen. Atentados que no han sido reivindicados.
La comunidad internacional está dividida entre quienes apoyan a la oposición y exigen la salida de Bashar Al-Assad del poder y entre quienes piden que las armas cedan ante la palabra para llegar a un acuerdo. Entre quienes veladamente amenazan con una intervención armada en Siria y muestran su apoyo al Consejo Nacional Sirio y al Ejército Libre de Siria −quién sabe si facilitándoles armamento− y quienes sostienen al régimen. De un lado Estados Unidos y la Unión Europea y del otro Rusia −que dispone en territorio sirio de la base naval de Tartus y ha vendido mucho armamento al régimen− y China. De un lado Turquía, Arabia Saudita y Qatar y del otro Irán. Todos ellos naturalmente movidos por sentimientos nobles en apoyo al pueblo sirio y a sus intereses geoestratégicos. Siria parece haberse convertido en un cruce de caminos por el que confluyen todos aquellos que quieren dominar Oriente Medio. Israel hace mutis sopesando quizá que le es más favorable: si un Bashar Al-Assad siempre hostil y amigo de Irán pero que controle a su población o una Siria dominada por facciones políticas sunís imprevisibles. Como telón de fondo el arco chiíta que se extiende desde un Irán nuclear −que Israel quiere hacer desaparecer−, un Iraq parcialmente desocupado, la Siria de Bashar Al-Assad y un Líbano donde Hezbolla tiene la hegemonía.
Mientras todo esto sucede el régimen ha movido pieza celebrando un referéndum por el que se votaba la liberalización política: es decir la pluralidad de partidos políticos que requiere cualquier democracia. Se desconoce si esto va a aplicarse en un momento en que los sirios se están matando pero es un paso. Siria es heredera directa del panarabismo, en el partido Baaz quedan sus restos, y su tendencia siempre ha sido la de aglutinar en su seno todas las tendencias afines y desplazar de la vida política al resto, pero en esa dictadura se mantiene un estado laico que garantiza la igualdad ante la ley en la diferencia religiosa. No está fuera de lugar preguntarse ¿qué tipo de país quiere la oposición? ¿Cual es su referente el islamismo moderado de los tunecinos de Enhada o del turco Tayyig Erdogan o por el contrario el wahabismo saudí? Dos fuerzas están creciendo mucho desde el inicio de las revueltas la del islam político de los Hermanos Musulmanes (están en Egipto pero tienen franquicias en todo el mundo árabe), que nunca antes han gobernado y que ahora tiene la oportunidad de demostrar que sociedad quieren, y el salafismo más radical que aún no ha mostrado sus cartas. En el caso de que la oposición siria se haga con el poder si mantiene un estado democrático y laico en el cual se integren todas las fuerzas políticas no surgirán problemas pero si excluye al Baaz −o como se llame esa sensibilidad política socialista en el futuro− o quiere hacer prevalecer la mayoría suní en las leyes −aplicando la sharia− muchos lógicamente no estarán de acuerdo y volverá de nuevo la conflictividad social. La Siria del mañana, con o sin Bashar Al-Assad, si pretende mejorar lo presente no debe pasar por la homogenización si no por la integración de la diferencia.
Siria hoy es un país en el que la revuelta se ha convertido en una guerra sin cuartel en el que ha irrumpido también el terrorismo. Las informaciones que nos llegan son partidarias y el ejercicio libre del periodismo es un valor en alza lleno de riesgos. Los periodistas Gilles Jacquier, Shukri Ahmed Ratib Abu Bourgoul, Basil Al-Sayed, Ferzat Jarban, Saleh Suleiman Abazaid, Ramy Al-Sayed, Rémi Ochlik, Marie Colvin, Ramy Al-Sayed lo han pagado con su vida.
Las Naciones Unidas mantienen que desde que se inició la revuelta han muerto al menos 8.000 personas, más de 200.000 se han visto obligadas a desplazarse y 40.000 a refugiarse en otros países.
Post scriptum .-
Por alusiones a algunos comentarios de amigos paso a explicar un poco más algunos puntos desarrollados en este artículo. Primero haré una consideración: normalmente cuando vamos con buenas intenciones solemos desear para los demás aquello que desearíamos para nosotros mismos pero muchas veces lo que desean los demás, en este caso el pueblo sirio, no tiene porque coincidir con lo que deseamos para nosotros, en esta caso para España. En cualquier caso mi deseo es que en Siria se termine la guerra civil y se habrá un proceso transitorio −como el que se ha abierto en Túnez y en Egipto− para la instauración de una democracia. Y para que esa democracia sea posible debe ser −sin que esto sea un juego de palabras− democrática: no debe de haber ni privilegios ni favoritismos a ninguna fuerza política o confesional. No encuentro acertado que un partido único deje fuera de la política a las demás tendencias políticas. No encuentro acertado el sistema confesional que impusieron los franceses en El Líbano que reparte el poder entre las diferentes confesiones religiosas guardando la misma proporción desde la descolonización. Tampoco me parece acertado el sistema del millet del Imperio Otomano que delegaba las leyes y su administración a las diferentes confesiones religiosas. No encuentro acertada la sharia. Una democracia −tal como yo la entiendo− debe ser la delegación del poder del pueblo en una instancia superior −el estado− que ofrezca derechos y libertades, que mantenga obligaciones, y administre la ley sin hacer distinciones entre sus ciudadanos. Y para mí ese estado debe ser laico. Es decir como debería ser nuestra propia democracia. Hay otras alternativas que omiten el estado −hay toda una tradición anarquista al respecto− pero más difíciles de aplicar. No tiene porque ser nuestro modelo democrático liberal −muy criticable por otro lado: más en estos momentos en que el poder ciudadano y de nuestros representantes parece haberse diluido en esto que ahora llaman mercados− el único posible para las naciones árabes, se ha de tener en cuenta que el sustrato cultural es distinto, en algunos aspectos mejor que el nuestro pero en otros peor, pero no hay nada malo en copiar de nuestro sistema aquello que puede funcionar. Las naciones árabes copiaron tras las descolonizaciones aspectos del sistema soviético y del sistema capitalista que funcionaron. La degeneración del panarabismo no debería de resultar en un peor sistema que el que se mantenía antes de las revueltas.
Bashar Al-Assad ha demostrado ser un tirano sanguinario y muy difícilmente se le puede defender pero la defensa sin cortapisas ni análisis de una oposición que se ha alzado en armas y que no sabemos lo que quiere no encuentro que sea lo más acertado. En cuanto al futuro del partido Baaz se abren tres escenarios posibles: el primero es que la oposición con ayuda militar extranjera se haga con el poder y prohíba ese partido como ha sucedido en Iraq tras la invasión internacional de 2003, el segundo es que se inhiba como partido único y se transforme en otra fuerza política que sea capaz de entenderse con el resto de fuerzas políticas y de aceptar el juego democrático. Para que esto último fuera posible es el propio Baaz el que desde el poder −con o sin ruptura con Bashar Al-Assad− tendría que traer de acuerdo con el resto de fuerzas políticas la democracia. Este el modelo que se aplico en España tras la muerte del general Franco: tan defendido y tan rechazado por tantos. El tercer escenario es que todo continúe como hasta ahora, los combates de los rebeldes y la presión internacional inciden en el régimen y en el partido pero este se mantiene por la robustez del ejército, y los apoyos dentro y fuera del país: nada parece indicar lo contrario.
Francesc Sánchez – Marlowe. Barcelona.Redactor, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 27 Marzo / 3 Abril 2012.
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